Realidad. El “Teto” ganó su elección, mas no su legitimación. Con una participación electoral apenas arriba del 20 por ciento, Murguía gana con sólo uno de cada diez votos posibles, o lo que es lo mismo, con el voto duro y comprado del PRI. Además está pendiente, según argumentos del abogado priista Federico Solano, la inconstitucionalidad del nuevo puesto de Murguía, pues sigue siendo diputado federal; o sea, sostiene actualmente dos cargos de elección popular. Pero, ¿qué importa? Si algo precisamente no funciona porque los políticos se lo pasan por el arco del triunfo es la Constitución y las leyes, ¿o no?
Pesimismo. No conforme esto, la división dentro del PRI es por demás evidente, como se puede apreciar en los dimes y diretes de la administración municipal saliente con la entrante, sobre todo en boca del ahora ex alcalde José Reyes Ferriz. Los conflictos hacia dentro de esa institución no señalan nada bueno, pues si por algo se han distinguido las y los priistas es por su discreción, por eso llama la atención que sus conflictos sean de opinión pública, más en medio del contexto de la “guerra” contra el narcotráfico, ¿nos tocará ser testigos del desmoronamiento del PRI?
Un poco de historia. El trienio anterior de Teto Murguía (2004-2007) se caracterizó en general por instaurar un neoliberalismo de corte populista y autoritario; de un capitalismo de compadres (Camino Real) de una corrupción policiaca mayúscula (Saulo Reyes) de intolerancia, hostigamiento y violencia hacia ONG´s, periodistas, intelectuales y cualquier organización o persona crítica hacia su administración y donde se dieron los primeros visos de violencia gansteril con la masacre del CERESO en marzo del 2006. La primera administración de Murguía se encargó de desmantelar o destruir obras hechas por las anteriores administraciones panistas, de proteger a funcionarios criminales (hundimiento de colector de la Ejército) y de no hacer nade ante los feminicidios, homicidios y el deterioro crónico del desarrollo social.
El ánimo juarense por los suelos. La sociedad juarense no se hace falsas expectativas, sabe de la verborrea y tranzas de la clase política, de cómo la seguridad se fue descontrolando por méritos de los propios gobiernos y que no puede esperar nada bueno de la entrante administración. El refugio de la sociedad ante la violencia se encuentra en la desesperanza, como parecen descubrir las religiones; pero también en el alcohol, el fútbol, la televisión, las drogas y todas las opciones que hagan escapar de la realidad atroz a la fantasía momentánea. Qué importa que haya ganado “El Teto”, el anticristo o el diablo, es igual, no se ven soluciones a fondo a problemas estructurales que están erosionando sus cimientos rápidamente.
Quienes pueden estar contentos con el re-empoderamiento del Teto son precisamente aquellos con los que hará negocio; los que le perdonarán sus pecados; los oportunistas y lambiscones de partido hambrientos de hueso y los hambrientos de verdad que sólo podrán sacar de Tetolandia su torta por evento y viaje redondo de la colonia al mitin. El resto, entre el 80 y 90% de la población juarense, de alguna manera verá la forma de sobrevivir este trienio, de aguantarse la repulsión hacia dicha persona y (espero) de organizarse contra las mediocridades y criminalidades municipales que serán pagadas con sus impuestos.
El Teto recuerda a ese tipo de políticos cínicos que les gusta pasar por chistositos para no hacer tan evidente su ignorancia, tipo Vicente Fox y George Bush, personas que difícilmente pueden articular una frase coherente, mucho menos brillante. Esta es la parte trágica de la política actual, la que crea personajes chuscos, vendibles, pero inútiles al no existir los políticos serios ni inteligentes necesarios para la sociedad. Corrijo, en realidad son útiles para engordar el status quo de sus aliados y familiares, para tapar las tranzas de sus amigos empresarios y eclesiásticos manteniendo el sistema político-económico intocable, sirviendo como monigotes del régimen.
¿Qué esperar?, ¿qué esperar de un personaje al que se le vincula con el narco aunque no se le haya comprobado nada?, ¿qué esperar de una clase política-económica decadente, conservadora, egocéntrica y egoísta? Parafraseando al buen Joaquín Cosío en su personaje del Cochiloco en la película El Infierno, el infierno está aquí.