jueves, 13 de enero de 2011

Insurgencia civil pacífica

El pueblo tiene en todo tiempo el inalienable derecho de alterar o modificar la forma de su gobierno.

Artículo 39, Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos



La lamentable política policiaca del Estado mexicano en su “guerra” contra el narcotráfico y su cerrazón a dialogar con la ciudadanía o reconocer sus errores no dejan muchas opciones a la sociedad para resistir y sobrevivir prácticamente sola a la escalada de una violencia creada para satisfacer intereses mezquinos de delincuentes y políticos. Ante la urgencia real de recuperar la paz, la sociedad puede y debe implementar acciones para tal fin.

El discurso de gobierno tanto federal (PAN) como estatal (PRI) insisten en mentir, engañar, distorsionar la realidad, desviar la atención y hasta minimizar la violencia y los asesinatos con tal de “guardar las apariencias” como un país “progresista”, “democrático”, etcétera. El caso emblemático de Chihuahua y sobre todo de Ciudad Juárez, son el vivo ejemplo de la carnicería humana desatada por un Estado cada día más fascistoide e insufrible. Apremia la iniciativa ciudadana para poner orden y darle fin a un periodo trágico de muerte y destrucción social bajo un régimen corrupto tambaleante que si no se resuelve lo antes posible, tendrá peores situaciones en el futuro inmediato.

La opción de las armas está descartada porque no se puede combatir la violencia con más violencia. Como ciudadanos(as), como sociedad, es menester poner el ejemplo de civilidad ante la barbarie de priístas, panistas y demás, así se llamen Calderón, Duarte (gobernador de Chihuahua) o le digan “El Teto” (alcalde de Ciudad Juárez). Hoy los enemigos están sueltos en las calles, pero también están en los partidos, en la burocracia gubernamental, en el Congreso y en el sistema de justicia. Como no se puede confiar en el sistema y clase política (que actúa como verdadera mafia) se hace necesario organizarse desde y por la sociedad ante el peligro latente de más crimen y delincuencia, además de las represalias de parte del gobierno a quienes consideran sus enemigos (ong´s, movimientos sociales, activistas).

La insurgencia civil pacífica (ICP) no es algo nuevo, sus precursores Mahatma Gandhi y el pueblo hindú nos heredaron su exitosa escuela de la No violencia que logró poner fin a la ocupación británica en el siglo XX. No hace mucho (último cuarto del siglo XX) las y los chihuahuenses implementamos acciones de resistencia civil pacífica para forzar al Estado a respetar resultados electorales también con bastante éxito. Las manifestaciones públicas de performance, marchas y eventos culturales en repudio a la militarización y las exigencias de justicia para tanta gente asesinada en Ciudad Juárez, son los ejemplos actuales de ICP, pero falta hacer mucho más.

¿Cómo o qué acciones de ICP se pueden llevar a cabo? Muchas, sólo es cuestión de voluntad e imaginación y muy importante: dejar de lado el miedo. La misma gente propone o realiza acciones de desobediencia civil (dejar de pagar impuestos, dejar de votar, autogobierno) o bien de presión política-económica (toma de puentes internacionales) actos de conciencia (huelgas de hambre) resistencia pasiva, huelgas, boicots…en fin, hay mucha tela de donde cortar, sólo se necesita que la gente tome conciencia de su poder.

miércoles, 12 de enero de 2011

¡Basta de sangre!

Cartel de la campaña ¡Basta de sangre!, una iniciativa de Eduardo del Río (Rius) para iniciar, a partir de hoy, una masiva movilización ciudadana en demanda de un alto a la violencia que padece el país. Los promotores invitan a la población a reproducir la consigna y pegarla en parabrisas de automóviles, repartirla entre amigos y vecinos, exhibirla en puertas y ventanas y propagarla en redes sociales como Facebook y Twitter. Tenemos que hacerle saber a los de la estúpida guerra que estamos hasta la madre de ellos, que también los muertos tienen familia, señalaron en Twitter @monerohernandez y @Monosdepatricio Diseño: Alejandro Magallanes

Sociología de la pobreza

(publicado en Aserto, número 90, Chihuahua, pp.26-27)
La pobreza sigue siendo uno de los temas más difíciles de abordar para la sociología, lo cual no ha impedido que se hayan logrado avances para comprender y en la medida de lo posible, erradicar dicho fenómeno de la realidad social. La pobreza es una de las razones por las cuales existen pensadores de la talla de Karl Marx o August Comte, considerados fundadores de esta profesión, quienes han hecho importantes aportes teóricos y metodológicos a esta ciencia.

