viernes, 29 de octubre de 2010

¿Quién confía en los políticos?

                                        (Publicado en El Diario viernes 28/10/10)

En el actual estado de violencia anómica de Ciudad Juárez, lo que llamamos “clase política” (en realidad es más estrato que clase) favorece dicha situación. Convencidos de ser indispensables para la sociedad, los políticos(as) inventan una imagen de sí mismos(as) no correspondiente con la realidad, menos con la presente situación de emergencia; los autodenominados “líderes” políticos son parte del problema que estamos viviendo. Veamos qué hace que pierdan nuestra confianza.

Los políticos son gente abierta. Tal vez en su etapa de ascenso o en campaña electoral muestren su cara más amable y “buena onda”, pero en un puesto de poder son otra cosa. Los últimos treinta años de alternancia política y neoliberalismo en el estado comprueban más bien un perfil conservador, autoritario, poco abierto a los cambios e insensible ante las necesidades sociales. Acciones como el horario de venta de alcoholes establecida por Fernando Baeza o el “toque de queda para menores” de la primera administración de “Teto” Murguía; el exhorto a no legalizar las uniones de convivencia del pasado Congreso estatal o la negación a despenalizar las drogas son vivos ejemplos de ello.

Los políticos nunca se equivocan o son infalibles. La construcción del político presenta siempre una falsa imagen de seguridad que termina por convertirlos, si no es que ya lo eran, en gente soberbia y mitómana. El ejemplo emblemático de esto es el fracaso de la “guerra” contra el narcotráfico en Chihuahua: comenzando con Calderón (“el presidente del empleo”) los secretarios de Estado, el gobernador, hasta el militante más bajo del partido, todos niegan sus errores y falta de resultados. Es muy difícil ver destellos de humildad y honestidad en ellos; entre más grande el puesto, menor es esa posibilidad.

Los políticos son éticos. El político tiene dos caras: la que muestra en público y la que ofrece a sus amigos y patrones en privado, por eso es difícil saber lo que piensan y cómo van a actuar. Su falta de ética permite fenómenos como la pobreza económica y educativa de grandes sectores de la población sin los cuales les sería muy difícil gobernar. Mientras haya necesidad e ignorancia la ética política alcanzará para que sigan actuando en forma deshonesta, sin transparencia, como mafia.

Los políticos son capaces de llegar al sacrificio. Si ya paró de reírse, esto significa que es tanto el amor por su patria, ciudad, comunidad, etcétera, que en ningún momento el político pondrá en riesgo su puesto, mucho menos su integridad, ¿pues qué acaso no se sienten indispensables para la sociedad? Así pues cualquier sospecha, indicio o prueba de corrupción u otro delito los hará sentirse ofendidos aun si se les comprueba que son culpables; pero no habrá ninguna disculpa, mucho menos renuncia, pues el “sacrificio” consiste precisamente en estar dentro del presupuesto gubernamental, en ejercitar el poder.

Los políticos inspiran confianza. No, los políticos no inspiran confianza; por el contrario, cada vez es menor la población que está dispuesta a confiarles su voto, su seguridad o creer en su honestidad y promesas. Acciones como la construcción del Camino Real, la prácticamente nula procuración de justicia y la forma como se protegen entre ellos, dificulta las simpatías de la sociedad. Ciudad Juárez no olvida que aunque Calderón nos metió en su “guerrita”, el PRI facultó la anomia actual.

Los políticos van a sacar los problemas del país, la ciudad, etcétera. Y si no pueden dirán que es porque la sociedad no ayuda, o que por ésta las cosas no funcionan. La realidad de los políticos refleja la sociedad de donde emanan: el sanguinario gobierno de Felipe Calderón muestra un conservadurismo autoritario de derecha, condescendiente con los Estados Unidos y severo con las y los mexicanos; no escucha críticas y se aferra a sus decisiones sin importarle el sufrimiento de la gente. Igual a nivel estatal el PRI neoliberal no se aleja mucho de la descripción anterior y no se diga del régimen de Murguía con su neoliberalismo populista que ya conocemos.

Los políticos quieren que la sociedad se mantenga estoica, sumisa y viviendo en “valores” ante la ola de violencia sin descanso en medio de la mayor crisis económica y de seguridad que haya experimentado Ciudad Juárez, por eso es necesario hacer política sin políticos, porque están nuestras vidas y futuro de por medio.

