El nuevo siglo, el nuevo milenio, entró con mucha rapidez y a la vez, con mucho sigilo ¡Estamos ya en el 2011! pero nos sigue costando trabajo abandonar del todo el siglo XX, el milenio pasado. En el siglo XXI, el siglo de la información y el conocimiento, sin lugar a dudas se consagrarán nuevos derechos e izquierdos: derecho a la información, derecho a compartir, copylefts, derechos colectivos, software libre, acceso a internet, nuevas formas de comunicación y de expresión artística, tecnología y así.
Pero la humanidad sigue enfrentando a viejos fantasmas que no se van: hambrunas, enfermedades epidémicas, desastres naturales, guerras; muchos de ellos resultado de cuestiones político-económicas, como el caso de las guerras, más que como resultado de la evolución natural del planeta. Todavía no comprendemos como colectividad, los alcances de nuestros conocimientos y el abuso que hacemos con la Tierra en nombre del progreso y la modernidad en exclusiva para beneficio humano; en otras palabras no importando su impacto ecológico y la extinción de otras especies (seres vivos) con quienes compartimos el planeta.
Este es el mundo que nos toca vivir hoy: con muchos progresos y logros, con mucho conocimiento y un sinnúmero de peros. Las grandes esperanzas de la modernidad llevan más de dos siglos sin cumplirse; la humanidad sigue sin conocer las bondades plenas de las promesas libertarias y de igualdad que la inauguran basadas en conceptos como individuo y ciudadano(a) esa nueva identidad social, síntesis de responsabilidades y derechos: mientras unos pueblos conocen o recuperan la libertad, otros la pierden. Todavía nos falta por estudiar, comprender y modificar el poder político, característica que no es exclusiva de los humanos, pero sí su complejo desarrollo, pues no hemos podido o querido atender a un destino diferente.
Si aterrizamos estas ideas en el México contemporáneo, la rapidez casi vertiginosa de la globalización nos arrastra más que jalar nosotros a ella de eso que llaman posmodernidad: un presente, pasado y futuro al mismo tiempo y de forma fragmentada; una especie de foto instantánea, personal o ambiental, que puede significar todo o nada a la vez, así de simple, vago y ambiguo; pero que también viene con falta de compromiso, enfocada en un individualismo egoísta, influyendo en la despolitización mundial actual. México no es ajeno a estas circunstancias.
¿Cómo explicar la violencia en una sociedad democrática?; ¿qué tienen que ver las crisis económicas o políticas de otros países con México?; o bien, ¿cómo impacta en el mundo lo que sucede en Ciudad Juárez? son cuestiones verdaderamente importantes para la persona actual, pues estamos en un mundo interconectado. Es cada vez más difícil mantenerse al margen de los acontecimientos a nivel mundial y es a la vez tan importante estar al tanto de ello como de lo local, que por ello es indispensable informarse no sólo para saber, sino para actuar. Las sociedades que no sepan adaptarse o sobrevivir a las nuevas circunstancias, corren peligro de desaparecer.
Esta delicada situación están enfrentando las sociedades contemporáneas como Juárez cuya particular situación de ciudad fronteriza, maquiladora y violentada, nos mantiene en uno de los centros de la atención mundial. Por lo mismo no podremos avanzar sin saber quiénes somos y cómo resolver los problemas y retos actuales. Anónima se llama a esa sociedad multifacética y a la vez sin rostro, de la cual emanan y a la cual regresan las acciones de sus integrantes; pero también aquella donde repercuten las no acciones, la abstención de involucrarse en la cosa pública. El sujeto tácito es quien se encarga de mover la sociedad, de brindarle dirección cuando se desequilibra. Una sociedad abstencionista, por lo tanto, es una sociedad anónima que necesita convertirse en sujeto tácito.
¿Cómo surge el sujeto tácito? Es todavía un misterio, pero a veces las circunstancias son propicias para su aparición, como se puede comprobar en las recientes manifestaciones sociales de los países árabes, o las que inician hoy jueves 24 de marzo las y los estudiantes de Europa, mientras en otras latitudes como nuestro país ha aparecido en casos de desastres humanos dentro y fuera del país a manera de solidaridad y en el pasado se ha manifestado en forma de revoluciones sociales. En ciudades como Juárez el sujeto tácito no llega al suficiente número de personas como para hacer la diferencia; está en muchas personas y grupos, pero no en todas partes ni en todos los grupos.
El sujeto tácito está en sentido opuesto al sujeto anónimo: mientras está última identidad permite escabullirse de las responsabilidades, o bien es tan grande su enajenación que no llega a convertirse en sujeto, por ejemplo, no siendo ciudadano o desconociendo sus derechos, como es el caso de mucha gente pobre (aunque también de jóvenes, universitarios(as) y profesionistas) el primero toma consciencia de su condición y actúa en consecuencia. Es decir, el sujeto tácito asume el acto de vivir no como propio, sino como parte integrante de un todo interconectado: se vuelve consciente de sí mismo, para sí mismo y con la vida.
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