domingo, 30 de octubre de 2022

¿Cómo te gustaría morir?

 






Cómo te gustaría morir
Carlos Murillo González

Para Alberto Domínguez  
In memoriam 
Ad pugnatoris in veritae



La muerte es uno de esos temas, de esos asuntos que la mayoría de las personas huyen, pero es inevitable. Miedo a la vida, miedo a la muerte; vivimos y morimos constantemente. un día más de vida es un día menos de vida; dialéctica de la existencia. La celebración de la muerte no es exclusiva de México y sin embargo, es algo causante de temor y asombro a la vez.

La existencia es absorbente. La supervivencia ocupa buena parte de nuestra vida, seas rico o seas pobre, sobre todo el último. Los “seguros de vida” en realidad son seguros de muerte, pero si se llamaran como tal, no se venderían. Muchas personas viven “muertas en vida” sin expectativas, deambulando de aquí para allá, con tristeza o depresión; otras son “tumbas blanquedas”, parafraseando a Jesús, el cristo, limpias por fuera, pero llenas de inmundicia por dentro. Las noticias, sin tragedias ni muertes, tampoco venderían. Dice Ikram Antaki que quien no tiene nada por que morir, no tiene nada por que vivir.  Vivimos y morimos al mismo tiempo, constantemente, en un largo presente con pasado y futuro.

Morir de amor

Una de las formas más clichés y románticas de concebir la muerte es a través del amor. Pero generalmente es una interpretación barata de Romeo y Julieta: un amor de pareja imposible de realizar con latente resultado fatal. Es una amor banal, superficial, inmaduro; propio de las canciones populares limitadas a una sola forma de amar, definiendo la vida como la inseguridad de sentirse amado(a). El amor al dinero y al poder, en su generación viciosa y adictiva, provoca guerras y catástrofes, muertes injustas y desprevenidas. El amor a la patria a dios u otras ideologías, también causan muerte a granel, a veces sin necesidad, aunque la convicción de morir por algo abstracto sea sublime.  

Morir de viejo(a)

Como una meta en la vida, morir de vejez es una expectativa entrañable: el descanso justo, la misión cumplida; no todos(as) llegan a una edad avanzada, menos con excelente salud, pero sí llenos de anécdotas y experiencias. La vejez es como un premio para quienes logran sortear los mil y un obstáculos de la vida, lo cual no es fácil. Se espera que el viejo muera al último, algo así como la ley de la vida, cosa incierta pues no es lo lógico, sino lo deseable. La muerte es la recompensa de la gente longeva, un mérito en sí mismo. Las sociedades veneran lo antiguo, pero no lo viejo; el carácter de respeto relacionado con la tercera edad no es igual en todo el mundo. Para el Occidente y los países capitalistas es una carga, un peso muerto apestoso y del cual hay que deshacerse, pues ya no produce, produjo (ya no es explotable). Morir de vejez no es necesariamente morir con dignidad.   

La pena de muerte

La pena capital es una práctica bárbara todavía presente en Estados que se dicen “democráticos” (EEUU) o “socialistas” (China). La vida no vale nada, dice José Alfredo Jiménez, pero más bien, hay vidas desvaloradas, como las anónimas que aparecen en los diarios amarillistas, como El Diario de Juárez, provocadas por la inseguridad y la violencia, cuya importancia no supera la nota roja por su condición de clase; pesa más la nota que la dignidad humana. Hay penas de muerte no dictadas por el sistema de justicia, sino por motivos políticos, económicos, religiosos, egoístas, avariciosos; una forma de ejercer el poder contra las masas de pobres, las y los inconformes; los luchadores sociales. La muerte como castigo a las y los criminales, a las y los disidentes políticos, a las y los diferentes por sus creencias, orientación sexual o etnicidad. La pena de muerte es una pena de vergüenza, de salvajismo y terror.     

Quitarse la vida

El suicidio sigue siendo un tema polémico, sobre todo desde la perspectiva moral religiosa por que es como jugar a ser dios. No importando la situación ni el contexto, quien se quita la vida se le considera un(a) cobarde, una persona egoísta. Por supuesto que la madre, padre, hermano(a) o amigo(a) que da su vida por amor, poniéndose en el lugar del otro, también comete suicidio: uno de incalculable valor, casi instintivo. La depresión, las enfermedades incurables y dolorosas, crónicas, las tristezas muy grandes y las desilusiones provocan un desencanto con la vida, un martirio vivir. La eutanasia se abre paso ante y contra los fanáticos religiosos, como un alivio para quienes vivir se volvió una tortura. El autosacrificio sigue un camino de incomprensión popular, de vulgar hipocresía de la chusma incapaz de comprender la vida, menos la muerte. 

