viernes, 18 de mayo de 2012

El priista que todos llevamos dentro







Un pueblo ignorante suele elegir un gobierno ignorante
Anónimo

La vida moderna y contemporánea de México esta ligada a la historia del Partido Revolucionario Institucional (PRI) tenemos conocidos, familiares, amigos, ligados a ese partido de alguna u otra forma; conocemos el estilo de gobernar priista, su transformación del militarismo al populismo y luego al neoliberalismo, sin dejar de ser autoritario. Generaciones de personas de todos los estratos y clases sociales se han cobijado bajo estas siglas y la cultura mexicana, nos guste o no, tiene influencia priista.

Todos somos Peña Nieto.

Si es cierta la lógica de que cada pueblo tiene el gobierno que se merece, entonces no hay remedio, no hay escapatoria, el ganador de la elección presidencial del 2012 es Enrique Peña Nieto por una simple razón: representa a más de la mitad de la población (60 millones) que viven en la pobreza, que a diferencia de Peña Nieto, no tienen para comprarse un libro, ni para postularse a un cargo de elección popular, pero en cambio sí comparten la ignorancia: el primero, como un lujo imperdonable, dadas sus altas aspiraciones; los segundos, por ser inmerecidamente un lujo inalcanzable.

¿Quién representa mejor a lo peor de México de los cuatro candidatos?, ¿quién simboliza a ese “priista”, a ese ser que no nos gusta, pero que todas y todos llevamos dentro? Es decir, al charrismo, el autoritarismo, la mordida, el soborno, el fraude económico y electoral, el robo a la nación; la enajenación pactada con los monopolios del poder de la comunicación, la divulgación y el divertimiento; el encubrimiento de lo que llamamos “realidad” (la pobreza extrema y el poder extremo) a través de la despolitización social y la enajenación masiva. Del PRI, Felipe Calderón heredó el estilo de gobernar de Gustavo Díaz Ordaz y Salinas de Gortari en cuanto a la violencia institucional y el fraude electoral en busca de consolidar el presidencialismo, o sea, la concentración del poder.  

La imagen de Peña Nieto promueve al mexicano ignorante, intolerante, irresponsable y misógino, al que le vale madre lo que le sucede al resto mientras a el/ella le vaya bien; al catolicismo conservador neomedievalista, a la sociedad de las apariencias; al México bonito del futuro, donde todo es felicidad, como en las novelas de Televisa, directa constructora junto con el catolicismo, de la mentalidad infantil del mexicano(a) la televisión es una verdadera educadora y niñera a la vez.

También representa al naco que no le interesa cultivarse, involucrarse, informarse ni hacer nada; al borrego, que sólo sigue órdenes, por necesidad, complicidad o por que no quiere pensar por sí mismo e igual vota por el Anticristo o va y revienta una manifestación pacífica si se lo ordenan; al fresa supremacista y avaricioso, que cree que se merece todo y desprecia lo mexicano, especialmente lo autóctono. Muy importante: es el candidato oficial de millones de priistas, de una forma de vida social y económica, laboral; la continuación (o retorno, según la perspectiva) de la cultura priista; el laissez faire, laissez passer del PRI: darle chanza de robar o hacer tranza a más gente.

También representa a un grupo poderoso dentro de su partido,  con influencias e intereses regionales, nacionales y transnacionales. El triunfo de Peña Nieto es el regreso de los gobiernos peleles, comunes en la era posrevolucionaria del siglo XX. El PRI significa el pasado. Incluso su forma de hacer campaña, copiado por sus adversarios y viceversa, pertenecen a otro México, el México del siglo pasado. Hoy están rebasados, casi obsoletos en su oferta, repitiendo los mismos clichés y haciéndose cada vez más obvios de su imperiosa necesidad de verse o hacerse pasar por otra cosa, ¡cuando son ellos quienes han inventado todas las prácticas! La gente, la sociedad mexicana, verdaderamente conoce muy bien quien es el PRI.

