Pareciera que las y los mexicanos vivimos en un estable (y falso) paraísoterrenal cuando en el mundo se vive una crisis económica que anuncia la decadencia del modelo económico actual vigente (capitalismo neoliberal) y se sienten los vientos de cambio en regiones enteras. Pero no, la realidad mexicana da cuenta de fenómenos sociológicos que mantienen a su sociedad a raya sin saberlo; estos fenómenos tienen nombre: consumismo y despolitización.
Contexto mundial y nacional.
La economía se colapsa en Estados Unidos y Europa mientras sus sociedades salen a las calles a manifestarse; en Medio Oriente movimientos ciudadanos exigen libertad y cambios a sus corruptos gobernantes; Sudamérica voltea hacia la izquierda después de décadas de militarismo y mediocres gobiernos neoliberales…¿y México? No es que el país no conozca los excesos del modelo (no olvidar el Fobaproa o la privatización de PEMEX, por ejemplo) o la ya crónica corrupción de su clase política (PRI, PAN, PRD…) más bien se trata de una situación, una trampa en la que hemos estado por bastante tiempo y nos mantiene paralizados, alienados, pese a los graves problemas que vivimos como la violencia de Estado, de la política del miedo mejor conocida como “guerra contra el narco”. El miedo paraliza, sí, pero antes existe un antecedente previo que explica la falta de reacción de las y los mexicanos.
Enajenación.
La enajenación ha sido estudiada como aportación teórica a partir de la obra de Karl Marx en el siglo XIX. Desde entonces sabemos cómo es que las creencias religiosas y la explotación laboral forman parte de la estructura y superestructura socioeconómica impuesta por la clase dirigente para su beneficio. Es decir, en cómo las sociedades se van conformando en base a engaños impuestos sobre ellas para mantenerlas de una u otra forma esclavizadas, mientras un pequeño grupo de truhanes (élites) igualmente enajenados, principalmente hacia el poder político y económico, se benefician de la vida de los demás. Estamos ante una práctica común, milenaria, que consiste en la explotación de un grupo social sobre otro más extenso.
Conformismo popular.
En el México profundo bonfilesco, donde el proceso de mestizaje y occidentalización indígena es lamentable e inevitable mientras las condiciones del capitalismo rapaz se multiplican, adquieren para el/la mexicano común una verdadera proeza, un conflicto mayúsculo precisamente por su incorporación a una “modernidad” que le exige más de lo que da para merecer ser aceptado. De este conflicto, las pocas oportunidades económicas, el alcohol, la violencia doméstica, la creencia fanática y la pobre educación (cualitativa y cuantitativa) son el caldo de cultivo para una ciudadanía ficticia y una sociedad que desconoce sus derechos y se conforma con sobrevivir al día. Esta realidad es y sigue siendo la perspectiva para el grueso de la sociedad mexicana.
Ciudadanía dócil consumista.
Para el caso de México la enajenación consumista actual se construyó en base a un largo periodo de “paz” de la segunda mitad del siglo XX a la fecha (claro, sin olvidar movimientos tan importantes como el estudiantil del 68 o el zapatismo de finales de siglo, entre otros) coincidiendo con la industrialización, la modernización, el crecimiento de las ciudades y la inevitable aparición una clase media gastalona, admiradora de la cultura estadounidense y por lo tanto asimilable a todo lo gringo. “Vales lo que tienes y si no tienes no existes”, podría ser el lema clasemediero mexicano. La realidad es, de inicio, un México desunido, clasista y racista que se niega a sí mismo imitando malamente el modelo individualista y consumidor gringo.
Neoliberalismo: enajenación disfrazada de felicidad.
El neoliberalismo engaña a las personas al inducirlas a sentirse realizadas y felices cuando pueden comprar lo que quieren y así sentirse únicas. La libertad neoliberal está enfocada a necesidades creadas, al miedo a no tener, al temor al rechazo y la exclusión social. Estamos ante la economía del deseo, del placer y el reconocimiento social clasista. La idea del selfmademan invade las mentes y enajena los cuerpos para mejor control político al individualizar los gustos y necesidades banalizando la realización social en el imaginario colectivo, creando con ello sociedades egoístas y poco solidarias o enfermedades sociales como la obesidad y el alcoholismo. La persona no importa como tal sino como consumidora.
Democracia electoral: esclavitud disfrazada de libertad.
El sustento político del capitalismo es la democracia electoral. Con ella la persona cree entrar al mercado de lo político y cuando vota en verdad piensa que elige algo. La realidad en cambio indica un proceso constante de despolitización social donde la participación cívica y política es mínima e intrascendental para la ciudadanía, la sociedad. La democracia neoliberal concibe sociedades pasivas, dóciles e ignorantes para seguir funcionando y mantenerse en el poder, que consiste precisamente en hacer creer a la ciudadanía en un futuro mejor; en que las personas no se mortifiquen por hacer lo que le corresponde hacer a las y los políticos; y en hacer además poco atractiva la actividad política, creando así una distancia entre político y ciudadano, entre el homo politicus que todo ser humano es y su relación con el mundo, enajenándolo de sí mismo.
La revolución por venir.
No es que las y los mexicanos seamos todos dejados o que el resto del mundo sea totalmente solidario y políticamente activo. Más bien no ha llegado nuestro momento, pero falta poco considerando la decrepitud del sistema político y la crisis del capitalismo actual. Las revoluciones las crean pocos, las continúan muchos y México ha aportado e inspirado en su momento con sus movimientos sociales a la humanidad. La paciencia se agota, el miedo transforma y el valiente vive hasta que el cobarde quiere.
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