El primero de enero de 1994 es una fecha
simbólica para México por que formalmente nos unimos a Estados Unidos y Canadá
a través del Tratado de Libre Comercio (TLC) como “socios comerciales”. Mano de
obra barata, grandes recursos energéticos y riquezas naturales para nutrir el
voraz apetito y way of living de la
potencia de América del Norte llamada Estados Unidos de América (EEUU).
Para los EEUU la palabra “socio” está ausente
de su significado horizontal, igualitario y democrático, pues aborrecen la
equidad y la igualdad; este término más bien corresponde al de “asociado” de
Walmart y otras empresas donde utilizan los conceptos de “asociado(as)” y
“socios(as)” para dar la sensación a empleados(as) y clientes(as) de ser parte
de una marca de prestigio o beneficiarios de la misma, pero de ninguna manera
sus dueños(as). México y Canadá podrán ser empleados del mes, incluso gerentes
o socios VIP del TLC, pero nunca serán EEUU, sino algo inferior.
En este siglo y a partir de las
administraciones panistas, el Estado mexicano abrió definitivamente las puertas
el primero de octubre del 2002 al intervencionismo (o anexionismo simulado) de
Washington, en lo que refiere a integrar al país en el Comando Norte de Estados
Unidos (United States Northern Command o USNORTHCOM)
también junto con Canadá para unir fuerzas en cuestiones de seguridad y defensa
de ese país y no se diga, unirse luego a
sus numerosas aventuras bélicas (adiós a la Doctrina Estrada). ¿Por qué Canadá
y México se unieron a un organismo cuyo principal objetivo es defender el
territorio nacional de EEUU y no el de tres naciones independientes y soberanas?
La persecución y endurecimiento del trato de
México hacia migrantes centroamericanos en tránsito hacia los EEUU; la sangrienta
e interminable “guerra contra el narco” en estados con grandes reservas de gas,
mientras EEUU legaliza; las revelaciones de espionaje diplomático y vigilancia
cibernética y telefónica masivas hechas por Wikileaks y el ex espía Edward
Snowden, nos debe dar una idea de hacia a dónde se dirige México en esta etapa
de subordinación del país a la agenda de Washington.
En el 2014 es cuando finalmente se consuma la
entrega de la soberanía del país. Si con el TLC y el USNORTHCOM o Comando Norte
ya se comprometía la independencia y el patrimonio de la nación, con las
reformas en masa a la Constitución se formaliza la entrega del país a intereses
particulares y no necesariamente benéficos para la sociedad o benignos para el
medio ambiente; se abre otra etapa de empobrecimiento, violencia, despojo y
descontento social, a la cual apenas estamos entrando y desconocemos la
profundidad y dialéctica de la misma.
Por un México sin
mexicanos
Muchos mexicanos(as) estarán contentos por
integrarnos a los EEUU, pero no es como se lo imaginan. Para Washington, México
es un peligro. Todos los males que les aquejan vienen del sur (migración
ilegal, drogas, corrupción, crimen…) y tarde que temprano vendrá una mayor
intervención militar en nombre de la seguridad o contra el terrorismo. Esto
significa un reforzamiento militar de la frontera y mayor espionaje. Como en la
primera versión del videojuego guerrerista, “The Call of Juarez”, una intervención militar
estadounidense no vendría a aniquilar a
gobiernos corruptos, sino a defender sus intereses y los de sus grandes
compañías privadas incluso en contra de los legítimos intereses o salud de la
población. En caso de una revuelta social, Washington intervendría a favor del
gobierno.
La próxima entrada de la exploración y posible
explotación de gas esquisto con métodos de fracturación hidráulica o fracking, seguramente confrontará a las
poblaciones a afectar con las grandes firmas petroleras. La apuesta del Estado
mexicano sería a favor de los intereses de la nueva patria (EEUU) y en contra
de las y los mexicanos. La desaparición de la tenencia de la tierra en manos de
connacionales disminuye en la medida que grandes capitales y particulares
obtienen los mejores terrenos, playas, territorios. Como la población nativa y
originaria en la Colonia española, corremos el riesgo de convertirnos en
extranjeros de nuestras propias tierras.
La experiencia de Irak tal vez sea el referente
actual más cercano para ver cómo se desgarra un país por una guerra guiada por
la codicia del petróleo, lo de menos es el pretexto para iniciarla. La
situación de Gaza nos dice de cómo una nación se puede reducir a un gueto y su
población al exterminio, en una historia universal que se construye en el
patriarcado, se repite en el imperialismo/capitalismo y se combate en la lucha
de clases. El sufrimiento actual del pueblo palestino no es ajeno a las y los
mexicanos, pues nos recuerda el holocausto indígena.
Cuando Enrique Peña Nieto declara que con las
reformas México va a cambiar, ha de tomarse literalmente sus palabras; es
posible que estemos viviendo los últimos años de México como lo conocemos. La
próxima independencia será del gringo.