Sufragio efectivo, no reelección.
Francisco I. Madero
Está en puerta una iniciativa de Calderón para la reelección de diputados y presidentes municipales que cuenta ya con el beneplácito del consejero presidente del IFE, Leonardo Valdés. La noticia tal vez no sea tan relevante en el sentido que la clase política hace lo que quiere y desvía la atención de otros asuntos no menos importantes, pero más prioritarios, como son los más de 16,000 asesinatos en tres años de gobierno ligados a la fallida y no solicitada “guerra contra el narco”, que junto con el modelo económico neoliberal, están llevando al país a la debacle.
La situación sociológica política de México vislumbra dos visiones distintas de nación: el de la clase dirigente (los grandes empresarios y sus empleados políticos, así como la jerarquía católica y las transnacionales, principalmente de Estados Unidos) cuyos intereses apuntan a conservar privilegios “haiga sido como haiga sido”, manteniendo una clara postura reaccionaria, inconmovible, conservadora y retrógrada hacia los intereses y derechos de la población, tendiendo incluso hacia el desmantelamiento real del país, tanto de su riqueza como de su soberanía.
Y el de la de la sociedad en general, más compleja, heterogénea y que está pasando rápidamente de una tradicional postura pasiva con tendencia apolítica (despolitizada) a una posición defensiva y de incredulidad a partir de lo severo de la crisis económica y de inseguridad de los últimos dos años, reaprendiendo a demandar resultados de manera cada vez más fuerte (a pesar de la invisibilidad y/o acusaciones malévolas de los noticieros televisivos y no pocos periódicos cuasi oficialistas) exigiendo un freno y cambio de rumbo, pues se vive una situación insostenible con tendencia a explotar violentamente.
Claro que la clase política, ajena a las necesidades de la gente y más preocupada en alcanzar o mantener el poder, así como de satisfacer a sus amos empresariales, en el más puro pragmatismo cínico (sin ética, sin ideología) y enviciados de poder, están más preocupados por desvalijar la riqueza del país, haciendo el mayor número de tranzas (negocios) que les ofrezcan las mayores ganancias. ¿Qué importan las huelgas de los mineros, los electricistas o las y los maestros?, ¿qué importan los niños calcinados de Sonora, la represión en Oaxaca o los asesinatos de universitarios en Ciudad Juárez?, ¿qué importa el homicidio, el feminicidio, las extorsiones y el secuestro?, ¿qué importa reducir el presupuesto a la educación, así como su calidad? Tal vez lo único importante sea mantener o generar la suficiente pobreza enajenada para garantizar resultados electorales.
Por estas y muchísimas razones más, la reelección es un distractor de la realidad del país, es un insulto a la razón, a la memoria histórica y a quienes dieron su vida por un mejor país. En una democracia el poder político no debe concentrarse en unos cuantos, sino rotar al mayor número posible de personas, sino, simplemente no es democracia. Además no se puede transitar a esta posibilidad reeleccionista sin exigir mecanismos reales de rendición de cuentas y de castigo efectivo a la delincuencia política y de Estado. Tenemos el plebiscito y el referéndum en el papel, mas no hacemos uso de ellos. En algunos estados tenemos la revocación de mandato, algo tan fácil de hacer considerando la gran antipatía que generan los políticos, la cuestión es, ¿por qué no lo hacemos?
Si algo hay que agradecer a Calderón es que gracias a su fallida gestión, hoy muchos actores afectados se están uniendo, no tanto por cuestiones ideológicas, como de supervivencia y defensa, pero sobre todo, por tener al mismo enemigo en común: el neoliberalismo salvaje que representa la actual e ilegítima administración federal representada por este señor. No es de sorprender que desde hace tiempo exista ya un movimiento nacional de revocación de mandato (ver carta de los pueblos de México en este blog) como iniciativa ciudadana para evitar llegar a escenarios profundamente destructivos a que nos lleva desenfrenadamente las políticas económicas, de seguridad y gobernabilidad calderonistas o tal vez deba decir salinistas.
No sólo se requiere de aplicar el rigor de la razón y la ley a Calderón, sino también de descontinuar el sangriento modelo económico y desmantelar la mafia en que se ha convertido la clase política, tan nociva para la mayoría. La clase política actualmente obstruye que haya un gran diálogo nacional, un proyecto de nación viable y una mejor calidad de vida, pues recursos tenemos todavía y muchos. Nuestra tragedia es que no hemos podido construirnos a nosotros mismos si no es a través del espejo de la corrupción, del desmadre, el valemadrismo y la avaricia, sinónimos de ver tanta televisión y creer todo lo que nos dice; de seguir modelos económicos y culturales subyugantes no viables a la realidad mexicana; de imitar a personajes más bien anti heroicos y, no menos importante, por ese violento complejo de inferioridad que todos los días nos repetimos o nos repiten en el silencioso y tácito antidiscurso de la “necesidad” de un dirigente, un “líder” que nos resuelva todos los problemas.
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