EL PRI no es sólo un partido de burócratas, de una forma de hacer política que echó raíces y sigue vigente; también ha creado sindicatos, partidos, cámaras empresariales, organizaciones populares, entre otros, con los cuales trabaja o se arregla. Afortunadamente el número de militantes es menor en relación al resto de la sociedad mexicana, pero aun así suman millones.

Hay algo de irracional en el juego de las elecciones, no sólo se vota racionalmente; también existe una motivación implícita no racional, sentimental, sin la cual no se podría explicar fenómenos como el voto duro: generaciones de priistas votando siempre por el PRI, por ejemplo. Esta misma psicología política utiliza el PRI pero de manera inversa desmotivando el voto y la participación electoral, el abstencionismo, pues, como una estrategia para ganar elecciones; de otra manera no se explica el triunfo del actual presidente municipal de Ciudad Juárez, por segunda ocasión (2004-2007; 2010-2013) Héctor “Teto” Murguía, polémico y autoritario personaje de mala reputación vinculado en algún tiempo al narcotráfico.

Democracia participativa: democratizar la democracia

La posmodernidad es la capacidad de entender la sociedad como diversidad y heterogeneidad, en términos sociológicos. Desde esta perspectiva, el PRI es sólo una oferta política, un estilo de vida, una forma de ser, además de una tendencia decadente que va de salida, va a desaparecer. Pero mientras eso suceda, se van a defender con todo, no estarán dispuestos a dejar sus privilegios. Aquí lo único que resta, como dice Boaventura de Souza, es democratizar la democracia, pero eso le corresponde a la sociedad, los partidos ya tuvieron su tiempo. 






miércoles, 16 de mayo de 2012

Estado policiaco, si. Estado fallido, no.






Nada es tan desalentador como un esclavo satisfecho
Ricardo Flores Magón

Es tan absorbente el bombardeo a través de medios de la actual campaña electoral, que resulta difícil recuperar y reflexionar los problemas trascendentales a la lógica sexenal. De continuar la estrategia de la “guerra” contra el narco, como un problema de falsa moral, de “cruzada” contra la delincuencia, y no como una amenaza a la salud pública y un negocio  de intereses de la economía capitalista, el Estado mexicano se encamina a acrecentar su ya acentuado militarismo (Estado policiaco) y pueda llegar a destruir poco tiempo, la nación tal como la conocemos (Estado fallido).

Los intereses  económicos internacionales ponen en juego los destinos de las naciones. Estados Unidos, Islandia, Grecia, España; antes Sudamérica, Japón. Para salvar los grandes capitales, se arriesga el futuro de generaciones; por eso el actual malestar social en Estados Unidos y Europa. En estos países se van perdiendo poco a poco derechos y privilegios; ahora el desempleo, las deudas, el empobrecimiento, aparecen a la par con el Estado policiaco: mayor vigilancia policiaca; militarización de la vida cotidiana; represión de los movimientos sociales; violación a los derechos humanos; desaparición de las garantías individuales…todo lo que un mexicano(a) les puede contar por experiencia propia.

El Estado mexicano no ha dejado de ser un Estado policiaco desde los tiempos del PRI a los actuales del PAN. En los últimos treinta años, el periodo neoliberal, la represión policiaca nos da cuenta de abusos en un sinnúmero de lugares en el país y donde tal vez Ciudad Juárez es y será el pináculo de la violencia de Estado por excelencia no sólo del sexenio, sino de los gobiernos panistas con sus feminicidios y más de diez mil asesinatos en los últimos cuatro años. En la vorágine de la combinación del poder político electoral y los intereses capitalistas monopólicos, la transición hacia nuevas formas de esclavismo (enajenación) incluye no sólo la mala educación, la desinformación y la desnutrición como pilares de la despolitización, también la limpieza social se hace evidente; una verdadera guerra de baja intensidad financiada por el Estado y apoyada por empresarios contra personas “peligrosas”, “indeseables” o simplemente, desechables.