Morir en paz

Vivir de acuerdo a las propias convicciones, sin manipulación, emancipado(a) de deseos incumplidos o sentirse realizado en la vida son motivos para morir en paz. También lo es para quienes luchan por causas justas aun si la vida o la sociedad les paga con desprecio y desventura. Dicen los alemanes que la mejor almohada es una consciencia tranquila y esto aplica muy bien para quienes han hecho de su vida una plataforma consciente de las necesidades propias y ajenas, de su capacidad y talento limitado; de haber hecho y no imaginado, a pesar de la derrota, a pesar de la violencia, de la enfermedad y a pesar de la muerte. Una vida que merece vivirse es una vida para morir en paz.
 

¡Beto Domínguez!
¡Presente!




miércoles, 21 de septiembre de 2022

jueves, 9 de junio de 2022

Depresión y vergüenza

 



Depresión y vergüenza
Carlos Murillo González

La depresión es una de las enfermedades más incomprendidas y menospreciada por la sociedad; como si fuera un tema tabú, se evita hablar de ello y, se prefiere callar cuando se sufre este malestar. Es mal visto estar triste, sin deseos de hacer nada o de vivir, tomándose como una mala actitud, infantilismo, falta de coraje o cobardía entre otros discursos más odiosos y peor intencionados.

A diferencia de la apertura a la diversidad sexual, la identidad de género o el consumo de mariguana, si bien no son totalmente aceptadas, por lo menos están en el debate de la opinión pública, aunque siga habiendo gays y mariguanos de closet, la depresión todavía sigue siendo y con mucho un tema satanizado pese a la enorme cantidad de afectades y su relación con los suicidios. Es imposible presentarse a un trabajo y revelar que se es depresivo funcional o que se ha vivido episodios de depresión en el pasado; simplemente no te contratan. Sin embargo, es una enfermedad que afecta a millones de personas en el mundo.

Hay pues una franca exclusión y estigmatización social hacia la persona deprimida de una forma verdaderamente mezquina, por que está basada en la ignorancia y alentada por creencias de la derecha basadas en la religión (hay que sufrir para merecer para el caso del cristianismo católico) en el capitalismo voraz (sólo se contrata gente sana o son pretextos para no trabajar)  en la familia y amistades (échale ganas) agregando al padecimiento una carga extraordinaria de odio y señalamientos a quien(es) no pueden (o quieren, según esta lógica) ser “felices”, proactivos, animosos, alegres, etcétera.

Este entorno hostil descarga más pesadez a la persona afectada, haciéndola doble víctima: de la enfermedad misma y del prejuicio social. Por eso muchos(as) llevan en silencio el malestar o, incluso, lo rechazan. También está el desconocimiento en sí, cuando la persona no sabe por que llora de repente; por qué le dan ataques de ira o por qué sólo con el alcohol u otras drogas puede estar contenta, asumiendo que es una cuestión personal, negándola; rehusándose a buscar o recibir ayuda. Como no tiene manifestaciones físicas, la gente siente más empatía hacia una persona con cáncer, por ejemplo (aunque también las y los pacientes con cáncer se deprimen) que por alguien con depresión.  

Pero y qué provoca la depresión (¿?) 

Hay varios factores para la depresión: herencia genética; pérdida de un ser querido; una situación de violencia, guerra o crisis económica; por enfermedad o por sufrir un evento traumático. Hay depresiones temporales y pasajeras y las hay crónicas y de larga duración. Un ambiente egoísta, competitivo, clasista, jerárquico, patriarcal y con pocas posibilidades de movilidad social, como el que ofrece el sistema capitalista, son generadores de angustia, ansiedad y depresión. En otras palabras, las condiciones para desarrollar enfermedades mentales son propicias dentro del capitalismo, sobre todo en las grandes ciudades.




Para quien ignora o no ha tenido episodios depresivos, la depresión es como vomitar: mientras vomitas, todo el tiempo estás queriendo que ya termine; luego, cuando parece que ya se detuvo, viene otra ola de vómito y otra, hasta que finalmente no hay nada que vomitar y terminas exhausto. Pero a diferencia de quien pasa por el vómito, pues puede sentir alivio y empezar su recuperación, el de depresión quedará un largo rato desorientado(a) estancado, antes de empezar siquiera a sentir alivio o recuperarse. 

Una asesina silenciosa

La depresión no es nueva, sólo que antes se le llamaba de otra forma, como melancolía, en su nombre más amable o hipocondría, en el más despectivo. Es con la entrada de la ciencia médica y la psiquiatría en particular, cuando se ha empezado a entender y explicar síntomas, desarrollando medicamentos apropiados para atenderla. Así se ha pasado de tratamientos naturales, como la Hierba de San Juan, a diferentes tipos de antidepresivos, como los inhibidores de la monoaminoxidasa (IMAO´s) con muchos efectos secundarios, a los inhibidores selectivos de la recaptura de serotonina, mucho más amigables, saliendo al mercado cada vez antidepresivos más específicos, rápidos o seguros, teniendo como único obstáculo el precio, pues suelen ser muy caros y las terapias largas (de meses a años de tratamiento).

