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lunes, 17 de noviembre de 2014

El Estado es el violento





 Se define Estado como la institución que posee
el monopolio legítimo de la violencia dentro de un territorio.
Max Weber

¡No se deje engañar! Los sucesos de protesta social del otoño mexicano son en respuesta a la violencia de Estado. Son decenas de miles de asesinatos y desaparecidos; son frecuentes las represiones sociales y es obvia la militarización hacia el Estado policiaco y el terrorismo de Estado como para que el gobierno mexicano finja demencia y quiera voltear la tortilla acusando a la sociedad del desorden, la anomia de la clase política y sus aliados sanguinarios.

El actual movimiento social encabezado por la desaparición de 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa en realidad aglutina a cantidad de movimientos del país que tarde o temprano iban a generar esta crisis de la cual el gobierno no podrá escapar. La sociedad mexicana quiere la paz, no la violencia cortesía del gobierno. Las amenazas el presidente espurio Enrique Peña Nieto, de utilizar más violencia, no hacen sino evidenciar el carácter autoritario del régimen y sólo abona para la próxima desaparición de poderes, su renuncia y (ojalá) enfrentar la justicia por tanto crimen y por abrir las riquezas del país a intereses extranjeros.

En este momento de nuestra historia es bueno ver el miedo reflejado en los gobernantes y las instituciones que representan (ejército, SCJN, INE, cámaras de diputados y senadores...) las diferencias de clase son cada vez más notables y las élites no saben cómo salir bien libradas de esta catástrofe ocasionada por ellos y sus antecesores. El pueblo tarde o temprano había de despertar y hoy lo está haciendo; las simpatías internacionales por el movimiento encabezado por Ayotzinapa no es gratis: el mundo sabe que la lucha de la sociedad mexicana es legítima y está de nuestro lado.

No va a ser fácil terminar con el monopolio del PRI y sus secuaces (partidos políticos, medios (des)informativos, sindicatos charros, grupos de choque y un largo etcétera) pero es inevitable hacer uso de la resistencia civil pacifica para debilitar el sistema y hacer posible un país más justo y equitativo. Nos han robado hasta el cansancio, nos han engañado y embrutecido, pero no podrán arrancarnos la dignidad y el ardiente deseo de justicia. No se trata de hacer más sacrificios (la historia de México, antigua y reciente, está llena de ellos) sino de seguir presionando hasta desmantelar el podrido andamiaje político-económico que ha hecho tan ricos y poderosos a tan pocos y ha abandonado a su suerte a millones de mexicanos y mexicanas.

Hay mucho por hacer. En el estado de Chihuahua vivimos uno de nuestros peores momentos gracias a la inacabable “guerra contra el narco”, el constante asesinato y desaparición de mujeres (feminicidio) y no menos importante, por la prensa vendida, sobornada con millones de pesos salidos de nuestros impuestos y el descarado robo de nuestro patrimonio a cargo de la clase política de la cual el vivo ejemplo es el actual gobernador del estado, César Duarte. Hoy las y los chihuahuenses hemos superado el miedo, ese terrible recurso político del Estado para mantener a raya a la sociedad. De las ciudades al campo se confronta ya a sus figuras de autoridad, sea este un policía, un juez o un César Duarte.

En Ciudad Juárez pese a los esfuerzos del Estado Mexicano y de Washington por violentarnos y someternos a los intereses económicos transnacionales, no ha dejado de haber movilización social y activismo. Su conejillo de indias llamado Juárez, también está cansado e intentando con éxito salir de este laboratorio de experimentos criminales de lesa humanidad patrocinados por el gobierno de EEUU a través de sus súbditos del PRI, el PAN y todos los demás. No va a ser fácil exterminarnos, por más que el Consulado, el USAID, El Canal 44, El Diario o La Polaka, nos quieran despolitizar presentando otra realidad ajena a la desaparición de Juárez hacia Jerónimo y el Valle de Juárez para facilitar el fracking, justifiquen la violencia señalando al narco y criminalicen la protesta social. Ya basta.

