Venga lo que venga, soy lo que soy y hago lo que tenga que hacer.
Alejandro Jodorowsky.
Ciudad Cárcel Chihuahua, tercer año del quinto gobierno neoliberal, mes de la Revolución. Pues felicidades a todos y todas quienes hemos podido sobrevivir hasta el día de hoy a la violencia desatada del estado de anomia que priva en Chihuahua y México, tal vez lo único que haya que celebrar y es mucho decir. En el mes de la Revolución, seguir con vida es revolucionario.
Es un hecho con precedentes: siempre, en la antesala de un cambio trascendental social, se viven tiempos difíciles, de crisis. En nuestro caso las cosas se ven en plena decadencia: instituciones desmoronándose, política corrupta, inseguridad, desempleo y todo lo que es de dominio público. La poca o mucha estabilidad social existente se da porque la sociedad sigue funcionando por la misma naturaleza social de las personas, más que por la operatividad del Estado, lo cual contradice la tesis hobbiana de la necesidad de un leviatán por la ”naturaleza autodestructiva humana”, la experiencia nos confirma que se puede vivir con Estado, sin Estado y a pesar del Estado.
La tesis es sencilla: la necesidad nos acerca a vivir en sociedad para aumentar las posibilidades de supervivencia. No puede considerarse una “naturalidad bélica humana”, fruto más bien de mentalidades masculinas, machistas y guerreras para justificar regímenes de tipo jerárquico, conservador y excluyente. Las y los humanos no nacemos ni buenos ni malos, pero sí aculturables; es un error pensar también, en términos pseudodarwinistas, en la supervivencia del más apto como medida para justificar escenarios bélicos y de exterminio humano, ¿se nos ha enseñado (aculturado)para ser pacíficos(as) o para ser guerreros(as)?, ¿para amar o para odiar?, ¿para ser o hacer qué?
En nuestro caso mexicano, chihuahuense y juerense, estamos presenciando aplicaciones ideológicas fascistas, clasistas, económicas y religiosas para justificar un régimen sin legitimidad (y no me refiero solamente a las urnas) ahora podemos ver fehacientemente el esqueleto de la superestructura neoliberal capitalista, conservadora en las formas, pero fatalmente destructiva en el fondo. Es la contradicción de la naturaleza social humana: la explotación del hombre por el hombre en todos los sentidos (espiritual, económico y político) en aras de un pequeño grupo de beneficiarios (también repetido en el totalitarismo capitalista global).
La Tercera Revolución Mexicana se va a dar, ya se está dando: es el cambio de mentalidad y la toma de consciencia (consciencia para sí) de la sociedad. No hay de otra: o cambias por voluntad o la propia realidad te va a dar una tremenda sacudida. Hoy presenciamos el aumento de la insatisfacción en general, la pérdida de la felicidad y el despertar del letargo despolitizado de la gente, habrá muchos que pasarán de largo, pero no todos. Pocas generaciones tienen la oportunidad de vivir en un momento de trascendencia histórica, el único problema es si se estará a la altura de las circunstancias, el futuro no espera.
Revolución significa en estos momentos dignidad: alguien que se comporta con responsabilidad, seriedad y respeto; alguien digno, que inspira respeto. O sea, todo lo contrario a la clase política, pero más que eso, es el tiempo de asumirse sociológico y, venga lo que venga, hacer lo que se tenga que hacer. Dignidad ante la vida, dignidad ante la muerte, dignidad ante las y los otros, dignidad hacia uno mismo. ¿Somos dignos(as) de asumirnos mexicanos(as) trabajadores(as) hombres y mujeres…?
La revolución de la dignidad implica el desacomplejamiento de la persona y la revaloración de las causas por qué vivir. La clase política está saqueando la riqueza del país y exprimiéndonos con más impuestos, pareciera que más que enmendar el rumbo se pretende acelerar el proceso de descomposición político económico y social, ¿sabrán algo que la sociedad no?, ¿se está preparando el exterminio de México como país autónomo?, ¿quién quiere la guerra? O también, ¿quién se beneficia con una guerra?
Hoy no podemos darnos el lujo de ser ingenuos pensando que los problemas de México son exclusivos de las y los mexicanos, ¡vivimos en un mundo globalizado! Lo que hace el mundo nos afecta y lo que hacemos (o dejamos de hacer) afecta al mundo. No somos peores ni mejores que otros países, pero debemos tener cuidado de los intereses norteamericanos, sobre todo ahora que están siendo superados por otras potencias económicas y no les queda más remedio que reactivar su industria bélica, ¿a quién le compraríamos armas?, ¿qué papel jugamos en la estrategia de EUA para mantener su imperio?
Basta de miedos y complejos, podemos seguir llorando y quejándonos del espurio (como se le llama con tanto cariño a Calderón) de los impuestos, de la inseguridad, de la injusticia, del PRI y el PAN, pero no basta con quejarse, hay que hacer, hay mucho que hacer.
Profecía. En algún lugar de Chihuahua vive en el olvido el último villista, lejos de haber visto la justicia y gozado la prosperidad anhelada por la cual lucharon hombres y mujeres como él; es el guardián de la antorcha de la esperanza que se prendió en 1910 y aun antes, pero su tiempo se agota y no llega aún el relevo que evite que la antorcha se extinga junto con su fiel y celoso guardián. Si la antorcha se apaga, ni su vida ni la de todos y todas quienes han luchado por la emancipación humana en otros siglos y otros pueblos habrán valido la pena, se entrará a una oscuridad profunda, pero si la antorcha continúa encendida, no sólo será para honrar su esfuerzo, sino para continuar sus anhelos y lograrlos, ¿llegará el relevo a tiempo?