jueves, 29 de abril de 2010

Amor odio miedo licantropía




Homo homini lupus

Thomas Hobbes

La historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases, dicen Karl Marx y Friedrich Engels al principio del Manifiesto del Partido Comunista de 1848. Esto da lugar a interpretar la historia de la humanidad como la historia de la guerra; es decir son los pueblos guerreros quienes por ofensa o defensa han forjado la historia, ya sea combatiendo y exterminando a las sociedades pacíficas, ya sea convirtiéndose en guerreros para no ser exterminados o para liberarse del yugo de un imperio o gobierno tiránico explotador.

Las relaciones sociales ¿siempre son difíciles? Para autores como Hobbes sí, porque la humanidad es mala por naturaleza, por eso la “necesidad” de un monarca para controlar al Leviatán presente en toda sociedad humana y evitar así matarnos unos a otros, idea totalmente contraria a la propuesta de Jean Jacob Rousseau, quien estima que el ser humano es bueno por naturaleza, pero la sociedad lo corrompe cuando es mal gobernada: un pueblo que gobernase bien, no tendría necesidad de ser gobernado (Rousseau, El contrato social: 1762). La cuestión no resuelve el problema, el conflicto prevalece: nos seguimos enfrentando a situaciones de guerra cotidianamente desde hace diez mil años.

La trinchera de los problemas nacionales de México se amplía y supera sus fronteras. Frente al nuevo Estado policiaco neoliberal mundial propuesto y aplicado por los Estados Unidos, la guerra se adapta al nuevo panorama de conflictos globalizados sin fin (terrorismo, narcotráfico, regreso al socialismo (sic) etcétera) promocionando el engaño, la desinformación y el miedo social en apoyo de una economía bélica que reinventa toda una industria privada (armamento, mercenarios, cárceles, consultorías) para “resolver” problemas originados por ellos mismos (crisis económicas, prohibiciones, corrupción política-empresarial, depredación ecológica). Los gobiernos entreguistas de México, desde Salinas de Gortari a Calderón, han colocado al país de acuerdo a los intereses de esa nación siguiendo su juego y en contra de los intereses de la sociedad mexicana.

La propaganda gubernamental de Estados Unidos en y hacia sus países neoliberales satélites (Colombia, México, Honduras) nos venden la idea hobbiana de una sociedad violenta agregando además un factor racial: los países latinoamericanos son incapaces por sí solos de gobernarse (Estados fallidos) por eso un Plan Colombia, un Plan Mérida, etcétera, sino luego se convierten en un peligro, ya no para nosotros mismos, sino para los estadounidenses y el mundo. La misma retórica se aplica para justificar las guerras de intervención en Panamá y Granada en América, Afganistán e Irak en Asia y el discurso hostil hacia Venezuela, Cuba, Irán y Corea del Norte. Claro, los Estados Unidos aunque sean la nación más armada del planeta, no representan peligro alguno para el mundo, por eso el premio Nobel de la paz 2009, Barack Obama, puede firmar tratados internacionales de reducción del arsenal nuclear mundial cuando ya cuenta con armamento más sofisticado y destructivo que las temidas bombas atómicas.

La justificación maniquea, además de la racial, se entiende porque los estadounidenses creen firmemente en cosas como la Doctrina Monroe (América para los americanos) y el Destino manifiesto (que son el pueblo elegido de Dios y Dios los ama) se sienten paladines de la democracia y la libertad (sic) y así. Su ideología guerrerista, hedonista, individualista, hipercompetitiva y aislacionista, los aleja de la realidad mundial y por lo mismo la distorsionan: no entienden por qué el mundo los rechaza, ¡si son tan buenos! Incapaces de adaptarse al mundo, promueven la adaptación del mundo a sus intereses y gustos como en una típica película de Hollywood: el estadounidense heroico que salva solo al mundo de todos sus enemigos (terroristas islámicos, narcos mexicanos, extraterrestres horrorosos, sectas proféticas, etcétera) arrogante y sin heridas ante un planeta débil e ignorante que se rinde a sus pies; el sueño americano imperial.

La irresponsable “guerra contra el narco” no sólo es el parapeto de la presidencia espuria del sanguinario Felipe Calderón (quien en un país con un poquito de dignidad, ya lo hubiera juzgado por crímenes de lesa humanidad) sino también un capítulo del proyecto geopolítico estadounidense en aras de mantener su imperio. La reacción de la nueva ley antiinmigrante de Arizona, nos permite ver el terrible miedo del estadounidense anglo, conservador redneck; el W.A.S.P., el neonazi y el Ku Kux Klan envueltos en el nacionalismo patriotero en defensa de su mundo feliz, prototipo de la Alemania Nazi de Hitler y del Israel sionista contemporáneo. Es un odio irracional al temido enemigo explotado e invisibilizado por el capitalismo voraz que ellos promueven en la figura del inmigrante despojado, pobre, sin rostro y sin derechos sin el cual no podrían explotar y consumir a gusto el 40% de todos los bienes, energéticos y productos del mundo, a pesar de representar sólo el 2% de la población mundial.

El amor degenerado en odio a través del miedo convierte al humano en demonio, en bestia autodestructiva, un verdadero hombre y mujer lobo feroz devorando a otros lobos por cosas que no comprende. Sin embargo, ¿por qué El Paso, Texas es una de las ciudades más tranquilas del violento Estados Unidos y Ciudad Juárez es la ciudad más violenta del mundo “democrático”? si las dos fueron fundadas y están llenas de mexicanos(as). Para mí la respuesta es que en condiciones socioeconómicas favorables, una sociedad no aspira a la destrucción o la violencia y El Paso es un ejemplo de ello: una ciudad dinámica de migrantes pacíficos, quienes a pesar de la marginación gubernamental (por el hecho de estar full of Mexicans) tiene un buen desarrollo en términos generales, mientras en Juárez la rapiña política-empresarial desinteresada en el desarrollo social, siempre sacan beneficios de la ciudad, pero no los devuelven, generando las condiciones ideales para la violencia, el abuso y la impunidad; aquí el problema es el gobierno, pero también el conflicto emocional-racista de nuestra cultura: la tragedia de odiarnos por ser mexicanos(as) de otra manera no se entiende tanto odio hacia nosotros mismos, pero sí el por qué no logramos despegar y progresar, pues si no nos amamos.

Para reescribir el presente.

NO SOLUCIONES, NO ELECCIONES

Revolución MMX