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viernes, 2 de septiembre de 2016

¿Por qué no cae Peña Nieto?


¿Por qué no cae Peña Nieto?
Carlos Murillo González

Casi cada semana y aun antes de ser presidente de la república, Enrique Peña Nieto (EPN) ha sido y es, una constante fuente de calamidades y agravios para las y los mexicanos, pues es un campeón de la corrupción, la violencia y la mediocridad. ¿Cómo es posible ante tanta y tan obvia mezquindad que siga al frente del gobierno de México?

El problema y su solución, sin embargo, está en la sociedad mexicana, pero ésta no quiere, no sabe o no puede hacerlo. El sistema político mexicano de por sí apesta con sus decadentes partidos y sus retrógradas políticos que son además el contexto de donde surgen los actuales Duarte, los Moreno Valle, los Graco Ramírez y otros nefastos gobernadores, más los presidentes municipales, diputados, senadores, regidores, todos cortados con la misma tijera.

En México los partidos políticos son genéricos del PRI, igual de corruptos o en proceso de serlo, por eso la gente no ve diferencia entre unos y otros. El grave problema de esto es que los partidos actúan como una verdadera mafia, la “Cosa Nostra” mexicana en disputa por el poder, con sus secuelas de sangre y destrucción, al margen de la ley y con total coste al pueblo de México. Esa tremenda impunidad da como consecuencia productos tipo EPN, nacido del fraude electoral, la imposición y la compra de consciencias.

EPN es un verdadero peligro para México, lo ha demostrado con creces. Pocos están contentos con él y quienes lo defienden son tan pendejos como él. Sin embargo en un país de analfabetas políticos, despolitizado, enajenado, es ideal para personajes estúpidos como Peña Nieto, un títere del sistema totalmente rebasado, gris, impuesto  por intereses oscuros de personajes igual de peligrosos, pero temidos, como el ex presidente Carlos Salinas de Gortari.

Cada sexenio es lo mismo: una apuesta al futuro con políticos apátridas, déspotas y egocéntricos convertidos luego en la peor versión de sí mismos gracias a ese poder cuasi ilimitado que le otorgamos las y los ciudadanos. Cada presidente entrante es peor que el anterior. El camino del presidencialismo a través de procesos electorales viciados de origen, sin democracia participativa y sin herramientas favorables al interés público (plebiscitos, revocación de mandato, etcétera) dan como resultado reyezuelos y  mirreyes que en vez de servir a la sociedad, se sirven de ella.

La impotencia social de no poder controlar la prepotencia política es equiparable a los viejos regímenes monárquicos regidos por el terror y los caprichos de las clases dominantes pero, ¿qué no vivimos en una democracia? Por supuesto que no. Si fuera así, EPN ni siquiera hubiera contendido a la presidencia y estaría purgando condena en la cárcel por la represión en Atenco cuando era gobernador del Estado de México.      

El cinismo de la clase política o su hipocresía, según sea el caso, es ya parte de la cultura de este país, reproduciendo en lo micro lo que nota en lo macro, por ejemplo, aspirar a ser presidente no para ayudar al pueblo, sino para acceder a sus privilegios. Si EPN quisiera a su pueblo y si fuera congruente (si acaso conoce la palabra) ya habría renunciado solito. En los tiempos de la democracia griega en su época clásica, a los gobernantes corruptos se les castigaba con la pena de muerte; en el México contemporáneo se les premia con aviones de lujo.

La paciencia de las y los mexicanos luce eterna, ilimitada. Parece que ya nos hemos acostumbrado a soportar gobiernos corruptos tras gobiernos corruptos, uno tras otro, como si fuera algo natural. Ahí es donde radica la principal fortaleza del poder político: en gobernar sobre súbditos y no sobre ciudadanos; si el conocimiento de las personas no da para conocer el significado de la palabra democracia, mucho menos puede tomar conciencia del socialismo y la anarquía, conceptos tan cercanos y a la vez tan desconocidos a las masas.

Es triste reconocer que finalmente EPN sí representa a la sociedad mexicana en general.  Es el reflejo de siglos de luchas que no han terminado por emanciparnos; de las traiciones de los líderes de las causas justas que los llevaron al poder; de la explotación de las riquezas de la nación y peor aún, de su gente. Aun si cayera Peña Nieto, ¿quién lo sustituiría?, ¿cómo evitaríamos otro sátrapa, otro desalmado? El problema insisto, es de fondo, es el sistema político partidista y presidencialista y la sociedad apática que lo tolera.

