No a la mina en Samalayuca
Carlos Murillo González
El viernes 28 de agosto se llevó a cabo una pseudo consulta
“pública” en Ciudad Juárez con motivo de hacer o no modificaciones legales para
la instalación de un proyecto minero en terrenos del poblado de Samalayuca, en
el sur del municipio de Juárez, realizada por la Semarnat (Secretaría de Medio
Ambiente y Recursos Naturales) la Conanp (Comisión Nacional de Áreas Naturales
Protegidas) y la UACJ (Universidad “Autónoma” de Ciudad Juárez).
Para una ciudad de 1.3 millones de habitantes, realizar al mismo
tiempo, el mismo día, en una reducida y elitista reunión informativa, una
consulta por invitación, permitiendo además la entrada a pobladores de
Samalayuca (ellos tendrían su consulta el sábado 29 de agosto y sumaban casi la
mitad de las y los ahí reunidos) con casi nula difusión, en un día hábil y con
una duración de 7 horas, es por demás decirlo, una burla que oculta oscuros
intereses detrás.
Samalayuca se encuentra a 50 kilómetros de Ciudad Juárez, en el extremo
sur del municipio, con una población de unos 1,500 habitantes, dedicados sobre
todo a actividades del campo. Es conocido por sus famosos y saqueados médanos
(donde se han filmado películas como Dune)
zona desértica con flora y fauna única protegida desde el 2009. Ciertamente es
una localidad olvidada del progreso con muchas carencias, necesidades y un bajo
nivel educativo, lo cual la hace precisamente vulnerable a la manipulación y el
engaño.
Por otro lado la historia de las mineras, especialmente las
canadienses, está llena de abusos, violencia, asesinatos, destrucción del medio
ambiente y sobornos a gobiernos corruptos (como el mexicano) para lograr sus
propósitos, evitar sanciones y saquear la riqueza favorablemente a cambio de
una bicoca. En el caso de Samalayuca la empresa de capital canadiense WC Exploration Corporation lleva unos
cinco años cabildeando en el pueblo a través del ex presidente seccional del
poblado, Javier Meléndez, para cambiar el uso del suelo como “área protegida” y
poder llevar a cabo sus actividades, según ellos, para explotar únicamente
yacimientos de cobre.
También se encuentra involucrada la empresa mexicana Firex S.A de C.V. de quienes se
desconoce o protegen los nombres de sus inversionistas, pero se rumora entre
ellos se encuentra el actual gobernador del estado de Chihuahua, César Duarte,
lo cual explicaría las presiones para realizar los cambios a favor de la
apertura minera, la cual requiere de 1,500 hectáreas para trabajar y contaminar
a cielo abierto en el área.
Esto explicaría el discurso, posicionamiento y mentiras del
director de la Conanp, Jesús Alonso Duarte, primo, ¿adivinen de quién?
Efectivamente, del gobernador, quien estuvo presente en la reunión del viernes
en Juárez y en la “consulta” realizada en la ciudad de Chihuahua el día
anterior con el mismo método de trabajo, contando también con “acarreados” de
Samalayuca. Es obvio por dónde se mueven los intereses de la mina.
Tanto Samalayuca como Ciudad Juárez se abastecen del mismo manto
acuífero (el Bolsón del Hueco) y las mineras utilizan el vital líquido de
manera abundante para sus actividades, lo cual hace salir el tema de la
exclusividad e interés de las y los samalayuquenses para ubicarse en su
verdadera dimensión: si se aprueba la apertura minera, no sólo el poblado se
verá afectado, sino en gran medida también Juárez y su vecina, la ciudad de El
Paso, Texas.
Sería un crimen de lesa humanidad que el Estado haga caso omiso de
las genuinas preocupaciones de quienes están conscientes de las consecuencias
por la apertura minera en esta zona semidesértica, donde el agua es escasa y la
contaminación del aire se empeoraría trayendo daños irreversibles a la salud
pública, además del daño a todas las especies vivas. Esta lógica aplica desde
luego también para otra industria que busca instalarse en la región gracias a
la traicionera reforma energética del gobierno priista actual: la petrolera, en
particular si se trata de la extracción del gas de lutitas (o gas shale).
Los peligros están expuestos ya. El problema no es nada más para
Samalayuca, donde una parte de su población está siendo engañada (¿o comprada?)
por promesas de trabajo y derrama económica para instalar la minería en su
sección y, aunque están en su legítimo derecho por buscar atraer empresas para
su beneficio y desarrollo, en este caso no están considerando el impacto más
allá de su espacio de influencia y tiempo. Las concesiones mineras se otorgan
por décadas de veinte años o más y cuando se van después de haber extraído los
metales deseados, dejan una estela de muerte: tierras infértiles, residuos
tóxicos, enfermedades, desolación.
En México tenemos muchos ejemplos ecocidas de empresas mineras,
siendo el más reciente el del Grupo México, propiedad de Germán Larrea, quienes
este año han vertido desechos contaminantes en ríos de Sonora, enfermando
indistintamente a humanos, flora y fauna, sin que la justicia haya actuado de
manera contundente. Ese debe ser al menos, nuestra referencia para pensar en
las consecuencias de la posible apertura de la actividad minera, por lo tanto
¡No a la mina en Samalayuca!
2 comentarios:
Nosotros somos un colectivo que vivimos en la ciudad de Chihuahua. Editamos una revista independiente: La gota. Está próximo a salir el número 127, tu artículo es muy interesante, además que proporciona información, da una opinión que compartimos, por ello solicitamos tu permiso para publicar este artículo.
Saludos
Rocío Martínez
Claro que sí camaradas, gracias y estamos en la lucha.
saludos revolucionarios.
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