miércoles, 25 de enero de 2012

La ley a la Leyzaola




El que mata a puñaladas, no puede morir a besos
Anónimo

Rubén salió por la mañana, en fachas, sin bañarse y algo despeinado, a comprar unos cigarros a la tienda de la esquina, pero la encontró cerrada; entonces caminó dos cuadras más a la tienda más cercana. De regreso lo interceptó una patrulla policiaca, le pidieron identificación, no traía; le pidieron dinero para no llevarlo a la cárcel, tampoco traía; pidió que lo dejaran avisar a su casa, no quisieron. Pasó ocho horas detenido y además un policía le robo una cadenita de oro, pero ¿cuál fue su delito?

El actual secretario de Seguridad Pública de Ciudad Juárez, Julián Leyzaola, asumió el cargo en marzo del 2011 en la administración priista del no menos polémico y peligroso empresario Héctor “Teto” Murguía Lardizábal, extraoficialmente impuesto por la cúpula empresarial juarense (sus posibles padrinos) pese a denuncias judiciales de subalternos y señalamientos de instituciones derechohumanistas nacionales e internacionales, pues se le acusa de tortura y asesinato en el desempeño del mismo cargo en la ciudad de Tijuana, Baja California.

Leyzaola se ve así mismo como una especie de justiciero (como lo muestra la entrevista hecha por Ignacio Alvarado para El Universal el 8 de noviembre del 2010: “Leyzaola: Héroe, villano o ambos”) quien  cobijado por la ley, sigue el mismo camino de “mano dura” en Juárez que tanto gusta a la gente de derecha.

Según el portal noticioso Puente Libre, los delitos del fuero común aumentaron 200% desde su llegada; violaciones como la sufrida por Rubén se multiplican por docenas todos los días y peor aún: siguen apareciendo en las calles y de manera anónima (es decir, sin ningún narcomensaje) personas asesinadas y con signos de tortura.

La limpieza social continúa pese a la salida de soldados y Policía Federal de la ciudad, ¿será posible que la Policía Municipal continúe ahora ese trabajo sucio? A Rubén le fue bien, pues solamente recibió maltratos verbales, pero en otros casos también se golpea y se roba, además del jugoso ingreso económico en multas para las arcas del municipio.

Es obvio que los municipales actúan con respaldo de Leyzaola y éste con el visto bueno de Murguía y el empresariado.

De los muchos casos violatorios de este personaje, destaca el acontecido el primero de noviembre del 2011, cuando se celebraba una manifestación pacífica de indignad@s que fue reprimida con lujo de violencia y encarcelados las y los participantes además de los reporteros que cubrían la nota, como evidenciaron los medios informativos en su momento.

Otro caso es el sucedido a mediados de diciembre donde se acusa directamente a Leyzaola y otros siete policías de la muerte a golpes de Jorge Andrés Padilla en los separos policiacos de la Estación Universidad; la denuncia fue presentada por dos testigos amigos de la víctima y sobrevivientes de la golpiza, quienes están actualmente detenidos en el Cereso local y según ellos, a salvo de cualquier represalia de Leyzaola. El cuerpo de Padilla fue abandonado en el desolado Camino Real, a las afueras de la ciudad.

También el periodismo es víctima frecuente de la nueva policía de Leyzaola: a su llegada el trabajo periodístico se ha complicado incrementándose las amenazas y los ataques a este gremio, siendo el más reciente a un fotógrafo de Norte de Ciudad Juárez, Luis Ramírez Sánchez, el 10 de enero del 2012, quien fue detenido y torturado psicológicamente cuando cubría un arresto policiaco. Otros casos no se denuncian por temor a represalias; existe miedo en el medio.

La situación de inseguridad disminuye, como se ha dicho, con la salida del ejército y federales, pero no mejora la calidad de servicio que presta la Policía Municipal bajo esta modalidad de “todos son delincuentes”,  continuando y aumentando la desconfianza social al gobierno y su policía. Los únicos contentos parecen ser los empresarios; la sociedad sólo se queja en corto, pero no realiza acciones para evitarlo y es tan alto su analfabetismo político que ni siquiera se defiende, pues ignora sus derechos.

En este sentido es lamentable la falta de visitadores de Derechos Humanos ante tanta arbitrariedad e impunidad policiaca. El persistente Gustavo de la Rosa Hickerson brilla por su ausencia, mientras los combativos movimientos sociales y ong´s siguen inexplicablemente silenciosos desde la represión de noviembre (¿estarán amenazados?) frente a este actuar policiaco adolecente de verdadera vocación de justicia con sus métodos violentos y fuera de la ley, lo cual no los  diferencia de los criminales, llevándose consigo a cuestas a quién sabe cuanta gente inocente. Adiós al Estado de derecho.

Leyzaola y Murguía piden colaboración y confianza a una sociedad perjudicada directamente por ellos y su ideología fascista de exterminio. Desgraciadamente esa mentalidad está presente en grupos de poder como los partidos políticos, particularmente el PRI y el PAN, así como las cámaras empresariales, forjando y divulgando el “orden” por encima del progreso, impulsados por la idea de la imposibilidad de rehabilitar a criminales y delincuentes a los cuales se debe aniquilar. 

