(publicado en Aserto, número 90, Chihuahua, pp.26-27)
La pobreza sigue siendo uno de los temas más difíciles de abordar para la sociología, lo cual no ha impedido que se hayan logrado avances para comprender y en la medida de lo posible, erradicar dicho fenómeno de la realidad social. La pobreza es una de las razones por las cuales existen pensadores de la talla de Karl Marx o August Comte, considerados fundadores de esta profesión, quienes han hecho importantes aportes teóricos y metodológicos a esta ciencia.
¿Por qué es importante estudiar la pobreza desde la sociología? Porque es una manifestación multifactorial que involucra muchos aspectos de lo social: económicos, políticos, culturales, psicológicos. Existe además, como con muchos otros conceptos, discursos y visiones distorsionadas o minimizadas de dicho fenómeno. Así por ejemplo, para un economista la pobreza puede limitarse a una respuesta de ecuaciones algebraicas mientras para el ciudadano(a) común de clase media de una democracia capitalista, como el resultado por la falta de esfuerzos de un individuo(a) y para quien realmente sufre de aprietos económicos, es posible que por razones psicológicas (para no sentirse más victimizado) se niegue inconscientemente a reconocerse como pobre.
La pobreza no es pues un mero acontecimiento económico, aunque pueda ser su flanco más visible. Para empezar es un acontecimiento sociológico cuando un segmento importante de una población o sociedad dada es afectada por la falta de recursos o el acceso a los mismos (materiales, económicos, culturales, etcétera) en comparación con el resto de la población; cuando sucede este tipo de fenómenos es indudable que estamos ante un problema estructural provocado por el mismo carácter de la forma cómo está organizada la sociedad. Una clave de lo anterior lo da el libro La democracia en México, obra de Pablo González Casanova escrita en 1965 y que sigue vigente para el caso mexicano. González Casanova da en el clavo al distinguir que no existe democracia donde hay desigualdad socioecónomica.
Precisamente uno de sus aspectos más importantes y no tan estudiados tiene que ver con la política: la pobreza es también un acto y botín político y para nadie debe resultar un misterio la relación pobreza-votos en una democracia como la mexicana. ¿Quién se beneficia con la pobreza?; ¿cómo se relaciona la ignorancia y la necesidad con el poder político y económico?; ¿cómo funciona y es afectada una sociedad donde permanece el fenómeno?; ¿Se puede llamar democracia a un Estado clasista? Seguramente muchos otros fenómenos relacionados, como la violencia, el delito o el machismo, pueden ser fácilmente combatidos y erradicados de la sociedad si se resuelve la pobreza (es decir, si hay voluntad política).
Pero también la pobreza es cultural y psicológica. Generaciones de personas que no pueden salir de ella tanto por las condiciones económico-materiales (estructurales) como por las ideológicas y religiosas (superestructurales) o bien se sienten cómodos(as) en la pobreza o frustrados(as) ante la falta de oportunidades. Un ejemplo de la cultura de la pobreza radica en el ambiente católico: la abnegación como valor y modelo a seguir en una sociedad que se prefiere sumisa y callada, capaz de aguantarlo todo en silencio. Ejemplo de la pobreza psicológica la da la propia sociedad capitalista-individualista dividida en clases: la persona que para subir en la estratificación social roba, traiciona, engaña o llega incluso al crimen con tal de lograr reconocimiento social; podrá alcanzar incluso sus metas, pero su pobreza de espíritu quedará intacta.
Hablando de pobreza de espíritu, a veces tendemos a pensar la pobreza como algo de los pobres, pero se nos olvida la pobreza de espíritu que radica en el empresario codicioso, en el obispo sin fe o en el político sin escrúpulos. Este tipo de pobreza de principios, de moral, es muy común en nuestras sociedades contemporáneas también llamadas posmodernas. De nada sirve el avance tecnológico si permanece el fenómeno de la pobreza, porque si no hacemos como el cuento de Jean Christian Andersen donde el rey camina desnudo en público creyendo llevar puesto un vestido que sólo ven los inteligentes.
La dialéctica de la pobreza es aquella que puede transformarse a partir de sus contradicciones. Pero cuando estas contradicciones (antítesis) corresponden a una dialéctica negativa (pobreza transformada en tristeza o miseria, por ejemplo) la síntesis no podrá efectuarse. Puede superarse e incluso desaparecer cuando se transforman los valores en los que se asienta o cambia el régimen político-económico que lo propicia: la pobreza es un resultado de la mala repartición de la riqueza. No se trata de que todos y todas seamos ricos (eso no lo resiste un planeta) sino de que nadie sea pobre, que nadie quede excluido de los beneficios sociales y de derechos fundamentales como la alimentación, la salud y la educación. Por lo pronto sabemos el nombre del sistema ideado para crear pobreza a favor de la riqueza de unos cuantos: CAPITALISMO.
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