Claro que no toda depresión es igual. No es lo mismo tener depresión leve, moderada o grave; tener depresión con ansiedad, ser maniaco-depresivo o la depresión postparto. También debe considerarse la atención médica y psicológica, el apoyo de familia y amistades; la disponibilidad de centros de hospitalización, como también grupos de apoyo y/o terapia de grupo.  La depresión no respeta edad, sexo ni condición social. Es una de las enfermedades, junto con la diabetes y el cáncer, de mayor presencia y avance en el mundo. Es un padecimiento común, pero invisible.

Vergüenza

Después de hacer este breve recorrido sobre la depresión, si el lector(a) sigue teniendo prejuicios y señalamientos hacia quienes padecen esta enfermedad para hacerlos sentir mal, entonces quien tiene que sentir vergüenza es usted. Nadie está exento de deprimirse; sentirse fuerte no significa negar el sufrimiento o el llanto propio o sentirse superior por que no se quiere ser empático(a) ni solidario(a) con quien lo padece. Nadie tiene derecho a juzgar el sufrimiento de los demás por que no ha padecido depresión; sobre todo por que nadie sabe si puede ser el siguiente.


Cuando alguien ha perdido el entusiasmo por vivir, ya no disfruta lo que antes le hacía feliz o simplemente está pasando por un mal momento en su vida, lo menos que necesita es el consejo baladí, la mirada inquisidora, el regaño enfadoso o la indiferencia invisibilizadora; más bien se requiere la palabra de aliento, el acompañamiento moral y sobre todo, el respeto a la persona, si no se pueden dar muestras de amor.      

    


miércoles, 2 de junio de 2021

Cómo hacer votar a un(a) abstencionista

 



Cómo hacer votar a un(a) abstencionista
Carlos Murillo González


El abstencionista por definición, no puede ser clientelista,
no puede hipotecar su voto por un favor.
Antanas Mockus


No se puede. El fenómeno de la abstención electoral es más complejo que el simple hecho de no votar. El y la abstencionista deja claro su no participación electoral por diversas razones: desde la apatía y la ignorancia, hasta una clara forma de protesta hacia el régimen, pasando por otros factores como el desinterés, el desencanto, el desengaño, el analfabetismo político, la cultura cívica/política y la despolitización social. No es algo nuevo, pero sí una muestra de la calidad de la “democracia” donde se manifiesta. El y la abstencionista es el ciudadano(a) más difícil de convencer; es el verdadero (anti)voto duro.

Si las elecciones fueran cosa seria tendrían que suspenderse inmediatamente en calidad de urgencia tan sólo por los altos niveles de violencia e inseguridad pública que cada día registran gran cantidad de asesinatos en ciudades como Juárez y a la vista de todes. Pero no. La frívola mezquindad de mantener el sistema político andando para darle “legitimidad” al régimen de partidos y “orden” gubernamental a una paz social que brilla por su ausencia (ahí está el ejemplo de la Sierra Tarahumara de Chihuahua, secuestrada por las hordas del narcotráfico) significan nada para los intereses de los grupos de poder y la megalomanía de quienes se sienten “lideres”, enfermos de poder y capaces de dirigir los destinos de un pueblo herido ignorando sus desgracias.

Sin duda el régimen de partidos está agotado desde hace mucho tiempo. Si a mediados de los noventa del siglo pasado avisaba una esperanza con la alternancia en el poder partidista, después de décadas de elecciones de Estado en el periodo duro del asesino y corrupto Partido Revolucionario Institucional (PRI) que no respetaba resultados electorales, en muy poco tiempo los partidos mexicanos adoptaron las prácticas priistas, así como aceptaron a sus miembros disidentes. El resultado está a la vista y comprobación de todos y todas: desde el cínico pragmatismo político hasta el asesinato de candidatos y la elección de gobernantes ladrones, corruptos y criminales. La política está varada en el siglo XX mientras el pueblo sigue batallando en el día a día con la pobreza, la violencia y otras inequidades.   

