viernes, 31 de agosto de 2012
jueves, 30 de agosto de 2012
La felicidad que enajena
El verbo chingar significa el triunfo de lo cerrado,
del macho, del fuerte, sobre lo abierto.
Octavio Paz
Según
la Wikipedia “la felicidad
es un estado de ánimo que se produce en la persona cuando cree haber alcanzado
una meta deseada… (es) una sensación interna de satisfacción y alegría”; para
llegar a ese estado de ánimo implica un recorrido lúcido, ético o sensato;
cuando no es así, estamos ante una felicidad enajenada y si además es
colectiva, es posible encontrar un uso político detrás.
La felicidad como engaño
Cuando
la felicidad se emplea sociológicamente para favorecer a los grandes sistemas
político-económicos, es un agente enajenante eficaz para dirigir masas. De esta
manera por ejemplo, en sociedades jerárquicas, la felicidad equivale a ser
rico, exitoso o poderoso, metas fascinantes que obligan a las personas a buscarlas
para sentirse completas. O bien, otros satisfactores consumistas sirven para,
frente a la imposibilidad de que toda una sociedad disfrute de una felicidad
colectiva (sólo unos cuantos(as) lo logran bajo los “valores” antes
mencionados) sirven como premios de consolación comprar, comer, beber,
drogarse, admirar a “triunfadores”, encerrarse en la religión y un largo
etcétera.
Así
frente a la frustración de no ser el/la mejor en nada, ni rico(a) ni
poderoso(a) el individuo(a) moderno se contenta con los alicientes cotidianos
como un trabajo “seguro”, ver telenovelas o el fútbol. Este tipo de felicidad
despolitizada para no causar daño a las/los precursores del sistema tal cual,
se nutre de la individualización egoísta y narcisista que crea un mundo de
ilusiones para cada quien dependiendo de sus gustos (también manipulados) y
posibilidades, haciendo de la felicidad momentos esporádicos, como las ya
famosas tarjetas Monex-Soriana que dio el PRI para comprar votos: una felicidad
inmediata a cambio de una más larga y grande.
Las
empresas no se quedan atrás. El gran secreto del éxito de la Coca-Cola,
consiste en el bombardeo publicitario de su marca como sinónimo de felicidad:
tomando Coca-Cola el mundo es más bonito. Claro que este tipo de mercadotecnia
que invita a la adicción de ese veneno, esconde además otros peligros como la
osteoporosis y la diabetes, primera causa de muerte en países como México. Pero
no hay nada más refrescante que una Coca-Cola bien fría y esa felicidad
instantánea es difícil de erradicar por que es un negocio.
La felicidad que chinga
El
poder es la adicción de los políticos; les da una enorme felicidad que les
digan “sr.(a) presidente(a)”, “sr.(a) gobernador(a)”, “sr.(a) diputado(a)”
etcétera y tener dominio sobre los
demás. No hay nada más alentador que el triunfo sobre el rival, chingárselo, y luego hacer tranzas con
otros poderes, como el económico y el religioso. En este mundo la traición y el
fraude son más eficaces que la competencia y los ideales; narcisismo puro,
egocentrismo egoísta.
Esta
felicidad es más notable en los políticos, por que estos se han acostumbrado a
servir a un patrón (empresas y grupos de poder) chingando a la sociedad en
general. No es nada nuevo descubrir el derroche en nimiedades como el nuevo avión
presidencial y la nueva sede del Senado, grandes símbolos de poder,
contrastando con la austeridad para con la sociedad, sobre todo en los sectores
más marginados, por ejemplo, en los frecuentes y raquíticos presupuestos para
el deporte, el arte y la educación o, en un ejemplo más reciente, el de las ya
famosas sillas de ruedas donadas por la SEDESOL al gobierno de Sonora, un
verdadero fraude.
No
debe sorprendernos la felicidad de los priistas, cuya autorrealización consiste en ganar elecciones de manera fraudulenta
e ilegal. Otras profesiones y gremios como el académico, tal vez se conforme
con mucho menos: un buen sueldo, estímulos y de vez en cuando un reconocimiento
a la labor para mantenerlos contentos y calladitos; igual el policía, el médico
cirujano, el carnicero o el cazador, basan la felicidad sublimando su violencia
a través de prácticas legítimas. Otras
profesiones como la de sicario, son todavía más energúmenas pues su felicidad
consiste directamente en el daño generado a terceros.
La
felicidad se pinta como un valor tan abstracto como el amor, y como éste, se
interpreta de millones de maneras. Para fines prácticos y usos políticos, es
tan útil para las religiones como para la política y la economía, pues a través
de ella es posible homologar los sentimientos y sobre todo, las energías de la
sociedad en la búsqueda de satisfactores de acuerdo a la época y sistema
socio-económico y cultural que le toca vivir, pero manteniendo un orden que en
realidad no le deja ser feliz, desarrollarse en todo su potencial.
Final feliz, ¿para quién?
La
felicidad de alguien puede ser el sufrimiento de alguien más cuando la
persecución de este fin se convierte en algo desleal y sin sentido de
colectividad. En México tenemos muchos ejemplos de ello gracias a la
televisión, la iglesia, el modelo económico y los traumas y rencores
generacionales sin resolver. Curiosamente en estos tiempos, nadie parece feliz
buscando la felicidad del otro(a) o los otros(as) incluyendo a otras especies o
el planeta mismo y eso, querámoslo o no, es una de las formas en que estamos
esclavizados y a merced de los grupos de poder egoístas, cuya felicidad depende
de que sigamos engañados.
Etiquetas:
enajenación,
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