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viernes, 22 de diciembre de 2017

Navidad y misantropía

(Foto tomada de Vida de peatón worldpress.com)


Navidad y misantropía
Carlos Murillo González


La religión es el opio del pueblo
Karl Marx

Me vuelvo más avaro, ambicioso,
 aún más cruel y más inhumano,
porque estuve entre los hombres
Séneca


La Navidad enajena. Sí, la Navidad es un muy útil recurso de la superestructura capitalista desde el siglo XIX. El sincretismo de esta religión, sobre todo en su versión occidental, tanto católica como protestante, se adapta muy bien a los regímenes autoritarios y adopta la piel burguesa del consumismo y la explotación como sinónimo de felicidad. 


La Navidad proviene de una tradición pagana (el culto al sol romano) y sirve de instrumento de dominación cultural. En el mercado libre, el espíritu de la Navidad es el consumismo egocéntrico, no el cooperativismo ni la solidaridad. Y es tan absorbente, distractor y frívolo, que hace del mes de diciembre una burbuja de felicidad superficial, un merecido descanso de las trivialidades diarias, incluida las noticias sobre corrupción política. Si la gente de por sí está distanciada de la política, despolitizada, es una época ideal para promulgar leyes de seguridad interna, asesinar activistas (¿quién recuerda a Marisela Escobedo?) o cometer masacres tipo Acteal.
  
El cristiano(a) cree que es bueno, porque es cristiano y en su libre albedrío, no le importa votar por Trump o por el PRI, destruir el ecosistema del planeta, hacer la guerra o tolerar regímenes corruptos e injusticias sociales. Sin duda un Cristo moderno, vuelto a nacer, se sentiría escandalizado de sus seguidores y de seguro formaría un movimiento contra el cristianismo, para luego ser asesinado por los mismos (los fanatismos no aceptan las críticas ni la competencia).

En la actualidad las religiones están dejando de ser refugio para las y los necesitados (con la excepción de los curas pederastas) y el cristianismo y la Navidad simplemente se alinean a los deseos de sus amos, ya sean jerarcas religiosos, empresariales o políticos. Basta darse una vuelta por las calles y las tiendas de menudeo para ver la “civilidad” de la gente: desde cómo manejan sus automóviles, hasta cómo se arrebatan mercancía antes de pagar. Difícil ver la ayuda al necesitado, la solidaridad con el enfermo, o incluso, velar por el futuro de sus familias, pues no miden las consecuencias de sus actos. El gran ganador: el “orden” y “progreso” capitalista.

Claro que hay sus honradísimas excepciones, pero para un país como México, más preocupado por el asesinato de un joven adolescente promotor del alcoholismo y el narco (el “Pirata de Culiacán”) que por la militarización del país o el abominable feminicidio, la Navidad resulta algo fútil, una tradición sostenida no en sus fundamentos, sino en el reflejo de la cultura actual, egoísta, deshumana, depredadora y orgullosa de ello. El altar cristiano navideño capitalista no es un pesebre con el niño dios recién nacido, sino un tzompantli con cráneos empalados.  

Y esta cultura misántropa además se siente ofendida cuando se le critican sus vacías tradiciones, que sólo reafirman un carácter desviado y no la religión que dicen practicar. El camino de la misantropía está empedrado de hipocresía y cinismo. Nadie reconoce su odio y antipatía a la humanidad, pero bien que la practican de una u otra forma (racismo, clasismo, homofobia…). El dinero y el poder en realidad son los dioses que se adoran, los valores que se buscan o defienden, pero, ¿quién sería capaz de reconocerlo?  

Cuando se dice que “la religión es el opio del pueblo”, es por su cualidad de desprenderse de la realidad, de distorsionarla y alienar a la gente. Algunas personas se esfuerzan por ser mejores en esta época, para seguir siendo los patanes de siempre el resto del año; otras simplemente potencian lo malo que ya eran y se vuelven peores. El alcohol y los excesos, las deudas, la gula y demás, son los símbolos incongruentes, pero legitimados, de una sociedad enajenada y de un sistema corruptor.

Así pues, no se engañe. La persona que es consecuente con su forma de ser, sus creencias y prácticas, lo es siempre, todo el año y no necesita de ciertas fechas o cultos para, como los antiguos fariseos, reafirmar su fe y hacerse pasar por lo que no es (practice what you preach). Por el contrario, aquellas personas que se identifican como cristianas (aunque no practiquen sus valores) en diciembre se sienten como Santa Claus, pero están más bien aculturados a imagen y semejanza de El Grinch (ese personaje de cuento que se robó la Navidad) sólo que no se dan cuenta de ello por su misma enajenación.






lunes, 21 de diciembre de 2015

La Navidad no es un cuento


Salvador Dalí, Niño geopolítico observando el nacimiento del hombre nuevo


La Navidad no es un cuento
Carlos Murillo González

Ciudad Cárcel, Chihuahua, diciembre del 2015

Vivo en una sociedad enferma y sufro de maldad. La enfermedad se llama enajenación, pero también se le conoce como ansiedad, miedo, estrés, ira, depresión, neurosis, egoísmo, adicción, competencia, y en conjunto, se compacta como maldad. La sociedad no es mala, está mala, enferma.

