(Este texto aparece en las páginas 89-115 del libro La guerra al narco y otras mentiras de César Cansino y Germán Carrillo)
La “guerra” perdida contra el narcotráfico: Ciudad Juárez, entre la violencia y el miedo
Introducción
La declaración de guerra a los cárteles del narcotráfico hecha por Felipe Calderón a principios de su sexenio, están dejando huellas imborrables en la sociedad juarense. Con una economía bastante debilitada, un éxodo interminable de expulsados y miles de víctimas de la violencia, la sensación de inseguridad no es una mera percepción social, sino una realidad, como atestiguan los miles de asesinatos en tres años de “guerra contra el narco”.
Ciudad Juárez, la otrora ciudad progresista, hoy es el ejemplo vivo del camino hacia la consolidación de un Estado policiaco que puede seguir el país si se permitiendo al ejército y la Policía Federal seguir actuando como hasta ahora. La situación de emergencia económica y social de esta ciudad, no reconocida oficialmente, es fruto de las malas decisiones gubernamentales insufribles ante la tragedia humana de los últimos tres años. Sumergida en el embate doble del “combate” al narcotráfico y la crisis mundial económica, la ciudad cambia radicalmente su forma de vida, donde puede percibirse el miedo a través del vaciamiento de la vida pública, sobre todo en las noches. Decenas de miles de empleos perdidos y negocios cerrados, miles de asesinatos, una estampida de emigración hacia El Paso, Texas y otras ciudades estadounidenses; cientos de miles de afectados de la delincuencia o testigos silenciosos de la violencia, son el contexto de la realidad cotidiana que viven las y los juarenses de estos tiempos.
La historia de los mercados negros en Ciudad Juárez, donde se ubica el narcotráfico, es un tema que tiene una larga trayectoria, pero la magnitud del presente problema supera con creses las anteriores etapas. Durante el siglo XX la calidad de frontera permitió a esta ciudad establecerse como un punto estratégico de cruce ilegal de drogas, alcohol y personas hacia Estados Unidos de alguna manera tolerada por ambos países, sin descontar los enfrentamientos armados entre criminales y la persecución policiaca. Sin embargo esa época palidece ante las estadísticas rojas que ofrece el contexto actual de la “guerra contra el narco”. En términos generales es honesto aceptar la presencia del problema en Juárez desde hace décadas; sólo que la masacre cotidiana de tantos infantes, jóvenes, mujeres y hombres nos era desconocida fuera del contexto de la Revolución Mexicana, de la toma de Ciudad Juárez en mayo de 1911 para ser más precisos, y por lo mismo, no se justifica bajo ningún pretexto ni mucho menos se legitima bajo el criterio de una decisión autoritaria tomada sin consultar a las y los directamente afectados: la sociedad juarense.
Desde el 2008, año de llegada de las fuerzas militares y la Policía Federal a esta ciudad fronteriza, la tónica diaria hacia la sociedad juarense es de hostigamiento, violaciones a los derechos humanos y aumento de la criminalidad en todas sus variantes, donde sobresalen sensiblemente los asesinatos en una “guerra” de emboscadas con combatientes sin rostro que hace imposible distinguir al “enemigo”, ya sea camuflado bajo un pasamontañas y vestimenta militar o bien en veloces autos particulares y donde es tan peligroso salir a una fiesta como quedarse en casa y abrir las puertas a las fuerzas de seguridad. El Estado es cómplice ineludible de esta situación, porque en vez de poner a salvo a la población ha proporcionado los elementos y situaciones para facultar lo contrario.
El presente ensayo es un pequeño esbozo de una realidad verdaderamente cruel, pero indispensable de conocer por la importancia vital más allá del contexto juarense, donde definitivamente cada día es más difícil la supervivencia y hacerlo significa una acción combinada y permanente de soportar el temor a ser víctima de la violencia, cuando prácticamente quienes vivimos en esta ciudad podemos contar algún suceso cercano o directo de este tipo. Utilizando alegóricamente nuestra situación de frontera, es preciso tomar en cuenta como nación, que esa frontera se está diluyendo y está cada día más cerca de sucumbir de seguir el camino la militarización so pretexto de la “guerra contra el narco”.
Preámbulo de la guerra: el fraude electoral del 2006 y la crisis mundial económica
La elección presidencial federal del 2006 es el referente obligado para entender los motivos de la “guerra contra el narcotráfico” del actual gobierno federal. Como es sabido, dicha elección se caracterizó por sus agresivas campañas de propaganda difamatoria, principalmente del entonces candidato del Partido Acción Nacional (PAN) Felipe de Jesús Calderón Hinojosa, contra el candidato de la coalición de partidos de izquierda (PRD, PT, Convergencia) Andrés Manuel López Obrador, quien llevaba ventaja en las preferencias del electorado.
El resultado final de la elección con una diferencia de menos de un punto porcentual y bajo numerables sospechas de fraude, ahora comprobadas[3], da como vencedor a Calderón. A consecuencia de la polémica del fraude, con una sociedad divida y confrontada y al poco tiempo de asumir la presidencia, el ejecutivo anuncia el establecimiento de una lucha frontal contra el crimen organizado encabezado por los cárteles del narcotráfico sumando a las fuerzas armadas para dicha empresa. Esta acción jamás fue promesa de campaña y en su momento no se percibió sino como un mensaje distractor y urgente para calmar el desasosiego causado por la cuestionada elección del 2006. Nadie en México sospechaba en ese momento el alcance destructivo y mortal que tendría en los años siguientes para buena parte de la sociedad mexicana, sobre todo en los estados del norte, la decisión improvisada, evidenciando la mala preparación[4] para afrontar el poder de los cárteles del narcotráfico.
El primer estado en conocer las consecuencias de la “guerra contra el narco” fue Baja California. La ciudad de Tijuana, cuya fama de ser una plaza muy atractiva y disputada por los cárteles, supo en carne propia de lo que luego vendría a suceder en otras ciudades y estados: presencia castrense y de la Policía Federal, balaceras, aumento de los asesinatos, extorsiones y delitos en general, abusos policiacos y militares, aumento del miedo generalizado junto a la disminución de la seguridad pública y un sentimiento real de vulnerabilidad en la persona común. Luego otros estados como Chihuahua, Nuevo León, Sinaloa, Michoacán y Tamaulipas (la mayoría con antecedentes de pugnas entre cárteles) se vieron rápidamente rebasados por la nueva estrategia contra el narcotráfico del gobierno federal que se distinguía principalmente por su ignorancia sobre el tema, su ineficacia, la violación frecuente a los derechos humanos (incluidos asesinatos, desapariciones y torturas) y por el incremento en todos los órdenes del problema del narcotráfico: mayor consumo, mayor presencia de cárteles, incremento de armas de alto poder, corrupción policiaca, entre otras.