Las revoluciones sociales suelen violentas, pero no necesariamente sangrientas. Que quede claro que la violencia la pone el Estado y no el pueblo, la sociedad. Los actuales movimientos sociales encabezados por las y los estudiantes, también los integran ecologistas, pacifistas, derecho humanistas, indígenas, pobres, mujeres, jóvenes, migrantes y otro largo etcétera; es un proceso revolucionario en busca de la emancipación de una nación que no merece el destino impuesto por intereses particulares de personas sin escrúpulos, como los llamados “líderes” (políticos, empresarios, artistas de la farándula, pesudoperiodistas, pseudointelectuales…).

La sociedad mexicana está demostrando de manera pacífica, pero fuerte, su hartazgo de siglos. El gobierno tiene que caer y sus operadores(as) enfrentar la justicia y lo vamos a lograr demostrando la entereza de este pueblo sufrido recuperándonos del miedo para regresárselo a quienes nos han ofendido y martirizado sin medir las consecuencias de sus actos. Este es el momento.


¡Renuncia Peña Nieto!
¡Renuncia César Duarte!

jueves, 3 de febrero de 2011

Convocatoria a jornadas de investigación en Argentina


Prórroga para el envío de abstracts:



Fecha límite abstracts: 04/03/2011.



Enviar a: jornadas@razonyrevolucion.org



No más de 200 palabras en Word, letra Times New Roman 12, indicando: nombre y apellido, pertenencia institucional, mail.



miércoles, 15 de diciembre de 2010

Chihuahua, pasado, presente y futuro

(Revista Aserto, número 89, diciembre del 2010)

Chihuahua vive uno de los peores momentos de su historia. Tres años han pasado ya desde el inicio de la “guerra contra el narco” implementada por el gobierno federal estancado al estado en una situación de muerte, violencia y destrucción. Aun si la “guerra” desapareciera hoy, las secuelas de la misma y la reconstrucción de Chihuahua durarían varios años.

El estado ha pagado muy caro su situación geopolítica y su crónico estancamiento de desarrollo social. La combinación de ambas (la cercanía con Estados Unidos y la marginación de buena parte de su población) son elementos sinérgicos de la prolongación de una guerra perdida desde el inicio que dice más por sus silencios que por sus acciones. Mientras tanto gente muere asesinada todos los días en las grandes ciudades como Juárez y Chihuahua; en los municipios serranos; en las ciudades pequeñas y medianas; en las carreteras. El festín de sangre y anomia es hoy sinónimo del “estado grande”: grande en masacres, impunidad y corrupción sin límites.

El presente brillante se opaca con la pérdida de miles de empleos además de las muertes violentas y la explosión de los delitos de todo tipo, algunos de ellos desconocidos para las y los chihuahuenses hasta la llegada de las fuerzas militares y federales: extorsiones, secuestros, derecho de piso, carjackings, violaciones a los derechos humanos y las garantías individuales entre otras. La prosperidad económica va de salida junto a miles de residentes del estado que buscan salvar sus vidas o sus propiedades al tiempo que se establece un sórdido Estado de excepción no declarado donde nadie tiene la vida asegurada. El miedo generalizado y la desconfianza en las instituciones públicas, sobre todo las de impartición de justicia y policiacas, hacen posible una atmósfera de enajenación estresante, tristeza y desesperanza ante los días por venir.

Del prestigio de Chihuahua como “cuna de la Revolución”, “salvaguarda de la república”, “defensora del respeto al voto y la apertura democrática”, sólo queda el recuerdo histórico. Hoy es más visible el feminicidio, las masacres juveniles y estudiantiles, la corrupción y cinismo gubernamental, la violencia por todos lados, la “tierra de nadie”; eventos por los cuales seremos conocidos. Hoy Benito Juárez, Francisco Villa, Abraham González o Pascual Orozco, son personajes desdibujados, sólo presentes en los discursos oficiales y los anhelos populares, dándole entrada a los nuevos “héroes” regionales: los narcos, los sicarios, los políticos sumisos y castrados, los empresarios sin escrúpulos.

