Las
elecciones en Estados Unidos no sólo dieron como ganador a Obama, también se
votó a favor de la legalización de la marihuana con fines recreativos en los
estados de Washington y Colorado, lo cual inmediatamente hace innecesario
seguir con la política de exterminio en México para que la droga no llegue a
ese país. Es la mejor noticia que podemos tener las y los mexicanos.
Ya
no hay motivos ni razones para seguir las políticas impuestas desde La Casa
Blanca con la Iniciativa Mérida y menos aún con la sanguinaria propuesta de
Calderón, que nunca tuvo ni pies ni cabeza, pero sí un profundo impacto
negativo en la sociedad, con un saldo irremediable en vidas humanas, sobre todo
en el norte del país. Influidos por Washington y Colorado, seguramente otros
estados de ese país llevarán estas iniciativas de legalización y cada vez serán
menos justificables las acciones “bélicas” que tanto daño han hecho en la
población.
Se
estima que la “guerra” contra el narco calderonista ha costado ya entre 60 y
100 mil asesinatos relacionados, más las desapariciones, más la migración, más
la destrucción económica y el impacto psicológico en aquellos estados y
ciudades donde esta política ha sido singularmente cruel. Pero ya no hay
pretextos para seguir adelante con tan macabro programa; ya no tiene sentido la
destrucción del país para complacer a otro país que esta virando su estrategia
de manera pacífica; sería absurdo continuar en la misma dirección.
Hace
dos años, California había llevado una iniciativa de legalización de la
marihuana con fines recreativos. La iniciativa no pasó por un ligero margen,
pero dejaba ver la tendencia cada vez mayor en esa nación de darle otro sentido
al consumo de este estupefaciente en particular. Estados Unidos y en especial California,
son los principales cultivadores de marihuana en el mundo (sí, en el mundo)
además de ser, con mucho, el principal país consumidor de drogas. Las políticas
de Washington por décadas han ido perdiendo batalla tras batalla, programa tras
programa, todas las luchas contra las drogas.
En
el libro “La guerra al narco y otras mentiras”, coordinado por César Cansino y
Germán Molina (ICI/CEPCOM: 2011) escribí un texto sobre el impacto de esta “guerra”
en Ciudad Juárez, donde vienen cifras no sólo de la ciudad, sino también de los
índices de consumo y combate a las drogas en el vecino país del norte: después
de multimillonarios presupuestos, costosas campañas y agresivos programas
contra la delincuencia organizada (Estados Unidos cuenta con el mayor número de
encarcelados de los países ricos, con una población de más de dos millones de
presos) la tendencia sigue imperturbablemente a la alza. No es ocioso decir
además, que sus técnicas de prevención y rehabilitación son un fracaso. Ver: http://carmugosociologico.blogspot.mx/2011/12/la-guerra-perdida-contra-el.html
El
negocio de las drogas, como bien se sabe, es una industria muy lucrativa que se
relaciona además con otros negocios también ilícitos, como la trata de blancas
o el tráfico de armas, entre otros. En el capitalismo todas las industrias
prosperan mientras haya demanda y la gran paradoja del narcotráfico es que la prohibición
del consumo ha hecho más fuertes a estos grupos criminales y mayor la demanda.
Se puede decir que a partir del siglo XX los grupos del narcotráfico alcanzan
niveles de poder inimaginables un siglo atrás. Plantas como la marihuana,
después de ser apreciada, estudiada y aplicada por miles de años (ya se le
estimaba en China unos tres mil años antes de esta era) es ahora objeto de
persecución y sus usuarios criminalizados, inhibiendo también, aunque no
totalmente, su investigación y explotación en otros ámbitos como la medicina,
la alimentación o la industria textil.
La
constitución de Estados Unidos, su Carta Magna, está escrita en hoja de cáñamo,
sustancia derivada de la marihuana. George Washington y los padres de la nación
del norte, no sólo eran terratenientes esclavistas, también se dedicaban al cultivo
de esta planta. El gran problema con los estadounidenses es su población
conservadora, los WASP* principalmente, de donde han surgido presidentes
escrupulosos incapaces de entender el problema y sí muy dispuestos torpemente a
complicarlo más. El resultado es desde el siglo pasado y coincidiendo con el
empoderamiento de ese país como la principal potencia mundial, la progresión
del consumo de drogas con gran sufrimiento humano.
Todavía
no hay que celebrar. Más bien ha de hacerse una profunda y sincera
introspección sobre cómo presionar a los gobiernos de México (federal, estatal
y municipal, así como a las cámaras representativas) para terminar con esta
“guerra”, despenalizar y legalizar la marihuana sin sufrir consecuencias por
ello. Desafortunadamente la mayoría de las y los políticos mexicanos son
conservadores y sumisos ante Washington, aunque muy probablemente muchos de
ellos sean consumidores de sustancias ilícitas.
Hay
mucho por hacer entonces. Insisto: ya no hay argumentos para sostener una
“guerra” insostenible. La batalla por la legalización ha comenzado.
*White
Anglo Saxon Protestants.
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