viernes, 13 de enero de 2012

Peña Nieto, Juanito y otros políticos




“Los partidos políticos te hacen votar para que reemplaces a un imbécil por un incapaz”.
Alejandro Jodorowsky

Eran (como los otros de ese linaje) de menguada estatura, no inspiraban temor sino repulsión.
Jorge Luis Borges


Está de moda burlarse de la ignorancia del candidato del PRI a la presidencia de la república Enrique Peña Nieto, como se ha hecho en su momento con otros políticos como el ex presidente Vicente Fox (PAN) o Rafael Acosta “Juanito” del PT, o bien el ex presidente de Estados Unidos, George W. Bush en el plano internacional.

El asunto es serio, después de todo es demasiado poder en una sola persona (quien representa los intereses de alguien más) pero la política es cada vez la práctica de unos cuantos (quienes deciden sobre el resto) y no se trata precisamente de elecciones, pues éstas sólo son el marco legal que dan legitimidad a un gobierno dado, pero no su ejercicio democrático real.

En las sociedades jerárquicas, el ideal de liderazgo corresponde al mejor preparado, al más sobresaliente entre iguales; entre más carisma, más legítimo es el poder que ejerce, por ejemplo, el héroe de guerra (no confundir con la imagen manejada por Felipe Calderón en el actual sexenio).  Por eso no nos resulta extraño ver incursionar al medio político a cantantes, deportistas, intelectuales o activistas sobresalientes, pues en el afán de ganar elecciones, se hace uso de todos los recursos.

La aparición de políticos como Peña Nieta, Fox o Juanito más las y los políticos locales que usted ya conoce (regidores, presidentes municipales, diputados, etcétera) nos deben poner a reflexionar no sólo en el tipo de personas a quienes otorgamos tanto poder, lo cual ya es grave, por que como “líderes”, son ejemplo a seguir; sino del tipo de mensaje (no necesariamente negativo) que nos envían: cualquiera puede ser político. La rotación de poder permitiría que un mayor número de personas ejercieran verdaderamente un “liderazgo”, el poder fuera más equitativo y restarle el mismo a este estrato social.

Pero en el plano negativo sabemos que este tipo de liderazgo publicitario se ha vuelto patológico en las esferas del poder político: no se escoge al mejor, sino se arma al personaje que pueda ganar más simpatías, pues es más importante ganar   elecciones que gobernar; a final de cuentas hay un grupo de interés detrás de cada político ganador. Esta práctica también tiene efectos significativos en la sociedad: se vota por el menos peor o no se vota, repitiéndose esto a cada elección y haciendo cada vez más visible el abstencionismo y el malestar social con los políticos; no se está conforme, pero tampoco se interrumpe el proceso que genera esta inconformidad.



La democracia electoral es muy noble. Tan noble que prácticamente todos y todas podemos aspirar (tal vez ya lo hemos hecho) a un puesto de elección popular (presidente de la clase, tesorero del equipo de fútbol, vocal del comité de vecinos, etcétera) y si no la hemos experimentado, sabemos al menos de la responsabilidad que implica…eso en términos de iguales, aunque la igualdad sea el patito feo de las democracias capitalistas neoliberales.

Por su lado oscuro, su antítesis, es que puede permitir la llegada legitima de personas y grupos de poder que terminan por ejercer un dominio antidemocrático: las libertades se suprimen, crece la pobreza, se concentra el poder… luego en un escenario así votar o no votar no significa más que un medio de legitimización para las y los políticos, de todas maneras, en su lógica, alguien tiene que gobernar; pero para la sociedad la confusión y desesperación puede derivar en diversos escenarios, desde la apatía hasta la violencia.

Hay mucho de qué discutir en torno a la elecciones, por que estás se están pareciendo cada vez más a un circo, algo banal, ligero, incluso desagradable, pero eso sí, enajenante, por que está dirigido a serlo a través de los medios publicitarios como productos hechos por los mismos. En la sociedad de las apariencias, también la política es apariencia.  En realidad las elecciones cada vez son más un asunto de los partidos que de la sociedad; los políticos viven en una lógica electoral, la sociedad en una realidad económica, política y cultural mucho más compleja.

Peña Nieto, al igual que Juanito y otros políticos forjados para ganar elecciones, son personajes fabricados. En el caso Peña Nieto, el partido que lo postula (el PRI de Mario Marín, Ulises Ruiz, Carlos Salinas, Elba Esther Gordillo) su ideología clasista, conservadora, machista y neoliberal, tantas veces constatada en los medios; su desempeño como gobernador del Estado de México (Paullette, feminicidio, Montiel) y por su puesto su desconocimiento (ignorancia) de la realidad mexicana, nos dan una idea más cercana del tipo de político que es e imaginarnos cómo sería si llegara a ser presidente.

Sí los políticos no se toman la política en serio, tú sí: hazles preguntas inteligentes para por lo menos exhibirlos. No sabemos por ejemplo, qué es lo que pactan o comprometen con los grupos que los apoyan, o si están psicológica y emocionalmente preparados para un cargo popular (¿cómo sabemos si no se está votando por un psicópata con delirio de grandeza, por ejemplo?) y así.