Esta sociedad vive de cuentos, de ensueños y fantasías; vive dormida; piensa que piensa y hasta se siente perfecta, superior a todos los seres vivos. Se engaña a sí misma para vivir “bien”. Se inventa historias, gobiernos y religiones; unos le sirven para castigarse, otros, para sentirse mejor. No sabe o no quiere salir de ese carácter infantil donde no se asumen responsabilidades y todo se lo deja a dios, a un héroe o a un tirano; a seres imaginarios o sanguinarios líderes; también a acciones y sustancias para sustraerse de la llamada “realidad”. 

Sufrimiento y dolor no son lo mismo

La paradoja de la sociedad moderna es su materialismo banal. Entre más se tiene, más aislamiento y soledad; entre menos se comparte, más desconfianza y menos empatía por los demás; cuanto más se sabe, mucha confusión y poca sabiduría. El embrión de la autodestrucción encuentra tierra fértil en la actitud hostil egocéntrica de un humano olvidado de sí mismo, sumido en el cuento del poder, la fuerza y la violencia. No sólo se causa daño a su existencia, también al planeta, a sus ancestros y a quienes todavía no nacen.

Sufrir está en la mente, el dolor, en el cuerpo. La cultura patriarcal, guerrera y capitalista, es generadora de ambos. En las calles se ve más gente sufriendo que gente feliz, pero muchos de los “felices” disfrutan de una alegría cimentada en el abuso a los demás y muchos de quienes sufren, anhelan esa felicidad contaminada. El dolor puede ser erradicado con medicina; mejor aún, con la energía de la mente. El sufrir es más complicado, pues surge de las creencias, de la cultura (superestructura) se manifiesta en la sociedad y en las personas (estructura) reforzándose en una dialéctica alienada, reproduciendo un ambiente enfermo, tóxico.

La Navidad como cuento

¿Qué es la Navidad?, ¿un  invento cristiano? Todos los cuentos, las leyendas y relatos, contienen enseñanza según la intención del autor(a) y el natalicio de un dios, por lo tanto, implica un anecdotario que ejemplifique y justifique la tradición que intenta crear o mantener. El nacimiento de Jesús, llamado El Cristo, cabe definitivamente en esta lógica.

Si de por sí, el mito de la Navidad expone un relato ficticio, pero universal (repetido en otras religiones) su impacto e influencia escasamente sirve para mantener la sumisa identidad cristiana y el consumismo mercantilista con el cual hace sinergia.  La época navideña es contradictoriamente, el tiempo donde sale lo peor del cristianismo: el egoísmo se acentúa y, si acaso, se muestra alguna amabilidad hipócrita disfrazada de caridad. Para el/la verdadero cristiano Navidad es todos los días; para el resto, vacaciones, excesos y algo de bondad.
  
La religión no tiene templo ni líderes

La religión la hacen las gentes y no los papas ni sus jerarcas. Religión viene del latín religare y significa estar conectado con la vida y el universo. En verdad muchos que presumen religiosidad es de lo que más carecen. Ni por error imitan al Cristo, prefiriendo con creces, adorar al rico y al poderoso. En su enfermedad, en su maldad, hacen sufrir al débil y matan al niño-dios dañándose a ellos mismos; no se realizan como personas, pero impiden a la sociedad su armonía y paz.

El fracaso de religiones como el cristianismo, el Islam o el judaísmo, se explica muy bien en la era de la posmodernidad, pues son meros metarrelatos; nada más que ofertas en el mercado de las creencias para un consumidor cada día más inconsciente y enajenado; un disfraz para la supervivencia en la jungla de la rivalidad. Da igual pertenecer o no a cualquier rito o sólo usarlos/practicarlos eventualmente. Desde hace siglos los dogmas son parte del sistema político-económico de las sociedades humanas para mantener a raya (hasta donde sea posible) a la mayoría de la gente en beneficio de una élite.
       
Navidad igual a renacer

Lo que no pueden matar las religiones institucionalizadas es el deseo de realización de las personas.  El cristianismo capitalista no ha podido pese a sus esfuerzos, dominar la voluntad de libertad y el deseo de emancipación humana. La Navidad aplicada a esta sociedad hedonista y enferma significa renacer, hacerse de nuevo eliminando lo que no sirve. Ser para el mundo y no servirse del mundo está en la base de todas las religiones, filosofías y creencias.