Cada campaña electoral es un insulto a la ciudadanía, sobre todo a la clase trabajadora, tanto por el derroche de dinero público (y también privado) como por lo superficial de las propuestas baratas, cínicas y estúpidas (¿de veras no tienen más que ofrecer que “bienestar para tu familia”, “más y mejores trabajos”, “más y mejor policía”, “becas para tus hijos”…?) nunca se ofrecen soluciones de fondo, estructurales ni de justicia, por que eso acabaría con el negocio electoral, la administración de las ilusiones y la pobreza social, anclada en un futuro mejor que nunca llega; inmovilizando a la vez a la sociedad hacia escenarios más demandantes en la exigencia de respuestas o, mejor aún, convirtiendo a la ciudadanía en verdaderos sujetos de cambio; es decir en verdaderos protagonistas de sus historia y no en meros votantes: débiles espectadores en busca de “líderes”, héroes que les resuelvan la vida por ellos y ellas. 

La mayoría de las y los candidatos y políticos provienen de la clase media alta o alta (así hayan nacido pobres) nos les interesa la gente sino su voto. No comprenden la cotidianidad de la gente común por que no la viven y, quienes surgidos de la pobreza han alcanzado puestos políticos de importancia, la ignoran y rechazan, pues su lógica se vuelca hacia el interés personal. Los institutos electorales nacional y estatales, así como los tribunales de esa índole, son una farsa, sobre todo los primeros, que dicen ser “ciudadanos”, pero en realidad responden a los partidos, el poder y el dinero. En las elecciones no importa competir, sino ganar, por eso es el momento más importante en la vida de un político(a) pues de ahí dependen tres o seis años de impunidad, vida de ricos, fuero y la oportunidad para despilfarrar el erario en negocios turbios de todo tipo, incluyendo el narco. 

El gran enemigo de la “democracia” representativa electoral burguesa es el y la abstencionista y no la llamada clase política; lo cual es comprensible, pues si la gente no vota, ¿qué le daría legitimidad al régimen? El sistema de partidos ha ignorado anacrónicamente el abstencionismo, el voto nulo y el voto en blanco como una muestra de rechazo y se han posicionado cómodamente como paladines de la participación electoral (burda muestra institucionalizada del capitalismo conservador de rancio abolengo) haciendo uso de una falsa superioridad moral en alusión de las y los que votan contra las y los que no. Así es como han mantenido a raya el malestar social.

El abstencionismo es la principal fuerza política en México, pero es una fuerza dormida y dispersa; un sujeto tácito gigante capaz de derrocar gobiernos y transformar Estados. Los partidos cuentan con ello a la hora de elaborar sus estrategias, haciéndolo mayor o menor de acuerdo a sus intereses. Pero a esta masa amorfa sólo le falta despertar y tirar de una vez por todas la farsa electoral. La y el abstencionista está en las luchas estudiantiles y normalistas; en las madres y padres de desaparecidas(as) en las luchas ecologistas y animalistas; en los frentes antifascistas y en los derecho humanistas; en los movimientos obreros y juveniles; en las manifestaciones feministas y de las diversidades sexuales…es decir, en todos aquellos actores imposibles de sobornar con promesas hipócritas y soluciones banales a cambio de un voto.

El/la abstencionista consciente (por que existe también el enajenado) no vota por el menos peor, pues quiere un cambio de sistema, no de partido; no cree en grandes líderes, sino se apoya en la colectividad heterogénea; no hace política partidista que divide, sino sociología anónima que une. Si bien la abstención también se hace presente en la ausencia de los asuntos públicos, como resultado de la despolitización social (otra forma de despejar el camino a los políticos profesionales) al no encontrar respuesta en las instituciones ni en el clientelismo, se vuelca asimismo a buscar soluciones. El abstencionismo no es el enemigo; el enemigo es el sistema que te hace creer que eliges algo o a alguien sin cambiar nada.    

 





jueves, 13 de mayo de 2021

Pandemia + elecciones = pandemia de elecciones

Vista aérea del suroriente de Ciudad Juárez

 

Pandemia + elecciones = pandemia de elecciones

Carlos Murillo González


Cada año la calidad de las elecciones baja en la misma razón de la calidad de las propuestas de los candidatos y de los partidos, convirtiendo las campañas en una parodia de la política. Sin escapatoria, el ciudadano(a) común, el eterno y pasivo espectador(a) de una contienda que le es ajena, se resigna a la apatía, la mofa y el rechazo a lo político, haciendo un círculo vicioso favorable a mantener el status quo del sistema.


La variable del coronavirus Covid-19 y su prolongado confinamiento de más de un año, ha hecho más dificultosa la vida cotidiana por su secuela de contagios, muertes y efectos económicos adversos. Bajo este contexto, en las entidades donde se celebran elecciones este 2021, el vigor por las campañas es distinto al de años anteriores. En el caso de Chihuahua, el único estado en semáforo naranja (los demás en verde y amarillo) según la calificación de riesgo de contagio por covid, el entusiasmo electoral luce por su ausencia. La oferta partidista es pronunciadamente igual que otros años: mismos discursos, mismas propuestas, mismas promesas. El potencial votante no ve diferencia entre partidos, mucho menos de ideologías, debido al cinismo del pragmatismo político, que igual revuelve oportunistas de todo tipo dejando ver su adicción por el poder y/o búsqueda de inmunidad para enfrentar la justicia.