¿Podemos vivir sin gobernantes? Claro que sí. Desafortunadamente la idea suena tan descabellada para tanta gente, que hasta es riesgoso hacerlo público; a ese grado llega la enajenación de la sociedad, víctima de un conservadurismo dogmático fruto de la religión y de la política convenenciera. Pero existe la esperanza del hartazgo, de que algún día las contradicciones de la injusticia choquen con la realidad del hambre, el desempleo, la pobreza, la inseguridad y este régimen llegue a su fin; ese futuro no está muy lejano.

Mientras tanto seguiremos protestando por las redes sociales o exponiendo el pellejo en manifestaciones callejeras contra la visita de Trump, el plagio tesista, la casa blanca, las reformas estructurales, la represión a los maestros y maestras, la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, más lo que se acumule en la semana; EPN es fuente abundante de errores de enormes magnitudes y un día de estos terminará por romperse (eso espero, por el bien de México).      

viernes, 1 de enero de 2016

Ruteros, ¿servidores o enemigos públicos?

(Foto cortesía de Saxon García)

Ruteros
¿servidores o enemigos públicos?
Carlos Murillo González

Los camiones sin asientos y pasamanos….Los ebrios que pistean arriba como si fuera cantina, hablando puras tonterias…A veces (los ruteros) sobrecargan el camión y se esperan hasta 15 minutos a que se llene…El aumento es una mentada de madre porque sacan hasta más de mil pesos por día sólo para el chofer, con eso fácilmente pueden invertir en mantnimiento para los camiones…Deberia estar prohibido poner música en los camiones y con más razón narcocorridos y el Komander, que todos esos pendejos sólo enferman más a la gente…Habia una línea, la “Tierra Nueva”, que traian una calcamonia que decia: “Súbase, agárrese y cállese”…Hay camiones con hoyos en el piso.
Expresiones de un usuario inconforme con el aumento al transporte público.

Desde hace meses  los ruteros de Juárez buscaban incrementar las tarifas del transporte público con nulos resultados, pues no gozan de la simpatía ni de sus usuarios y mucho menos de quienes compartimos las vías con ellos (peatones, automovilistas, ciclistas) por que actúan como una verdadera mafia: con total impunidad y sin respeto al derecho del uso de las calles y con esa misma filosofía tratan a sus pasajeros(as). Este primero de enero del 2016, las y los juarenses nos despertamos con la ingrata noticia de que estos mafiosos lograron su cometido sin ofrecer nada a cambio, gracias al Partido Revolucionario Institucional (PRI). 

De todos y tantos problemas sociológicos que puedan aquejar a quienes viven en grandes ciudades, uno es la cuestión del transporte público. ¿Cómo hacerlo efectivo, útil, amigable, económico, ecológico, o incluso, prescindible? Si de por sí la tarea es enorme dada la tendencia al gigantismo poblacional-urbano en las ciudades, agréguesele conflictos de interés, corrupción, poder político y resistencia al cambio, en aquellos lugares como Ciudad Juárez, de quienes controlan el sistema de transporte público.

No es un problema menor. La dispersión poblacional, los bajos salarios y el desarrollo anómico de la ciudad (es decir, su falta o violación a la planeación urbana) obedece a intereses económicos con visión a mediano o largo plazo que a la vez no tiene interés por resolver las necesidades reales presentes de la gente. Aberraciones como la Ciudad Universitaria de la UACJ; violaciones criminales como la expropiación de tierras en Lomas de Poleo; la construcción de casas cada vez más alejadas de los centros económicos, políticos y culturales de la ciudad.

Lo anterior debe dar al lector(a) una imagen de una ciudad de 1.3 millones de personas dispersada en una extensión de una ciudad de tres millones. Sin metro, con un gran número de calles sin pavimentar y con una enorme clase parásita que controla servicios claves como es el transporte público afiliados al (PRI).

