50 años de La
democracia en México
Carlos Murillo González
Frente al México organizado del gobierno (con su
sistema presidencialista, su partido, sus uniones de trabajadores) y frente a
los sectores de poder, también organizados (como el ejército, la iglesia, los
empresarios nacionales y extranjeros) hay un México que no está organizado
políticamente.
Pablo González Casanova
En 1965 aparece la primera edición del libro de Pablo González
Casanova La democracia en México*, el
primer estudio sociológico donde se somete a prueba las condiciones de vida de
las y los mexicanos en un régimen de apariencia democrática. ¿Ha cambiado algo
desde entonces?
El texto, terminado en mayo de 1963, es un amplio y rigoroso
examen estructural de la economía, la política y la sociedad del México
posrevolucionario. Para el lector(a) actual, acostumbrado al uso superficial
del concepto de democracia, le parecerá raro encontrar dicha palabra mucho
después de comenzada la lectura y en cambio entrar de lleno a la cuestión
político económica con referencias directas de los indicadores más cercanos y
confiables de la época, principalmente el Censo de 1960, así como anuarios
estadísticos y otras fuentes de cuantitativas relevantes.
Se trata pues de una investigación de amplio alcance, hasta
entonces algo inédito en el país, sobre el desarrollo de la democracia en base
al desarrollo económico; los datos duros permiten ver un México marginal en
muchos aspectos tan sensibles y básicos como la alimentación, el vestido y la
educación. Es también un retrato de época, de la transición de una sociedad
rural a una urbana. Las zonas rurales del siglo XX son tan marginales como las
actuales; la diferencia es su ponderación poblacional: en 1960 representaban casi
la mitad de la población (hoy son menos de la tercera parte).
Para quienes gusten de
los datos electorales, González Casanova ofrece varios
apartados interesantes que muestran comparativos por elección y
porcentajes de participación. Hay también una crítica a la democracia
capitalista y las aspiraciones burguesas de las élites económicas y políticas
por mantener una situación favorable a sus intereses. Muestra lo que él llama
un “México precapitalista y predemócrata” (página 187). Es la última etapa del
“Milagro mexicano”, de la industrialización del país a partir de la sustitución
de importaciones iniciada en los años cuarenta con motivo de la Segunda Guerra
Mundial.
También entonces nota una atomización social, una distorsión
política fruto del analfabetismo y el conservadurismo mexicano. Hacia esas
fechas la protesta social y en general, inconformarse, demandar o exigir
públicamente y organizarse para ello, son considerados más como actos
delictivos que como derechos democráticos, tanto por el Estado, obvio, pero
también por la sociedad. La tradición cultural autoritaria mexicana atraviesa clases
y estratos para mezclarse con la apatía política, la sumisión cívica y lo que
hoy llamaríamos el desencanto con las
instituciones democráticas. También
para entonces es notable ya la penetración e influencia de los Estados Unidos
en la vida del país: desde la inversión privada hasta la invasión cultural y
por supuesto, la dependencia económica.
El análisis de las estructuras del poder político, sus actores y
dinámicas, están representadas como fuerzas desiguales, donde el monopolio del
poder se centra en alrededor del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y
el presidencialismo, pero subsisten a la vez partidos de oposición, movimientos
sociales, organizaciones patronales, caciques regionales y un clero y sector
católico de derecha todavía muy influyente,
según el autor, con tendencias fascistas. El gran actor marginal, el
gran explotado, es el indígena, como ya se habrá imaginado el lector(a).
Las grandes ausencias en La
democracia en México son los jóvenes, las mujeres y los medios de
comunicación, quienes ahora juegan importantes roles en la sociedad del siglo
XXI. No obstante González Casanova
reivindica que “No habrá otra revolución en México (y de ello es necesario
tener plena conciencia) sino cuando la estructura social sea incapaz de
resolver los problemas urgentes del
desarrollo de la nación y cuando se hayan agotado
las posibilidades de una lucha cívica” (página 96). Faltan datos sobre
televisores, radios y su cálculo de usuarios, pues sería interesante conocer su
penetración cultural por insignificante que fuese. En cambio el texto nos
ofrece el número de tirajes de los principales periódicos a nivel nacional y
estatal, pues se contaban por millones, algo inaudito en la actualidad.
Si al leer La democracia…
siente que ha regresado al pasado, entérese que no ha salido de él. Ese pasado
es el presente extendiéndose en el tiempo en un camino lento y tortuoso. La
gran contribución de González Casanova es interpretar la democracia no sólo desde
lo electoral, institucional y jerárquico, sino de atraer la atención sobre el
problema de la desigualdad, la pareja del binomio libertad-igualdad básico de
cualquier democracia. Por eso la legitimidad de la democracia en México se
desmiente: por su enorme rezago social. 50 años después, La democracia en México de Pablo González Casanova nos sigue
recordando las contradicciones mexicanas vigentes a la fecha, ¿qué haremos al
respecto?
*Pablo González Casanova, La
democracia en México, Ediciones Era, Vigésima reimpresión, México, 1995.