martes, 15 de noviembre de 2011

Noviembre, mes de la muerte




Cuando el tecolote canta, el indio muere
Refrán popular mexicano

Quien no tiene nada por que morir,
 no tiene nada por que vivir
Ikram Antaki


La muerte, ¿cómo la celebramos?, ¿le tememos? No podemos definir lo que no conocemos o experimentamos; sin embargo, cada cultura, cada pueblo, sociedad o persona saca sus conclusiones, creencias, religiones o estudios al respecto. Noviembre es el preámbulo al invierno, al frío; a la época del renacer, el último eslabón de un ciclo: un moebius que gira a cada estación sin detenerse; noviembre simboliza la frontera entre la vida y la muerte.

Hablamos de la muerte por que en el fondo anhelamos ser inmortales, trascender la barrera de la inexistencia, de la nada; de incumplir el propio ciclo personal de vida; tal vez por eso admiramos y/o odiamos a los vampiros en estos tiempos de individualismo nihilista y superficial, del culto a la belleza y juventud eterna. La eternidad de la muerte nos atrae sólo si es digna de reconocimiento o satisfacción con nuestros deseos.

En México a la muerte se le personifica y le cantamos, nos reímos de ello o ella como parte de nuestra contradictoria idiosincrasia; sufrimos y festejamos algo que no comprendemos, pero sabemos que es inevitable. Tanto nuestros antepasados aztecas como españoles nos dejaron un legado mortal bastante cruel y violento, inconcebible para nuestra época, pero que de diferentes maneras seguimos practicando. La representación de la muerte convive con las y los mexicanos todo el tiempo.

Noviembre lo iniciamos con el culto a los muertos, síntesis del catolicismo con las creencias mesoamericanas cuyo festejo perdura hasta el momento. Resulta interesante notar que se le honra en lo particular y en lo plural; es decir, se recuerda a la persona o personalidad, pero se hace de manera personal: cada quien con su o sus muertos, a diferencia de quienes rinden culto a La Santa Muerte, o sea, a quienes hacen de la muerte algo abstracto. También es el mes de la Revolución, nuestra segunda independencia fallida, cuya cercanía con diciembre nos hace pensar en un próximo y gran desenlace hacia la reconciliación, la transición de la muerte a la vida.   

Por otro lado y precisamente porque la muerte también tiene una fuerte carga psicológica en el imaginario colectivo de la gente, es imposible dejar fuera el sentido de angustia, la sensación que causa la muerte cuando se sufre la “pérdida” de alguien, bajo cualquier circunstancia, pero sobre todo cuando es violento el deceso y no se diga cuando se vive en carne propia y colectivamente el miedo a morir o a vivir en peligro, como cuando se está bajo un régimen de terror, de muerte latente en el hogar donde el hombre golpea a la familia o cuando el Estado no respeta sus propias leyes (anomia) como en México (pero en general pasa en todos los Estados). La muerte se convierte en las muertes:[1] en algo desagradable; en dolor, en sufrimiento, cotidianidad y cercanía. Cuando la muerte es provocada por humanos y humanas le da otro sentido, así se justifique, se permita o se minimice.


En la astrología occidental, noviembre está bajo la influencia de la constelación de escorpión y  simboliza el sexo; anteriormente era representado por el ave Fénix, cuya leyenda cuenta que resurge de sus cenizas. En la tradición maya el periodo que va de mediados de octubre a mediados de noviembre (el zodiaco maya es lunar y de trece signos) se representa con Moan (lechuza) y se le relaciona con el inframundo y la muerte, pero también con la sabiduría y el misterio místico del génesis. En la tradición celta se celebra el Samhain o fin del verano, de la noche del 31 de octubre al primero de noviembre, donde inicia el nuevo año y se rinde culto a los ancestros, lo que luego con el cristianismo pasó a celebrarse como Día de Todos los Santos y particularmente en la cultura inglesa dio entrada al All Hallow´s Eve o Vigilia de Todos Los Santos, más recientemente conocido como Halloween.

Al igual que todas las sociedades sometidas a las guerras, epidemias, desastres naturales o hambrunas, la muerte está presente en nuestra historia con dolor y sufrimiento, como esta actual etapa de guerra sórdida de cinco años, “guerra contra el narco” que ya supera los cincuenta mil asesinatos ligados a este concepto (muchos más si juntamos el total de asesinatos por otros delitos). Cuando se utiliza el poder de las guerras o la violencia de Estado, la muerte aterroriza y es usada como forma de control y sometimiento social enajenante, pero por un corto tiempo, por que luego el miedo se trasciende, pues no se puede vivir constantemente esperando a la muerte en forma de violencia, injusticia, engaño, como si fuera la única forma de morir, y por lo tanto vivir; un destino manifiesto, exacerbando un estado de shock permanente, por que eso significaría vivir enajenado(a) en vez de matar aquello que nos hace daño.

Noviembre, el mes de la muerte, representa para la actual generación de mexicanos y mexicanas, dos caras de un mismo fenómeno: lo inevitable y lo trascendental, por lo mismo resulta importante reflexionar sobre la otra cara de la muerte, como fin de ciclo y preámbulo de un nuevo comienzo. Noviembre revoluciona hacia la vida pasando por la muerte.


¿Vivir de rodillas o morir de pie?


[1] No sólo hombres, mujeres, niños y niñas, ancianos, ancianas, pobres, ricos, buenos, malos…sino nombres, personas, seres humanos, seres queridos (u odiados).