Dedicado a tod@s l@s ate@s, agnóstic@s, librepensadores
y especialmente a quienes tienen dudas.
Calentamiento global, explotación laboral, colonialismo, guerras…de todo ha pasado durante la consolidación del capitalismo mundial con el apoyo de la curia católica y las iglesias evangélicas (porque eso de “protestantes” sólo les queda como mote). Hoy llegamos a las navidades del 2010 con muchas incertidumbres y una sola certeza: el camino de la destrucción del planeta por la plaga humana.
El capitalismo que sufrimos está legitimado por el cristianismo. Autores como Max Weber aseguran que sin la ética protestante, el capitalismo moderno no existiría, mientras Karl Marx, asevera que las religiones son el opio de la sociedad; otro insigne alemán, Friedrich Nietzche, anunciaba en “Así hablaba Zaratustra”, la muerte de dios en nuestra era. Hablar o escribir de religión es siempre un riesgo porque no sólo pone a prueba las convicciones de quien lo escucha o lee, también propicia reacciones fanáticas.
Para que el capitalismo fuera exitoso, no sólo requirió de los grandes inventos, de la ciencia y los gobiernos a su servicio, también necesitó la ayuda de quienes hacen posible la emancipación o esclavitud de las conciencias: las iglesias. Las condiciones estructurales del capitalismo (industria, vías, explotación de los recursos naturales, etcétera) no significarían nada sin la superestructura (leyes, creencias, valores y demás) sin y por las cuales sería muy difícil, sino imposible, engañar o someter a sociedades enteras.
Así pues, la conquista y colonización de México y América Latina, el Destino manifiesto de los gringos, la guerra contra Irak y Afganistán en el presente siglo, o la política hostil de Karol Wojtila (Juan Pablo II) contra el socialismo y los movimientos de la Teología de la Liberación, entre otros muchos ejemplos, no sólo le dieron alas al capitalismo, sino también respiro cuando sus finanzas estaban mal. La democracia, otro invento (o más bien rescate) del capitalismo para intentar disminuir la influencia de los movimientos sociales progresistas, también ha sido un escudo usado por quienes se reconocen como “cristianos(as)” y avalan al capitalismo como si fuera sinónimo de civilización y progreso.
El cristianismo capitalista dista mucho del cristianismo primitivo y las supuestas enseñanzas de Jesús. Hoy vemos desfilar en primera fila y lugares VIP (Very Important People) a políticos(as), “artistas” de la farándula y la televisión, grandes empresarios, comunicadores, obispos y ministros que reconocen públicamente su cristianismo (católico u evangélico) pero en la práctica más bien son como los fariseos que describe La Biblia. La gravedad del caso es el uso de fetiches cristianos (crucifijos, vírgenes, cristos) o citas bíblicas para lograr sus propósitos. El resultado de sus acciones hacen posible retroceder la vida hasta hace dos mil años: son las mismas acciones que hicieron reaccionar, si existió, a personas como Jesús.
En tanto el cristianismo evangélico se esfuerza en la individualidad para alcanzar el cielo cristiano, el cristianismo católico hace uso de valores como la abnegación para llegar al mismo fin. Ya aplicados en la realidad capitalista, el esfuerzo individualista evangélico sirve para consolidar empresas, mientras la abnegación católica sirve para soportar las injusticias de dichas empresas. Hoy vemos en países como México, cómo se debilita el Estado laico con los gobiernos católicos de derecha y en Estados Unidos, cómo los ministros evangélicos apoyan abiertamente a su gobierno en todas sus misiones guerreras.
Mientras más avanzan ciencias como la astronomía, la física o la sociología, disminuyen en la misma medida los dogmas, las supersticiones y las falsas creencias, haciendo más difícil el engaño a la gente. El alma, el espíritu, la inteligencia no son entes externos a la persona, sino parte intrínseca de la persona. Es inútil buscar afuera lo que está adentro, como es inútil ignorar la inmensidad del cosmos o creer en religiones o dioses únicos. El capitalismo provee los medios para el engaño y la manipulación, pues su único propósito es la plusvalía para que un pequeño grupo siga dominando al mundo. El capitalismo es un falso dios al que hay que desenmascarar, desnudar y destruir.
No se puede ser cristiano(a) y capitalista al mismo tiempo, es una gran contradicción. Y sin embargo ¡llevan siglos coexistiendo! escudándose uno con el otro. El cristianismo ha hecho tanto daño al mundo como el capitalismo, pero juntos son un monumento a la estupidez humana, a su autodestrucción. Hoy parece haber pocos cristianos(as) comprometidos con la esencia del cristianismo (el amor) mientras abundan los empresarios(as), orgullosos representantes del egoísmo humano y que se hacen llamar además, “cristianos(as)”.
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