(Cartón tomado de elorbe.com)
¿En qué se parecen los políticos a los perros?
En que sólo entienden a periodicazos
El afán recaudatorio y el perfil fascista de las “autoridades” de Ciudad Juárez hacen la vida todavía más difícil a la sociedad juarense. El primer violador de leyes, comenzando con la Constitución, es el Estado en sus tres niveles el gobierno. En este caso el actual gobierno municipal con sus retenes de tránsito estratégicamente impuestos, se une a los retenes de la Policía Federal en una competencia por ver quién chinga más a la gente.
Esta situación no hace otra cosa que aumentar exponencialmente el malestar y la desconfianza de una ciudadanía de por sí muy irritada con la mediocridad y corrupción gubernamental. El distanciamiento es real y va camino a un divorcio que, de completarse, será sin duda en perjuicio de la inconsciente e inconsistente clase política, más preocupados en saquear la riqueza del pueblo que en gobernar. No ayudan a encontrar soluciones a la inseguridad, pero qué tal para robar no sólo el dinero, sino la tranquilidad de la ciudad, ¿en quién confiar?
Pero las y los juarenses ya sabíamos de la incapacidad y forma de actuar del actual y por segunda ocasión presidente municipal, Héctor “Teto” Murguía, un neoliberal populista de extracción priista, cuya primera administración se caracterizó por el despilfarro, el desvío de recursos, el hostigamiento a ONG´s y movimientos sociales, así como su tendencia fascistoide de no entender razones y que ahora intenta reimplantar toques de queda para menores (otra violación a los derechos humanos). Seguramente su relación con el grupo de Atlacomulco y Peña Nieto le dan el espaldarazo que la ciudadanía juarense no le dio (Murguía “ganó” su alcaldía con el 15.8% de la lista nominal en una elección donde la participación fue del 29.6%, según datos oficiales del IEE de Chihuahua).
La grave situación de Juárez no está para someterla a más estrés del que actualmente vive con la inseguridad, problema que debería ser la prioridad del gobierno y no su afán recaudatorio. El señor Murguía está alentando la violencia y saqueando al pueblo con sus retenes, mostrando además y como en otras ocasiones (¿recuerdan su opinión sobre la masacre de Horizontes del sur a finales de octubre del 2010?) una insensibilidad hacia lo que pasa en Juárez acorde con sus aspiraciones políticas: la gente sólo sirve para servirse de ella.
En Juárez no sólo te debes de cuidar de los delincuentes comunes, los sicarios y los narcos; necesariamente también debes cuidarte y hasta más de los uniformados. Las y los agentes de tránsito de por sí y por méritos propios son junto con los políticos, la policía, los soldados y los jueces, los principales actores de gobierno que más desprestigio gozan en la sociedad. Es lamentable escuchar cómo la gente celebra cuando se ejecuta a un agente de tránsito, como ha sucedido en los últimos días con los asesinatos de varios de ellos. Esto no es otra cosa más que hartazgo colectivo interpretando estos hechos sangrientos como una especie de justicia callejera ante un sistema de justicia vedado para el ciudadano(a) común al que no puede acceder.
El despotismo de Murguía y de la clase política en general (que incluye a empresarios, “religiosos”, pseudointelectuales y demás) hace evidente, aunque no lo digan, la explotación de la sociedad en múltiples formas (enajenación, engaño, robo…) para beneficio de ellos. No conforme se han enriquecido a costa de los impuestos y de tranzas para hacer negocios o mantener a la sociedad sumisa con creencias o mitos a modo, son incapaces de regresar a beneficio de la ciudad algo de lo mucho que le han robado. Juárez ya no es la economía de hace cuatro años; querer extraerle hasta el último peso es tan ruin como haberla dejado indefensa y a su suerte frente a la “guerra” contra el narco del actual gobierno federal.
Lo más cínico de los retenes de tránsito es que se instalan forzosamente con el afán de recaudar dinero, no para auxiliar ni mejorar el libre tránsito, mucho menos para proteger a la ciudadanía. Lo hacen además principalmente en las noches de los fines de semana, cuando la gente sale a divertirse un rato y es fácil detectar a quien ha tomado alcohol; no hay forma de escapar. Si bien es cierto que el alcohol aun siendo legal es un vicio muy peligroso, los retenes no buscan disminuir los accidentes o concientizar al conductor(a), sino la forma de sacarle la mayor cantidad de dinero posible.
Con gobiernos así, no necesitamos enemigos. Si el señor Murguía y sus ineptos asesores pretenden seguir esta línea violatoria de acoso a la ciudadanía, no se sorprendan de las reacciones que de la sociedad surjan en su contra. Por lo pronto si va a manejar no ingiera bebidas alcohólicas; no le dé la oportunidad al gobierno de que le roben su dinero, le quiten su patrimonio, lo maltraten o encarcelen, usted no se merece eso y recuerde: el libre tránsito es un derecho constitucional (Articulo 16) no lo regateé; si alguien está cometiendo un delito es quien autoriza y lleva a cabo los retenes. NO SE DEJE.
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