(Texto publicado en revista Aserto, número 88, noviembre del 2010)
El inicio de la “guerra contra el narco” de la presente administración federal puede llevarnos a situaciones todavía más peligrosas y desgastantes antes de siquiera vislumbrar salidas pacíficas y civilizadas al actual escenario de anomia. Situados además en medio de una recesión económica mundial ocasionada por Estados Unidos, el país se encamina guiado por esta potencia, a aderezar su “democracia” electoral con la delicadeza de las armas.
La incompetencia de los tres niveles de gobierno para erradicar el flagelo del narcotráfico, así como la virulenta respuesta de los cárteles particularmente en este estado, con resultado de miles de vidas arrebatadas, miles de negocios destruidos y cerrados, miles de casas abandonadas y miles de personas emigradas, nos llevan irremediablemente a la debilitación del Estado, la irritación social y el desasosiego de nuestros vecinos del norte, impacientes por penetrar todavía más en la vida política y económica del país, haciendo posible que la cultura de la violencia se legitime con la entrada de empresas de seguridad privadas provenientes de dicha nación.
Según dos notas de El Diario en su edición del 28/10/10 señalan que las compañías privadas estadounidenses dedicadas a la industria de la seguridad (mercenarios, cárceles, logística, armas, etcétera) están en busca de mercados o dispuestos a crearlos para generar lucro. En la primera nota una empresa de seguridad privada (léase paramilitares) buscan instalarse en Chihuahua ante la inminente salida de sus “servicios” en Irak y Afganistán. En la otra nota informa que la iniciativa de ley SB-1070 de Arizona se origina por empuje de empresas carcelarias privadas para abrir el mercado carcelario de los migrantes indocumentados.
No es de sorprender que ante la inminente crisis económica mundial con la pérdida de liderazgo estadounidense en el mundo por este acto, como por su injerente y belicista política exterior particularmente en Irak y Afganistán, el imperio busque la manera de mantenerse vigente en el mundo sin dejar de generar ganancias para su economía. La situación es doblemente crítica para el gobierno estadounidense porque por un lado aún tiene que lidiar con una mala economía doméstica resultado de su neoliberalismo anómico, lo cual implica presiones tanto de la desesperada sociedad norteamericana, como de sus indisciplinadas y avariciosas empresas privadas, mientras por otro lado quiere seguir siendo la potencia mundial en un mundo cada vez más competitivo, con nuevos países y regiones emergentes (China, Sudamérica, el BRIC...) lo cual ocasiona el resurgimiento de sus industria bélica para palear lo que no puede corregir por sus malas decisiones políticas y ambición económica.
Es bien sabido a estas alturas que la “guerra” emprendida por Calderón, además del trasfondo político para legitimar su envestidura, pues gana su elección de manera fraudulenta, se relaciona también con la política exterior estadounidense para esta región. La “colombianización” de Chihuahua, la negativa a legalizar o despenalizar las drogas, la solución exclusivamente policiaca al fenómeno y la apertura a la entrada de agentes y asesores estadounidenses, más la cada vez más obvia participación del embajador norteamericano Carlos Pascual, un político con experiencia en países inestables (léase Estados fallidos) en las reuniones de seguridad del estado, no deja dudas a pensar en otros escenarios para México y Chihuahua no necesariamente en beneficio nuestro.
La inestabilidad social de México, en particular lo que sucede en el norte, donde se ubica nuestro fronterizo estado, parece más emplazado a la lógica estadounidense que a la mexicana. Es decir, el aliento del gobierno de Estados Unidos a que México continúe sin escatimar pérdidas de cualquier tipo en su “guerra contra el narco” es una acción maquiavélica aparentemente sin sentido que apunta a beneficiar más a Estados Unidos que a nuestro país y estado. Esto significa que nos estamos matando y destruyendo para beneficio estadounidense en vez de buscar otras alternativas para beneficio propio.
Si esta situación sigue así, en poco tiempo vamos a ser testigos no sólo de la entrada de empresas paramilitares, cárceles privadas, expertos asesores o programas importados, todo proveniente del país del norte para incentivar su economía y “resguardar” su seguridad. Para Estados Unidos es mejor que nos matemos aquí y no en sus tierras, mientras ellos aseguran su droga y otros recursos sin alterar su American way of living. Ahí está el ejemplo de Irak, de Afganistán, de Colombia y más recientemente, de Honduras y Haití. A los gringos no les interesa nuestra democracia o estabilidad política, no, les interesa que sigamos dependiendo de ellos contribuyendo a su economía, pero sin el beneficio de ésta, aun si nuestro país se convirtiera en un cementerio o lo dirigieran los narcos.
Así las cosas, el camino que sigue México y Chihuahua es el del Estado policiaco con supervisión estadounidense y para beneficio de ese país, no el de la emancipación social que tanto urge a esta nación.