El chofer de ruta o “rutero” es una profesión con cerca de 50 años de existir en Ciudad Juárez. Es un gremio polémico, protagonista de la nota roja (hay matones y violadores entre sus filas) y con mucho poder político. Casi casi, un mal necesario. Viajar en “rutera” no siempre es la aventura romántica o cultural de artistas o sociólogos, divertida y desconectada de su propia realidad; también es el reflejo de la sociedad de la que forma parte. Para muchas personas además es su realidad cotidiana, su única forma de transporte, les guste o no.    

El rutero entonces no es precisamente un personaje común ni rebuscado en la vida cotidiana de la sociedad juarense, es un actor político discreto la mayor parte del tiempo, pero puede ser violenta su forma de conducir, casi como norma de su oficio. Los ruteros (aunque de repente se ven también “ruteras”) forman parte de un estrato social marginado, pero a la vez privilegiado: no es necesario ir a la escuela de choferes para obtener la licencia; es una profesión  poco profesionalizada y al servicio de los intereses del PRI. 

El gremio de los ruteros es uno de los más fuertes y amafiados. Ligados al PRI, la historia del transporte público está directamente relacionada a los sindicatos afiliados a este partido (CTM; CROC, FUTV…) por lo tanto, es un servicio que nació viciado. Desde su origen, es identificable a la fecha, su falta de profesionalidad e irresponsabilidad al volante, uso de unidades bastante viejas y sobre todo, una fuerza intacta a los cambios de la alternancia partidista e impermeable a la justicia; a veces ni el propio PRI los puede meter en cintura.

El sistema de transporte es un monstruo fortalecido por décadas de abandono de los servicios básicos por parte de  gobiernos tanto pre y post neoliberales. En otras palabras, es el “talón de Aquiles” de Juárez, una ciudad que (espero) lentamente está recuperando su dignidad y no considera justo, por que no lo es, el aumento a las tarifas de un servicio menos que mediocre, viciado y tolerado en complicidad por el Estado.

A mis paisanos juarenses les deseo un 2016 combativo, que ya no tengan miedo ni asco al PRI y a los ruteros y que sepan defender sus intereses y solucionar sus necesidades. Su dignidad vale más que los intereses mezquinos de un partido corrupto y sus vasallos ruteros. Ellos no son dignos de otra cosa sino de lástima, no los apoyemos.

Ánimo, prosperidad y justicia para Ciudad Juárez





miércoles, 10 de junio de 2015

Lecciones postelectorales



Lecciones postelectorales
Carlos Murillo González

El proceso electoral del 2015 en México será sin lugar a dudas, un caso paradójico de “democracia” capitalista para el siglo XXI donde confluyen todos los elementos de esta farsa (represión, militarización, corrupción, fraude, engaño) con la máscara idealista de libertad, progreso, bienestar, igualdad, etcétera.     

Abstencionismo

La primera característica es la ausencia de votantes en las urnas. Tanto en los países de Europa occidental, como en Estados Unidos, por ejemplo, la participación electoral es más bien baja, con sus excepciones y coyunturas. El abstencionismo es pues un elemento importante en consideración del orden y planes de la clase dominante legitimada a través de las votaciones periódicas. El abstencionismo es señalado, culpabilizado, pero nunca trabajado, por que eso significaría el fin del actual régimen.

Voto nulo

En este caso el voto nulo juega un doble papel: se abstiene de elegir, pero participa. Es un abstencionista político o votante arrepentido que usa la boleta para manifestarse. Sin embargo tanto el voto nulo como el abstencionismo en general no son tomados como un síntoma social de malestar y hartazgo o fracaso, lo cual es obvio, sino son parte de la estrategia para mantener el poder político-económico. A final de cuentas, es una minoría la que elige y decide.

Participación electoral

Por el contrario, la participación electoral es cada vez más fácilmente identificable por su continua o constante disminución. Quiénes votan y por qué votan, se vuelve un ejercicio de militancia, de personas con una conducta moral más bien conservadora y, sobre todo, de quienes ven en la política una oportunidad de trabajo o negocio. Una mayor participación se anticipa cuando aparece algún líder carismático en la contienda, pero su efecto termina con el líder mismo.

Fraude electoral

El fraude electoral inicia desde las entrañas del sistema, su estructura y forma de organización y acción avaladas por las instituciones estatales y con el uso de las mismas. La tecnología juega un papel importante para ganar lo que no se pudo lograr en las urnas, como es el uso de softwares para el conteo de votos. La televisión sigue siendo fuente principal de enajenación, politización y particularmente, despolitización de masas y por si esto no fuera suficiente, no existen o promocionan formas de rendición de cuentas y castigo a quienes detentan cargos públicos. El equilibrio del poder favorece a quien concentra la riqueza, monopoliza la política y ejerce la violencia “legítimamente.