La anunciada “guerra” se convirtió rápidamente en un escaparate de improvisaciones muy costoso y palpables en todos los sentidos (económico, pérdidas de vidas humanas, desconfianza en las instituciones de procuración de justicia y policiacas) al que Calderón se aferraba más y más hasta convertirlo en su principal bandera a acción, su emblema del sexenio, queriendo convertirse en una especie de héroe, papel que inevitablemente pretendía jugar al asumir la operación contra las fuerzas del narcotráfico. Aprovechado por los medios informativos, principalmente los televisivos, las noticias relacionadas al tema fácilmente inundaron los hogares con su información de muerte y sucesos violentos prácticamente todos los días. La “guerra” contra el narcotráfico se convirtió efectivamente en el signo del sexenio calderoniano, mas no así a favor de su legitimación por la misma naturaleza improvisada del evento y sobre todo, por el pésimo manejo político que acarreaba más críticas desde muchos y variados posicionamientos sociales. A final de cuentas Calderón había logrado desviar la atención del fraude electoral del 2006, pero a costa de la seguridad de las y los mexicanos, metiendo al país en una vorágine social que pone en riesgo su estabilidad como nación.
En la cuestión económica, en el 2001 Ciudad Juárez había sufrido su primera crisis maquiladora, preámbulo de la actual crisis mundial económica cuyo desenlace todavía se desconoce. En esa época la ciudad vive la partida de varias empresas maquiladoras a consecuencia del rápido crecimiento de la economía china, cuya agresiva política de bajos salarios resultaba muy tractiva para la inversión empresarial y el trabajo maquilador. En cuestión de meses se pierden miles de empleos y se vive una sensación generalizada de inestabilidad laboral y económica, pues a la fecha la industria maquiladora sigue siendo la principal fuente de empleos en la ciudad.
Coincidiendo con el inicio de la “guerra” contra el narcotráfico, la crisis económica mundial que inicia en los Estados Unidos a finales del 2007, pega directamente y de manera inmediata a esta ciudad fronteriza. Si en el 2003 y debido a la crisis de principios de década se habían perdido 83,000 plazas[5], para el 2010 la Asociación de Maquiladoras (AMAC) calculaba la pérdida de 120,000 empleos directos en los dos años anteriores más unos 180,000 empleos indirectos para una escalofriante cifra de 300,000 empleos perdidos para inicio de ese año[6]. La situación laboral de la década ofrece cifras desalentadores de todos modos no inhibe que el estado de Chihuahua y Ciudad Juárez mantienen el primer lugar en empleo maquilador.
El 2008[7] anuncia la presente recesión mundial, la más grande desde la crisis de 1929; a nivel regional las ciudades maquiladoras fronterizas mexicanas por su cercanía y dependencia con la economía estadounidense experimentan la crisis desde antes y Ciudad Juárez se convierte en una de las primeras víctimas de la recesión económica mundial. Esto significa que en la ciudad confluyen dos crisis al mismo tiempo: la económica y la de seguridad, cuya combinación alimenta una dialéctica negativa como campo fértil para la delincuencia.
Para cuando estalla la violencia de manera generalizada con el aumento paulatino del número de ejecuciones diarias, la ciudad ya experimentaba desempleo, emigración, abandono de casas y bajo crecimiento económico sumando más complicaciones a las mermas sociales de un crónico estancamiento del desarrollo social en varios renglones: pobre infraestructura urbana (insuficiencia de parques, centros deportivos y recreativos, pavimentación, alumbrado) falta de cobertura en servicios básicos (escuelas, guarderías, hospitales) poca o nula promoción cultural y artística y así[8]. Las condiciones sociales de Juárez son ideales para facultar la creación y presencia del crimen organizado y las mafias.
Llega la guerra a Ciudad Juárez
El estado de Chihuahua por sus características propias (estado fronterizo, territorialmente extenso, poco poblado) siempre fue atractivo para el ejercicio del crimen organizado, especialmente Ciudad Juárez por su posición estratégica con relación a los Estados Unidos, el principal mercado de la droga mundial.
Ciudad Juárez por sí misma tiene el estigma de una leyenda negra[9] forjada a lo largo del siglo XX en relación al tipo de economía que se desarrolló en algunos momentos de su historia por circunstancias que le tocaron vivir. Su condición de frontera con la todavía mayor potencia del mundo, la ponía en un lugar privilegiado tanto para quienes veían y ven en la nación estadounidense un mejor porvenir, como para aquellos que hicieron de la condición de frontera el lugar estratégico para hacer negocios lícitos o ilícitos. A inicios del siglo XX en Juárez se establecieron casinos, cantinas y clubes sociales aprovechando su condición de zona libre; con la llegada de este tipo de establecimientos también pulularon a la par otras actividades menos glamorosas como las casas de apuestas clandestinas o la prostitución[10], que a la larga produjeron quejas y protestas en ambos lados de la frontera[11]. Posteriormente y después de pasada la gesta revolucionaria, coincidiendo con la época de la prohibición del alcohol en los Estados Unidos, Ciudad Juárez se convierte en atracción para el traslado de destilerías de whisky estadounidense y de oasis para los amantes de las bebidas embriagantes de ese país, a la vez que aparecía un mercado negro de contrabando de alcohol de esta frontera hacia la nación del norte.
Durante la Segunda Guerra Mundial, pasada la época de la prohibición y posteriormente en la década del cincuenta, Ciudad Juárez siguió siendo un atractivo para el turismo licencioso. Primero por los soldados del Fuerte Bliss situado en El Paso, Texas que venían a Juárez antes de embarcarse a pelear a Europa; luego los divorcios exprés atrajeron a otro tipo de público, también estadounidense, entre ellos muchas personalidades del espectáculo. Ya para finales de siglo y con una muy desarrollada industria maquiladora que provocó un crecimiento demográfico acelerado, la ciudad se distinguió por su activa y variada vida nocturna, a pesar de la restricción de horarios implementada a finales de los años ochenta. Para entonces ya el narcotráfico era una actividad reconocida así como las historias de sus capos y cárteles; sus noticias formaban parte común en los medios de comunicación. Alternando con la maquila y la migración ilegal hacia Estados Unidos, el negocio del narcotráfico se configuró como otra opción económica, ilegal pero lucrativa para la población juarense.
La actividad económica ilícita era ya una realidad con mucha historia para cuando el narcotráfico se convierte en un problema nacional en el contexto de asunción de funciones de Calderón. Para cuando se crea el Operativo Conjunto Juárez y sus subsecuentes recreaciones con distintos nombres, la ciudad ya llevaba años experimentado la violencia del narco, el feminicidio y la corrupción policiaca, llegando a su punto culminante con la detención de Saulo Reyes, jefe de seguridad pública municipal detenido a principios del 2007 cuando intentaba cruzar un importante cargamento de marihuana hacia El Paso[12]. La detención de Reyes fue el preámbulo de lo que vendría en los siguientes años por la disputa de la plaza entre el cártel de Sinaloa liderado por Joaquín “El Chapo” Guzmán y la confederación de cárteles surgida para ocupar el lugar del cártel de Juárez denominado como La Línea. Dicha disputa lleva a finales del 2010 más de siete mil asesinatos y un sinnúmero de desapariciones, atracos, secuestros y extorsiones que la ciudad jamás había experimentado.