El pasado se hace lejano y añorable, el presente angustioso e interminable; el futuro asusta. Chihuahuenses jóvenes y viejos, hombres y mujeres forman parte de la generación de la violencia anómica cortesía del Estado mexicano. La identidad chihuahuense cambia: el estado que es incapaz de protegerse a sí mismo, matándose para que la droga no llegue a los Estados Unidos, país de donde provienen las armas de la catástrofe. República de salvajes que justifica la intensidad de la violencia y el discurso belicista estadounidense que se adelanta al futuro deseado inventándolo: el Estado mexicano no puede.

El futuro chihuahuense a corto, mediano o largo plazo, no es el futuro neoliberal de la tierra prometida y gente bonita; se acerca más a la sobrevivencia de Estados en situación de guerra como Irak o Afganistán a los cuales habrá que hacerles posible la recuperación de la tranquilidad perdida. Olvidados por la política y los políticos, seguramente la sociedad chihuahuense hará enormes esfuerzos por reponerse con gobiernos, sin gobiernos o a pesar de los gobiernos, de seguir su actitud déspota como hasta ahora. Como en otras épocas de crisis, la solución estará en la capacidad de organización y decencia de su sociedad.

El 2010 al igual que el 2009 y el 2008, son años sumamente difíciles para quienes tenemos en Chihuahua nuestro hogar y el 2011 no se avizora mejor que los anteriores. Es difícil predecir cómo vendrá el nuevo año, si sobreviviremos el actual o si las personas y lugares que forman nuestro entorno común y cotidiano estarán a salvo. Nadie imaginábamos vivir un periodo como el actual. En el año del centenario de la Revolución y bicentenario de la Independencia son más los retos a afrontar que los ánimos por celebrar. No es que no exista el orgullo por el pasado, por cómo llegamos hasta aquí; se trata más bien de un choque con la realidad que nos tiene aturdidos y con ganas de terminar con esta situación absurda lo antes posible, pero ¡oh insensatez! Todavía tenemos mucho por hacer para en verdad darle sentido a una independencia, tal vez con una verdadera revolución social.

La esperanza es lo último que muere. Pero, ¿qué le da vida a la esperanza? Espero y sean nuestros anhelos de vivir en paz y armonía con nosotros mismos. Las soluciones no vendrán de la clase política ni de fantasmas del pasado; el carácter de un pueblo se forma ante la adversidad. Por antítesis, la imposibilidad actual de influir en la política de la violencia hará que las y los chihuahuenses encontremos nuestra propia síntesis.

viernes, 5 de febrero de 2010

Reforma o anarquía, revolución o anomia.


…En caso de que por cualquier trastorno público se establezca un gobierno contrario a los principios que ella sanciona, tan luego como el pueblo recobre su libertad, se reestablecerá su observancia…
Artículo 136, Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, de la Inviolabilidad de la Constitución.


Ciudad Juárez, 05-02-10, Día de la Constitución. El futuro de las y los mexicanos corre peligro. La iniciativa de reforma constitucional del presidente espurio, Felipe Calderón, pretende reformar lo irreformable; es decir, pretende dar continuidad al sistema político tal como lo conocemos, o para ser más precisos, tal como lo desconocemos la mayoría de los mexicanos (analfabetismo político). Es pues una propuesta que busca fortalecer el sistema partidista y además trae de nuevo la reelección (sí, esa condición que originó la revolución de 1910).

La clase política mexicana contemporánea no comprende dónde está ubicada. Pretende mantenerse en el poder de manera perenne sin consultar precisamente a quien se debe: la sociedad. La Constitución de hecho, nos queda ya chica, de acuerdo a los tiempos de rápida transformación que estamos viviendo. Más que reformas, necesitamos una nueva constituyente y deshacernos de la costosa, inútil y peligrosa clase política, a la cual además hay que llevar a rendir cuentas, acción por cierto no contemplada en la propuesta calderonesca.

