El sistema partidista mexicano está agotado, sin ideas y enfermo de poder. La proximidad de su desaparición lleva un proceso acelerado de desgaste, pues es imposible la recuperación del cáncer que sufre la política “profesional” (profesional en el sentido de que se vive de ella, se cobra) ese sistema burocrático de castas y prebendas que es la clase política, alberga el gen de su autodestrucción en su pragmatismo indulgente.
La propuesta de reforma política de Felipe Calderón entregada desde diciembre, pero trabajando en seminario desde el Senado a partir de la última semana de enero por los propios partidos políticos, es como jugar a cambiar o mantener las reglas del juego de acuerdo exclusivamente a los criterios que ellos consideren, ¿y la gente? Bien, gracias. La clase política no quiere o alcanza a entender, que para jugar, hay que lanzar la bola a la sociedad. Es decir, la base de una sociedad democrática se sostiene en la rotación de poder, no en la concentración del mismo.
Igualmente en las opiniones del señor Carlos Pascual, representante de los intereses de Estados Unidos en México (embajador) sobre la salida del ejército en la lucha contra el narcotráfico en Ciudad Juárez, destaca el “esfuerzo” del gobierno de México sin tomar en cuenta la opinión de la sociedad juarense; por el contrario: “He hablado con los representantes de los tres partidos principales (PAN, PRI y PRD). Todos reafirman que esta lucha tiene que seguir.” (La Jornada 25/01/10). ¿Qué importan tantas muertes, feminicidios, homicidios, infanticidios y demás, si todo se arregla a nivel cupular?, ¿se han tomado la molestia estas personas de venir a vivir a Ciudad Juárez?, además ¿por qué tendríamos que complacer a Estados Unidos?
En el 2010 se disputarán doce elecciones estatales. Desde ahora el tema de las alianzas son la comidilla del día de los analistas y editorialistas del régimen, más preocupados por encontrar “tres pies al gato” en sus cálculos políticos superficiales que en considerar lo obsceno de la situación. Nadie, por ejemplo, considera el tema de la apatía y desafección política, en el desencanto social de las aspiraciones a una democracia todavía desconocida, pues la conocida (democracia electoral) deja mucho que desear. No, las “inteligencias” compradas calculan en base a votos válidos y “acuerdos en lo oscurito” de los partidos.
Precisamente las elecciones permiten ver a los políticos desnudos, en su jugo, tal como son. Las personas que se creen “líderes”, “mesías”, “salvadores”, se pavonean con baños de pueblo gastando millones en sesiones de fotos, comerciales televisivos, entrevistas de radio, asesorías de imagen y todo lo necesario para hacerlos parecer “naturales” o “interesantes” al ojo ciudadano, pero el complejo de superioridad (o inferioridad) la megalomanía, la soberbia y el delirio de grandeza son inocultables. Las democracias electorales que representan los partidos prefieren mejor el culto al héroe que la apertura democrática, lo cual es una contradicción.
El sistema de partidos es un obstáculo para el progreso. Baste ver las declaraciones públicas de sus dirigentes en los distintos medios de comunicación; los escándalos, las traiciones, los spots pagados; las campañas adelantadas, el despilfarro electoral, las partidas secretas, las alianzas interpartidarias, los favores empresariales; el desempeño en las cámaras, en el ejecutivo y en el judicial; todo apunta a la descomposición. Si el periodo de los partidos sigue, es porque todavía no construimos desde la sociedad el modelo que lo sustituya.
Desde la izquierda no partidista, donde concurren las y los marginados que no tienen cabida en los partidos e incluso en la sociedad (sometida a leyes según el criterio de las creencias religiosas de los políticos) existe una tradición de resistencia cultural desde hace siglos. En época de la Colonia fue contra el sistema de castas y la esclavitud, en el siglo XIX por la libertad e independencia; en el siglo XX por la igualdad y la democracia. En el siglo XXI convergemos todos los actores del pasado y el presente para darle vida al ciudadano revolucionario del futuro México plural y equitativo.
Como los partidos políticos no son interlocutores de la sociedad mexicana, es decir, como no existe diálogo entre partidos y sociedad, los pactos verbales basados en impresiones subjetivas por parte de la clase política, sobre todo de los que ejercen el poder, no necesariamente representan los intereses de la nación. Los partidos no tienen calidad moral para representar a México, opinar sobre México y, lamentablemente, para gobernar a México. Los partidos mexicanos gobiernan con la ley del garrote (Oaxaca, Chiapas, Michoacán, Chihuahua...).
Las y los aspirantes a algún puesto de elección ¿popular?, incluida la jauría de perros detrás de algún hueso político, no toman en cuenta que forman parte del pasado, que su futuro será incierto y que inmediatamente se convierten en enemigos de la sociedad, no en sus aliados. El tiempo de los partidos está llegando a su fin.
¡No se deje engañar! Que no le confundan con términos rebuscados o citas de los clásicos, diciéndole que la sociedad es responsable de su destino o que los políticos son necesarios; se puede vivir sin políticos, pero no sin sociedad, TODOS SOMOS POLÍTICOS.
¡No soluciones, no elecciones!
Revolución MMX
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