La “guerra contra el narco” en Ciudad Juárez se distingue de otras ciudades y regiones mexicanas por ser una guerra de emboscadas: a diferencia de las ciudades de Tamaulipas, Michoacán o Monterrey, donde se reportan enfrentamientos entre los distintos cárteles o con las fuerzas gubernamentales, en Juárez se mata a personas desarmadas en las calles, en sus domicilios, en sus trabajos, manejando sus automóviles; son pocos los enfrentamientos armados. Esta forma de hacer la guerra es la que genera suspicacias en cuanto al tipo de asesinatos cometidos, comúnmente calificados por la prensa como ejecuciones[13]. La realidad de las ejecuciones, por el tipo de personas asesinadas, apunta más hacia una política de exterminio social que a un combate eficaz para erradicar el problema rápidamente, pues la gran mayoría de las víctimas, independientemente de su actividad económica, sexo u edad, pertenecen a estratos bajos de la sociedad[14].
Con relación a lo anterior, existe la fuerte sospecha de la creación de escuadrones de la muerte tolerados o auspiciados por el propio Estado más allá de las cuadrillas de sicarios al servicio de los cárteles para “limpieza social” y no está desligada de las cientos de quejas y denuncias civiles por secuestros, desapariciones y asesinatos contra el ejército y la Policía Federal[15] desde el principio de los operativos conjuntos[16]. Asimismo los atentados en contra de la comunidad estudiantil universitaria en contra de la militarización por parte de la Policía Federal y grupos desconocidos, más el discurso bélico autoritario e inflexible de Felipe Calderón, así como su trato hostil a la prensa y personas críticas de su estrategia, permiten figurar una sistematización maniquea de eliminación de grupos sociales indeseables[17], muy parecidos a los regímenes fascistas. La situación de inseguridad en la ciudad proviene tanto de las y los sicarios, como de las fuerzas del orden y militares.
Irónicamente desde el inicio de la “guerra contra el narco” el gobierno federal se encargó de hacer una campaña de despistolización (desarme) de la población civil, así como de cateos domiciliarios sin orden judicial y arbitrarios retenes callejeros. Es decir, desde un principio se trató de vulnerar más a la población en vez de protegerla. Por estas razones es difícil aceptar la versión oficial de una “guerra” contra los cárteles, cuando es el propio gobierno el primero en violar las garantías individuales y la Constitución. También hay que observar cómo se da la lucha contra los cárteles: en el caso de Juárez la fuerza del Estado se concentra sobre todo en aniquilar a La Línea, más que combatir todos los cárteles por igual[18].
La limpieza social es evidente además por la aniquilación de cientos de distribuidores callejeros, conocidos como “puchadores” o “dealers”, que forman la capa más baja y gruesa dentro de la organización del narcotráfico, pero cuyas muertes no impactan significativamente las operaciones criminales del narco, pues el uso de drogas sigue creciendo en el país y Ciudad Juárez a pesar de todo[19]. Asimismo y de acuerdo a los mensajes públicos que se dejan en mantas y pintas las bandas del narco y otros ajusticiadores, indican que sus víctimas eran extorsionadores, sicarios, secuestradores o delincuentes comunes, alcanzando incluso a victimizar a familiares de las víctimas tan sólo por el hecho de serlo, sin discriminación de edad o género.
Cambios en la vida cotidiana juarense
En este contexto explosivo de violencia la cotidianidad juarense da un giro de 180 grados para cambiar su forma de vida acorde a los tiempos de inseguridad en los que está inserta[20]. No es que no existiese la violencia antes, pero los acontecimientos actuales incrementan los efectos negativos en la población, desde cuestiones de salud pública (estrés, depresión, trastornos del sueño) aumentos del gasto en cuestiones de seguridad (cierre de calles y fraccionamientos, alarmas, sistemas de seguridad) hasta cambios de hábitos y costumbres (no salir por las noches, encerrarse en las casas, no abrir ni hablar con extraños) la sociedad juarense experimenta cambios.
El ejemplo más palpable se nota en la vida nocturna. Ciudad Juárez era anteriormente una ciudad que no dormía, ya fuera por la actividad maquiladora (los famosos terceros turnos nocturnos) por el constante tránsito de El Paso a Juárez y viceversa o por su incansable actividad bohemia en innumerables centros nocturnos de todo tipo (cantinas, antros, bares) hacían posible una nocturnidad verdaderamente dinámica y variada, donde se podía hacer las compras de víveres en supermercados, compras de emergencias en tiendas de autoservicio y farmacias o comer a cualquier hora del día o la noche.
Hoy la desolación nocturna es evidente. En cuanto empieza a anochecer las calles se empiezan a vaciar, cientos de centros nocturnos han cerrado, han sido quemados, extorsionados, destruidos o sus dueños asesinados y los pocos que subsisten lo hacen bajo el riesgo de las amenazas por cobro de piso, extorsión y con baja afluencia de clientes. Igual sucede con los supermercados, las tiendas de autoservicio, el transporte público: pocos se atreven a funcionar en las noches por los riesgos involucrados, pese a ser más frecuentes los ilícitos a la luz del día que en la oscuridad de la noche, la sensación de inseguridad es mayor con la caída de la tarde y el anochecer.
La muerte aparece a todas horas y en todos los espacios de la cotidianidad juarense. Está en los espacios públicos (parques, cines, centros comerciales, restoranes) está en las casas (fraccionamientos, fiestas, reuniones) en las calles (a pie, en carro o en transporte público) al amanecer, a mediodía o a media noche. La sensación de inseguridad y la desconfianza tienen justificación de ser porque no hay garantías de estar seguro en alguna parte. La irritación y el descontento hacia los tres niveles de gobierno y sobre todo hacia los partidos y políticos es una constante en aumento fácilmente medible en la escasa participación electoral (en el 2010 poco más del 20% de la población registrada para votar lo hizo) y es frecuente escuchar en la calle historias de los tantos acontecimientos violentos que azotan la ciudad desde el 2008.
La violencia también es visual y se vuelve cotidiana la panorámica de la urbe: miles de casas abandonadas, negocios destruidos, pavimento en mal estado; miles de policías y militares recorriendo la ciudad en grupos motorizados o en retenes; negocios que operan a puerta cerrada y sin anuncio, desempleados que deambulan por la ciudad en busca de un empleo o un apoyo económico. Los noticieros televisivos y los diarios destacando en sus titulares y en forma gráfica los sucesos violentos del día donde la nota la dan las ejecuciones, que suelen ser con frecuencia de más de diez diarias. A veces se destaca el día que no hubo asesinatos, la tarde tranquila sin muertos o el fin de semana con sólo dos o tres ejecutados.
El recelo hacia las autoridades, más el hartazgo de estar en permanente acecho de la delincuencia provoca reacciones violentas también; los casos de linchamientos, antes escasos, hoy representan una nota común en los medios de comunicación. Pero la inseguridad también genera una dialéctica de la interacción social en la forma de organización vecinal; ante el constante riesgo de ser víctima del delito se organizan los barrios, colonias y fraccionamientos de todos los estratos sociales para formar o reactivar comités de vecinos, cerrar calles, solicitar o exigir a las autoridades correspondientes, hacer rondines u otras estrategias de protección y vigilancia y así. La misma crisis de inseguridad y la anomia reinante provocan la emergencia social de la organización como una respuesta instintiva de protección. A la vez aparecen o aumentan las organizaciones estudiantiles, gremiales y ciudadanas, cuyas acciones alcanzan la movilización social (marchas, mítines, plantones) encabezando el principal frente de protesta y presión contra el Estado[21].