Con esta idea de religiosidad como sinónimo de conexión con la gente, quiero desearnos personal y socialmente, que nos aliviemos de tanta maldad para ya no vernos como enemigos ni competidores; para recordarnos con simpatía por las azarosas vidas de nuestra generación; y para olvidarnos de nuestros descalabros y celos con que nos hemos hecho daño mutuamente. Todos tenemos derecho a realizarnos y perdonarnos en lo individual y en lo colectivo. 

Que la Navidad sea pues, el momento de renovarnos para bien.

  




martes, 7 de diciembre de 2010

What side of the fence are you?



¿De qué lado del cerco estás?

Lomas de Poleo*


Así que, ¿para eso querían despoblar el Valle de Juárez, para hacer su nuevo puentecito internacional Tornillo-Guadalupe? Bendito capitalismo cristiano, tan contradictoriamente inmisericorde y tan vicioso del poder y el dinero. Ese puente será construido con la sangre derramada de sus genuinos pobladores, ¿para beneficio de quién? Bendito dinero que todo lo corrompe y degrada a las y los humanos como animales inferiores, bacterias devoradoras de su propia especie, vampiros insaciables que erran su vida vacía en busca de reconocimiento y poder.


No se puede ser optimista ante la barbarie; no hay revolución: involucionamos hacia lo más vil de lo humano que no es su sexualidad, sino la traición, la destrucción, el asesinato, el canibalismo. El desbalance de la justicia está inclinado hacia la impunidad, donde sólo un reducido grupo de “notables” puede acceder a la justicia y hacerla trizas si es de su conveniencia. Todos y todas estamos muertos: unos en su mundo de dinero y prestigio social, otros, la mayoría, en la pesadumbre de la desesperanza y la fantasía de la ignorancia. Todos enajenados, idiotizados en esta era de la frivolidad camino al nihilismo.


¡Qué triste Navidad! Rodeados de policías federales con pasamontañas o con cara de malos y armados hasta los dientes. ¡Qué triste realidad! Con “autoridades” que más que convencer y ofrecer aliento y seguridad, inspiran desconfianza y temor. Si por alguien hay que “pedir” en la tradición cristiana, es por las y los políticos, para que abran su corazón y enderecen el camino; ciegos que guían ciegos no pueden ser “líderes”. El cristianismo cree en los milagros, ¿será posible el milagro del cese de la adicción de las y los políticos neoliberales al poder y al dinero? En este mundo nadie es indispensable y los políticos menos.


La Navidad tiene el encanto de la familia, aunque no seas creyente o cristiano(a) practicante. También contiene la milenaria tradición romana del nacimiento de Apolo, el sol. Es la sinergia de la intimidad y la seguridad que brinda la familia, el último reducto donde nos avienta el moderno Leviatán capitalista, con la esperanza de un nuevo horizonte, un nuevo comienzo que nos ayude a trascender los errores de la actualidad: la seguridad de que el sol seguirá brillando. No sé si existan las y los cristianos verdaderos; sé de muchos(as) que hacen el esfuerzo, pero también de otros (aparentemente la mayoría) quienes se encargan de renovarle los clavos a la cruz de Jesús.


Hay un desbalance en la dialéctica de la vida moderna (o posmoderna) inclinada de forma viciosa hacia lo negativo y perjudicial a manera de círculo u espiral sin posibilidades de salida. El ejemplo vivo de esto es la “guerra contra el narco”: entre más se adentra la mentada “guerra” en la espiral de violencia, menos posibilidades tenemos de salir bien librados de ella, mucho menos victoriosos. Las y los zapatistas entendieron esto en 1994 cuando decidieron darle entrada a la sociedad civil y los procesos de paz. Hoy, de regreso al autoritarismo político, las posibilidades de diálogo se diluyen y la “ciudadanía” es un mero mote para decir que todavía hay gente que vota.


No, no se puede ser optimista ante la barbarie. El genocidio no está en la Constitución ni en ningún libro que apunte hacia la emancipación humana. Aquí el gran ganador, como siempre, es nuestro afamado vecino del norte y sus serviles socios mexicanos radicados en esta frontera. ¡Bravo por ellos! que lo que no obtienen por las buenas, lo obtienen por las malas, así ha sido su vida, ¿no? Mal por los traidores de la patria, la historia no tarda en juzgarlos.



*Lomas de Poleo es una colonia de granjeros(as) a las afueras de Ciudad Juárez viviendo recluidos como en campos de concentración, cuyas tierras de un día para otro pasaron de valer poco a valer una fortuna, para su desgracia. Familias adineradas en complicidad con autoridades políticas (entre ellas el actual presidente municipal) les han hecho la vida imposible para despojarlos de sus propiedades por lo menos desde la primera administración del Teto Murguía (2004-2007). ¿La razón? El desarrollo de la zona de Santa Teresa (New Mexico, USA) con San Jerónimo, de lado mexicano, región poco poblada a la que se le han invertido millones en recursos con dinero destinado a Ciudad Juárez y donde Lomas, al igual que las y los pobladores del Valle de Juárez, son un “obstáculo” para el desarrollo capitalista de los ricos de la región, que suelen ser también políticos, como el caso del Teto.

viernes, 11 de diciembre de 2009

La Navidad según Zaratustra

Nosotros los nuevos, los carentes de nombre, los difíciles de entender.

