viernes, 11 de febrero de 2011

El individualismo mexicano y la amenaza estadounidense (2/2)

¡Felicitaciones al pueblo egipcio!

Por su merecida y esforzada autoliberación

En los últimos años, precisamente coincidiendo con el inicio de la “guerra” contra el narco emprendida de manera unilateral por Felipe Calderón, el discurso estadounidense se endurece en cuanto a la apreciación de México, cuyo destino “preocupa” por ser una “amenaza” creciente para su nación. Atrapado en la trampa de una guerra que jamás podrá ser ganada, México cae en el perverso juego de Washington, cuyo objetivo es fabricarse enemigos para aplicar la economía bélica y extender su influencia imperialista, justo en medio su peor crisis económica en décadas.

En el gobierno de George W. Bush se establece una abierta política belicosa de intervencionismo militar para, según ellos, evitar futuros escenarios de conflicto y peligro (para sus intereses, claro) al cual denominan como guerra preventiva y funciona atacando primero cualquier indicio de amenaza que consideren requiera una respuesta armada. Bajo esta lógica, como todos(as) conocemos, se apresuró la invasión de Irak bajo el pretexto de que estaban desarrollando armas de destrucción masiva (jamás encontradas) además de estar relacionados con la organización Al Qaeda. Después de la invasión y fracaso de sus guerras preventivas en Irak y Afganistán, la mirada de Washington apunta a su “patio trasero” como les gusta llamar a México, a fin de satisfacer su enorme necesidad (¿o adicción?) de sangre, petróleo y drogas.

El imperio estadounidense está pasando por un pésimo momento: su “liderazgo” en el mundo se desploma no sólo por los escándalos de los documentos desclasificados de Wikileaks, sino por el pragmatismo indolente de su capitalismo depredador que, en la búsqueda de la mayor ganancia posible, está haciendo añicos no sólo su economía, sino generando crisis mundiales con un modelo económico anómico (neoliberalismo) en decadencia y frente a la emergencia de nuevos liderazgos mundiales como el BRIC (Brasil, Rusia, India y China) en un siglo que se pretende multipolar, es decir, con un equilibrio multinacional y no monopolizado en un solo centro neurálgico como hasta ahora. En este contexto la peligrosidad del imperio se vuelve mayúscula para el mundo (es el país más y mejor armado) y más en estos momentos para México, pues el discurso de Washington cada vez resulta más insistente, arrogante y amenazante hacia este país.

¿Por qué México? Mal que bien somos vecinos desde hace siglos y, se supone, amigos o por lo menos socios comerciales, aunque en realidad todos los conflictos que forman nuestra historia en común están protagonizados por ellos, desde la independencia de Texas (luego anexada) pasando por la Revolución (la conspiración del embajador Taft y la expedición de Pershing) hasta las actuales intervenciones del embajador Pascual y las agencias de inteligencia estadounidenses, sin contar las constantes agresiones de los agentes de la Border Patrol en la franja fronteriza contra connacionales ¡y de lado mexicano!. Sin embargo es obvio el “descuido” de la política de Washington hacia una América Latina girando a la izquierda a la cual es urgente recuperar y donde México juega un papel importante más allá de su cercanía. Estados Unidos no se puede permitir el lujo de tener un México próspero, independiente, autónomo y soberano de vecino.

El escenario de la situación actual de vida en México ha sido estudiado y planeado por los gringos. Los discursos propagandísticos como “Estado fallido” o “narco insurgencia”, han sido previamente creados para preparar el camino de la intervención o lo que pretendan. Otro indicio está en los inofensivos videojuegos de la empresa Ubisoft, como el Ghost Recon Advanced Warfighter 2 y el Call of Juarez, donde el escenario es una Ciudad Juárez invadida por la armada estadounidense en “defensa” de su país y en rescate del gobierno mexicano ante el embate de insurgentes narcotraficantes. No menos importante es el aumento de la xenofobia antiinmigrante hacia mexicanos y latinoamericanos, el endurecimiento del discurso de la derecha, el crecimiento de grupos de odio, la militarización de la frontera, todo alimentado por una política del miedo a través de los medios informativos cuyo mensaje indica un envenenamiento de la consciencia estadounidense en perjuicio de la opinión que tiene o tenía sobre México y los mexicanos(as).

Los intereses estadounidenses en juego en México obedecerían al control de los recursos naturales como el petróleo; a la protección de sus empresas; al control del tráfico de drogas; al control de una mano de obra barata de reserva; a la prolongación de guerras fuera de su territorio apuntando hacia Centro y Sudamérica; a una búsqueda más o menos desesperada por mantener su dominio e influencia en la región y, no menos importante, a generar ingresos a su economía en general, pero principalmente a su industria bélica, carcelaria, armamentista, entre otras, ahora que los negocios andan mal. Claro que la sociedad estadounidense no está dispuesta a cambiar su estilo de vida y para ello se requiere que otros se sacrifiquen por ella, ¡Qué mejor que México y las y los mexicanos!: así la droga llega a donde debe llegar, nos hacemos menos matándonos con armas compradas en sus tiendas, ya no cruzamos hacia su país y le damos la oportunidad a los Marines de ser de nuevo héroes para sus paisanos; negocio redondo.

Desafortunadamente el entreguismo e intereses de la clase política-empresarial mexicana no da pie a que esto no suceda. Ese individualismo miope mexicano combinado con la influencia de la cultura enajenante del capitalismo neoliberal, tendiente a la fragmentación social, son campo propicio para la intervención gringa. Incluso hay opiniones en la sociedad mexicana a favor de dicha intervención y una simpatía por los gringos en estos momentos inexplicable y aparentemente surgida de la desconfianza inspirada por las autoridades de todos los niveles del Estado en el imaginario colectivo mexicano. Aquí es cuando se vuelve evidente el perjuicio ocasionado a la sociedad por la despolitización: su ignorancia política y su inocencia hacia las intenciones de Washington nos hacen presa fácil en lo que probablemente también sea parte de la estrategia gringa: la manipulación de la sociedad mexicana a manera que se cree la necesidad de ser rescatados por ellos.

En teoría una democracia no puede invadir o hacerle la guerra a otra democracia. Sin embargo hay maneras de hacer trampa. Washington necesita manipular tanto la opinión pública (de ahí la estrategia del discurso de que “México no puede”) buscando crear el ambiente propicio de su intervención demandada por la propia sociedad, como hacerse de aliados en el gobierno (mejor si son peleles o corruptibles) para penetrar de manera camuflada e influir en los destinos del país. Hasta ahora la situación prosigue su curso de manera ininterrumpida hacia lo que parece es el plan de Washington: el pretexto de la “guerra” contra el narco para (no sabemos hasta donde) intervenir en la agenda político-económica mexicana.

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