Es indispensable que la sociedad se asuma política (o sociológica si le molesta que le relacionen con lo político) porque las soluciones no van a salir de los políticos profesionales (los que cobran) sino de la gente. Como sociedad hemos dejado crecer a los políticos sin vigilarlos y, como los niños que crecen sin vigilancia, los hemos convertido en verdaderos monstruos que hacen lo que quieren y no aceptan regaños, mucho menos castigos, de ahí su sentimiento de superioridad y el peligro que nos representa su egoísmo.

¿Usted cree en los políticos? Yo tampoco

jueves, 28 de octubre de 2010

Carta en solidaridad por las masacres de Ciudad Juárez

Con dolor y en solidaridad, les pedimos suscribir y circular. A todos y todas, gracias.


PARA NUESTROS HERMANOS Y HERMANAS DE JUAREZ, DE MEXICO Y DE LA COMUNIDAD INTERNACIONAL

Llevamos latente el luto y el dolor de nuestros hermanos y hermanas, padres, hijos, hijas y amigos que nos ha arrebatado una guerra que no es nuestra.

Sus nombres ya no son noticia y sólo sus familias los lloran, la masacre de Salvárcar sigue esperando una justicia que no llega y Horizontes del Sur está velando sus muertos con el desgarramiento del dolor, del miedo y la impotencia.

Sin acabar de entender por qué nos están matando, sin comprender por qué niños, jóvenes, mujeres, ciudadanos comunes son el blanco de asesinos, el día de hoy 28 de octubre, en este absurdo cruel, les arrancan la vida a 5 mujeres obreras, humildes, pobres que regresan de trabajar de noche en una maquiladora y dejan heridos a muchos otros compañeros y compañeras.

Se nos acaban las palabras y nos desborda la indignación y el dolor de una comunidad abandonada, amenazada y sin gobierno.

A las familias de quienes perdieron la vida y de los que están heridos, les decimos: no sabemos que hacer, pero estamos con ustedes y lloramos con ustedes las heridas y las vidas arrebatadas. Cuentan con nosotros.

A la sociedad civil le invitamos a reforzar esfuerzos para buscar juntos la fuerza que necesitamos para recobrar Cd. Juárez.

A la comunidad internacional, le pedimos expresar su solidaridad con nuestra ciudad ante esta realidad de muerte que nos agobia y devasta.

CON PROFUNDO DOLOR NOS PREGUNTAMOS: QUE MAS TENDREMOS QUE PADECER Y … HASTA CUANDO

En solidaridad



CENTRO DE PASTORAL OBRERA DE CD. JUAREZ


CENTRO DE PASTORAL OBRERA

Ignacio Mejía # 1751 Ote., col. Partido Romero, edificio CECADE

Cd. Juárez, Chih., México

tél/fax: (656) 614-0718



martes, 26 de octubre de 2010

Limpieza social: aquí no pasa nada.



Horizontes del sur se suma a la larga lista de masacres acontecidas en Ciudad Juárez a partir de la despiadada y cada vez más absurda “guerra contra el narco” declarada por el gobierno federal y acatada servilmente por el estatal y municipal. Primero los ataques a los centros de rehabilitación de usuarios a drogas, luego la matanza de Villas de Salvárcar; ahora Horizontes del sur.

El viernes 22 de octubre cerca de la media noche, un comando armado acribilla a las y los asistentes de una fiesta particular dejando hasta el momento 14 muertos y una cantidad similar de heridos; entre las víctimas se encuentran jóvenes, mujeres y niños. El acontecimiento viene a opacar el resto de asesinatos que se dieron ese fin de semana, mas no así la incompetencia del Estado, totalmente rebasado y a la vez cómplice de estas tragedias por su incapacidad para brindar protección a su sociedad.

Todo parece indicar que estamos ante una política de exterminio social tolerada y estimulada a través de escuadrones de la muerte, como sospecha el senador Ricardo Monreal, pues "estos grupos actúan al margen de la ley con complicidad, reconocimiento o tolerancia del Estado mexicano" (“Ven limpieza social, no narcoguerra”, El Universal, 18/10/10) al hacer un balance sobre las cerca de 30,000 muertes violentas desde que inició la famosa “guerra”. Esta es una sospecha grave, por eso el Senado estudia la relación de los hechos bajo este criterio, tomando en consideración declaraciones y actuaciones de varios alcaldes del país, así como las estrategias de las operaciones policiaco-militares del gobierno federal.

