Breaking The Law
Judas Priest
Hay
un discurso que utiliza el concepto de anarquía
(sin gobierno) como sinónimo de
destrucción y caos. Este discurso proviene no sólo de gobiernos y empresarios,
como es de esperarse, sino también y con frecuencia, de la prensa y la
academia. El concepto más indicado es el
de anomia (sin ley) por lo que sucede
en países como México y ciudades como Juárez, donde la violación a la ley es
una constante, comenzando con la constitución y terminando con los derechos
humanos.
En
ese mundo surrealista oficial, de imágenes de bienestar que ocultan hambrunas y
genocidios, donde todo es normal (los asesinatos diarios, la explotación
sexual, la violencia doméstica) es más fácil distorsionar conceptos que
utilizarlos correctamente, pero a costa de desinformar e influir en un público
tal vez susceptible de manipular; en una sociedad desacostumbrada a pensar por
sí misma. Sociológicamente la anomia es tanto una sociedad sin ley, como una
donde no se respeta la ley. En su aspecto positivo, si hay conciencia
individual y social, la anomia representa la falta de necesidad de vivir
regulado, o bien la rebeldía ante un gobierno o ley tiránica. En su aspecto
negativo (el más usado) indica la degeneración de la ley; la instrumentación
del poder político y económico en paisajes de impunidad, en estructuras
caníbales y autodestructivas.
La
anomia en la época del capitalismo posmoderno del siglo XXI recién iniciado, se
autoproclama magnánima, capaz de aplicarse en el propio país, ciudad o dónde
sea, a través de la industria del miedo y la insatisfacción social perenne,
generando competencia, conflictos de interés y violencia; un moebius de
dominación además individualizante y egoísta. Por eso no ha de entenderse una
situación anómica negativa como algo fortuito solamente, fruto de la ignorancia
o la inexperiencia, sino algo también provocado
por terceros. El “orden y progreso” capitalista neoliberal, para su
supervivencia, hace posible la anomia: corrupción, fraude, despolitización
social, guerras, pobreza y ecocidio, son ejemplos anómicos reales.
Ciudad Juárez, ciudad
anómica
El
neoliberalismo en Ciudad Juárez no sólo tiene que ver con las maquilas, las
transnacionales, los grandes consorcios o las franquicias. El narcotráfico, el
trafico de personas, el contrabando en general, también son capitalistas. Pero
hay otro aspecto más cruel: aniquilar poblaciones enteras para llevar “el
progreso”, como sucede en Lomas de Poleo y el Valle de Juárez, literalmente
eliminadas para convertirlas en
“áreas de desarrollo” económico, proyecto que además apuesta por dividir a
Juárez y finalmente, ¿desaparecerla? No hay complicidad entre gobiernos y
empresarios, por que finalmente son los mismos turnándose en puestos empresariales
y públicos. El caso neoliberal incluye en su versión priista, los siguientes
actores y situaciones:
Ruteros
Después
de los sicarios, los choferes de transporte público o “ruteros” son quienes
causan más muertes violentas en Ciudad Juárez. Son de alguna forma, un brazo
armado del priismo, pues igual transportan votantes y golpeadores en tiempos de
elecciones o ellos mismos se convierten en grupo de choque en cualquier época
del año. Los ruteros hacen y deshacen en las calles juarenses: chocan, atropellan,
amenazan y de paso dan mal servicio, con la aparente complacencia o miedo,
tanto del gobierno, como de la sociedad juarense.
La
policía
La
policía juarense desde siempre ha gozado de mala reputación por hartas
evidencias de abuso cometidas. En la era Teto-Leyzaola, esa impunidad aumenta
hasta llegar a extremos fascistas de limpieza social. Los policías encubiertos,
por ejemplo, que trabajan en famosas licorerías convertidas en superettes,
tienen licencia para matar. Infinidad de personas, desde verdaderos criminales
de profesión hasta muchas personas inocentes, han sido maltratadas, golpeadas y/o
asesinadas en los oficios policiacos. La brutalidad policiaca es aprobada por
las autoridades y de alguna manera apoyada por sectores de la ciudad proclives
al apartheid y otras formas de discriminación. No ha de olvidarse que pese a
las protestas, el empresariado juarense ha apoyado incondicionalmente la
permanencia de Leyzaola.