Anarquía significa vivir sin gobierno, no sin leyes. Necesitamos transitar hacia nuevas formas de organización social beneficiosas donde podamos ser autosuficientes, autónomos, libres y eso sólo se logra asumiendo una postura de clase, tomando consciencia de sí y para sí. Esto significa un cambio radical en la forma como concebimos la política, la economía, la sociedad, a nosotros mismos; dejar de ser esclavos de la ignorancia para convertirnos en próceres de la nueva humanidad, ¿utopía? Claro que no, sí se puede lograr.


La revolución de las consciencias. Un país en mal estado como México, donde sus habitantes no se sienten a gusto con sus gobernantes, es campo fértil para las transformaciones. El gran rezago social generacional, la gran deuda de México con los mexicanos(as) requiere de unidad, esfuerzo, solidaridad y voluntarismo. No todos(as) querrán hacerlo, pero tampoco no todos recogerán los frutos de ese esfuerzo. La lucha de clases no tendrá remedio, pero se hará pensando en incurrir con el mínimo daño a las personas, el medio ambiente y los recursos económicos (lucha de clases mínimamente invasiva).

La revolución viene en sentido contrario a la anomia. La anomia es el esfuerzo del gobierno por violar las leyes, privilegiar a unos cuantos y concentrar el poder político en una democracia de mentiritas, con elecciones de mentiritas, por eso se requiere revolucionar las condiciones de vida de México a través de la rotación de poder, de las decisiones concensadas y de equidad de oportunidades para este país multicultural y heterogéneo.

El México de la Constitución de 1917 no es el México de la pretendida reforma política del 2010, sin embargo, hay coincidencias. Las condiciones económicas, políticas y sociales que llevaron a dicha constitución, al igual que la de 1824 y la de 1857, son similares en cuanto el grado de injusticias acumuladas, de despotismo, corrupción y explotación para la inmensa mayoría y privilegios para una pequeñísima minoría. En pocas palabras, cada cambio revolucionario viene acompañado de leyes.

No hay que confundir revolución con guerra ni anarquía con anomia. Puede haber revoluciones pacifistas (como el movimiento de Gandhi en la India por su independencia de Inglaterra en el siglo XX) científicas (como la teoría de la relatividad de Einstein) o religiosas (el protestantismo cristiano del siglo XVI). Sociedades anárquicas ya han existido en la historia de la humanidad, incluso en la historia contemporánea, como bien pueden contar los catalanes prefranquistas o los sindicalistas estadounidenses de principios del siglo XX y en México, los hermanos Flores Magón.

El socialismo, el comunismo y el humanismo seguro tienen mucho que aportar para el México deseado. Se trata de dejar los prejuicios negativos a un lado y darnos la oportunidad de practicar formas más amables de socialización distintas al capitalismo depredador de nuestra época, cada día más nefasto y destructivo; cada día más anómico, como sin duda es su etapa neoliberal, ese cruel subsistema capitalista que no respeta vidas, leyes ni nada, sólo la ganancia del dinero y el caos.

Así pues, ya tenemos ejemplos de sociedades autónomas como las neozapatistas en Chiapas, quienes son un magnífico ejemplo de dignidad a pesar del esfuerzo del Estado mexicano por aniquilarlos. ¿Cuánto hemos aprendido de nuestra historia para no repetir los errores del pasado? Las cosas no se dan por arte de magia, se necesita esfuerzo y dedicación, imaginación y creatividad, ¿estaremos en condiciones para enfrentar el reto de hacer el México del siglo XXI?




Post scriptum. La imagen no es la bandera de Italia, es la de México; el águila y la serpiente han desaparecido del escudo para ponerse a salvo de la violencia de Estado y por la vergüenza de ser al mismo tiempo la bandera más bonita del mundo y la bandera del país más corrupto del mundo, ¿quieres que regresen?, ¿qué estás haciendo?, ¿qué estás dispuesto a hacer?