Regresando al caso de Juárez, hoy convertida en la capital de la impunidad, pareciera que es un experimento donde se pone a prueba los límites de la tolerancia social al llevarla a extremos de violencia: desde el inicio de los desparecidos Operativo Conjunto Chihuahua y Juárez en 2008 para combatir el narcotráfico, el general Felipe de Jesús Espitia, coordinador de los mismos, declaraba cosas como “son enemigos menos” o “se están matando entre ellos mismos” cuando empezaban a aumentar escandalosamente el número de asesinatos a raíz de dichos operativos. Luego vendrían las grandes matazones en Creel, Chihuahua, el Valle de Juárez y Ciudad Juárez; los abusos y desapariciones con los militares; los secuestros y extorsiones con la llegada de la PFP, la persecución y asesinato a activistas sociales, científicos, derechohumanistas, artistas, estudiantes…


La misma actitud de los gobernantes refleja esa sensibilidad indolente que tanto repulsa a la sociedad: a la mañana siguiente de la masacre en Horizontes del sur, el alcalde de Juárez, Héctor “Teto” Murguía, daba inicio a una más de sus audiencias públicas rodeado de policías y sólo ante la insistencia de las y los periodistas fue que pudieron sacarle un comentario sobre el hecho; es decir un tácito “aquí no pasa nada”. Un día antes, el viernes al mediodía, una marcha y mitin convocada por el gremio médico entregaba a representantes del municipio y el estado, pero con la ausencia de alguien del gobierno federal, un pliego petitorio de exigencia de acciones contra la violencia; por la noche tuvieron su respuesta.

El rasgo común de quien muere violentamente en Juárez, según el criterio gubernamental es por estar involucrado en el crimen organizado, lo cual es una descalificación prejuiciada que ya le costó fuertes criticas al gobierno federal en boca de Calderón cuando la matanza de Villas de Salvárcar a principios del 2010. Pero un rasgo muy común del que casi no se habla, indica que la gran mayoría de las víctimas pertenecen a estratos pobres de la población.

Doblemente victimizadas, la justicia está ausente en nueve de cada diez casos de asesinato; estamos en presencia de un genocidio selectivo de personas consideradas indeseables o desechables para el Estado mexicano, pero por otro lado asistimos al colapso ético de las instituciones: no sólo es una política de desgobierno, como apunta el sociólogo Alfonso Herrera, también es una situación abiertamente provocada por la clase política en el juego del poder partidista y del alineamiento con las nuevas políticas de vecindad de Estados Unidos con nuestro país.

Esta nueva faceta del neoliberalismo en su etapa policiaca, indica claramente su tendencia exterminadora: países como México hacen el trabajo sucio de países como Estados Unidos al implementar diversas medidas de limpieza social en los segmentos más bajos de la sociedad, como sucede en Juárez o también con las y los indocumentados de Centro y Sudamérica que pasan por nuestro país rumbo al norte, como si con eso se evitara el colapso de la economía capitalista en su crisis actual.

Pero aquí no pasa nada. Ciudad Juárez sufre una especie de locura colectiva muy cabrona; una enajenación que es a la vez nuestro escudo y escape de una realidad que no alcanzamos a comprender en una guerra con enemigos invisibles y autoridades que no se ven. Nos vamos acostumbrando sin reaccionar a la violencia, como zombies, ante la mirada recelosa de los vecinos del norte y ante la incomprensión del país, que no se quiere mirar reflejado en el espejo de Juárez.

La matanza de mujeres en Juárez


(publicado en El Diario, sábado 23 de octubre, 2010)

El feminicidio, concepto mundialmente conocido e inspirado por los asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez, está llegando a niveles insólitos de crecimiento, como indican las estadísticas. Las actuales condiciones de inseguridad y anomia permiten un genocidio sin precedentes donde se asesina por igual y cotidianamente a hombres, mujeres, niños(as), jóvenes, ancianos(as) y no se ve para cuándo acabe esta masacre.