La adaptación social al clima de violencia en Ciudad Juárez no ha sido fácil. La urbe sigue funcionando, pero la dinámica no es la misma. Son tantos y tan variados los lugares y horarios donde han sucedido hechos violentos, secuestros, extorsiones y demás desde inicios del 2008, que es imposible no haber sido testigo o víctima de alguno de ellos. Según datos de una encuesta realizada por la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, se calcula que alrededor de 230,000 personas, cifra cercana a una quinta parte de la población juarense, han abandonado la ciudad, la mitad de ellas hacia El Paso, Texas y áreas circunvecinas, mientras la pobreza, el sufrimiento, el asesinato y el narcotráfico no terminan de crecer, igual que el estrés, la depresión y otras enfermedades incentivadas por el clima de violencia que seguramente dejarán secuelas en la sociedad juarense.
Las cifras de la guerra
Es inevitable no hacer comparaciones del antes y después de los operativos contra el narcotráfico implementados a partir del 2008. Antes de esa fecha Ciudad Juárez se consideraba una de las ciudades más prósperas de México, con una economía dinámica y una estabilidad social pese al rezago crónico en materia de políticas públicas y desarrollo social. Actualmente todavía conserva parte de ese dinamismo, pese al clima hostil de inseguridad que ha hecho cerrar y huir a miles de empresarios de todos los tamaños. En la parte social prácticamente dejada a su suerte se alimenta sucumbiendo a la violencia una población marginada de los beneficios urbanos mínimos.
El daño más impactante por el que se ha convertido la ciudad en una de las más peligrosas del mundo, es por la gran cantidad de asesinatos a partir de la “guerra contra el narco”. Si antes del 2008 la ciudad ya contaba con altos índices de asesinatos que la mantenían dentro de las ciudades más violentas del país[22], la explosión del fenómeno en los últimos años la pondera dentro de una situación de emergencia donde Ciudad Juárez por sí sola contribuye con una cuarta parte de los asesinatos cometidos en todo México.[23]
Echando una mirada a las cifras de homicidios ocurridos en la ciudad de 1994 al 2010 (ver gráfica I) es fácilmente distinguible la gran diferencia entre el periodo que va de 1994 al 2007 del de los siguientes tres años.
Gráfica I. Histórico de asesinatos en Ciudad Juárez 1994-2010
Fuente: Elaboración hecha por Cecilia Morales (COLECH) con información de El Diario de Ciudad Juárez. Cifras dadas por la Subprocuraduría General de Justicia.[24]
Dividiendo la información en dos grandes bloques tenemos que en el primer periodo se contabilizan 3,419 homicidios en 14 años y 7,146 en menos de tres años, más del doble que los años anteriores. A partir del 2007 se nota ya un incremento sustancioso en comparación con los años anteriores al superar la barrera de los 300 asesinatos. Sin embargo el embate de los acontecimientos violentos a partir del 2008 dispara la cifra de asesinatos a niveles sólo comparables con países en guerra. Del 2007 al 2008 los asesinatos se quintuplican (de 320 a 1623) y luego duplicarse al 2009 (2754 víctimas) para finalmente a la primera semana de noviembre del 2010 superar el total de asesinatos del año anterior.
Otra lectura es la tasa de asesinatos de acuerdo a estas cifras. Mientras en el periodo de 1994 al 2007 el promedio de asesinatos es de 0.76, o sea, menos de un asesinato diario, en el 2008 se dispara a 4.44, cuadruplicando la cifra y para el 2009 más lo que va del 2010 a 7.54 diarios, prácticamente el doble que en 2008. O bien una tasa de 1.24 asesinatos por cada mil habitantes en el 2008 a 2.13 para el 2009 y 2010. El aumento progresivo de los asesinatos en los últimos tres años reitera más el fracaso de la lucha contra el narco que su efectividad.
Lo que no nos dice la gráfica I es sobre la distribución de las edades y sexo de las víctimas. Si ya desde mediados de la década del noventa del siglo pasado la ciudad se distinguía por el alto número de mujeres asesinadas que a la postre inspira el término feminicidio para distinguir el fenómeno del resto de asesinatos cometidos, el aumento del número de asesinatos de niños y niñas y el de jóvenes inspiran ya a acoger los términos infanticidio[25] y juvenicidio[26] para evidenciar la tragedia de las edades de las víctimas. De acuerdo a datos del COLEF Ciudad Juárez a febrero del 2010, el 23.8% de las víctimas de homicidios dolosos contaba entre 12 y 24 años de edad[27], prácticamente uno de cada cuatro asesinatos, lo cual viene a sumar a estos grupos junto al de las mujeres como los grupos más vulnerables a la violencia. Para el caso femenino, lejos de desaparecer o disminuir el fenómeno, también a partir del 2008 se disparan las cifras de feminicidios (ver gráfica II).
Gráfica II Histórico del feminicidio en Ciudad Juárez, 1993 al 2010[28]
Fuente: Elaboración de Cecilia Morales (COLECH) con información de El Diario de Ciudad Juárez con datos de la Procuraduría General de justicia del Estado.
En el caso de la gráfica II, al igual que en la gráfica I, el número de asesinatos se dispara a partir del 2008 a raíz de la “guerra contra el narco”, pudiendo también hacer una separación por periodos; una de 1993 al 2007 con un total de 427 feminicidios, una cifra de por sí alta, contrastando con el total de feminicidios del 2008 al 2010 que en tres años supera lo ocurrido en los 15 años anteriores duplicando el número de víctimas por año. También se puede leer como el aumento del fenómeno a más del 300% del 2007 al 2008, y luego un crecimiento al doble para los dos siguiente años, 2009 y 2010.
El feminicidio se incrementa dentro del total de las víctimas fatales de la estrategia contra el combate al narcotráfico implementado por el gobierno federal. Es evidente la catástrofe en cuanto a la pérdida de vidas humanas manejadas oficialmente como “víctimas colaterales” de una guerra que atenta más contra aquellos que se busca “proteger” de la violencia del narco.
Esta situación anómala auspiciada por el Estado se apoya en lo que se ha denominado como la criminalización de la sociedad y particularmente en la más visible criminalización de la protesta social. La primera marca la justificación para la entrada de la milicia en Ciudad Juárez, como bien ha reiterado Felipe Calderón en su discurso: la ciudad ya era violenta y necesitaba mano dura para enmendar el camino[29], con lo cual toda la sociedad juarense necesita los correctivos necesarios para sanar su decadente destino: nos lo merecíamos. La segunda marca el inicio de hostilidades del Estado hacia activistas sociales, derecho humanistas, estudiantes y en general toda persona crítica y en contra de su particular manera de combate para desarticular el negocio del narcotráfico, convirtiéndolas en otro tipo de víctimas colaterales.
