jueves, 16 de mayo de 2013

Ciudad anárquica




Breaking The Law
Judas Priest


Hay un discurso que utiliza el concepto de anarquía  (sin gobierno) como sinónimo de destrucción y caos. Este discurso proviene no sólo de gobiernos y empresarios, como es de esperarse, sino también y con frecuencia, de la prensa y la academia.  El concepto más indicado es el de anomia (sin ley) por lo que sucede en países como México y ciudades como Juárez, donde la violación a la ley es una constante, comenzando con la constitución y terminando con los derechos humanos.

En ese mundo surrealista oficial, de imágenes de bienestar que ocultan hambrunas y genocidios, donde todo es normal (los asesinatos diarios, la explotación sexual, la violencia doméstica) es más fácil distorsionar conceptos que utilizarlos correctamente, pero a costa de desinformar e influir en un público tal vez susceptible de manipular; en una sociedad desacostumbrada a pensar por sí misma. Sociológicamente la anomia es tanto una sociedad sin ley, como una donde no se respeta la ley. En su aspecto positivo, si hay conciencia individual y social, la anomia representa la falta de necesidad de vivir regulado, o bien la rebeldía ante un gobierno o ley tiránica. En su aspecto negativo (el más usado) indica la degeneración de la ley; la instrumentación del poder político y económico en paisajes de impunidad, en estructuras caníbales y autodestructivas.

La anomia en la época del capitalismo posmoderno del siglo XXI recién iniciado, se autoproclama magnánima, capaz de aplicarse en el propio país, ciudad o dónde sea, a través de la industria del miedo y la insatisfacción social perenne, generando competencia, conflictos de interés y violencia; un moebius de dominación además individualizante y egoísta. Por eso no ha de entenderse una situación anómica negativa como algo fortuito solamente, fruto de la ignorancia o la inexperiencia, sino algo también provocado por terceros. El “orden y progreso” capitalista neoliberal, para su supervivencia, hace posible la anomia: corrupción, fraude, despolitización social, guerras, pobreza y ecocidio, son ejemplos anómicos reales.

Ciudad Juárez, ciudad anómica

El neoliberalismo en Ciudad Juárez no sólo tiene que ver con las maquilas, las transnacionales, los grandes consorcios o las franquicias. El narcotráfico, el trafico de personas, el contrabando en general, también son capitalistas. Pero hay otro aspecto más cruel: aniquilar poblaciones enteras para llevar “el progreso”, como sucede en Lomas de Poleo y el Valle de Juárez, literalmente eliminadas para convertirlas en “áreas de desarrollo” económico, proyecto que además apuesta por dividir a Juárez y finalmente, ¿desaparecerla? No hay complicidad entre gobiernos y empresarios, por que finalmente son los mismos turnándose en puestos empresariales y públicos. El caso neoliberal incluye en su versión priista, los siguientes actores y situaciones:

Ruteros

Después de los sicarios, los choferes de transporte público o “ruteros” son quienes causan más muertes violentas en Ciudad Juárez. Son de alguna forma, un brazo armado del priismo, pues igual transportan votantes y golpeadores en tiempos de elecciones o ellos mismos se convierten en grupo de choque en cualquier época del año. Los ruteros hacen y deshacen en las calles juarenses: chocan, atropellan, amenazan y de paso dan mal servicio, con la aparente complacencia o miedo, tanto del gobierno, como de la sociedad juarense. 

La policía

La policía juarense desde siempre ha gozado de mala reputación por hartas evidencias de abuso cometidas. En la era Teto-Leyzaola, esa impunidad aumenta hasta llegar a extremos fascistas de limpieza social. Los policías encubiertos, por ejemplo, que trabajan en famosas licorerías convertidas en superettes, tienen licencia para matar. Infinidad de personas, desde verdaderos criminales de profesión hasta muchas personas inocentes, han sido maltratadas, golpeadas y/o asesinadas en los oficios policiacos. La brutalidad policiaca es aprobada por las autoridades y de alguna manera apoyada por sectores de la ciudad proclives al apartheid y otras formas de discriminación. No ha de olvidarse que pese a las protestas, el empresariado juarense ha apoyado incondicionalmente la permanencia de Leyzaola.

