¿Usted
consultaría a un médico, maestro, abogado, policía o sacerdote priista?
Es
una pregunta provocativa, pero también seria. El Partido Revolucionario
Institucional (PRI) ha hecho los méritos suficientes (y como ejemplo está la
reciente elección) para alimentar con más elementos la animadversión priista.
En el imaginario colectivo mexicano el desprestigio del PRI es más fuerte que
nunca.
El
daño que el candidato del PRI, Enrique Peña Nieto (EPN) hace a su partido es
innegable y de amplio alcance. Las bromas populares en su contra no faltan por
que cada semana, casi cada día, EPN no deja de dar motivos para la burla con su
inevitable debilidad mental. Además las muestras del megafraude electoral
priista son simplemente enormes, tanto que ya no dejan cabida para el cinismo,
esa práctica arrogante tan común en este partido.
Si
ya de por sí el PRI goza de una fama de ochenta años de corrupción,
autoritarismo, perversión y un largo etcétera, al parecer irreversible, ahora
también y después de tanto daño que han hecho al país, son víctimas de sus
propios errores, de su propia porquería, al ser incapaces, obviamente, de producir “líderes” políticos lo suficientemente
inteligentes como para continuar con sus conocidas prácticas, que si bien les
siguen dando resultados, cada vez les es más difícil tener elementos en sus
filas mínimamente presentables, es decir, que no parezcan tanto priistas.
Hay
muchos ejemplos de la calidad moral de los políticos que produce el PRI: los
gobernadores César y Javier Duarte de Chihuahua y Jalapa, respectivamente, son
ejemplos de incapacidad, fascismo y mediocridad, donde el narco, el homicidio,
el feminicidio, la pobreza y la impunidad son la marca de esos estados. Pero
hay muchos más, como el presidente municipal de Tlalnepantla Arturo Ugalde, el
alcalde mejor pagado del país y tal vez del mundo(750,000 pesos al mes) o el no
menos polémico alcalde de Ciudad Juárez Héctor “Teto” Murguía, famoso por su
analfabetismo funcional y los rumores de su relación con el narco; ambos
alcaldes, Ugalde y Murguía, lo son por segunda ocasión, curiosamente, en
municipios donde hay alto abstencionismo. No está demás recordar los procesos y
acusaciones que siguen los ex gobernadores de Tamaulipas, Tomás Yarrington; de
Coahuila, Humberto Moreira; de Oaxaca, Ulises Ruiz; y no menos importante, el
“gober precioso” Mario Marín de Puebla.
¿Pero
quiere más? Pues ahí está el peligrosísimo y siempre mal recordado ex
mandatario Carlos Salinas de Gortari; el grupo Atlacomulco de Carlos Hank y
Arturo Montiel; el SNTE de Elba Esther Gordillo; sacerdotes como Onésimo Cepeda,
ex obispo de Ecatepec; empresarios como Emilio Azcárraga Jean; líderes
sindicales como Carlos Romero Deschamps; “periodistas” como Mario Vázquez Raña;
nuevos “intelectuales” venidos del PAN, como Manuel Espino y Vicente Fox. La
CNC, la CNOP, la CTM, Antorcha Campesina y un ejército lumpen de gente muy
jodida dispuesta a todo, además de una burocracia leal o forzada a disposición
como policías, jueces, rectores de universidades, “estudiantes”. Bonito partido
donde se practican además los favores sexuales para hacer carrera política.
Si
bien es cierto el PRI se “robustece” actualmente con dinero de posible
procedencia del narcotráfico, además de las arcas públicas de los estados
priistas para comprar voluntades, en realidad es un partido en proceso de
descomposición. Su debilidad es precisamente su modus vivendi, su inagotable adicción al poder que atrae a
individuos y grupos afín. Para engrosar las filas y hacer carrera dentro del
PRI no es necesitan títulos (aunque sirven) sino tener sangre fría y estómago
para tolerar los excesos de todo tipo. Ahora con la construcción de EPN como
político plástico, inevitablemente sus “cualidades” alcanzarán a todos y todas
las priistas por igual.
Así
pues, alguien la pensará dos veces si necesita, por ejemplo, un profesionista y
descubre que éste es priista: no sólo desconfiará de sus credenciales y
habilidades, sino sospechará que lo querrá engañar y sacar dinero. Y es que
parece chiste, pero es fácil descubrir a un(a) priista: si son universitarios,
no saben ni escribir y sus gustos son vulgares y frívolos; si son
columnistas o “intelectuales” de algún
diario, sus opiniones son totalmente parciales que hasta un niño(a) se da
cuenta; si son burócratas, de seguro son los más holgazanes y mediocres.
Destacan por su falta de ética, poca inteligencia y agresividad; no por nada la
sociedad mexicana en general los rechaza.
Hoy
todavía se ven por las calles autos con sus calcamonías del PRI y EPN, orgullosa
gente alienada por el dinero, el poder y el egoísmo, el mundo de la transa y la
impunidad, una verdadera mafia. El PRI seguirá siendo por un tiempo el partido
que es, no va a cambiar. Lo que está cambiando es el mundo y, aunque el PRI
sigue siendo una mafia peligrosa, no podrá soportar el cambio de los tiempos.
Mientras tanto hay que ayudarles a encontrar el camino a su desaparición por el
bien de México y de ellos mismos.
Chiste:
Un padre priista le aconseja muy ilusionado a
su hijo:
Hijo, no estudies para que de grande seas
como Peña Nieto.