lunes, 5 de junio de 2017

La democracia del PRI

La democracia del PRI
Carlos Murillo González

A balazos llegamos y los votos no nos sacarán
Fidel Velázquez, líder sempiterno de la CTM

El domingo 4 de junio del 2017 se realizaron elecciones en cuatro estados de la república mexicana (Coahuila, Nayarit, Veracruz y el Estado de México) pero la atención mediática y pública se centró sobre todo en este último por ser el bastión priista más importante y casa del actual grupo en el poder del presidente espurio Enrique Peña Nieto (Grupo Atlacomulco).

Para variar, el tufo a fraude se acumulaba desde meses antes y particularmente en el Estado de México. Si bien es cierto, para nadie en México es desconocido el modus vivendi y modus operandi del PRI (Partido Revolucionario Institucional) el grado de desfachatez, corrupción, impunidad y mediocridad del actual sexenio priista ha llegado a extremos extraordinarios gracias, entre otras muchas cosas (como el alza de la gasolina, por ejemplo) con el saqueo de la nación por los ahora ex gobernadores priistas como Javier y César Duarte, los hermanos Moreira de Coahuila y el recién capturado Roberto Borge, ex gobernador de Quintana Roo.

La democracia del PRI se caracteriza por la simulación y el atraco. La democratización de la ignorancia y la pobreza del país son los pilares donde descansa este partido, ahora condimentado con el narcotráfico (narcoestado) y la entrega de los bienes nacionales a empresas extranjeras. Con el apoyo de los grandes medios masivos de comunicación, como Televisa y TV Azteca, han podido engañar a la gente e imponer su ley. Sin duda el PRI representa lo peor de la política, clonada ahora por viejos y nuevos partidos políticos que poco a poco imitan las acciones de su Alma Mater priista.

Si de por sí los actuales partidos políticos son entes obtusos que se niegan a abandonar el siglo XX, a evolucionar y ofrecer verdaderas o innovativas fórmulas democráticas, el PRI es un partido que le niega además al país el desarrollarse en todo su potencial.  Décadas de saqueos, contubernios, represión y asesinatos de activistas sociales escriben en sangre la historia de este partido. No en balde el priismo nacionalista del siglo pasado se transformó en el priismo neoliberal entreguista y lamebotas de Estados Unidos en la actualidad.

Es por eso que el PRI contemporáneo está en crisis y eso lo hace todavía más peligroso. El vivo ejemplo es todo lo sucedido en el proceso electoral del Estado de México: compra de votos, amenazas, secuestros, intimidaciones, desvío de recursos monetarios y materiales; descarado apoyo de secretarios de Estado y, por supuesto, faltaba más, la parcialidad de las instituciones electorales (INE, IEEM, FEPADE…). Competir contra el PRI en su terruño es ir contra todo el sistema político y sus aliados.

La muy criticable, pero también respetable, apatía y desconfianza política de la ciudadanía, es producto de tantísimos años del no respeto al voto, de promesas falaces y de violentas represalias a quienes osan protestar y eso no ha cambiado. El PRI es un cáncer incurable que en su virulencia causa muchísimo daño y no cede ante vacunas, eso sí, bien intencionadas, pero ineficaces, de líderes, partidos y hasta movimientos sociales que terminan al final contagiados del mismo mal.

Lo visto en el Estado de México es la antesala de lo mínimo que veremos en las elecciones del 2018, donde se juega no el destino de México, sino la salvación de los actuales apátridas que ejercen como caciques de este país: Peña Nieto y sus secuaces. El voto en realidad no cambia nada, simplemente facilita la estabilidad del régimen con una falsa paz social y sólo permite el tránsito de actores políticos, pero no el cambio favorable y deseado de la sociedad mexicana.

Aunque todavía no está resuelto el resultado final de estas elecciones y falta ver las estrategias que los partidos de oposición, especialmente MORENA, tengan para defender sus muy probables triunfos; en definitiva, no es por medio del sufragio como van a cambiar las cosas en este país. El PRI no sabe ganar a las buenas, sino a las malas y eso no debe de olvidarse.

Como bien decía el historiador y sociólogo pre marxista Ibn Khaldun cuando escribía la historia de la humanidad desde la perspectiva islámica: las civilizaciones se levantan y caen; es un ciclo donde un pueblo noble, venido de menos a más, derroca a un Estado en decadencia. No sé cuánto más pueda podrirse el PRI (aunque ya apesta) pero el pueblo tiene la última palabra.
    




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