Obras viales

Un préstamo multimillonario de más de dos mil millones de pesos para “mejorar las vialidades” que el Congreso del estado aprobó al presidente municipal de Ciudad Juárez (sin consulta previa a la ciudadanía) de repente se pone en acción en varios puntos de la ciudad, acometiendo como en una guerra, abriendo hoyos aquí y allá, cerrando calles. De pronto se generaron nuevos empleos, ¿para captar votos esta temporada y de paso, asegurarse que las/los abstencionistas no salgan a votar, haciéndoles enojar con tanta falta de planeación urbana?

Destrucción del centro

El ahora “Centro Histórico” de Ciudad Juárez, no será el mismo después de las también impopulares obras de mejoramiento del centro, pues se trata de algo más que cambiarle radicalmente la fisionomía y peor aún, se desconoce, cómo será el “progreso” que traerá el nuevo centro, pero el estilo de desalojo es parecido al de los ya citados, Lomas de Poleo y Valle de Juárez (también se han quemado y derrumbado casas y asesinado a gente “indeseable”…).  Ni las protestas ni los peritajes del INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia) ni la inconformidad de los locatarios del centro, nada detiene al neoliberalismo priista.

Privatización de la cultura

El embate de la derecha por criminalizar a la sociedad en sus diferentes manifestaciones (protesta pública, artistas de la calle…) también aboga por hacer de todo un negocio: un malabarista callejero que no paga impuestos es un criminal, mientras Sebastián, el escultor de la espantosa “X” (el nuevo monumento juarense) se lleva varios millones de pesos por una obra que nadie en Ciudad Juárez pidió, pero la sociedad pagará de sus impuestos. Seguramente se explotará de manera económica por algún político-empresario para su propio beneficio.  El muy manoseado y prometido Centro de Convenciones se hará, pase lo que pase, en el ahora ex hipódromo y ex galgódromo y pese a las protestas de vecinos, artistas e intelectuales para convertirlo en un centro cultural comunitario, no en un centro de espectáculos empresarial privado. ¿A quién le interesa la cultura? Ciudad Juárez es una de las ciudades menos lectoras, de un país que no lee.

La enajenación religiosa.

¿La sordidez es algo común en el catolicismo? Por la forma como conducen los asuntos públicos, parece que sí. La pedofilia de muchos sacerdotes, el encubrimiento de los mismos; el protagonismo político de esta religión por encima de otras y su predilección por gobiernos de derecha (incluidas las dictaduras) así como el apoyo de parte de los gobernantes católicos (por ejemplo, César Duarte en Chihuahua) serían más que motivos suficientes para por lo menos, una reflexión introspectiva de quienes se asumen como practicantes de dicha religión y más aún para quienes comprenden y defienden el Estado laico. La anomia incluye los espacios de lo “sagrado”.

La desconfianza

La anomia también es desconfianza. En una situación o espacio donde nadie confía, no hay paz ni armonía. La simulación se convierte en la cotidianidad, vivir por vivir, pero sin profundizar en la existencia misma. Desconfianza, miedo, prejuicios: la enfermedad del patriarcado, base de la violencia estructural presente en todos los regímenes jerárquicos. La ciudad no confía en los gobernantes y éstos tampoco confían en la ciudad. Por eso la credibilidad y la legitimidad del régimen político-económico es cuestionable; la participación electoral es el mejor termómetro de la desconfianza política, la protesta y la apatía social.


La sociedad anárquica es una aspiración, no una realidad. La anomia es la norma de ciudades como Juárez, Chihuahua o varias otras de México. La ciudad anómica (título tácitamente verdadero de este texto) es en referencia a la refinación del capitalismo en su esencia destructiva y caótica, con ayuda del Estado. El caso de Ciudad Juárez es paradigmático, pues representa muy bien el ideal avaricioso del capitalismo: destructivo, racional, anómico, machista.

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