¿Qué habría pasado si en 2018 en vez de que ganase Morena, hubiera sido la continuación del régimen neoliberal? Es muy probable que la gente estaría en las calles no celebrando elecciones, sino exigiendo la caída de sus gobernantes, un cambio en el sistema, como ocurrió en EEUU el año pasado y sucede en Colombia actualmente. Esto no quiere decir que el actual régimen esté haciendo todo bien o se haya deslindado del capitalismo, pero sí, que la gente que votó por esa opción (hoy, muchos arrepentidos, por cierto) esté contenta con ciertas políticas populistas (becas, aumento del salario mínimo…) ejercidas por el gobierno federal. Regresando a Chihuahua, aquí ocurre una situación general de descontento hacia el actual gobierno de derecha y neoliberal (privatizador) de Javier Corral, emanado del PAN, mediocre y autoritario a más no poder que, aunado al pragmatismo insensato, burlo, amoral de la oferta partidista electoral, hacen que esta sociedad abstencionista por tradición, se asqueé más de la cuenta para justificar su ausencia no sólo electoral, sino de la vida pública, sin saber el beneficio  brindado sin querer a las élites políticas y económicas. A los partidos no les interesa más votantes, sino ganar más elecciones.


Para el caso de Juárez, una ciudad abandonada a su suerte desde hace muchos años, el desencanto con lo político-electoral se acentúa con la verdaderamente baja calidad de la oferta partidista, reciclada y anclada en el pasado; frívola y mezquina; sin imaginación ni propuestas serias para la ciudad de 1.5 millones de personas, la más grande del estado y económicamente, la más importante, pero, políticamente marginada: lejos de la toma de decisiones, fuera de las agendas y presupuestos gubernamentales, con un abstencionismo que ha llegado a veces hasta el 80% traducible también en bajo interés por los asuntos ciudadanos, es una suerte de puerto pirata mezclada con su pasado ligado al Old West gringo; una tierra sin ley, anómica, desterrada al olvido y explotada (victimizada) por la maquila, el narco y los Estados Unidos. Desde el 2007, la ciudad ha figurado varios años como la más peligrosa del mundo y en repetidas ocasiones, dentro de las más violentas, como sucedió en 2019 y 2020, donde aparecemos en el top cinco mundial.


Si el feminicidio, las ejecuciones del narco y las extra judiciales de la policía, no son parte de las propuestas ni promesas de campaña, en cuanto a soluciones, menos lo son el rescate de la vivienda abandonada, el ecocidio o la sequía. El Estado policiaco a través de la policía militarizada, sin duda, no ha traído tranquilidad a la sociedad juarense, pero sí a los intereses de la burguesía local-binacional; no hay distinción en el discurso electoral derecha-izquierda: combatir la corrupción, más vigilancia policiaca, más y mejores trabajos…nada ha cambiado en la forma de hacer campañas, salvo la eventualidad del Covid-19. Sin duda hay una permanente derechización de la política, pues en la práctica, continúa la guerra contra las y los jóvenes, contra las y los pobres, la privatización de los bienes públicos, la democratización de la deuda pública (endeudamiento del Estado) toda una estructura (y súper estructura) construida para favorecer a las élites en detrimento de la sociedad, basada en la figura del héroe, mesías, caudillo o líder que vendrá a salvar al pueblo sufrido de la corrupción y la maldad. El resultado es una sociedad infantilizada, incapaz de pensar por sí misma, fácil presa de la manipulación mediática, religiosa, o incluso, amenazada por la patronal si intenta autodeterminarse así misma.


La criminalización de la sociedad es una tendencia tanto de gobiernos emanados de la derecha, como de aquellos surgidos de la izquierda. En el primer caso, lo estamos sufriendo en Chihuahua desde los primeros gobiernos del PAN en la década del ochenta del siglo pasado (Francisco Barrio como presidente municipal de Juárez y luego como gobernador; luego los gobiernos del PRI en alternancia con Patricio Martínez, Reyes Baeza y César Duarte y, a nivel nacional, también en la alternancia PRI-PAN con Salinas, Fox, Calderón y Peña Nieto) en una constante violencia e inseguridad pública coincidente con la creación de entidades policiales (por ejemplo, la Policía Federal de Fox) y políticas como la “guerra contra el narco” calderonista, con injerencia, claro está, del imperialismo de Estados Unidos (Iniciativa Mérida) que no han traído otra cosa más que desapariciones forzadas por decenas de miles, juvenicidio, feminicidio y una constante de asesinatos a ecologistas, derecho humanistas y periodistas. La actual 4T (Cuarta Transformación) de López Obrador con su Guardia Nacional, si bien no ha sido tan atroz como sus antecesoras, sí se han visto muy mal ante la opinión pública con su trato al Cártel de Sinaloa, el mal manejo del conflicto del agua en Chihuahua y, sin duda, serviles hacia los EEUU en su política anti inmigrante con las y los hermanos latinoamericanos y en su paso por este país hacia el imperio. El respeto a los derechos humanos sigue estando ausente.