Si la criminalización social marca el contexto de lucha en lugares como Juárez, con la criminalización de la protesta social se avanza hacia otro destino más perverso, pues se ataca directamente a quienes de alguna manera son defensores de la sociedad. Desde el inicio de la “guerra contra el narco” se marca el asesinato de indiscutibles activistas sociales, como Géminis Ochoa, líder de comerciantes del centro, asesinado en 2008, o Josefina Reyes, activista contra la militarización del Valle de Juárez, así como a varios de sus familiares en 2010. Asimismo el hostigamiento y amenazas a derecho humanistas como Gustavo de la Rosa Hickerson y Cipriana Jurado los ha hecho abandonar la ciudad. No menos importante es el hostigamiento a jóvenes y estudiantes universitarios, los más entusiastas y activos críticos del calderonismo, quienes han visto incrementar en los últimos meses ataques en su contra, siendo uno de los más sonados el atentado al estudiante de sociología José Darío Álvarez, herido de bala por la espalda por un oficial de la Policía Federal cuando se dirigía en una marcha pacífica[30] a un foro contra la militarización en la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez a finales de octubre del 2010[31].
Todos somos Juárez
Como resultado del asesinato de 16 adolescentes estudiantes el sábado 30 de enero del 2010 en el fraccionamiento Villas de Salvárcar[32], ante el enojo generalizado y los reclamos de la sociedad juarense por la difamación de Calderón que las y los involucraba con el narcotráfico, el gobierno federal responde con la ambiciosa y desde un inicio cuestionada estrategia “Todos somos Juárez. Reconstruyamos la ciudad” para enfrentar el rezago social en dicha ciudad.
La estrategia primero generó amplias expectativas porque por fin se veía interés del gobierno federal para hacer algo por la ciudad[33], con 160 acciones a realizar y con una convocatoria por invitación a algunos actores sociales para “ciudadanizarlas”. Muy pronto la estrategia empezó a mostrar sus limitantes y para después de pasadas las elecciones, simplemente no estaba funcionando[34]. Desde entonces aumenta la presión mediática y social contra la ineficacia y pocos resultados del programa, aunada a las críticas de los operativos conjuntos por los mismos motivos más las protestas callejeras a cada visita de Calderón.
De las 160 acciones programadas a finales de febrero, para mediados de octubre del 2010 y a dos meses de cumplir su meta, sólo se habían cubierto 83 de ellas[35]. Lo más prevaleciente de la estrategia es la falta de coordinación entre las y los convocados, además de la falta de resultados y como consecuencia, una avalancha de críticas de diversos actores y grupos sociales[36]. Las tres características básicas donde se sustenta el “Todos somos Juárez…” participación ciudadana, integralidad de las políticas públicas y corresponsabilidad y participación de los tres niveles de gobierno, buscaban brindar soluciones en seis áreas: seguridad, economía, trabajo, salud, educación y desarrollo social e incluso se designaron responsables para su seguimiento[37], así como reuniones periódicas con los secretarios de Estado y el mismo Calderón. Conforme fueron pasando los meses, se hizo evidente la inconsistencia y abandono en algunos casos de la estrategia.
En sí la idea del “Todos somos…” no era mala, pero desde el inicio se dio con contradicciones. Para empezar la convocatoria a la participación ciudadana fue cooptada hacia las voces menos críticas, invitando sobre todo a sectores más afines como empresarios, religiosos, medios de comunicación y en menor medida, académicos y organizaciones de la sociedad civil[38]. También la censura se hizo presente en cuanto a evitar hacer declaraciones o cualquier insinuación sobre la salida del ejército de las calles juarenses, pues esa alternativa no entraba a discusión. A final de cuentas las reuniones se reducían a una lista de propuestas y hacia la centralización del discurso calderoniano, ante la pasividad y casi invisibilidad de cualquier otra representación política, incluido el alcalde de Ciudad Juárez y el gobernador del estado.
El “Todos somos Juárez…” funcionó los primeros meses como escaparate distractor de la problemática de violencia en Ciudad Juárez, pero la urgencia de décadas de abandono y el paulatino aumento de los crímenes en la ciudad superó ampliamente las intenciones gubernamentales, sinceras o no, por componer la situación de esta frontera.
El intervencionismo de Estados Unidos
No es posible hacer un análisis de la problemática de la “guerra contra el narco” en México y Ciudad Juárez sin excluir el papel de los Estados Unidos en este asunto. El problema del narcotráfico es sin duda un fenómeno internacional muy contemporáneo y complejo, pero el país del norte es el principal mercado para las drogas ilícitas[39] de un negocio multimillonario[40] calculado en 64,000 millones de dólares[41].
Con el inicio a los operativos en contra del narcotráfico, Calderón abrió las puertas para la entrada a los estadounidenses a través de acuerdos de cooperación donde destaca sobre todo la Iniciativa Mérida a partir del 2008[42]. Bajo el entendimiento recíproco de ambos países por combatir el mismo problema, el gobierno de Estados Unidos inicia una serie de apoyos económicos y logísticos en territorio mexicano, considerado como el espacio por donde transita y entra principalmente la droga a ese país. Con una presencia cada día más pronunciada, el intervencionismo estadounidense es notable en cuanto a entrenamiento, inteligencia y equipo militar, dinero, reuniones bilaterales y como señala la revista Proceso[43], con la presencia de un centro de espionaje en la capital del país para supuestamente ayudar a combatir el narcotráfico en territorio mexicano.
Mientras en Ciudad Juárez la Iniciativa Mérida se suma a los intentos fallidos de los operativos conjuntos organizados para el mismo fin sin encontrar soluciones a la creciente violencia, la respuesta estadounidense aun antes de la iniciativa fue el reforzamiento de su frontera sur con una mayor vigilancia y la creación de un nuevo cerco, aumentando a la vez los roces y violencia transfronteriza de ese país hacia connacionales que data desde hace años y ya ha cobrado algunas vidas de lado mexicano[44]. A la lucha contra el narcotráfico estadounidense hay que añadirle la lucha contra la migración ilegal a la par del aumento en la opinión pública de esa nación por considerar a las y los migrantes como delincuentes, lo cual es un ingrediente adicional al clima de violencia del narco que se vive en la frontera.
La justificación del intervencionismo estadounidense va más allá del simple combate al narcotráfico; se relaciona también con una visión geopolítica de alcance continental considerando las riquezas de los recursos naturales de los países latinoamericanos, donde habría que agregar además de las drogas, el petróleo y considerar la estrategia como un primer paso hacia ese fin con el control de la región que va desde México hasta Colombia, pasando por Centroamérica, lo cual garantizaría el suministro de estos productos tan indispensables para el funcionamiento de la sociedad y el gobierno estadounidense, convirtiendo a la región como una fuente de recursos (incluidos los humanos) de los cuales disponer o explotar a discreción. En este sentido el apoyo a la “guerra contra el narco” del Estado mexicano es un pretexto inigualable para acceder e influir de manera “legítima” en la política del país con el visto bueno del gobierno en turno, algo que seguramente estuvo acariciando Washington desde hace décadas y que hoy le es posible sin recurrir, por lo menos todavía, a una intervención bélica más directa[45].
