Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí.
Augusto Monterroso
Por más que la ciudadanía quiera quedarse al margen de las campañas electorales, cada vez son éstas más frecuentes y de mayor duración, a pesar de la vigilancia de los órganos encargados, pues partidos y políticos siempre encuentran la manera de ocupar (o pagar) espacios en los medios, ya sea descarada o disfrazadamente. La clase política no puede entender que vivimos en otros tiempos porque sus perfiles no corresponden a las circunstancias del momento.
Para empezar no existen condiciones para llevar a cabo elecciones, pues estamos viviendo un Estado de excepción; los miles de asesinatos no mienten. Querer realizar votaciones bajo esas circunstancias es una locura, un acto de inmadurez e irresponsabilidad política, de falta de sensibilidad hacia la ciudadanía. La realidad violenta del estado exige algo más que votar; se vive en Chihuahua a un alto costo: la idea de vida cara supera con creces la cuestión económica para situarse en el cénit de una vorágine de crisis económica, de inseguridad y salud pública, pues la cotidianidad de la sociedad está trastocada irremediablemente por estos rubros. ¡Qué caro nos cuesta vivir en Chihuahua en estos momentos!
El perfil neoliberal-empresarial de los posibles sucesores del actual gobernador, que seguramente emanará del PRI o el PAN, indican implícitamente también un perfil religioso-conservador muy peligroso para la sociedad chihuahuense, si de lo que se trata es de darle fin a la violencia, porque son personas que en todo momento han apoyado el actual Operativo Conjunto, lo cual de entrada anuncia su continuación. No sólo eso, son personas afines o proclives al pensamiento de derecha, capaces de condenar al aborto y enmudecer ante la violación de los derechos ciudadanos, pero incapaces de criticar el intervencionismo político de la iglesia católica ni mucho menos de reconocer su adicción al poder, por ejemplo.
Para el político profesional la gente no existe. Existen los votos, la televisión, la imagen, los medios en general; son personas capaces de hacer lo que sea con tal de acceder al poder, pero una vez instalados pueden ser tan déspotas como cualquier rey o cacique. La idea del “hombre fuerte”, “el líder”, es una idea de otra época, relacionada en lo religioso con “el salvador” y en lo político con los estados guerreros. Ni aún el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, considerado en el 2009 por la revista Forbes como “el hombre más poderoso del mundo”, puede presumir que lo es, pues detrás de él, se encuentran grupos de interés (élites) y sus decisiones están influidas, empujadas o limitadas por lo mismo.
La democracia reducida a lo electoral es una democracia de derecha, porque es la única que reconoce el sistema capitalista neoliberal, dada la facilidad de ese método para definir ganadores en un círculo más o menos reducido de influencia. Su cometido es simplemente dar la impresión de orden civilizatorio brindando continuidad y legitimidad al sistema por medio de la sucesión periódica. Por eso los partidos inhiben las candidaturas ciudadanas o la democracia participativa: entre menos ¡mejor!
La democracia de derecha, en este sentido es una ademocracia (negación de la democracia) porque simula ser sin ir más allá del orden; la idea de progreso se mide en relación al número de negocios y empleos como sinónimo de “calidad de vida” y no en cuanto a la capacidad de poder hacer copartícipes a la sociedad en una relación más activa y benéfica, manteniendo una dualidad ambigua de tutelaje-vasallaje, poco satisfactoria en cuanto a la cobertura de políticas públicas, sociales y culturales, como se puede notar en la ausencia, descuido y/o desmantelamiento de escuelas, hospitales, centros de rehabilitación, parques y artes, con tendencia a la privatización: todo es negocio, pero las ganancias no van a la sociedad.
Las elecciones del 2010 en Chihuahua son desde ahora una farsa, un requisito para decir que “somos democráticos” sin el mínimo deseo de llegar a serlo por parte de la clase política y empresarial. No hace falta hacer fraude: el fraude está hecho desde hace décadas en el engaño mismo de las promesas de campaña; en el futuro prometedor e inalcanzable que nunca llegará; en voltear la mirada donde no alcance a verse la muerte y destrucción de la “guerra contra las drogas”; en la hipocresía de los discursos y slogans políticos.
El desaliento político a que mueven las campañas, la realidad hostil, el presente y futuro incierto, la religiosidad traicionada, el desahució de las instituciones públicas a la sociedad necesitada, todo apunta hacia el gran fracaso electoral; a la ridiculez más pronunciada en cada nueva elección con menos votantes. A final de cuentas el ejercicio del voto en Chihuahua es el negocio de unos cuantos, los menos, los vendidos o comprados, los egoístamente interesados. Por lo anterior:
¡No soluciones, no elecciones!