¿Por qué no ha habido una protesta ciudadana amplia e incluyente ante el manejo gubernamental de la pandemia de Covid-19? Tal vez por que, estando la sociedad tan acostumbrada a la barbarie de la violencia cotidiana (incluida la económica) se ha acostumbrado también a la supervivencia y se ha vuelto más temerosa y egoísta, justo lo que quieren los grupos de poder económico-políticos. Por eso para la mayoría de las y los chihuahuenses, particularmente las y los residentes de Juárez, las elecciones no son opción, sino continuación del régimen. Pero si las “elecciones” y los partidos no son la respuesta, ¿qué sí lo es?

    


 


 





miércoles, 30 de diciembre de 2020

HIKIKOMORI







Hikikomori
Carlos Murillo González


El 2020 ha sido un año especialmente difícil debido a las situaciones generadas a partir de la contingencia de coronavirus Covid-19, invisibilizando de paso problemas previos como aquellos relacionados con la violencia, la guerra y, aumentando otros como la pobreza y las desigualdades sociales. ¿Qué enseñanzas nos deja hasta el momento el fenómeno?, ¿cómo haremos para recuperar nuestras vidas y libertades?, ¿qué habrá de cambiar?

Aún existen millones de personas negando la existencia del virus o "resistiendo" bajo la excusa de sus derechos egocéntricos; a otras tantas no les importa si existe o no y actúan en consecuencia de manera egoísta: sin precauciones;  miles de millones más no tienen opción más que la sobrevivencia y su día a día es exponerse al contagio; es decir salir a ganarse el sustento. sin duda hay muchas preguntas sobre el origen del virus, si es natural o no, como también nos  muestra las caras del humano y sus múltiples matices: de la maldad a la bondad, es decir, de su calidad moral e inteligencia, en cuanto a sus niveles de equidad, empatía, simpatía, solidaridad, egoísmo, narcisismo, egolatría, orgullo...en fin, toda una gama de expresiones detrás de las acciones de naciones, gobiernos, empresas y claro, de la consciencia individual y colectiva; de si existe una responsabilidad compartida o no.

Como es sabido, el Covid-19 se detectó en Wuhan, China, a finales de 2019, extendiéndose rápidamente hacia el resto del mundo en cuestión de semanas. Por supuesto, las primeras personas contagiadas salieron de ese país y no eran necesariamente chinos(as) sino viajantes extranjeros que luego llevaron el virus a sus hogares. A diferencia de China, donde los contagios se dieron en el pueblo, la gente común, en Occidente por lo menos, se debió a los viajes de las élites. En México, por ejemplo, el covid llegó a través de las clases altas para luego extenderse al resto de la sociedad. en Ciudad Juárez primero llegó a través de la industria maquiladora con contagios masivos, antes que cruzara la frontera por El Paso, Texas, una de las ciudades más afectadas por corona virus en Estados Unidos.

La cuestión más importante a nivel macro y micro, es la decisión de darle más importancia o a la salud de la economía o al salud de las personas. Es inevitable las comparaciones entre los diferentes Estados sobre cómo han llevado la pandemia.  Primero China, con sus políticas de encierro rozando la crueldad, pero efectivas para detener los contagios, o bien, el manejo de Cuba, Viet Nam, Nueva Zelanda y últimamente Australia, con un mínimo de contagios y muertes, contra las medidas tomadas en la mayoría de los países de Europa y América Latina pero, sobre todo, en aquellos con tendencias fascistas, como Brasil y Estados Unidos, el gran campeón mundial de contagios y muertes por covid, debido al pésimo manejo de su todavía presidente, Donald Trump.