Pero mientras presionamos para que Leyzaola por ética renuncie o se vaya, atendiendo el llamado para enfrentar la justicia en los casos y lugares donde se le acusa, ¡a cuidarse de su policía!

lunes, 23 de enero de 2012

Razones para no votar




No robes, el gobierno no tolera la competencia
Anónimo

El abstencionismo activista es una especie de revancha cívica. Aquí no se está en contra de un partido o candidato(a) sino de todo el sistema político. Quienes hacen de la anulación de su voto un arma política están expresando no sólo su inconformidad, ¡también su inteligencia! pues empujan hacia la sensatez, no hacia el conformismo.

La preocupación de los políticos es entonces sí el abstencionismo en general llegue a ser tan abrumador que su peso obligue a cambiar la forma de hacer política en México y por lo tanto, el fin de su era, de su modus operandi; después de todo hay demasiados motivos para no votar o anular el voto y el cambio revolucionario no vendrá de la clase política. Votar en la actualidad significa ser cómplice de la mafia de los partidos. No votar, irónicamente, resulta en estos momentos más democrático, pues va forzar a una nueva concepción y dinámica de la política comenzando con las relaciones de poder partidos-sociedad.

Por eso la aparición de nuevos movimientos sociopolíticos surgidos desde la sociedad, particularmente en internet y a favor de la anulación del voto o el voto en blanco (abstencionismo activista) son satanizados por la clase política, pues implican la desestabilización del sistema no en cuanto a “debilitar” la democracia (¿cuál?) sino sus privilegios elitistas. Aun la crítica desde la izquierda de que el voto nulo fortalece a la derecha en contra de opciones más progresistas es una ilusión, pues para empezar la “izquierda” electoral no defiende sus triunfos, como sucedió en las elecciones presidenciales de 1988 y 2006 o bien trueca sus ideales como el PRD.

No es de extrañar que la política se haga cada vez más pensada para ganar elecciones que para gobernar; las elecciones significan mucho más que un mero acto cívico-ciudadano-democrático: son el instrumento-meta de quienes viven de ella. Las elecciones son pues un instrumento de exclusividad de los partidos y por ello se afanan en “fortalecerlas” a su favor con la selección de consejeros electorales o últimamente, con iniciativas como la reelección o el voto obligatorio. No importa que no se ofrezcan verdaderas ofertas interesantes o se ciudadanice equitativamente el poder; importa seguir mamando de los impuestos de todos y todas.

Siguiendo esta lógica los partidos se han convertido en verdaderos nidos de ratas donde se incorporan muchos individuos sin ética a puestos gubernamentales o de elección popular que luego vemos en los noticieros cometiendo un sinfín de ilícitos y, si tenemos suerte por ser mucho menos frecuente, enfrentando la ley. La influencia de las malas mañas del Partido “Revolucionario” Institucional (PRI) en el resto de los partidos, nuevos o viejos, no hace sino crear escuela y generar una competencia partidista, sí, pero en el sentido de ver cuál es que el que corrompe más para llegar al poder o ya instalados, a ver quién roba más.   

La imagen que los políticos mexicanos(as) proyectan hacia la sociedad es el de personas soberbias (nunca se equivocan) poderosas (imposible verles llorar) mesiánicas (o es él/ella o es la catástrofe) faltos de palabra (no cumplen lo que prometen) y traicioneros (capaces de vender el país o causar genocidios). En pocas palabras, no inspiran confianza. Conforme pasan los años este perfil alimenta el imaginario colectivo alejando a la gente de las urnas y lo que es peor, de la vida política del país; pocos o casi nadie quieren hacer política, sino ser políticos; es decir, gozar de los privilegios de vivir de ella, lo equivalente a considerar la política como una carrera personal y no como una vocación o servicio a la sociedad.

El engaño radica en mantener una “paz social” a través del mecanismo de las elecciones periódicas para simular vivir en una democracia. Luego el analfabetismo político y la despolitización social se implementan desde el Estado para facilitar una cultura de la corrupción manteniendo un permanente estado de embriaguez cívica y ciudadana que hace posible la llegada al poder de personas y grupos temibles por su mediocridad y/o peligrosidad. En México el poder político se sigue entendiendo como un asunto de los pocos y por lo tanto, arriesgado para el/la ciudadano común. 

La historia de las elecciones en México está repleta de todo tipo de fraudes: desde la represión y el asesinato, hasta la falta de respeto al voto y las promesas de campaña incumplidas. No habiendo todavía mecanismos para hacer rendir cuentas a las y los políticos, éstos son capaces de firmar ante notario público sus promesas o llegar incluso hasta el crimen sabiendo de antemano que nada les pasará. Entre más grande es el poder del político(a) más fuerte es su impunidad.

A inicios del siglo XX en México existía la necesidad de derrocar al régimen porfirista, celebrar elecciones libres y mejorar las condiciones de vida de la población. Cien años más tarde la periodicidad de las elecciones se sostiene, mas no así la mejora de las condiciones de vida de las y los mexicanos; México se deshizo de un dictador quedando en su lugar una nociva clase política adicta al poder y fortalecida en cada elección. ¿Más razones para no votar?

(Publicado en gurupolitico.com, imagen tomada de tuyverdad.blogspot)