La sociedad mexicana, acostumbrada al fraude electoral y los
escándalos políticos, ya debería estar preparada para un escenario así. Es
precisamente ahora a la hora de la postelección cuando se esperan reacciones de
la gente. El grupo internacionalista hacker Anonymous
y el juvenil #Yosoy132 son hasta el momento, los únicos atenta y abiertamente en
alerta ante esta realidad. Pero mientras los primeros al sospechar del fraude
cibernético, llevan su propio conteo, los segundos esperan reunirse para
decidir acciones a seguir.
Al igual que hace seis años, el país queda dividido por sus
preferencias partidistas. Según los datos del IFE, hay en una férrea
competencia entre el abstencionismo y EPN por el primer lugar, cercanos a los
cuarenta puntos; AMLO en segundo a una distancia de 5-6 puntos; Josefina
Vázquez Mota en un lejano tercer sitio con una cuarta parte de los votos; y
otra férrea “pelea” por el último lugar entre Gabriel Cuadri y el voto nulo en
el horizonte del dos por ciento de los votos. No debe extrañar la mancuerna
abstencionismo-PRI, pues van de la mano y son proporcionales: a mayor
abstencionismo, mayor posibilidades de triunfo del PRI, sin olvidarse además el
valor de los votos que obtiene el PRI; es decir, los que compra, los que
fuerza, los que mete de trampa.
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El fraude en las democracias electorales es muy común. En
Estados Unidos por ejemplo, país que se jacta de “democrático” y hace guerras
en su nombre, también emplea la rasura del padrón, el acarreo de votantes, el
financiamiento exorbitante (“donaciones”) fraude cibernético, entre otras, sin
los cuales no se entenderían triunfos como el de George W. Bush en el 2000, una
elección particularmente fraudulenta. En las democracias capitalistas se
practica lo que se conoce como “democracia dirigida”: las elecciones dan la
sensación social de orden, civilidad y certeza, pero en realidad, como en
México, quienes deciden y gobiernan son las grandes corporaciones, los grandes
capitales, pero hacen creer a su ciudadanía que se juega limpio y su voto vale. En las democracias capitalistas la
competencia electoral es inequitativa y responde a los intereses de los grupos
más poderosos.
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El peor escenario postelectoral es el de un país dividido
por que puede generar violencia. Cuando
se hizo la reforma electoral del 2007, el Instituto Federal Electoral (IFE) no
hizo lo necesario para evitar un panorama así: ni segunda vuelta, ni
candidaturas ciudadanas, ni vigilancia de la coacción del voto, entre otras. El
IFE hace tiempo que dejó de ser una instancia confiable, mucho menos ciudadana
que incluso se ha visto débil o cooptada ante el poder de las televisoras; esto
hace ver al IFE ante la opinión pública como más a favor de los intereses del stablisment y no de la ciudadanía. De
este escenario salió el #Yosoy132.
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1 comentario:
muy buena nota!!
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