La característica principal de la epidemia en cuanto a las medidas tomadas, es el autoencierro (hikikomori) el aislamiento como medida preventiva y no se diga si se cae enfermo, como ha ocurrido desde hace siglos con las epidemias de todos los tiempos. La ciencia está en deuda con la humanidad cuando un microscópico bicho puede hacer tanto daño. La contingencia nos muestra cómo somos ante la muerte, conscientes o no de ello, pero nos dice de nuestra fragilidad, pese a autoproclamarnos la especie más evolucionada del planeta. Da miedo saber que existan armas bacteriológicas y puedan ser tan destructivas o incontrolables como la actual cepa de Covid-19. Es de preocuparse también el perfil de las y los políticos gobernantes, tan ineficaces y mediocres ante situaciones emergentes como la actual. Por un lado la cultura de la competencia egoísta propia del capitalismo; por el otro, la cultura del poder y la dominación de la clase política; resultado: el culto al héroe frívolo, exagerado, cimentado sobre el imaginario de poderes suprahumanos inexistentes y su propensión de poner al planeta en peligro.

Precisamente por que el nivel intelectual de la sociedad en general es deficiente, alejado de la ciencia, la ética, la moral; esclavizada por el consumismo y seducida por los valores de la riqueza, el cambio social es complicado. Se presta a la confusión, la desinformación, las buenas intenciones; enfrentando y dividiendo a la sociedad hacia la fragmentación, la superstición y la charlatanería. La ilusión de la gente se centra en que entrando el 2021 se acaba la pandemia de Covid-19, una esperanza legítima, pero infantil. Ese es el nivel de consciencia política de la ciudadanía de este país y de muchos más. 

No sabemos cuándo termine la pandemia aun si vienen vacunas en camino. Tampoco sabemos si otro virus o bacteria pueda poner en riesgo la vida humana, la actual civilización. El virus de la desconfianza y el virus de la esperanza sobrevendrán juntos, pero si no se tiene la claridad y entereza para reconocerlos, se corre el riesgo de agudizar la crisis civilizatoria.


*Hikikomori es un término japonés para referirse al fenómeno de  aislamiento social de jóvenes que deciden cortar sus lazos sociales y recluirse voluntariamente en una habitación (regularmente en casa de sus padres) durante años.













domingo, 16 de agosto de 2020

Entrevista sobre libro "Sociología para la participación pública".


Por Emiliano Scaricaciottoli

 

"En marzo de 2019, viajé a Ciudad Juárez con compañerxs e integratxs del CIAMHH (Colectivo de Investigación y Acción desde el Metal de Habla Hispana) para unas Jornadas sobre Heavy Metal en la UACJ (Universidad Autónoma de Ciudad Juárez). Carlos Murillo fue uno de los juarenses más picantes y corrosivos que conocí. Habremos compartido dos o tres noches de charlas extensas entre militancia y metal. Su activismo anarquista, su compromiso pleno con la frontera (de este y de aquel lado) y sus tesis de trabajo me parecieron necesarias. Ni fascinantes ni maravillosas: necesarias, para los y las juarenses y para abrir al mundo lo que la frontera norte de nuestramérica soporta/padece/resiste contra el imperio gringo. Sobre sus imaginarias y reales murallas, sobre los límites de nuestra acción militante, dialogamos."

Enlace a la entrevista:

 https://www.lalunacongatillo.com/single-post/2020/08/03/Sociolog%C3%ADa-para-la-militancia-Di%C3%A1logo-a-la-distancia-con-Carlos-Murillo-Gonz%C3%A1lez?fbclid=IwAR3G6UBmCvKqIwyrgwJl7Ha9JGZZSNZwVKJFmDUJjefNuysDTqLBiW6xa1c

lunes, 18 de mayo de 2020

Anarquía ante la contingencia

Anarquía ante la contingencia*
Carlos Murillo González


...llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones
Buenaventura Durruti

*Publicado originalmente en revista Acracia #4, mayo del 2020

Un virus nos mantiene encerrados o limitados en nuestras actividades cotidianas a través de las acciones del Estado para contrarrestar una pandemia de alcance mundial. Creemos que podemos sobrevivir la pandemia, con lo que debemos tener cuidado e ir preparándonos, es para el mundo de la post-pandemia; es decir, no sabemos en qué condiciones quedará la sociedad, la economía, la política, la salud, la libertad y los derechos humanos.
 
El corona virus SARS-COV2 conocido como COVID-19, aparece a finales del 2019 en la ciudad de Wuhan, China, declarando la cuarentena en enero del 2020 mientras el virus se dispersa por el mundo; febrero marca el contagio masivo en Europa y Estados Unidos, para marzo está ya bien establecido por toda América; en México entramos desde finales de abril a una fase de contagio comunitario o local. Los países han tomado diferentes medidas para atender la contingencia, con resultados variados.