La violencia desatada en Ciudad Juárez ha cobrado ya la vida de varios estadounidenses en esta ciudad[46]. Es el ejemplo de ciudades como Juárez de que se ha agarrado Estados Unidos para dimensionar públicamente conceptos como Estado fallido,[47] “narcoinsurgencia” o “narcoterrorismo” para describir lo que sucede en México. Este tipo de declaraciones y discursos fomentan desconfianza hacia las verdaderas intenciones ocultas de Washington con el país. Del agresivo discurso político estadounidense a la intervención directa de Carlos Pascual, el embajador de Estados Unidos en México especialista en Estados fallidos cuya presencia en reuniones sobre combate al narcotráfico y su discurso de apoyo a la estrategia calderoniana, hace aumentar la sensación de intervencionismo, la “guerra contra el narco” se nota más alineada a la agenda de Washington que a las necesidades de México. Si para Estados Unidos la estrategia de Calderón es la correcta, ¿por qué no se aplican la receta a ellos mismos?
Colofón. La guerra perdida contra el narcotráfico
Son muchas las sospechas de engaño de esta extraña “guerra” que sólo alimenta los panteones sin lograr cambios sustantivos en contra del negocio del narco, pues tanto sus huestes como sus ventas siguen creciendo mientras el gobierno federal se desgasta y erosiona los recursos públicos en vez de invertirlos en acciones más positivas, incluyendo estrategias menos peligrosas para la población que se dice proteger.
Es imposible no pensar en otras intenciones del Estado mexicano en la figura de Calderón cuando se ensimisma en una lucha desgastante e improvisada sin posibilidad de diálogos ni aceptación de críticas[48]. La propia intervención política de Estados Unidos, cada día más evidente y peligrosa, hacen pensar en un alineamiento del país a las políticas de Washington, a una verdadera intención de socavar el problema. La complejidad del problema de las drogas y el narcotráfico sin duda alguna requiere de un tratamiento mayor que sólo el combate armado, eso es obvio. Las dimensiones de la catástrofe resultante de la “guerra contra el narco” en Ciudad Juárez y en general en todo México, sugieren un error mayúsculo y muy costoso tanto en vidas humanas como en lo económico y no menos importante, en pérdida de la soberanía nacional.
La historia de las drogas es tan antigua como la misma humanidad, pues desde siempre han existido para varios usos: medicinales, religiosos, recreativos. Es en la modernidad y sobre todo en el capitalismo, cuando se vuelven sumamente peligrosas por el sentido de consumo (consumismo[49]) y ganancia alrededor de ellas, provocando precisamente que existan adicciones. Sin embargo pocas veces se reconoce la raíz de este flagelo en las motivaciones de por qué la gente se acerca a las drogas, incluidas las lícitas como el alcohol, el tabaco o las bebidas energéticas. En el capitalismo neoliberal todo se somete a la lógica del mercado, a generar industrias de todo tipo y donde por supuesto, la industria de las drogas tiene su lugar independientemente de su clandestina ilegalidad.
Resulta inexplicable que mientras en Estados Unidos, eje principal por el cual transitamos a esta guerra, tengan una estrategia distinta y menos militarizada hacia el narcotráfico y las adicciones, en México el Estado se obsesiona exclusivamente con el combate armado. Aun en Ciudad Juárez o las ciudades fronterizas del norte, donde el problema es mayúsculo, no existen estrategias de rehabilitación y prevención a gran escala, ni presupuesto suficiente, como sí lo hay para la milicia[50]. Si a esto añadimos la mala economía y el escaso y errante desarrollo social, tenemos como resultado un laberinto sin salida. Si ya de por sí el problema de fondo está en el consumismo, pues si no hay demanda no hay oferta, ni toda la complejidad de redes e intereses detrás de ello, sorprende que no se incentiven acciones hacia ese rubro.
¿Quién se beneficia con esta guerra? A este punto es evidente que la coartada para desviar la atención del fraude electoral del 2006 queda ya obsoleta y permite mirar más allá de la frontera norte, pues tanto el destino de la droga como el origen de las armas con las que nos estamos matando tienen la misma dirección: Estados Unidos. Si bien la política de Calderón erra al intentar fortalecerse detrás del ejército, con los resultados ya conocidos, su irresponsabilidad política de hondo egoísmo favorece no sólo la entrada por la puerta grande a los estadounidenses, sino también les proporciona el alivio de abrir un frente de batalla más donde vender su equipo militar precisamente en tiempos en que su economía no está funcionando, a costa de la autonomía y seguridad de México, cediendo cada vez más soberanía y permitiéndoles varias ventajas y ganancias: venta de armas, mayor penetración en la política interna, subordinación y condescendencia a lo que dicte Washington, asegurando el tráfico de drogas y la apertura de los recursos naturales.
La situación de Ciudad Juárez en el contexto de violencia actual cortesía del gobierno federal sigue provocando zozobra y miedo más allá de la simple percepción con la que el propio gobierno intenta minimizar el alto riesgo de su ficticia lucha contra el narcotráfico. Lejos de buscar alternativas específicas para la frontera, como inicialmente sugería la estrategia del “Todos somos Juárez”, sólo se maquilla al momento para luego dejar las cosas igual o peor que como estaban. Además de la carga cotidiana de lidiar con la “guerra contra el narco”, el hecho de vivir en vecindad con Estados Unidos en uno de sus peores momentos económicos, ante el crecimiento del odio xenofóbico hacia mexicanos y latinoamericanos en general, el reforzamiento de su frontera y el crecimiento de su base militar del fuerte Bliss, situada a escasos kilómetro de Juárez, no incentivan un sentimiento de seguridad, sino de temor.
Ciudad Juárez es el vivo ejemplo del futuro que viene para el resto del país en cuanto a pérdida del Estado de derecho si no se toma conciencia de la magnitud del problema en el que nos hayamos sumergidos. A final de cuentas el problema de las drogas es más un problema estadounidense que mexicano, pues anteriormente éramos más un país de tránsito que de consumo, mientras ellos siguen siendo el principal mercado mundial con todo lo que esto implica en términos de negocio. Pero ahora hemos caído en su trampa y nos estamos matando para que la droga no les falte a las y los estadounidenses sin alterar su estilo de vida. El gobierno federal y estatal, en el caso de Chihuahua, no se atreven si quiera a tocar el tema de la legalización y despenalización de algunas drogas, como la marihuana, cuando ya es legal para uso médico en algunos estados del país del norte, con muchas posibilidades de que en pocos años sea legal para su uso recreativo, absurdo.
La “guerra contra el narco” ha sido el pretexto de un sinnúmero de violaciones a los derechos humanos y las garantías individuales de las cuales Juárez ofrece miles de ejemplos. Aun en caso de que fuera cierta es una guerra perdida, primero, porque es imposible terminar con un acto, una decisión personal de elegir si usas drogas o no; siempre habrá quien las use. Segundo, porque también es imposible acabar con un negocio generador de decenas de miles de millones de dólares el cual seguirá atrayendo a más personas, aun en el supuesto de que un día la totalidad de los actuales narcotraficantes terminaran muertos o en la cárcel. Y tercero; porque jamás se cuestiona la enajenación de la vida de consumo que ofrece el capitalismo neoliberal, muy favorable a las adicciones y sin la cual resulta incomprensible entender la complejidad del fenómeno; mientras exista capitalismo existirá mercado de drogas legales e ilegales.
