viernes, 20 de noviembre de 2009

Revolución sexual, ¡Revolución ahora!

No hay libertad total, sin libertad sexual.

Efraín Rodríguez

Wilhelm Reich, el científico vienés discípulo de Freud y uno de los genios del siglo XX afirmaba del capitalismo sobre su incompatibilidad con la salud mental de la población porque, entre otras cosas, la induce a vivir una sexualidad atrofiada a través de la represión, lo que garantiza a las clases dominantes individuos pasivos y que acaten la autoridad sin cuestionamientos. Esta aseveración es sin lugar a dudas aplicable a la sociedad mexicana del siglo XXI.

Hay tres temas que las y los mexicanos evitamos o esquivamos de las conversaciones: la política (aunque ésta va en detrimento) la religión y la sexualidad. Esta última es definitivamente necesaria incluirla en todos los espacios, privados y públicos, porque es tanta la represión y la ignorancia sexual que vivimos, que ni siquiera nos damos cuenta de sus alcances y el daño que nos hacemos al tratar de ignorarla. Michel Foucault (microfísica del poder) el movimiento feminista, los estudios de género y las teorías queer, son algunas de las opciones que tenemos de inicio, sino para emanciparnos, por lo menos para introducirnos en el estudio de la sexualidad.

La sociedad exige sexualidad, porque literalmente, sin sexualidad no hay sociedad y socializar es un acto sexual. Si nos remitimos a las teorías freudianas, el principio de vida (Eros) y el de muerte (Tánatos) están presentes en la existencia humana, pero el Estado y la religión se encargan de regular el Eros a través del Tánatos, manteniendo a la sociedad a raya. No podemos aspirar a vivir en una mejor sociedad, a elevar las condiciones de vida de la población o ser mejores personas si no nos damos cuenta del papel que juega la enajenación sexual como instrumento de dominación política, económica, psicológica y cultural (superestructura) y cómo podemos darle un giro a nuestras vidas a partir de la recuperación o construcción de una sexualidad libre y sana.

Política: la impotencia sexual. La realidad refleja lo que somos y la política no es la excepción. Nos quejamos de las y los políticos, los vemos con desprecio y temor, pero sin tomar en cuenta lo que nos insinúa su sexualidad. En el sexo no se puede brindar placer si los sentidos están atrofiados, aunque se tenga una erección; las y los políticos nos buscan “seducir” haciéndonos creer que son machines, infalibles, etcétera, pero se parecen más a la persona frígida, impotente o estéril, porque en realidad están describiendo lo que no son: incapaces de generar satisfacciones sociales; mitómanos, al pretender ser lo que dicen ser; escurridizos y difíciles de hacerse responsables de sus actos, golpeadores y así. Por eso la política mexicana no funciona, porque en estos momentos su sexualidad no da para más.

Sociedad: hipersexualizada y deserotizada. En cuanto a la realidad sexual social, es evidente la atrofia producto de una deficiente educación sexual (cuando la hay) y las frustraciones y percepciones erróneas de una sexualidad acondicionada a las necesidades de las élites y los grupos de poder. Por un lado tenemos una fuerte oferta de mensajes y productos de índole sexual que más que aclarar confunden: el sexo se vuelve genital, impersonal y superficial, mientras lo erótico se desvanece en un medio para llegar a. El amor se conflictúa en su idealismo religioso de pureza asexuada y la reproducción de la especie en política demográfica. La sociedad sufre al no alcanzar la felicidad del orgasmo completo, al enajenarse en la autocomplacencia, entre lo permitido y no permitido, hacia el ostracismo voluntario o la prohibición permisiva.

Capitalismo y economía sexual. La sexualidad contemporánea, moderna o posmoderna, no es posible entenderse sin tomar en cuenta el comercio sexual al estilo capitalista. El mercado sexual, lícito e ilícito, conlleva la marca de la ganancia y la explotación capitalista. El neoliberalismo en realidad no permite la libertad sexual, sólo su interacción económica. La pornografía, el Día de San Valentín, la trata de blancas, las filias y las fobias sexuales son explotadas comercialmente, pero no sólo eso: permiten, retomando a Reich, un bombardeo enajenante donde priva la desinformación, la adicción y por ende, el sometimiento y la desviación de la libertad sexual.

Religión y represión sexual. La religión tiene una gran participación en el estado que guarda la sexualidad actualmente, en particular el catolicismo, aunque otras denominaciones cristianas no se quedan atrás. El limbo moralista que desde las iglesias se difunde hacia la feligresía, está lleno de prejuicios, contradicciones, mentiras y sometimiento. No hay alternativa religiosa a la sexualidad: se promociona la familia, el matrimonio, el patriarcado, la abstinencia y se condena el aborto, la sexualidad femenina, y en menor medida el adulterio y la promiscuidad. Esta rigidez estrecha es definitivamente compatible con las políticas de control social, tan característico de este tipo de religiones, pero también dice del conservadurismo, anacronismo y de la propia atrofia sexual religiosa, de su atraso.

Sexualidad y poder. El sexo es poder, además de placer. En realidad desconocemos la potencialidad de nuestra sexualidad por las mismas condiciones de opresión descritas en este artículo. La sexualidad es un poder en sí mismo, un poder creador; sin la dialéctica sexual no existiría la vida, de ahí el temor de las clases dominantes si no se controla ese poder socialmente. De modo que tenemos una poderosa arma en nuestra biología, en nuestra psique, en nuestras manos. No podemos aspirar a ser mejores si no nos conocemos sexualmente sin prejuicios, ni tabús, sin tomar en cuenta el papel de lo sexual en nuestra vida personal y social. La Tercera Revolución Mexicana no puede ni debe estar exenta de lo sexual.