¿Por qué esta pandemia es atendida de esta manera tan emergente, mientras otras tanto o más letales, como la diabetes, el hambre o el genocidio, no? Sin duda la pregunta libera sospechas genuinas sobre las razones políticas e intereses económicos detrás que alimentan las teorías de la conspiración, pero también ofenden la inteligencia de las personas sensatas. Una cosa es segura: el capitalismo en su etapa neoliberal es responsable de administrar la muerte: privatiza la vida y deja morir a los débiles. Este panorama es visible en el cuasi colapso de los sistemas sanitarios de varias naciones donde EEUU es el ejemplo más patético de fracaso en atender a sus enfermos. En general la negligencia política y la avaricia económica ofrecen un escenario desalentador para esta generación humana. Si nos descuidamos, el autoritarismo y el fascismo pueden extenderse aprovechando esta contingencia.

No todo es dramático. Una de las consecuencias positivas del autoencierro y la disminución de la actividad humana es el descanso ecológico para beneficio de todos y todas. La Tierra lo merece. La humanidad no puede prescindir de ecosistemas sanos, pero el planeta sí puede prescindir de nosotros(as). Si no tomamos esto en consideración, no hemos entendido la conexión que tenemos con la naturaleza, de la cual formamos parte.  La anarquía ayuda a ser empáticos(as) no sólo con las personas, sino también con la naturaleza. No podemos regresar a ser los mismos tiranos(as) con La Tierra. el mundo no nos pertenece, nosotros(as) somos parte del mundo.

Las y los humanos somos animales mamíferos, por lo tanto, sociables. Nos gusta la libertad por que nacimos libres y nos gusta la compañía por que somos sociales. Por eso las condiciones de encierro las entendemos como castigos (cárceles) y las cuarentenas, como la actual, altera el orden y pone a la mayoría de las personas en condiciones desfavorables, sobre todo si lo vemos con los lentes de las clases sociales. La crisis del corona virus nos pone al descubierto la dimensión de los espacios, las relaciones humanas, las angustias y los miedos. Por eso es importante sobrevivir y aprender de estas singularidades. El instinto de supervivencia se activa en momentos de peligro o riesgo, hay que estar atentos a no volver a los hábitos de consumo ilimitado e innecesario, de diversión enajenante, degradante y, sobre todo, a evitar perder garantías individuales so pretexto de la pandemia. El enemigo entonces no será un virus, sino el Estado. Si algo hay que sacar de provecho del encierro es aprender a ser más autosuficientes y mesurados, a recuperar libertades perdidas y derechos justos.      

En las ciudades de la frontera norte de México, el capitalismo más necrófilo se encuentra en la industria maquiladora. Ligada la economía mexicana a la estadounidense, la maquila simplemente se niega a parar y sólo lo hace cuando sus empleados(as) enferman por el COVID-19 y mueren. Así es como han provocado una ola de protestas de las y los obreros expuestos a contagiarse por la negligencia de estas empresas. Este es otro ejemplo de cómo las personas son vistas como desechables y exponen la crueldad de un sistema económico denigrante y autodestructivo, con sus cómplices corruptos de la prensa burguesa y los gobernantes en turno.

Como todavía es un misterio esta pandemia, lo que sí sabemos es que la sociedad está semi paralizada, estresada y con miedo. Mucha gente perderá su empleo, cuando no la vida o algún ser querido y eso asusta. Como la sociedad entre más urbanizada se vuelve menos comunitaria, el individualismo egoísta se antepone al individuo(a) consciente, a la conciencia de clase y a la consciencia para sí; se abandona así mismo ante la percepción de pérdida de seguridad de su destino y está dispuesto a entregarse a un “líder” que le dé las respuestas que desea oír; ahí es donde radica el peligro de seguir encadenados a un sistema que se niega a morir precisamente por que sabe alimentar los miedos humanos. Sí, la sociedad está dividida y aprisionada, pero hay gente deseando ser libre.

La autarquía, el mutualismo, el respeto a la naturaleza o las cooperativas, son algunas de las formas como podemos participar para reconstruir la sociedad, a recuperar la confianza en uno mismo, a pensar conscientemente y en armonía con la naturaleza. Tal vez no tengamos los medios económicos suficientes o la influencia mediática de masas, pero nos tenemos a nosotros mismos(as) y eso es más valioso que todo el dinero junto. Nos toca hacer lo propio en nuestra trinchera local o regional, en nuestro barrio o con nuestras amistades y familiares, la cosa es estar atentos a lo que viene y actuar en consecuencia.

Existe la posibilidad de colapsos de gobiernos de todos los niveles en todo el mundo, que el Estado esté rebasado, superado por los estragos de la actual contingencia, sobre todo los económicos. Son tiempos críticos, desde la sociedad se requerirá de voluntad, inteligencia y solidaridad para manejarlo de la mejor manera. El distanciamiento físico no podrá suplantar el distanciamiento social, pero requiere de personas alertas a ello, se viene una reconfiguración de los estratos sociales y las libertades y derechos estarán en peligro, no lo permitamos.