¿Quién le regresará la paz y ayudará a aliviar las secuelas de la “guerra contra el narco” a Ciudad Juárez?
Bibliografía
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[1] Sociólogo investigador de El Colegio de Chihuahua.
[2] Con la colaboración especial de la socióloga Cecilia Morales, a quien agradezco su desinteresada ayuda y generosidad al compartir sus bases de datos, documentos e invaluable tiempo.
[3] Leer el interesante trabajo de Jorge Alberto López Gallardo (López Gallardo, 2009) sobre las distintas formas del fraude cibernético que se realizó para garantizar el triunfo de Calderón.
[4] El propio Calderón reconoció en una entrevista hecha para el diario español El País, su desconocimiento sobre el enemigo que iba a enfrentar. “El cáncer estaba ahí y, a medida que lo hemos enfrentado, hemos visto la dimensión que tiene”. http://www.elpais.com/articulo/internacional/tengo/empacho/reconocer/liderazgo/Lula/elpepuint/20100514elpepiint_9/Tes
[5] Instituto Municipal de Investigación y Planeación de Ciudad Juárez (2008) Radiografía socioeconómica del municipio de Juárez 2007, abril, Ciudad Juárez.
[6] “300 mil empleos perdió Ciudad Juárez en dos años”, Daniel Blancas Madrigal, La Crónica, 11/02/10.
[7] Oficialmente la crisis económica mundial se sitúa a partir del 2008, pero desde mediados del 2007 la crisis inmobiliaria crediticia e hipotecaria en Estados Unidos explota y da inicio a una rápida espiral descendente que arrasará para el 2008 con la quiebra de bancos, mercados financieros y su contagio mundial actual.
[8] Para un análisis más amplio y detallado sobre las condiciones de vida en Ciudad Juárez atender el trabajo de Clara Jusidman y Hugo Almada La realidad social de Ciudad Juárez (Jusidman/Almada:2007).
[9] La construcción de dicha leyenda negra se debe a los señalamientos como “la ciudad más perversa” provenientes de los sectores conservadores de Estados Unidos durante el periodo de la Prohibición en la década de los veinte del siglo XX, una de las épocas más moralistas del pueblo estadounidense. Ver González de la Vara, Breve historia de Ciudad Juárez y su región (González de la Vara: 2009).
[10] Según Carlos González, durante el periodo posrevolucionario la prostitución se convirtió en un verdadero problema de salud pública, pero no sólo eso, pues las prostitutas mexicanas “competían” con las prostitutas venidas de El Paso, generando conflictos y protestas de parte de las mexicanas (González, 2008).
[11] Es de reconocer que muchas de estas y posteriores quejas provenían de la ciudad de El Paso, Texas, vecina inseparable de Juárez, que veían en el crecimiento de la ciudad el desarrollo de algo nocivo y vicioso que alteraba a la larga la convivencia fronteriza. Ver González Herrera (2008)
[12] Dicho personaje era un joven empresario que logró amasar su fortuna de manera acelerada y poco clara; fue designado secretario de seguridad en el primer gobierno municipal de Héctor “Teto” Murguía Lardizábal (desde el 2010 el “Teto” es de nuevo alcalde de Ciudad Juárez) un empresario priista al que también se le ha acusado de nexos con el narco, aunque hasta el momento no se le haya comprobado nada todavía. A la fecha la detención de Reyes sigue resultando tan sospechosa como la forma como llegó a ser jefe policiaco.
[13] Las “ejecuciones” o los “ejecutados” es un concepto que desde hace años maneja la prensa local juarense para vincular cierto tipo de asesinatos como ajustamientos dentro del crimen organizado (principalmente los relacionados con armas de fuego y torturas) que en el contexto de la “guerra contra el narco” estigmatiza a priori a cualquier víctima de la violencia, lo cual ha generado molestias entre las y los familiares de las víctimas, pues evidentemente no todas están relacionas o pertenecen a bandas criminales.
[14] Estudios realizados por el COLEF y la UACJ demuestran que la mayoría de los asesinatos de jóvenes se cometen en las colonias donde existen menos escuelas e infraestructura urbana. Asimismo en esas mismas colonias es donde ocurren asesinatos con mayor frecuencia. Véase el estudio de Brenda Acosta y Luis Cervera “Análisis espacial de la delincuencia juvenil en Ciudad Juárez, Chihuahua” (Acosta/Cervera: 2009).
[15] La Comisión Estatal de Derechos Humanos y Amnistía Internacional, entre otras instituciones, han señalado innumerables veces violaciones a los derechos humanos en Ciudad Juárez relacionados con los cuerpos castrenses y policiacos. Ver el informe de septiembre del 2010 realizado por el Centro de Derechos Humanos Agustín Pro y la WOLA sobre los abusos castrenses en Ciudad Juárez.
[16] El discurso del general Felipe de Jesús Espitia, coordinador inicial de los operativos conjuntos hacía comentarios despectivos como “se están matando entre ellos” o “son delincuentes menos” para justificar la intensidad de la violencia en esta frontera.
[17] Para ver ejemplos de esto baste observar el lenguaje de las y los ejecutados: las manos y lenguas cortadas de ladrones y soplones; o bien los relatos de quienes han sobrevivido los levantones y torturas del ejército y la Policía Federal y así.
[18] Según datos de El Diario de Ciudad Juárez, son más las aprensiones contra de integrantes de la banda “Los Aztecas”, ligados a la organización de La Línea que contra las bandas de “Los Mexicles” y los “Artistas Asesinos” o “AA” relacionados con el Cártel de Sinaloa, principal competidor por la plaza de esta frontera.
[19] La Encuesta Nacional de Adicciones 2008, muestra un aumento del 50% de adictos en seis años y una tendencia a la alza, http://www.insp.mx/encuesta-nacional-de-adicciones-2008.html mientras la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas en Estudiantes señalan desde el 2006, el crecimiento en el consumo de este grupo de edad en ciudades como Juárez y Tijuana. http://www2.sepdf.gob.mx/drogas_estudiantes/panorama.jsp
[20] Según la Sexta Encuesta Nacional sobre Inseguridad ensi-6 2009 en Ciudad Juárez el 94% de las personas dejaron al menos de hacer alguna actividad cotidiana por temor a ser víctima, siendo además la ciudad más afectada de la encuesta. http//:www.icesi.org,mx/ Sexta Encuesta Nacional sobre Inseguridad ensi-6 2009, página 57.
[21] Dentro de estos movimientos destacan el Frente Nacional contra la Represión, el Comité Médico Ciudadano y el Frente Plural Ciudadano por su actividad y capacidad de convocatoria.
[22] Ver Carlos Murillo “Dialéctica del abstencionismo: riqueza material y marginación social en el estado de Chihuahua (Murillo: 2008, 290).
[23] De acuerdo a distintos medios, hacia finales del 2010 la cifra de homicidios ronda los 30,000 de los cuales una cuarta parte, unos 7,000 corresponden a esta ciudad fronteriza.
[24] El total de asesinatos del 2010 corresponde a octubre del mismo año.