Violencia y democracia

Ese elemento perturbador que sería antagonista de la vida democrática, es protagonista en el capitalismo. Lo vemos en los noticieros, en los periódicos, y lo peor del caso, lo vivimos en carne propia. La tendencia política en esta etapa neoliberal del capitalismo consiste en imponer un Estado policiaco en detrimento de las libertades y derechos humanos. No importa el nivel de violencia, las elecciones se mantienen como garantía de lo mismo. Es un juego perverso, un negocio redondo, donde quien te vende seguridad es el mismo que te la genera.

Legalidad y legitimidad

Al no tener el respaldo de la mayoría, la legalidad se hace importante para esconder la ilegitimidad de un gobierno o representante impulsado por la minoría. Leyes e instituciones se crean para garantizar la voluntad popular, pero es ésta la primera que traicionan. La legalidad sin legitimidad es equivalente a una dictablanda, donde la sociedad vive en una situación delicada de relaciones asimétricas de poder. El presidente podrá ser un criminal y un asesino, pero primero será el presidente, esa es la realidad de este tipo de democracia.

 Así pues…

Difícilmente a un régimen político como el mexicano se le puede considerar democrático (no existe todavía un gobierno de la sociedad para la sociedad). A la sociedad mexicana, mayoritariamente conservadora, le precede una cultura autoritaria y machista, de la cual surge a la vez, las voces de protesta y emancipación. Esa transición se ve interrumpida y a la vez es causa del surgimiento de movimientos sociales por el constante retroceso y violación a los derechos humanos en distintos lugares del país.  


Síndrome de Estocolmo

La sociedad mexicana está enferma de apatía y acostumbrada a la violencia. De una sociedad así de enferma, es necesario, urgente, curarse así misma, primero, reconociendo las graves deficiencias cívico-políticas-sociológicas de nuestra formación familiar, escolar y cultural. Cuando las personas recurren a votar por el partido que les hace daño, por el sistema que las maltrata y mata, por voluntad propia o comprada, desarrolla una relación emocional con su agresor (como en el síndrome de la mujer golpeada) es una respuesta defensiva, de supervivencia que a la larga le perjudica grandemente.

La política no es racional, ¡también es emoción!

Pero los números no mienten, el abstencionismo es el gran protagonista de la historia electoral mexicana. ¿Quiénes son esos, esas que no votan?, ¿estarán ausentes de otras manifestaciones públicas? Por lo pronto, es más sencillo identificar a quiénes sí votan y por qué o quién.


FALTAN 43

lunes, 17 de noviembre de 2014

El Estado es el violento





 Se define Estado como la institución que posee
el monopolio legítimo de la violencia dentro de un territorio.
Max Weber

¡No se deje engañar! Los sucesos de protesta social del otoño mexicano son en respuesta a la violencia de Estado. Son decenas de miles de asesinatos y desaparecidos; son frecuentes las represiones sociales y es obvia la militarización hacia el Estado policiaco y el terrorismo de Estado como para que el gobierno mexicano finja demencia y quiera voltear la tortilla acusando a la sociedad del desorden, la anomia de la clase política y sus aliados sanguinarios.

El actual movimiento social encabezado por la desaparición de 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa en realidad aglutina a cantidad de movimientos del país que tarde o temprano iban a generar esta crisis de la cual el gobierno no podrá escapar. La sociedad mexicana quiere la paz, no la violencia cortesía del gobierno. Las amenazas el presidente espurio Enrique Peña Nieto, de utilizar más violencia, no hacen sino evidenciar el carácter autoritario del régimen y sólo abona para la próxima desaparición de poderes, su renuncia y (ojalá) enfrentar la justicia por tanto crimen y por abrir las riquezas del país a intereses extranjeros.

En este momento de nuestra historia es bueno ver el miedo reflejado en los gobernantes y las instituciones que representan (ejército, SCJN, INE, cámaras de diputados y senadores...) las diferencias de clase son cada vez más notables y las élites no saben cómo salir bien libradas de esta catástrofe ocasionada por ellos y sus antecesores. El pueblo tarde o temprano había de despertar y hoy lo está haciendo; las simpatías internacionales por el movimiento encabezado por Ayotzinapa no es gratis: el mundo sabe que la lucha de la sociedad mexicana es legítima y está de nuestro lado.

