La nación demanda
Carlos Murillo G.
…¡qué la nación me lo demande!
Frase culminante de las tomas de protesta política
Dadas las actuales circunstancias de violencia pública, desestabilidad económica y gobiernos e instituciones débiles, ¿cuál puede ser la mejor manera de conmemorar el mes patrio siendo congruentes? Todo parece indicar que más que conmemorar o celebrar, se trata de hacer.
En la época de la Independencia, el futuro México era un conglomerado muy disperso y heterogéneo de súbditos viviendo bajo un sistema político monárquico, un sistema económico mercantilista de sobre explotación de materias primas y un racista sistema sociológico de castas, donde una pequeña minoría (españoles) gobernaba, explotaba, discriminaba o restringía a la inmensa mayoría nativa (criollos, mestizos e indios) y permitía además la esclavitud, ¿cuántas cosas han cambiado desde entonces?
La invención de este país llamado México surgió de contradicciones insostenibles, muchas de las cuales todavía prevalecen. Ya no vivimos bajo un régimen monárquico, pero los políticos gobernantes se comportan tan déspotas como sus predecesores aristócratas; la economía se ha multiplicado y diversificado, pero la distribución de la riqueza sigue siendo precaria; ya no existen las castas y está prohibida la esclavitud, pero prevalece el racismo y la explotación humana; ya somos ciudadanos(as) de una democracia, pero predomina la mentalidad de súbdito y el autoritarismo.
Hoy como entonces, existe malestar en la gente por las situaciones por todos y todas conocidas, pero también como entonces, son pocas las personas que se proponen hacer algo al respecto; la inconformidad generalizada no llega necesariamente a la movilización social total. A final de cuentas no se trata de un despertar de consciencia homogéneo, pese a los factores presentes en ello, sino de brotes de inteligencia aquí, allá y acullá, precisamente como sucedió en la Independencia y Revolución.
En el pasado muy reciente, los días primero de septiembre se paralizaba el país para, en teoría, escuchar y ver el informe presidencial, un evento protocolario cuasi religioso que sin lugar a dudas tenía el mismo significado para las mayorías de este país: una serie de frases elocuentes, maquilladas y alejadas de la realidad cotidiana de la persona común. El 15 y el 16 de septiembre, por el contrario, son días de fiesta y desfile, sin tanto rollo e ideales para las chelas y el ocio, aunque adoleciera de una reflexión más profunda de conexión entre el pasado, presente y futuro, la cosa es y sigue siendo por lo visto, festejar por festejar en la enajenación plena.
Por segundo año consecutivo circula una invitación por internet para conmemorar la Independencia en silencio, como forma de protesta cívica ante la incongruencia estatal; de seguro hay más acciones para la ocasión, como de seguro habrá quien aun conociéndolas, hará caso omiso y disfrutará de lo que el Estado le ofrezca para la noche de El Grito. No es de alarmarse la apatía ciudadana, más bien de esperarse, por eso es importante empezar a imaginar conmemoraciones diferentes, más audaces y por qué no, eficaces.
Plebiscitos, referéndums y revocación de mandatos. Tenemos estas tres herramientas políticas que prácticamente no usamos. ¿Por qué no imaginarnos los septiembres como el mes donde se hace un escrutinio serio, pero de las acciones de gobierno y en base a resultados implementar cualquiera de las tres acciones señaladas? Con frecuencia se nos olvida que la democracia va mucho más allá de las elecciones periódicas, que el poder radica en el pueblo (Artículo 39 constitucional) y por ello, tenemos la responsabilidad y el derecho de hacernos justicia desde la ciudadanía y con la ley en la mano (Constitución).
Aprender a exigir. Es curioso que en esta época capitalista las y los ciudadanos, convertidos en clientes y consumidores(as), no traslademos la cultura consumista a la política; si fuera así, fácil sería exigir lo justo, por ejemplo, convirtiendo el voto en moneda y ponderando la calidad de lo comprado: plena satisfacción del producto o la devolución de su dinero, porque en el mundo político, la garantía no existe. O igual si nos asumimos y pensamos como las y los grandes capitalistas de México, como si fuera el país una empresa, se nos facilitaría tomar decisiones y despedir o contratar y sobre todo controlar, a políticos, burócratas y demás, de acuerdo a las necesidades de la empresa, al estilo racional que nos propone Max Weber.
El verdadero grito. Bueno, ¿y qué demanda la nación? Pues para empezar demanda presencia, que se le vea y se le escuche o en su defecto, que se interprete su silencio. Demanda resultados no demagogia. Demanda una nueva relación sociedad-Estado, ciudadanía-gobierno. Demanda trabajo, comida, vestido, servicios, privilegios como los ricos, paz, justicia y todo aquello que hace falta gritar, porque nadie oye. ¡Viva México!, ¡Muera el mal gobierno!, ¡Vivan los mexicanos(as) pacíficos!, ¡Mueran los violentos!
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