[25] La Red por los Derechos de la Infancia señala que en el estado de Chihuahua la tasa de asesinatos de niños y niñas de 15 a 17 años pasó del 2007 al 2008 de 12.6 a 45.5 por cada cien mil habitantes, un incremento del 364%. Ver: http://www.derechosinfancia.org.mx/Especiales/pronunciamientojovenes.html
[26] En el caso de juvenicidio es el político y sociólogo Víctor Quintana quien empieza a utilizar el concepto en sus artículos periodísticos para llamar la atención sobre la edad de las víctimas de la “guerra contra el narco”.
[27] COLEF (2010) Todos somos Juárez, reconstruyamos la ciudad, propuesta para coordinar y focalizar las iniciativas gubernamentales y sociales, Ciudad Juárez, pp. 4.
[28] Los datos del 2010 corresponden a noviembre del mismo año.
[29] El discurso calderoniano es ejemplar en cuanto a su referencias de inspiración conservadora, muy maniqueo, como se puede apreciar en sus intervenciones en esta frontera. Para una síntesis del discurso de Calderón sobre Ciudad Juárez ver: “Juárez bajo Estado de excepción no declarado” (Murillo: 2010, 6-9).
[30] Desde verano del 2010 se establece la “Kaminata contra la muerte” una respuesta cívica de ciudadanos(as) de Ciudad Juárez y Chihuahua de realizar marchas cada viernes para generar conciencia entre la población. En la novena kaminata es cuando se comete el atentado contra Darío.
[31] Se trata del Foro Internacional Contra la Militarización “Por una cultura diferente” celebrado los días 29, 30 y 31 de octubre del 2010, con la presencia de Carlos Fazio, Patrick Cunningham y Víctor Quintana, entre otros.
[32] El caso de Villas de Salvárcar es la masacre más conocida de Ciudad Juárez, pero no la única. En los dos años inmediatos previos los medios dan noticia de tres acontecimientos con similar número de muertes ocurridos en centros de rehabilitación para las drogas y posteriormente a finales del 2010 otra matanza de estudiantes adolescentes en una fiesta particular en el fraccionamiento popular Horizontes del Sur, a unas cuadras del fraccionamiento Villas de Salvárcar.
[33] Desde su llegada al poder y hasta febrero del 2010, en tres años Calderón había visitado esta frontera en dos ocasiones, de manera fugaz y sólo para tratar reuniones a puerta cerrada con empresarios.
[34] Se estima que han cerrado 5,900 negocios de barrio (abarrotes, farmacias, tortillerías, etcétera) con una desinversión de 118 millones de pesos y efectos negativos en la economía popular. “Cierre de tiendas por amagos deja sin empleos a 23mil”, Martín Coronado El Diario 20/10/10.
[35] “Incumplen la mitad de compromisos de “Todos somos Juárez”, Rocío Gallegos, El Diario 14/10/10.
[36] Son notables las críticas de una amplia gama de actores que van desde las organizaciones de izquierda, principalmente juveniles, pasando por personas afectadas víctimas de la violencia o personalidades como el obispo de Ciudad Juárez, Renato Asencio León.
[37] La responsabilidad de la representación presidencial del “Todos somos Juárez…” recae en la figura del secretario de la Reforma Agraria, Abelardo Escobar Prieto, juarense de nacimiento y destacado panista, a quien sin embargo, se le ha visto pocas veces en Juárez a partir de su designación.
[38] El gran escándalo que generó la señora Luz María Dávila, madre de dos de los jóvenes estudiantes asesinados en Villas de Salvárcar en la primera reunión del “Todos somos Juárez…” quien encaró a Calderón comenzando con su ya famoso “para mí usted no es bienvenido”, mientras afuera del recinto donde se celebraba la reunión, la Policía Federal reprimía una manifestación estudiantil en contra de la militarización, hechos que sin duda fueron razones suficientes para restringir las invitaciones en las siguientes reuniones.
[39] Para el 2009 se calculaba que unas 21.8 millones de personas mayores de 12 años son consumidores en ese país, según datos de la National Survey on Drug Use and Health 2009.
[40] Tan sólo el mercado de la cocaína en EUA se calcula en unos 35,000 millones de dólares, con un 40% del total de consumidores globales, de acuerdo a informes del World Drug Report 2009 y 2010.
[41] Según datos ofrecidos por Antonio María Acosta, director de la Oficina de las Naciones Unidas para Drogas y Crimen (UNODC) en conferencia ofrecida en México en marzo del 2010 y cubierta por la agencia Notimex.
[42] La Iniciativa Mérida es el programa internacional de seguridad estadounidense creado especialmente para México y Centroamérica para combatir el narcotráfico y fue aprobada por el congreso de ese país en junio del 2008, en el último año de gobierno de George W. Bush.
[43] Jorge Carrasco y Jesús Esquivel (2010) “El gran espía”. En: Proceso, número 1776, México, pp. 6-9.
[44] El asesinato de Sergio Adrián Hernández en suelo mexicano, un adolescente de 14 años muerto por un disparo de un agente de la patrulla fronteriza desde El Paso, Texas, en junio del 2010, es un ejemplo emblemático del tipo de hostilidades frecuentes en la franja fronteriza y en este caso en el contexto de la iniciativa SB 1070 de Arizona para combatir el tráfico ilegal de migrantes.
[45] Por ser Estados Unidos un país que interviene en la política interna de otras naciones de acuerdo a sus intereses, no se descarta que en algún momento puedan o quieran usar el poder militar so pretexto de la violencia. El crecimiento en los últimos años del Fuerte Bliss en El Paso, considerado el segundo fuerte más grande de la nación, pareciera confirmar la hipótesis anterior.
[46] A pesar de que son varias las ejecuciones de ciudadanos estadounidenses en Ciudad Juárez, la mayoría de ascendencia mexicana, el asesinato de dos empleados del Consulado General de Estados Unidos en la ciudad en marzo del 2010 genera un escándalo de mayores proporciones del gobierno de ese país, cosa que no se había hecho con las anteriores muertes.
[47] Según Noam Chomsky “la categoría de ´estado fallido´ salió a colación en repetidas ocasiones…durante la década de 1990, pues les daba derecho a recurrir a la fuerza con la supuesta meta de proteger a las poblaciones de algunos estados (cuidadosamente seleccionados) de un modo que podía ser ilegal, pero legítimo”(Chomsky: 2006/2007, 131)
[48] La lógica política de Calderón se asemeja más a la tendencia mundial de legitimar y administrar la violencia y los Estados policiacos que a resolverla. Ver el interesante trabajo de Nelson Arteaga Violencia y Estado en la globalización (Arteaga: 2004).
[49] De acuerdo con Zygmunt Bauman, “para que una sociedad sea merecedora de ese atributo, la capacidad esencialmente individual de querer, desear y anhelar debe ser separada (alienada) de los individuos”. (Bauman: 2007, 47).
[50] El presupuesto del 2011 para la SEDENA es 14.68% mayor al de 2010, representando un total de 142,000 millones de pesos, presupuesto mayor al de salud, mientras el subsector cultura sufrió un recorte del 25.8%. Ver: http://www.jornada.unam.mx/2010/11/05/index.php?section=politica&article=004n2pol
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