viernes, 11 de junio de 2010

miércoles, 9 de junio de 2010

Violencia transfronteriza y Estado policiaco





La violencia en la frontera norte de México suma una víctima más por parte de la Border Patrol (patrulla fronteriza) en el cuerpo de un adolescente quien murió de un balazo en la cabeza, de lado mexicano y ante decenas de testigos que en esos momentos cruzaban la frontera de Ciudad Juárez a El Paso. Una semana antes, en la frontera de Tijuana-San Diego muere otro connacional a golpes por agentes de Estados Unidos, ¿está es la respuesta estadounidense a las críticas, manifestaciones y boicots contra la ley SB 1070 de Arizona?

Estados Unidos acusa a México de ser algo así como un vecino incómodo: pobre, sucio, corrupto, incapaz de gobernarse (Estado fallido) ignorante y peligroso; por lo menos esa es la imagen común que representamos allá sobre todo para los descendientes de europeos con mentalidad de cowboys. La aparición de la ley SB 1070 viene a destapar la parte más oscura de la cultura estadounidense, aquélla que promueve el odio racista disfrazado de nacionalismo y patriotismo. Se quejan de la delincuencia mexicana, de cómo son afectados por la violencia de la migración ilegal, pero, curiosamente, las agresiones siempre vienen de su parte y las muertes las ponemos nosotros (¿?).

La paranoia nacional-racista del pueblo estadounidense, alimentada por los medios de comunicación y por su política imperial-guerrerista, es manipulable hacia la violencia no encontrando mejor “enemigo” que el peligrosísimo vecino mexicano para depositar su ira y frustraciones aislacionistas. En estos momentos en que Estados Unidos batalla por sobrevivir la crisis económica (y mundial) que ellos mismos generaron, tratando de recuperar empleos, piensan que cerrando sus fronteras y endureciendo las leyes contra la inmigración ilegal van a reparar todo el daño que han ocasionado.

El capitalismo neoliberal actual liderado por Estados Unidos es la suma de los excesos de la ganancia a costa de lo que sea, más la concentración del poder político-económico en pocas manos. Particularmente los estadounidenses han podido disfrutar de las “bonanzas” de su país gracias a la explotación de los recursos naturales de los países más pobres y débiles a los cuales han podido invadir, persuadir y corromper a sus gobernantes o simplemente frustrando o alentando revueltas (según sea el caso) para garantizar los recursos a esas naciones. Muchos de los afectados en esos países por las políticas imperialistas estadounidenses son candidatos a convertirse en migrantes ilegales a Estados Unidos u otras naciones prósperas.

La “democracia” a la estadounidense es el pretexto de dicho país para autoproclamarse como la policía del mundo y ejercer su derecho unilateral de declarar quién es terrorista o enemigo; de reservarse el derecho de crear “guerras preventivas”, a qué países bloquear o invadir, o a quiénes certificar o atacar. La influencia estadounidense global apunta a fortalecer su presencia bélica o policiaca, para mantener un orden geopolítico a su beneficio y agrado, o bien, apoyar regímenes a modo que le garanticen ganancias o privilegios, aun si eso implica el derramamiento de sangre, la destrucción cultural y ecológica o el exterminio racial.

Este tipo de conducta es ya reproducido por los aliados estadounidenses, como España o Italia, quienes han seguido sus pasos en cuanto a la política migratoria, pero también sin éxito, mientras otros como Honduras o Paquistán, simplemente hacen lo que los estadounidenses les dicten; otros más, como Arabia Saudí, reproducen conductas hostiles y represivas contra cualquier tipo de manifestación o bien Inglaterra, que ha seguido a EUA en sus aventuras bélicas a costa de su prestigio internacional. El representante más letal de esta nueva política policiaca mundial es definitivamente Israel. La ideología sionista en el poder político israelí es más parecida al conservadurismo fundamentalista estadounidense: se creen elegidos de Dios, por lo tanto se consideran superiores a los demás pueblos y eso les da la pauta para ejercer el terrorismo de Estado contra quienes considere sus enemigos, como ya nos lo hizo saber al mundo con el ataque a la flota humanitaria de ayuda al pueblo palestino a finales de mayo. ¿Pero quién le pone el alto a los Estados policiacos?

México también se ha dejado persuadir por los intereses estadounidenses. Tan es así que la llamada “guerra contra el narcotráfico” no es más que una más de las líneas políticas estadounidenses para México, como la política de persecución contra migrantes ilegales de Centro y Sudamérica, el desmantelamiento de Pemex, la represión a sindicatos o la posición servil ante el Tratado de Libre Comercio. La violencia en la frontera norte de México no pasará de unas cuantas protestas de parte del gobierno mexicano, que tratará de no molestar a su aliado tratándolo como señor. La militarización de la vida cotidiana en México es parte de ese Estado policiaco mundial que aspira a establecer y fortalecer una industria armamentista, carcelaria, espía y represiva del orden requerido por Estados Unidos para incentivar su economía beneficiando a sus empresas privadas que se encargan de aniquilar al mundo en nombre de la democracia capitalista (sic) vendiendo los servicios antes mencionados.

En cuanto a la relación México-Estados Unidos, la violencia no abona en nada a fortalecer la vecindad. A pesar de que irónicamente EUA sigue siendo el sueño de millones de mexicanos(as) cada vez es mayor el número de connacionales decepcionados o conscientes de lo que en realidad significa Estados Unidos. Seguramente la violencia va a alimentar más violencia y se avecinan conflictos raciales; eso es peligroso porque puede ser pretexto para represalias del vecino del norte, sólo imaginémonos las mismas circunstancias de la escena, pero de lado estadounidense y con una víctima anglo: un adolescente desarmado asesinado en su país por un agente de otro país y ante la mirada de sus compatriotas, ¿no habrían puesto ya el grito en el cielo los gringos?

lunes, 7 de junio de 2010

Ciudad Juárez, votar y ser cómplice




El abstencionista por definición no puede ser clientelista,



no puede hipotecar su voto por un favor.

