El abstencionista por definición no puede ser clientelista,
no puede hipotecar su voto por un favor.
Antanas Mockus
A menos de un mes de celebrarse elecciones vuelven las mismas cantaletas de las y los fanáticos de las votaciones contra el abstencionismo (ojo, votar no necesariamente significa democracia) sobre el deber ciudadano y la importancia de votar, ¿pero quiénes son éstos que se atreven a dar lecciones de civismo y desde qué posición lo dicen?, ¿por qué se critica a la sociedad y no a la clase política?
Ciudad Juárez es una de las ciudades más abstencionistas de México y está en el estado más abstencionista de la nación. Cierto que en esta ciudad se luchó cívicamente desde la ciudadanía contra el PRI-gobierno de los ochenta del siglo pasado para obligarlo a respetar resultados electorales y que desde esa época hay una alternancia en el poder, sobre todo PRI-PAN, como también y en mucho menor medida del PRD y el PVEM. Cierto también es que las expectativas ciudadanas de un cambio político-económico-social quedó corto como frustradas las posibilidades de conocer una alternativa real al corrupto sistema político que, apoyado en las elecciones, puede sobrevivirse así mismo sin necesidad de mejorar las condiciones de vida de la sociedad donde surge.
La falta de seriedad en la política para con la ciudadanía favorece el abstencionismo. La realidad de la ciudad, marginada y desgastada durante décadas por la falta de infraestructura y carencia de una política pública-social incorruptible, luego es el suelo fértil primero para el feminicidio y actualmente para la ola de violencia y muerte generalizada que la colombianización del macabro Plan Mérida estadounidense impone a través del gobierno federal ilegítimo de Felipe Caderón. La sociedad civil mexicana (y juarense) sólo cuenta para las elecciones, para seguir manteniendo los privilegios de quienes se aprovechan del poder político haciendo poco o nada a cambio, pero se desvanece fuera de lo electoral, invisibilizada hasta la siguiente contienda que le dé continuidad al régimen.
Luego la oferta partidista de candidatos(as) y alianzas alientan un panorama desolador e insultante para la participación electoral. Sin imaginación, sin propuestas, sin carisma y con una terrible fama de corrupción, mediocridad, cinismo y hasta relaciones con el narco, los principales candidatos de esta contienda llegan con la inercia de sacar una elección adelante, pero sin el interés o inteligencia de generar credibilidad para los locales. El PRI en alianza con el PT, PANAL y PVEM le apuestan al “carisma” populista y neoliberal del “Teto” Murguía, diputado federal con licencia, ex presidente municipal de Juárez en el periodo 2004-2007, cuyo gobierno despótico se caracterizó por imponer intereses particulares (Camino Real) enemistarse con ONG´s, reprimir movimientos ciudadanos, sostener en la jefatura policiaca a un narcoempresario (Saulo Reyes) entre otras muchas más, contra un poco conocido César Jáuregui del PAN, cuyo principal enemigo, más que el Teto, es el actual ocupante de Los Pinos.
La paradoja de la actual contienda radica en que no hay opciones. Sufragar equivale o a la desmemoria o a la ingenuidad cívica, pero sobre todo, a la complicidad con el régimen; a que se está a gusto con los resultados, con la evolución del Estado no importa quien gobierne. Quienes están más interesados en votar son precisamente quienes desean de todo corazón que las cosas no cambien, pues perderían privilegios; por eso también en cada nueva elección se reduce la participación ciudadana, porque cada vez son menos las y los que obtienen algo, a tal grado que las elecciones se están convirtiendo en asunto de los pocos beneficiarios (plutocracia): grupos de interés, clientelares y parásitos.
Aun si no existieran las condiciones de violencia suficientes para cancelar elecciones, las dos opciones con posibilidades de ganar (PRI y PAN) privilegian una política neoliberal de sometimiento político a los grandes empresarios, más las inercias de compadrazgo, nepotismo y corrupción de todos conocidos. Ambos partidos representan el triunfo de la derecha en México, el desmantelamiento de la nación, el sometimiento a Estados Unidos, el aumento de la violencia y el empobrecimiento de las y los mexicanos. A nivel local se auguran más tranzas, más anomia, más negocios lúgubres, o lo que es lo mismo, menos desarrollo social, menos libertades, menos justicia; el neoliberalismo de estos partidos y personas no pueden con la violencia, porque al estar en la lógica de la ganancia y la avaricia proporcionan las condiciones para la desigualdad y por ende, se convierten en parte del problema, la generan.
La contradicción de hacerse cómplice votando sugiere que el sufragio no es meditado, aun si se vota con alevosía y complicidad buscando un beneficio particular egoísta. Esto refiere a entender el abstencionismo como una respuesta ante el ejercicio de simulación en que se han convertido las elecciones: procesos para legitimar tanto a mafias partidistas y sus aliados, como a sistemas corruptos y mediocres o políticos peligrosos por incapaces, idiotas o sanguinarios. El camino de la democracia, si es acaso el que se anda buscando, aunque puede pasar por una boleta depositada en una urna, en estos momentos no representa más que el reforzamiento de aquello que el ciudadano(a) desearía descartar de su vida colectiva, por eso no es posible votar pues significaría que miles de muertes no han significado nada; que no nos importa lo que le suceda a esta ciudad, estado y país; que aunque nos quejemos, estamos complacidos con la clase política. ¡Qué contradicción! Hoy en Ciudad Juárez ser democrático, liberal, revolucionario o simplemente consciente, significa no votar.
NO SOLUCIONES, NO ELECCIONES
Revolución MMX
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