No va a ser fácil terminar con el monopolio del PRI y sus secuaces (partidos políticos, medios (des)informativos, sindicatos charros, grupos de choque y un largo etcétera) pero es inevitable hacer uso de la resistencia civil pacifica para debilitar el sistema y hacer posible un país más justo y equitativo. Nos han robado hasta el cansancio, nos han engañado y embrutecido, pero no podrán arrancarnos la dignidad y el ardiente deseo de justicia. No se trata de hacer más sacrificios (la historia de México, antigua y reciente, está llena de ellos) sino de seguir presionando hasta desmantelar el podrido andamiaje político-económico que ha hecho tan ricos y poderosos a tan pocos y ha abandonado a su suerte a millones de mexicanos y mexicanas.

Hay mucho por hacer. En el estado de Chihuahua vivimos uno de nuestros peores momentos gracias a la inacabable “guerra contra el narco”, el constante asesinato y desaparición de mujeres (feminicidio) y no menos importante, por la prensa vendida, sobornada con millones de pesos salidos de nuestros impuestos y el descarado robo de nuestro patrimonio a cargo de la clase política de la cual el vivo ejemplo es el actual gobernador del estado, César Duarte. Hoy las y los chihuahuenses hemos superado el miedo, ese terrible recurso político del Estado para mantener a raya a la sociedad. De las ciudades al campo se confronta ya a sus figuras de autoridad, sea este un policía, un juez o un César Duarte.

En Ciudad Juárez pese a los esfuerzos del Estado Mexicano y de Washington por violentarnos y someternos a los intereses económicos transnacionales, no ha dejado de haber movilización social y activismo. Su conejillo de indias llamado Juárez, también está cansado e intentando con éxito salir de este laboratorio de experimentos criminales de lesa humanidad patrocinados por el gobierno de EEUU a través de sus súbditos del PRI, el PAN y todos los demás. No va a ser fácil exterminarnos, por más que el Consulado, el USAID, El Canal 44, El Diario o La Polaka, nos quieran despolitizar presentando otra realidad ajena a la desaparición de Juárez hacia Jerónimo y el Valle de Juárez para facilitar el fracking, justifiquen la violencia señalando al narco y criminalicen la protesta social. Ya basta.

Las revoluciones sociales suelen violentas, pero no necesariamente sangrientas. Que quede claro que la violencia la pone el Estado y no el pueblo, la sociedad. Los actuales movimientos sociales encabezados por las y los estudiantes, también los integran ecologistas, pacifistas, derecho humanistas, indígenas, pobres, mujeres, jóvenes, migrantes y otro largo etcétera; es un proceso revolucionario en busca de la emancipación de una nación que no merece el destino impuesto por intereses particulares de personas sin escrúpulos, como los llamados “líderes” (políticos, empresarios, artistas de la farándula, pesudoperiodistas, pseudointelectuales…).

La sociedad mexicana está demostrando de manera pacífica, pero fuerte, su hartazgo de siglos. El gobierno tiene que caer y sus operadores(as) enfrentar la justicia y lo vamos a lograr demostrando la entereza de este pueblo sufrido recuperándonos del miedo para regresárselo a quienes nos han ofendido y martirizado sin medir las consecuencias de sus actos. Este es el momento.


¡Renuncia Peña Nieto!
¡Renuncia César Duarte!

lunes, 18 de febrero de 2013

La izquierda no está en los partidos




Un gran engaño de los medios de comunicación, particularmente los televisivos, es reconocer como “izquierdas” al espectro de partidos políticos asumidos como tales; por ejemplo, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) o el Partido del Trabajo (PT) los más conocidos; al mismo tiempo se criminaliza a la mayoría de los movimientos sociales actuales y a la sociedad en su conjunto. Si la izquierda no está en los partidos, ¿dónde está?