El pretendido Estado fallido no es más que una estrategia conceptual de Washington para justificar su cada vez mayor intervencionismo en México, como lo ha hecho en años recientes en Afganistán, Irak  y Colombia. Es un error, una trampa, pensar que México es un Estado fallido; no nos equivoquemos: El gobierno mexicano en todos sus niveles (federal, estatal y municipal; el representativo y el judicial) sigue fortalecido por muy corrupto y decadente que nos parezca, por una sencilla razón: la continuación de la elecciones. No sólo eso, lo electoral da  una especie de certidumbre por “garantizar” la continuidad de las instituciones públicas, aunque no tanto la paz y la tranquilidad social, pese a que permite también, la permanencia de una burocracia y clase política para operar esas instituciones, con el poder que les damos.

Las y los gobernantes mexicanos saben muy bien lo que hacen. En su enajenación de poder y riqueza, no les interesa el rumbo de la sociedad, sino cómo sacar el mayor provecho posible para sí mismos. El Estado policiaco es una tendencia fascistoide de las democracias electorales para no dejar el poder. Por eso la pretendida “guerra” contra el narco, es una farsa y a la vez un pretexto para sacar al ejército a las calles y desviar la mirada de otros rublos. En Estados Unidos, España o Chile, se reprime igual a Indignad@s que a Ocupas o estudiantes. En México además se asesinan periodistas y se persigue a activistas sociales: a ningún gobierno le faltan pretextos para reprimir por que, recordando a Max Weber, ejercen el monopolio de la violencia.

Lo que podemos concluir es que hay una visión a mayor plazo de las élites político-económicas que las y los ciudadanos comunes apenas podemos distinguir, pero la violencia sin duda, nos pone en perspectiva, pues la sociedad pone los muertos y las élites siguen intocables. El miedo ha sido con mucho, el gran legado de la era calderonista; un recurso más para ejercer el poder, en este caso a través del terror. En el Estado Policiaco nadie está a salvo (recuérdese las épocas totalitarismo del siglo XX) y el terror, ese instrumento de dominación de las sociedades guerreras, ahora toma nueva forma en el discurso de Washington con sus “guerras preventivas”, “guerra al terrorismo” y su más reciente “guerra contra el narcoterrorismo”; es decir, se inventan nuevos enemigos, pero este en especial, el narco, al ser civil, se invisibiliza y confunde fácilmente en la sociedad con los resultados que ya conocemos: todos(as) somos sospechosos y todos(as) podemos ser víctimas “colaterales”.

Mientras todo esto sucede en el plano macro social mundial, nuestro contexto mexicano local nos cuenta de 49 cuerpos desmembrados en Apodaca, Nuevo León; de 18 en Jalisco, otros tantos en Veracruz y así, ¡en menos de un mes!. En Ciudad Juárez, Ciudad Cárcel, desde donde escribo estas líneas, la policía de Julián Leyzaola, el militar a cargo de Seguridad Pública Municipal, sigue violando las garantías constitucionales haciendo retenes a diestra y siniestra y peor aún, golpeando, desapareciendo personas y asesinando con la mayor impunidad que la justicia mexicana, el gobierno municipal priista, así como las cámaras empresariales, le brindan.

Mucha gente está entusiasmada con las elecciones, pensando que ganará su partido o candidato. La verdad es que va a haber fraude a favor del PRI y nadie siquiera ha reflexionado al respecto; otra verdad es que el gran ganador de esta contienda va a ser el abstencionismo y por último, pero no menos importante, es que se le apuesta a un futuro que ya nos alcanzó. La pregunta no es por quién vas a votar, sino qué estás haciendo para terminar con todo lo que no te gusta de los políticos; qué estás haciendo por ti y por la sociedad más allá de las elecciones. Mientras la violencia sigue y nadie está seguro, sólo las y los políticos, por que saben que depende de que votes para que el/ella siga defraudándote.  


Alto al Estado policiaco.