En el actual estado de violencia anómica de Ciudad Juárez, lo que llamamos “clase política” (en realidad es más estrato que clase) favorece dicha situación. Convencidos de ser indispensables para la sociedad, los políticos(as) inventan una imagen de sí mismos(as) no correspondiente con la realidad, menos con la presente situación de emergencia; los autodenominados “líderes” políticos son parte del problema que estamos viviendo. Veamos qué hace que pierdan nuestra confianza.
Los políticos son gente abierta. Tal vez en su etapa de ascenso o en campaña electoral muestren su cara más amable y “buena onda”, pero en un puesto de poder son otra cosa. Los últimos treinta años de alternancia política y neoliberalismo en el estado comprueban más bien un perfil conservador, autoritario, poco abierto a los cambios e insensible ante las necesidades sociales. Acciones como el horario de venta de alcoholes establecida por Fernando Baeza o el “toque de queda para menores” de la primera administración de “Teto” Murguía; el exhorto a no legalizar las uniones de convivencia del pasado Congreso estatal o la negación a despenalizar las drogas son vivos ejemplos de ello.
Los políticos nunca se equivocan o son infalibles. La construcción del político presenta siempre una falsa imagen de seguridad que termina por convertirlos, si no es que ya lo eran, en gente soberbia y mitómana. El ejemplo emblemático de esto es el fracaso de la “guerra” contra el narcotráfico en Chihuahua: comenzando con Calderón (“el presidente del empleo”) los secretarios de Estado, el gobernador, hasta el militante más bajo del partido, todos niegan sus errores y falta de resultados. Es muy difícil ver destellos de humildad y honestidad en ellos; entre más grande el puesto, menor es esa posibilidad.
Los políticos son éticos. El político tiene dos caras: la que muestra en público y la que ofrece a sus amigos y patrones en privado, por eso es difícil saber lo que piensan y cómo van a actuar. Su falta de ética permite fenómenos como la pobreza económica y educativa de grandes sectores de la población sin los cuales les sería muy difícil gobernar. Mientras haya necesidad e ignorancia la ética política alcanzará para que sigan actuando en forma deshonesta, sin transparencia, como mafia.
Los políticos son capaces de llegar al sacrificio. Si ya paró de reírse, esto significa que es tanto el amor por su patria, ciudad, comunidad, etcétera, que en ningún momento el político pondrá en riesgo su puesto, mucho menos su integridad, ¿pues qué acaso no se sienten indispensables para la sociedad? Así pues cualquier sospecha, indicio o prueba de corrupción u otro delito los hará sentirse ofendidos aun si se les comprueba que son culpables; pero no habrá ninguna disculpa, mucho menos renuncia, pues el “sacrificio” consiste precisamente en estar dentro del presupuesto gubernamental, en ejercitar el poder.
Los políticos inspiran confianza. No, los políticos no inspiran confianza; por el contrario, cada vez es menor la población que está dispuesta a confiarles su voto, su seguridad o creer en su honestidad y promesas. Acciones como la construcción del Camino Real, la prácticamente nula procuración de justicia y la forma como se protegen entre ellos, dificulta las simpatías de la sociedad. Ciudad Juárez no olvida que aunque Calderón nos metió en su “guerrita”, el PRI facultó la anomia actual.
Los políticos van a sacar los problemas del país, la ciudad, etcétera. Y si no pueden dirán que es porque la sociedad no ayuda, o que por ésta las cosas no funcionan. La realidad de los políticos refleja la sociedad de donde emanan: el sanguinario gobierno de Felipe Calderón muestra un conservadurismo autoritario de derecha, condescendiente con los Estados Unidos y severo con las y los mexicanos; no escucha críticas y se aferra a sus decisiones sin importarle el sufrimiento de la gente. Igual a nivel estatal el PRI neoliberal no se aleja mucho de la descripción anterior y no se diga del régimen de Murguía con su neoliberalismo populista que ya conocemos.
Los políticos quieren que la sociedad se mantenga estoica, sumisa y viviendo en “valores” ante la ola de violencia sin descanso en medio de la mayor crisis económica y de seguridad que haya experimentado Ciudad Juárez, por eso es necesario hacer política sin políticos, porque están nuestras vidas y futuro de por medio.
Es indispensable que la sociedad se asuma política (o sociológica si le molesta que le relacionen con lo político) porque las soluciones no van a salir de los políticos profesionales (los que cobran) sino de la gente. Como sociedad hemos dejado crecer a los políticos sin vigilarlos y, como los niños que crecen sin vigilancia, los hemos convertido en verdaderos monstruos que hacen lo que quieren y no aceptan regaños, mucho menos castigos, de ahí su sentimiento de superioridad y el peligro que nos representa su egoísmo.
¿Usted cree en los políticos? Yo tampoco
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