Friedrich Nietzche, La Gaya Ciencia.



Premio nobel de la paz a un presidente que apoya la guerra; titulares nacionales e internacionales sobre Ciudad Juárez que ni siquiera son nota en los periódicos juarenses ni chihuahuenses; guerras que no son guerras; crisis que no son crisis; elecciones que no eligen a nadie; Lomas de Poleo, Chiapas, Afganistán, Irak, calentamiento mundial, feminicidio, homicidio, pobreza, líderes corruptos, depresión…

...Dios ha muerto. En la visión futurista que nos ofrece Frederic Nietzche en Así Hablaba Zaratustra, la tesis central es un mundo que vive bajo una premisa falsa que es la adoración a un dios muerto (inspiración y representación de la religión organizada de tipo monoteísta) sólo que no se dan cuenta de su contradicción, no se dan cuenta que son los asesinos de Dios. El trabajo del filósofo-profeta es hacer ver esta situación al mundo, de tal manera que la gente pueda reconocer el error y transitar hacia la generación del súperhombre: una humanidad consciente de sí misma, madura, en el desarrollo pleno y total de toda su potencialidad, de sus capacidades y libre de la idea de Dios.

Zaratustra es pues un crítico de la religión, de la falsa moral, del monoteísmo occidental (pero también aplica para el musulmán, el judío y para todos los monoteísmos y politeísmos del mundo) de las teocracias que impiden conocer la verdad, en vez de hacerla accesible; es referente contra la hipocresía emancipadora religiosa. No es posible construir nada con la mentalidad y la vida atrofiada; es indispensable abrir los sentidos, el oído, el entendimiento, para superar el error.

La Navidad es en la tradición cristiana la conmemoración del nacimiento de Jesús el Cristo (el ungido, el salvador) pero también representa o es hereditaria de tradiciones religiosas más antiguas: el nacimiento de Apolo en la tradición romana, por dar el ejemplo directo. El cristianismo es una religión sincrética que sobrevive al tiempo por su capacidad de adaptarse o saber incorporar tradiciones populares a su sistema litúrgico. En este sentido, el Santa Clos, el Día de los Muertos, la Virgen de Guadalupe y los Reyes Magos son “desarrollos” del cristianismo (en este caso compartidos y aceptados por el catolicismo mexicano) que incorpora, tolera o fomenta para mantener la unidad de la fe.

La Navidad contemporánea está enfocada a lo material, al consumo, a la introspección y a la unión familiar. En la cuestión política-cultural-económica el cristianismo actual se lleva muy bien con las injusticias y los sistemas políticos corruptos, puesto que las tolera, como bien pueden decirnos los “líderes” que se asumen públicamente cristianos como Barak Obama, George Bush, Vicente Fox o Felipe Calderón; lo mismo aplica para todas las empresas y empresarios que, por un lado explotan los recursos naturales y a los trabajadores, contaminando el ambiente ecológico y social, pero tienen sus fundaciones filantrópicas y altruistas tipo el Teletón, limpiando sus culpas otorgando generosas limosnas a religiones que se hacen de la vista gorda, como la católica, que además tolera la pederastia en sus filas.

La Navidad zaratustriana se encamina a la destrucción de las falsas creencias; es la antítesis de la Navidad tal como la celebramos, es su fin, porque significa la continuación de la opresión, el debilitamiento de la voluntad, el poder social cedido a un dios muerto y usurpado por burocracias teológicas; es el cadáver a remover. Zaratustra sabe que la gente sabe; su saber es proporcional a la maquinaria invisible que pretende dirigir, como Frankenstein desatado, a sus creadores: el conocimiento de la ignorancia y el desconocimiento de todo lo que hay que conocer da lugar a la duda y a un sentimiento de inseguridad social de la cual la religión se engancha para autoproclamarse como única poseedora de La Verdad; el deber zaratustriano es desenmascararlo.

El poder que nos ofrece Zaratustra es personal y social. Se requiere voluntad de consciencia en lo individual e instinto de supervivencia en lo social para hacer frente al Leviatán de mil cabezas cuyas fauces devoran en todas direcciones consciencias y cuerpos, procurando el orden del caos en beneficio propio. Zaratustra representa el caos, la libertad y la congruencia, el superhombre y la súpermujer al que finalmente aspiraremos todos y todas algún día, la Navidad ocurre todos los días.