Obras
viales
Un
préstamo multimillonario de más de dos mil millones de pesos para “mejorar las
vialidades” que el Congreso del estado aprobó al presidente municipal de Ciudad
Juárez (sin consulta previa a la ciudadanía) de repente se pone en acción en
varios puntos de la ciudad, acometiendo como en una guerra, abriendo hoyos aquí
y allá, cerrando calles. De pronto se generaron nuevos empleos, ¿para captar
votos esta temporada y de paso, asegurarse que las/los abstencionistas no
salgan a votar, haciéndoles enojar con tanta falta de planeación urbana?
Destrucción
del centro
El
ahora “Centro Histórico” de Ciudad Juárez, no será el mismo después de las
también impopulares obras de mejoramiento del centro, pues se trata de algo más
que cambiarle radicalmente la fisionomía y peor aún, se desconoce, cómo será el
“progreso” que traerá el nuevo centro, pero el estilo de desalojo es parecido
al de los ya citados, Lomas de Poleo y Valle de Juárez (también se han quemado
y derrumbado casas y asesinado a gente “indeseable”…). Ni las protestas ni los peritajes del INAH
(Instituto Nacional de Antropología e Historia) ni la inconformidad de los
locatarios del centro, nada detiene al neoliberalismo priista.
Privatización
de la cultura
El
embate de la derecha por criminalizar a la sociedad en sus diferentes
manifestaciones (protesta pública, artistas de la calle…) también aboga por
hacer de todo un negocio: un malabarista callejero que no paga impuestos es un
criminal, mientras Sebastián, el escultor de la espantosa “X” (el nuevo
monumento juarense) se lleva varios millones de pesos por una obra que nadie en
Ciudad Juárez pidió, pero la sociedad pagará de sus impuestos. Seguramente se
explotará de manera económica por algún político-empresario para su propio beneficio. El muy manoseado y prometido Centro de
Convenciones se hará, pase lo que pase, en el ahora ex hipódromo y ex galgódromo
y pese a las protestas de vecinos, artistas e intelectuales para convertirlo en
un centro cultural comunitario, no en un centro de espectáculos empresarial
privado. ¿A quién le interesa la cultura? Ciudad Juárez es una de las ciudades
menos lectoras, de un país que no lee.
La
enajenación religiosa.
¿La
sordidez es algo común en el catolicismo? Por la forma como conducen los
asuntos públicos, parece que sí. La pedofilia de muchos sacerdotes, el
encubrimiento de los mismos; el protagonismo político de esta religión por
encima de otras y su predilección por gobiernos de derecha (incluidas las
dictaduras) así como el apoyo de parte de los gobernantes católicos (por
ejemplo, César Duarte en Chihuahua) serían más que motivos suficientes para por
lo menos, una reflexión introspectiva de quienes se asumen como practicantes de
dicha religión y más aún para quienes comprenden y defienden el Estado laico.
La anomia incluye los espacios de lo “sagrado”.
La
desconfianza
La
anomia también es desconfianza. En una situación o espacio donde nadie confía,
no hay paz ni armonía. La simulación se convierte en la cotidianidad, vivir por
vivir, pero sin profundizar en la existencia misma. Desconfianza, miedo,
prejuicios: la enfermedad del patriarcado, base de la violencia estructural
presente en todos los regímenes jerárquicos. La ciudad no confía en los
gobernantes y éstos tampoco confían en la ciudad. Por eso la credibilidad y la
legitimidad del régimen político-económico es cuestionable; la participación
electoral es el mejor termómetro de la desconfianza política, la protesta y la
apatía social.
La
sociedad anárquica es una aspiración, no una realidad. La anomia es la norma de
ciudades como Juárez, Chihuahua o varias otras de México. La ciudad anómica
(título tácitamente verdadero de este texto) es en referencia a la refinación
del capitalismo en su esencia destructiva y caótica, con ayuda del Estado. El
caso de Ciudad Juárez es paradigmático, pues representa muy bien el ideal
avaricioso del capitalismo: destructivo, racional, anómico, machista.
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