¿Por qué es importante estudiar la pobreza desde la sociología? Porque es una manifestación multifactorial que involucra muchos aspectos de lo social: económicos, políticos, culturales, psicológicos. Existe además, como con muchos otros conceptos, discursos y visiones distorsionadas o minimizadas de dicho fenómeno. Así por ejemplo, para un economista la pobreza puede limitarse a una respuesta de ecuaciones algebraicas mientras para el ciudadano(a) común de clase media de una democracia capitalista, como el resultado por la falta de esfuerzos de un individuo(a) y para quien realmente sufre de aprietos económicos, es posible que por razones psicológicas (para no sentirse más victimizado) se niegue inconscientemente a reconocerse como pobre.

La pobreza no es pues un mero acontecimiento económico, aunque pueda ser su flanco más visible. Para empezar es un acontecimiento sociológico cuando un segmento importante de una población o sociedad dada es afectada por la falta de recursos o el acceso a los mismos (materiales, económicos, culturales, etcétera) en comparación con el resto de la población; cuando sucede este tipo de fenómenos es indudable que estamos ante un problema estructural provocado por el mismo carácter de la forma cómo está organizada la sociedad. Una clave de lo anterior lo da el libro La democracia en México, obra de Pablo González Casanova escrita en 1965 y que sigue vigente para el caso mexicano. González Casanova da en el clavo al distinguir que no existe democracia donde hay desigualdad socioecónomica.

Precisamente uno de sus aspectos más importantes y no tan estudiados tiene que ver con la política: la pobreza es también un acto y botín político y para nadie debe resultar un misterio la relación pobreza-votos en una democracia como la mexicana. ¿Quién se beneficia con la pobreza?; ¿cómo se relaciona la ignorancia y la necesidad con el poder político y económico?; ¿cómo funciona y es afectada una sociedad donde permanece el fenómeno?; ¿Se puede llamar democracia a un Estado clasista? Seguramente muchos otros fenómenos relacionados, como la violencia, el delito o el machismo, pueden ser fácilmente combatidos y erradicados de la sociedad si se resuelve la pobreza (es decir, si hay voluntad política).

Pero también la pobreza es cultural y psicológica. Generaciones de personas que no pueden salir de ella tanto por las condiciones económico-materiales (estructurales) como por las ideológicas y religiosas (superestructurales) o bien se sienten cómodos(as) en la pobreza o frustrados(as) ante la falta de oportunidades. Un ejemplo de la cultura de la pobreza radica en el ambiente católico: la abnegación como valor y modelo a seguir en una sociedad que se prefiere sumisa y callada, capaz de aguantarlo todo en silencio. Ejemplo de la pobreza psicológica la da la propia sociedad capitalista-individualista dividida en clases: la persona que para subir en la estratificación social roba, traiciona, engaña o llega incluso al crimen con tal de lograr reconocimiento social; podrá alcanzar incluso sus metas, pero su pobreza de espíritu quedará intacta.

Hablando de pobreza de espíritu, a veces tendemos a pensar la pobreza como algo de los pobres, pero se nos olvida la pobreza de espíritu que radica en el empresario codicioso, en el obispo sin fe o en el político sin escrúpulos. Este tipo de pobreza de principios, de moral, es muy común en nuestras sociedades contemporáneas también llamadas posmodernas. De nada sirve el avance tecnológico si permanece el fenómeno de la pobreza, porque si no hacemos como el cuento de Jean Christian Andersen donde el rey camina desnudo en público creyendo llevar puesto un vestido que sólo ven los inteligentes.

La dialéctica de la pobreza es aquella que puede transformarse a partir de sus contradicciones. Pero cuando estas contradicciones (antítesis) corresponden a una dialéctica negativa (pobreza transformada en tristeza o miseria, por ejemplo) la síntesis no podrá efectuarse. Puede superarse e incluso desaparecer cuando se transforman los valores en los que se asienta o cambia el régimen político-económico que lo propicia: la pobreza es un resultado de la mala repartición de la riqueza. No se trata de que todos y todas seamos ricos (eso no lo resiste un planeta) sino de que nadie sea pobre, que nadie quede excluido de los beneficios sociales y de derechos fundamentales como la alimentación, la salud y la educación. Por lo pronto sabemos el nombre del sistema ideado para crear pobreza a favor de la riqueza de unos cuantos: CAPITALISMO.