jueves, 6 de agosto de 2015
lunes, 3 de agosto de 2015
100 millones da pobres en México
100
millones de pobres en México
Carlos
Murillo González
No es una nota relevante comparada con los grandes escándalos tipo
el último chisme de Peña Nieto y Angélica Rivera, pero si usted no es parte de
los 100 millones de pobres, tampoco tiene nada que festejar, pues, ¿quién cree
que ayuda a los pobres de este país?,
¿el Estado?, ¿los ricos? No. La clase media: quienes pagan impuestos.
Hace unos días aparece el último reporte de la Coneval (Consejo
Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social) donde expone, entre
otros aspectos, el incremento de la pobreza alcanzando la cifra de 100 millones
de mexicanos y mexicanas. La evaluación operada con aportes metodológicos del prestigiado
economista antropólogo Julio Bolvitnik, hace pedazos el espejismo
propagandístico del gobierno actual, impotente al esconder tanta pobreza.
Cierto es, no sólo es responsabilidad del actual, nocivo y ladrón gobierno
priista de todos y todas conocido, sino de 33 años de aplicación del modelo
neoliberal en México.
Una generación de mexicanos(as) desconoce la democracia,
particularmente la electoral, por falsa; pero desconoce también, por
ignorancia, sus derechos y todas las prerrogativas que por ende le han sido
negadas: alimentación, salud, educación, trabajo, vivienda; menos aún comprende
todavía conceptos más abstractos como justicia, seguridad o laicismo. Esta
sociedad despolitizada en búsqueda de una felicidad burbujeante y simplona, no
construye nada hacia su libertad o emancipación; no se da cuenta incluso, de su
pobreza, aunque la huela.
Peor aún, la capacidad de una sociedad más justa va en detrimento
a favor de una sociedad teledirigida (es decir, donde un pequeño
grupo o élite ejerce el poder sobre el resto) los gustos se democratizan en
base al poder económico, atomizando a la sociedad hacia un individualismo
egoísta extremo, donde precisamente el Leviatán se hace misántropo. La cultura
o superestructura en acción sirve
igual para liberar o, como en este caso, para enajenar.
Minicracia
El Estado neoliberal es minicrático:
hace el trabajo suficiente para “facilitar” el libre mercado (ablanda leyes,
privatiza paraestatales, rescata bancos…) y deja la “mano invisible”
smithiana al poder económico, llegando incluso a la violencia para proteger
intereses de grandes empresas nacionales y transnacionales. No hay una política ni visión sociológica o
interés por ello, y cuando la hay, se traduce en apoyos altruistas raquíticos,
apoyo a empresas “filantrópicas” como Televisa (Teletón) y programas de combate
a la pobreza mal armados, maquillados y utilizados vilmente como favores
políticos a cambio de votos.
Mercancía-consumidor-consumido
El estado capitalista neoliberal se ha encargado de minar las
esperanzas y expectativas de vida de las sociedades donde se establece. En este
sentido, no hay diferencia entre una granja de gallinas y las sociedades humanas
de economía y cultura neoliberal: en ambos casos se convierten en mercancía,
más el valor agregado del perfil consumista humano, que hace una dialéctica en su contra: ahora
vive más tiempo, pero también más enfermo y atado a medicamentos, por ejemplo,
entonces el/la humano no deja de ser explotado hasta el último momento de su
existencia.
El imán capitalista
La gran ilusión capitalista, la gran meta, es ser rico. Absortos
por el gran estímulo psicológico al esfuerzo individual, el héroe neoliberal es
emprendedor, masculino, irresistible, exitoso. Para el idealista capitalista,
tan común en estas épocas, no hay nada que se le oponga o atraviese, ningún
obstáculo capaz de privarlo de su(s) objetivo(s). Claro es, pocos, muy pocos,
alcanzan sus objetivos, ¡y qué bueno!
El problema con este tipo de filosofía, esta forma de ver la vida,
es que se adueña del mundo literalmente y se concentra en sus objetivos
ignorando todo lo demás. Lo mismo le da al burgués capitalista, romántico o
pragmático, resolver el problema de la escasez de agua, que rociar cultivos
alimenticios con glifosato. Aunque más común el segundo ejemplo, cabe señalar
la mentalidad del culto a sí mismo como algo propio de los patriarcados, de
reyes y militares, pero democratizado y adaptado para el posmoderno siglo XXI: todos podemos ser reyes, ricos, famosos.
Ahí el problema de este pensamiento: es retrógrada.
“El cambio está en uno
mismo”
¿Así que estás convencido(a) del cambio de actitud para vencer
adversidades; de la pobreza como sinónimo de malos hábitos, etcétera? El espejo
de la realidad dice del desprecio hacia la pobreza no por que se tenga que
pagar por ella o ello (tanto la caridad como el crimen van y vienen de la mano
de la pobreza material y de espíritu) si no por que el propio sistema enseña a
odiarlo (y a odiarse) a pesar de ser el encargado de reservar parte de los
impuestos (dinero de todos y todas) para evitar el desequilibrio económico y la
desigualdad social.
La pobreza no es sólo un asunto personal-individual, es también un
asunto de la colectividad. Haber nacido pobre o ser víctima de una crisis
económica mundial es un asunto sociológico. Perder el patrimonio por desastres
naturales o caer enfermo a tal grado de no poder trabajar, es una situación
circunstancial ajena también a la persona, pero atrae lo colectivo. Tomar
decisiones equivocadas o ser estafado, son asuntos personales, pero aún así,
existen tribunales o formas de resolverlo.
Como quiera que sea, la pobreza es un asunto que nos afecta a
todos, pero tiene solución.
Etiquetas:
enajenación,
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pobreza,
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Sociología
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