Cielo Vista, Feminista, Ambientalista
(I)
Carlos Murillo González
Cielo Vista
El 3 de agosto del 2019 vino a marcar a la ciudad de El Paso, Texas con la
peor tragedia de su historia. 22 personas fueron asesinadas por un supremacista
blanco texano, quien viajó desde Dallas para matar al “mayor número de mexicanos
posible”. En la escena murieron efectivamente, nueve mexicanos(as) personas quienes,
como otros miles de connacionales, cruzaban cada fin de semana la frontera para
visitar familiares o hacer compras en tiendas como Wal-mart, sede del atentado terrorista,
desde la vecina Ciudad Juárez.
La prensa de EEUU ha minimizado el hecho como un asunto de internal terrorism, “terrorismo doméstico”
le llaman. Bajo esta lógica han invisibilizado un asunto de interés binacional
banalizado las muertes de nuestros paisanos(as) el aumento de la ideología del
supremacismo imperialista y una historia de violencia fronteriza predominantemente
de norte a sur y tan antigua como la guerra de intervención que hizo ese país
al nuestro en 1846-1848. La respuesta del gobierno mexicano, un tanto tibia, pero
al menos inmediata, vino un poco a equilibrar las dimensiones del evento, pero
le ha faltado valor para ir más allá. Mejor países tan lejanos como Uruguay, en
Sudamérica, han alertado a sus ciudadanos de los peligros de viajar a EEUU,
justamente del tipo de alertas que lanza el vecino país advirtiendo a sus connacionales
a evitar visitar ciertas regiones o ciudades de México.
No es un asunto menor que la matanza haya sido en El Paso. La región es
predominantemente de origen mexicano. La zona urbana fronteriza se compone de Ciudad
Juárez, con su 1.3 millones de habitantes y El Paso, con sus 600,000 habitantes
y un 60 a 80% de población latina, 90% mexicanos. Una de las ciudades más
violentas del mundo junto a una de las ciudades más pacíficas de EEUU. Por la
frontera pasa todo y no pasa nada. La dinámica fronteriza es desde siempre de
cruce de mercancías, de personas, legal e ilegalmente. De dos culturas
distintas y distantes (por la política estadounidense) las ciudades fronterizas
como Juárez-El Paso sintetizan ambas en una dialéctica local que influye en
ambos lados, además o más allá de los lazos consanguíneos.
La masacre del 3 de agosto en el Walmart de Cielo Vista, ese paso obligado
de todo mexa que visita El Paso (una de
las sucursales de la cadena con mayores ventas en el país) al menos una vez ha
comprado algo ahí. Es como si el atentado hubiera sido en Juárez; es como si te
hubiera tocado a ti, aunque no hayas estado ahí; es escuchar el pensamiento de
más de uno: “yo compro ahí”, “yo iba a ir hoy…”, por eso la masacre tiene un
impacto inmediato en Juárez; ese mismo día se organiza una vigilia pública por
la noche. Hay consternación, muchos(as) juarenses tenemos familiares y
amistades en El Paso. Cosa curiosa, en estos últimos 11 años de violencia extrema
de “guerra” contra el narco, no se recuerda alguna manifestación o mitin solidario
de paseños(as) por la circunstancia juarense. Tal vez por lo trágico de nuestra
historia reciente, la cual no estamos superando, por eso comprendemos lo que están
pasando y sintiendo nuestros vecinos(as) del norte.
¿Qué habría pasado si las 22 víctimas fueran gente blanca y de ojos azules,
que fuese en un centro comercial de Ciudad Juárez y que fuese ejecutado por un
extremista mexicano que odia a los gringos? Seguro tendríamos una respuesta
virulenta de Washington, así como de la sociedad estadounidense en general;
tendríamos un mayor intervencionismo en México y, muy probablemente aumentaría
el sentimiento antimexicano en el país vecino. Pero eso sólo lo haría un Pancho
Villa que buscase desestabilizar al país generando un conflicto internacional. Un
escenario así, aunque posible, es poco probable. Por el contrario, el escenario
del Walmart de Cielo Vista supone un hecho condenable más hacia una minoría étnica
que pronto entrará al olvido en espera de la siguiente masacre. El indulgente
sistema de justicia de EEUU hacia sus terroristas blancos no supondría una
amenaza, sino una invitación para futuros terroristas, sino para todas aquellas
personas vulnerables por estar fuera de esos estándares étnicos que temen al
mestizaje por que creen que van a desaparecer de la faz de la Tierra.
El peligro real que viene es el de la militarización del Estado policiaco,
es decir, el aumento de la presencia militar y la militarización de la policía,
el espionaje a la sociedad y otras tantas formas de vigilancia que ofrecen las
democracias artríticas como la de EEUU y las semi colonias, semi democráticas
como México. La militarización ya está, pero el objetivo varía. La Guardia
Nacional desplegada en el borde del Río Bravo es para evitar el tránsito migratorio
hacia el gringo, no para evitar que algún loco de la migra, de las milicias o
entusiasta seguidor de Donald Trump se le ocurra dispar, como ya ocurrido, sus
armas de fuego contra nosotros y en nuestro territorio.
Va a cambiar la dinámica de vida cotidiana en esta región fronteriza. El
temor y el miedo ya está instalado, por lo pronto, en ambos lados de la frontera.
Otros peligros acechan la región, como la apertura de la mina en Samalayuca y
el feminicidio que no cesa, ambas producto del patriarcado capitalista. En las
siguientes entregas se analiza la necropolitica del poder detrás de estos
eventos.