Antanas Mockus



A menos de un mes de celebrarse elecciones vuelven las mismas cantaletas de las y los fanáticos de las votaciones contra el abstencionismo (ojo, votar no necesariamente significa democracia) sobre el deber ciudadano y la importancia de votar, ¿pero quiénes son éstos que se atreven a dar lecciones de civismo y desde qué posición lo dicen?, ¿por qué se critica a la sociedad y no a la clase política?

Ciudad Juárez es una de las ciudades más abstencionistas de México y está en el estado más abstencionista de la nación. Cierto que en esta ciudad se luchó cívicamente desde la ciudadanía contra el PRI-gobierno de los ochenta del siglo pasado para obligarlo a respetar resultados electorales y que desde esa época hay una alternancia en el poder, sobre todo PRI-PAN, como también y en mucho menor medida del PRD y el PVEM. Cierto también es que las expectativas ciudadanas de un cambio político-económico-social quedó corto como frustradas las posibilidades de conocer una alternativa real al corrupto sistema político que, apoyado en las elecciones, puede sobrevivirse así mismo sin necesidad de mejorar las condiciones de vida de la sociedad donde surge.

La falta de seriedad en la política para con la ciudadanía favorece el abstencionismo. La realidad de la ciudad, marginada y desgastada durante décadas por la falta de infraestructura y carencia de una política pública-social incorruptible, luego es el suelo fértil primero para el feminicidio y actualmente para la ola de violencia y muerte generalizada que la colombianización del macabro Plan Mérida estadounidense impone a través del gobierno federal ilegítimo de Felipe Caderón. La sociedad civil mexicana (y juarense) sólo cuenta para las elecciones, para seguir manteniendo los privilegios de quienes se aprovechan del poder político haciendo poco o nada a cambio, pero se desvanece fuera de lo electoral, invisibilizada hasta la siguiente contienda que le dé continuidad al régimen.

Luego la oferta partidista de candidatos(as) y alianzas alientan un panorama desolador e insultante para la participación electoral. Sin imaginación, sin propuestas, sin carisma y con una terrible fama de corrupción, mediocridad, cinismo y hasta relaciones con el narco, los principales candidatos de esta contienda llegan con la inercia de sacar una elección adelante, pero sin el interés o inteligencia de generar credibilidad para los locales. El PRI en alianza con el PT, PANAL y PVEM le apuestan al “carisma” populista y neoliberal del “Teto” Murguía, diputado federal con licencia, ex presidente municipal de Juárez en el periodo 2004-2007, cuyo gobierno despótico se caracterizó por imponer intereses particulares (Camino Real) enemistarse con ONG´s, reprimir movimientos ciudadanos, sostener en la jefatura policiaca a un narcoempresario (Saulo Reyes) entre otras muchas más, contra un poco conocido César Jáuregui del PAN, cuyo principal enemigo, más que el Teto, es el actual ocupante de Los Pinos.

La paradoja de la actual contienda radica en que no hay opciones. Sufragar equivale o a la desmemoria o a la ingenuidad cívica, pero sobre todo, a la complicidad con el régimen; a que se está a gusto con los resultados, con la evolución del Estado no importa quien gobierne. Quienes están más interesados en votar son precisamente quienes desean de todo corazón que las cosas no cambien, pues perderían privilegios; por eso también en cada nueva elección se reduce la participación ciudadana, porque cada vez son menos las y los que obtienen algo, a tal grado que las elecciones se están convirtiendo en asunto de los pocos beneficiarios (plutocracia): grupos de interés, clientelares y parásitos.

Aun si no existieran las condiciones de violencia suficientes para cancelar elecciones, las dos opciones con posibilidades de ganar (PRI y PAN) privilegian una política neoliberal de sometimiento político a los grandes empresarios, más las inercias de compadrazgo, nepotismo y corrupción de todos conocidos. Ambos partidos representan el triunfo de la derecha en México, el desmantelamiento de la nación, el sometimiento a Estados Unidos, el aumento de la violencia y el empobrecimiento de las y los mexicanos. A nivel local se auguran más tranzas, más anomia, más negocios lúgubres, o lo que es lo mismo, menos desarrollo social, menos libertades, menos justicia; el neoliberalismo de estos partidos y personas no pueden con la violencia, porque al estar en la lógica de la ganancia y la avaricia proporcionan las condiciones para la desigualdad y por ende, se convierten en parte del problema, la generan.

La contradicción de hacerse cómplice votando sugiere que el sufragio no es meditado, aun si se vota con alevosía y complicidad buscando un beneficio particular egoísta. Esto refiere a entender el abstencionismo como una respuesta ante el ejercicio de simulación en que se han convertido las elecciones: procesos para legitimar tanto a mafias partidistas y sus aliados, como a sistemas corruptos y mediocres o políticos peligrosos por incapaces, idiotas o sanguinarios. El camino de la democracia, si es acaso el que se anda buscando, aunque puede pasar por una boleta depositada en una urna, en estos momentos no representa más que el reforzamiento de aquello que el ciudadano(a) desearía descartar de su vida colectiva, por eso no es posible votar pues significaría que miles de muertes no han significado nada; que no nos importa lo que le suceda a esta ciudad, estado y país; que aunque nos quejemos, estamos complacidos con la clase política. ¡Qué contradicción! Hoy en Ciudad Juárez ser democrático, liberal, revolucionario o simplemente consciente, significa no votar.



NO SOLUCIONES, NO ELECCIONES



Revolución MMX