Para las personas que recuerden un poco de historia mundial, podrán comparar con mucha facilidad las similitudes de los gobiernos totalitaristas del siglo XX (fascistas y socialistas) en relación con las democracias capitalistas neoliberales contemporáneas. La pérdida de libertades, la cultura de la violencia-miedo y el prejuicio negativo, son los ingredientes complementarios de la enajenación consumista actual, basada en “valores” conservadores, como la obediencia, el patrioterismo y la familia. El término burgués hoy casi en desuso, es el canon  de la cultura globalizada actual, simbolizada por el empresario exitoso, el no tan nuevo héroe nacional.

Hay todavía muchas personas que desconocen o confunden el significado político de izquierda y derecha. A la derecha se ubican desde hace siglos, los grupos de poder (religiosos, militares, económicos, intelectuales) casi siempre en función de un “líder” o como plutocracia (gobierno de unos pocos). A la izquierda está lo opuesto a la élite: la sociedad en sí, con sus múltiples facetas e identidades. La derecha crea y ejerce una estructura de dominación vertical basada en el patriarcado y la violencia. La izquierda es una respuesta defensiva a los excesos de los modelos de derecha. Los encuentros entre izquierda y derecha suelen llegar a ser violentos.

Otra gran confusión actual, es la dificultad para distinguir el activismo de izquierdas y de derechas. En los primeros ubicaríamos al zapatismo, las/los antiglobalización o las madres de desaparecidas; en los segundos, a la mayoría de los movimientos por la paz, los que están a favor de la militarización o los antiaborto. En la mayoría de los medios noticiosos regularmente se sataniza a los primeros, aunque en general el tratamiento es despectivo prácticamente en todos los casos. La protesta pública es mal vista: es una acción naca y no un derecho legítimo; por eso, bajo esa visión de las clases dominantes, la sociedad suele caer en despolitización y termina amando a sus amos y temiendo a sus libertadores.  

La gran contradicción de los movimientos de izquierda, es que cuando triunfan, suelen enviciarse de poder y terminan siendo iguales o peores que los movimientos de derecha: Napoleón, la URSS o la Revolución Mexicana son muestras de ello. Igual sucede con los partidos políticos de izquierda, que en su afán de poder, terminan siendo partidos burgueses, totalmente transformados a la vorágine seductora de la derecha, basada en valores exclusivistas de lujo y placer.  

En la cuestión electoral, los intentos por sacar adelante partidos de izquierda resultan en persecución, desintegración o lo que es peor, absorbidos o distorsionados por otros proyectos políticos. La lógica electoral es la de ganar elecciones, no la de gobernar; actualmente se le da más importancia a lo electoral que a lo gubernamental. Otra vez: hay que voltear a los medios a ver a cuáles políticos(as) le están vendiendo publicidad abierta y disfrazada; las elecciones también son negocio.

Así pues, cuando ve en los periódicos o en la televisión que se habla de la “buena” izquierda a esos grupos apoyadores de la privatización de PEMEX, los que hacen pactos con Washington o apoyan acciones en contra de la sociedad en general, no se pueden denominar de izquierda, sino oportunistas, igual a cualquier otro partido burgués (PRI, PAN, Verde…). Los partidos falsamente autodenominados de izquierda no son diferentes a los otros, pues al aceptar las reglas del juego electoral, automáticamente se transforman en el monstruo al que querían matar.

Ahora bien, la mayoría de la gente transita por el mundo sin una posición ideológica-política clara, pensando, por ejemplo, que con ser “un buen cristiano” es suficiente. En la realidad las sociedades son marcadamente conservadoras, moldeadas por la educación, la religión, la ignorancia y la pobreza. El valemadrismo, este sí un subgénero de la cultura naca, es otra forma de enajenación para mantener ocupada/desocupada a la sociedad. Cosa curiosa, mucha gente es de izquierda sin saberlo, ya sea obligados por las circunstancias, ya sea por convicción en alguna causa (DDHH, anticapitalismo, respeto a los animales …) emparentadas todas ellas como luchas de emancipación a problemáticas gratuitamente otorgadas por la derecha.

La cuestión es la dificultad para crear sociedades hasta el momento pensadas como ideales: pacíficas, inteligentes, armoniosas con el medio ambiente, prósperas…aunque la gente anhele éstas, hace poco, nada o incluso contribuye a evitar esta metamorfosis, pues está envuelta en una dialéctica negativa (círculo vicioso) que le impide ver la vida de otra manera.

¡Qué no le cuenten, qué no le digan!   La izquierda no está en los partidos.