Se
define Estado como la institución que posee
el monopolio legítimo de la violencia dentro de un
territorio.
Max Weber
¡No se deje engañar! Los sucesos de protesta social del otoño
mexicano son en respuesta a la violencia de Estado. Son decenas de miles de
asesinatos y desaparecidos; son frecuentes las represiones sociales y es obvia
la militarización hacia el Estado policiaco y el terrorismo de Estado como para
que el gobierno mexicano finja demencia y quiera voltear la tortilla acusando a
la sociedad del desorden, la anomia de la clase política y sus aliados
sanguinarios.
El actual movimiento social encabezado por la desaparición de 43
estudiantes normalistas de Ayotzinapa en realidad aglutina a cantidad de
movimientos del país que tarde o temprano iban a generar esta crisis de la cual
el gobierno no podrá escapar. La sociedad mexicana quiere la paz, no la
violencia cortesía del gobierno. Las amenazas el presidente espurio Enrique
Peña Nieto, de utilizar más violencia, no hacen sino evidenciar el carácter
autoritario del régimen y sólo abona para la próxima desaparición de poderes,
su renuncia y (ojalá) enfrentar la justicia por tanto crimen y por abrir las
riquezas del país a intereses extranjeros.
En este momento de nuestra historia es bueno ver el miedo
reflejado en los gobernantes y las instituciones que representan (ejército,
SCJN, INE, cámaras de diputados y senadores...) las diferencias de clase son
cada vez más notables y las élites no saben cómo salir bien libradas de esta
catástrofe ocasionada por ellos y sus antecesores. El pueblo tarde o temprano
había de despertar y hoy lo está haciendo; las simpatías internacionales por el
movimiento encabezado por Ayotzinapa no es gratis: el mundo sabe que la lucha
de la sociedad mexicana es legítima y está de nuestro lado.
No va a ser fácil terminar con el monopolio del PRI y sus secuaces
(partidos políticos, medios (des)informativos, sindicatos charros, grupos de
choque y un largo etcétera) pero es inevitable hacer uso de la resistencia
civil pacifica para debilitar el sistema y hacer posible un país más justo y
equitativo. Nos han robado hasta el cansancio, nos han engañado y embrutecido,
pero no podrán arrancarnos la dignidad y el ardiente deseo de justicia. No se
trata de hacer más sacrificios (la historia de México, antigua y reciente, está
llena de ellos) sino de seguir presionando hasta desmantelar el podrido
andamiaje político-económico que ha hecho tan ricos y poderosos a tan pocos y
ha abandonado a su suerte a millones de mexicanos y mexicanas.
Hay mucho por hacer. En el estado de Chihuahua vivimos uno de
nuestros peores momentos gracias a la inacabable “guerra contra el narco”, el
constante asesinato y desaparición de mujeres (feminicidio) y no menos
importante, por la prensa vendida, sobornada con millones de pesos salidos de
nuestros impuestos y el descarado robo de nuestro patrimonio a cargo de la
clase política de la cual el vivo ejemplo es el actual gobernador del estado,
César Duarte. Hoy las y los chihuahuenses hemos superado el miedo, ese terrible
recurso político del Estado para mantener a raya a la sociedad. De las ciudades
al campo se confronta ya a sus figuras de autoridad, sea este un policía, un
juez o un César Duarte.
En Ciudad Juárez pese a los esfuerzos del Estado Mexicano y de
Washington por violentarnos y someternos a los intereses económicos
transnacionales, no ha dejado de haber movilización social y activismo. Su
conejillo de indias llamado Juárez, también está cansado e intentando con éxito
salir de este laboratorio de experimentos criminales de lesa humanidad
patrocinados por el gobierno de EEUU a través de sus súbditos del PRI, el PAN y
todos los demás. No va a ser fácil exterminarnos, por más que el Consulado, el
USAID, El Canal 44, El Diario o La Polaka, nos quieran despolitizar presentando
otra realidad ajena a la desaparición de Juárez hacia Jerónimo y el Valle de
Juárez para facilitar el fracking, justifiquen
la violencia señalando al narco y criminalicen la protesta social. Ya basta.
Las revoluciones sociales suelen violentas, pero no necesariamente
sangrientas. Que quede claro que la violencia la pone el Estado y no el pueblo,
la sociedad. Los actuales movimientos sociales encabezados por las y los
estudiantes, también los integran ecologistas, pacifistas, derecho humanistas,
indígenas, pobres, mujeres, jóvenes, migrantes y otro largo etcétera; es un
proceso revolucionario en busca de la emancipación de una nación que no merece
el destino impuesto por intereses particulares de personas sin escrúpulos, como
los llamados “líderes” (políticos, empresarios, artistas de la farándula,
pesudoperiodistas, pseudointelectuales…).
La sociedad mexicana está demostrando de manera pacífica, pero
fuerte, su hartazgo de siglos. El gobierno tiene que caer y sus operadores(as)
enfrentar la justicia y lo vamos a lograr demostrando la entereza de este
pueblo sufrido recuperándonos del miedo para regresárselo a quienes nos han
ofendido y martirizado sin medir las consecuencias de sus actos. Este es el
momento.
¡Renuncia
Peña Nieto!
¡Renuncia
César Duarte!