Juárez, con un puñado de ciudadanos, hizo una república
José Martí.
Revolucionar el 2010 ante el grave problema de cáncer que sufre la clase política, pero que paga la sociedad, es insalvable. En México se pretende celebrar dos fiestas que no están terminadas y sin independencia no hay revolución. ¿Quién va a revolucionar y qué se va a revolucionar? Aquí la respuesta debe ser clara: nosotros (las y los ciudadanos) somos los responsables de nuestro destino en esta tierra llamada México y en estos momentos de nuestra historia.
La primera revolución del siglo XXI. La dialéctica del nuevo siglo mexicano exige una nueva síntesis. No sólo las contradicciones están dadas, sino ni siquiera nos ha caído el veinte de la era en que vivimos; tan atrasados estamos en todos los campos del conocimiento con respecto a otros países, que nos resulta difícil darnos cuenta del modesto papel internacional que jugamos, además de la pérdida de credibilidad, prestigio e influencia como país libre y soberano; más alarmante aún, dos siglos de independencia y uno de revolución no significan gran cosa para la mayoría de la población porque simplemente siguen existiendo las mismas condiciones que las generaron: injusticia, miseria, corrupción, hambre.
El mundo no ha revolucionado. Seguimos experimentando guerras, ecocidio, explotación humana y un largo etcétera. Entonces estamos en un punto donde se requiere de dar el ejemplo sobre cuál camino seguir para salir del atolladero. La evolución de la vida humana de sociedades religiosas y guerreras a sociedades de conocimiento, según la teoría de Augusto Comte, requiere de una intencionalidad superior a lo experimentado hasta el momento. México, por su historial, puede dar ese salto cualitativo y proponer nuevas sociedades para viejas realidades, haciendo así posible una revolución a seguir para el resto. ¿En qué consistirían estos cambios trascendentales?
Independencia con libertad económica. Las condiciones económicas desfavorables generan enajenación, injusticia y explotación. La mayoría de las personas no son libres porque dependen de un salario para vivir y además no hay trabajo para todos. Independencia con libertad económica significa resolver las necesidades y carencias, igualdad de oportunidades laborales, repartición equitativa de la riqueza, trabajo creativo y frugalidad. Para crear las sociedades del mañana, se requiere de asegurar las necesidades básicas (autonomía alimenticia, cobertura total de la educación y la salud, recreación y ocio) y proponer nuevas formas de intercambio económico no jerárquicas, poniendo fin al capitalismo y neoliberalismo.
Revolución cultural educativa. Cambiar la mentalidad comenzando con el complejo de inferioridad y el valemadrismo; desapredender las cosas que nos perjudican, como el miedo a la autoridad; reaprender a socializar; recuperar las enseñanzas de los pueblos indígenas; incentivar la investigación científica y artística; liberar la educación de la privatización y el SNTE. Cobertura escolar total, laica y gratuita desde la infancia a la vida adulta.
Independencia política y autonomía sociológica. Eliminación de la clase política y castigo a políticos, jueces y burócratas corruptos; desmilitarización de la vida cívica; democracia participativa; autonomía y libertad a todos los niveles (individual, barrial, urbano, municipal, estatal, etcétera) exploración de nuevas formas de organización social progresistas y nuevo constituyente; empoderamiento social, sociedades autónomas.
Revolución sexual. Reconocimiento de la diversidad y derechos para la sociedad lésbico-gay; educación e investigación sexual científica; equidad de género; reconocimiento a la diversidad familiar; despenalización del aborto; campañas permanentes de educación sexual para adultos; fin a la violencia de género y el feminicidio; combate a grupos sexualmente retrógradas.
Revolución ecológica. Recuperación del campo, protección a la flora y fauna, reforestación; soberanía alimenticia sin perjuicio al medio ambiente; Legalización, despenalización y explotación de las drogas no sintéticas; disminución de la contaminación ambiental; renacionalización de los recursos naturales, energéticos, áreas verdes, costas, desiertos y mares; expulsión y castigo a empresas contaminantes.
Recuperación del laicismo. Espacio para la pluralidad de ideas y el librepensamiento; transición hacia una libertad religiosa con tolerancia a las diversidad de creencias; limitación de la influencia de la iglesia católica en la vida política del país; desconocimiento y castigo a religiones totalitarias y/o antilaicas; fomentación del ateísmo, el agnosticismo y otras formas de desenajenación religiosa.
Deuda con la historia y el futuro. Seguro la lista provocará polémica por los intereses que toca, así como desánimo en las personas por el aparente abismo para realizarlo o porque no están dispuestas a cambiar. Sin embargo, no olvidemos que gozamos de derechos por los que no luchamos, pero en el pasado mucha gente guerreó y murió para hacerlos posible en la actualidad; en ese mismo tenor, la responsabilidad de las y los contemporáneos con las generaciones por venir exige no dejarles un país en ruinas, sino esforzarnos por no perder lo logrado y alcanzar lo anhelado, lo que sabemos nos hace falta para progresar, así implique legarlo si no podemos gozarlo en nuestro tiempo.
No soluciones, no elecciones.
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