En las condiciones de criminalización de la sociedad juarense por el estigma federal de “combate” a los cárteles de la droga (donde el estado y principalmente Juárez son sinónimo de “tierra de narcos”) no podemos aspirar ni esperar mucho del Estado mexicano, más interesado en maquillar cifras minimizando su fracasada misión en sus tres niveles de gobierno (federal, estatal y municipal) que en combatir la violencia, particularmente hacia las mujeres, pues poco comprometidos se han visto a pesar de la presión mundial y exigencias como el de la resolución de la Corte Interamericana de Derechos Humanos por el caso de las asesinadas en el campo algodonero.

El caso del feminicidio es emblemático porque lejos de desaparecer el fenómeno en Juárez, se incrementa desde que inicia la tristemente famosa “guerra” contra las drogas emprendida por el gobierno federal de manera unilateral e irresponsable.

En las últimas semanas a partir de septiembre, los medios de información hacen saber de ejecuciones de mujeres prácticamente todos los días y con particular saña. Uno de los últimos casos, el de la mujer secuestrada, videograbada y luego aparecida muerta, es una señal inequívoca de una dialéctica negativa y dañina en cuestión de género: en vez de mejorar la condición de la mujer, se deplora en el ámbito de la anomia incrementando el genocidio sin distinción de sexo.

No se trata de poner el tema de las mujeres por encima de otros igual de urgentes (de hecho la ciudad vive una situación de emergencia no reconocida) pero llama la atención el perjuicio total hacia la mujer, de por si desprotegida y vulnerable en una sociedad machista y patriarcal, más en las condiciones actuales.

La misma “guerra” está llevando la vida cotidiana juarense a niveles inadmisibles de gobernabilidad, pues no hay instituciones que respondan a los cada vez mayores reclamos de paz y armonía que exige la sociedad.

Llama la atención en esta nueva etapa del feminicidio, los motivos por los cuales se les está matando: por sus vínculos con el narco y/o el crimen organizado; para secuestrarlas y cobrar rescate o simplemente robarlas; por vendettas y rivalidades; por “limpieza social”. Además se debe agregar el incremento de asaltos, extorsiones y demás delitos que acosan a la sociedad juarense en general y a la mujer en particular. No es una situación fácil y por conocimiento de causa, no es posible esperar mucho de los nuevos gobiernos municipal y estatal; del federal sólo se espera más anomia.

Las nuevas circunstancias de inseguridad y crisis económica están cambiando nuestros hábitos cotidianos y costumbres. Por esta razón las mujeres han tenido que ceñirse y enfrentar el porvenir oscuro en que el estamos parados: mujeres policías, sicarias, extorsionadoras, choferes, agentes de tránsito, son los nuevos roles, mientras se incrementan los de masajistas, prostitutas, traficantes, viudas y huérfanas. Es doloroso constatar además la situación de empobrecimiento, desempleo, depresión y miedo que ambientan la ciudad y donde las mujeres se encuentran tanto y más desamparadas que los hombres.

La situación parece insostenible y sin embargo la ciudad sigue su marcha. El miedo y la enajenación no son todavía lo suficientemente “alarmantes” para lograr la cohesión social necesaria que pueda poner fin a tanta desgracia, lo cual festejan estos gobiernos que no gobiernan ni dan resultados, ni se comprometen a nada (verdaderos “ni-nis”).

De hecho el Estado mexicano es tan responsable de este genocidio (casi siete mil asesinatos tan sólo en Ciudad Juárez desde el 2008) como quienes se dedican específicamente a ello. La “guerra contra el narcotráfico”, además de ficticia, es una guerra perdida que sólo está debilitando al gobierno, arriesgando a la población y destruyendo la economía.

COLOFÓN DIALÉCTICO

El 19 de octubre por propuesta de la Organización Mundial de la Salud, se celebra mundialmente el Día internacional de la lucha contra el cáncer de mama. Desde el 2006 es la primera causa de muerte de mujeres mayores de 25 años en México, según datos de la Secretaría de Salud aunque de acuerdo al diario Milenio (Milenio semanal del 9 /5/10) en el 2010 la violencia intrafamiliar es ya la primera causa de muerte de mujeres en México.

De seguir las cosas como van para el 2011 ó 12 el asesinato será la primera causa de muerte femenina en México, como de seguro ya lo es o está cerca de serlo en Ciudad Juárez.