lunes, 23 de noviembre de 2009

Suicidio colectivo


La sociedad se dio cuenta de que había abierto las puertas a personas que hoy amenazan sus propios hogares.

Fernando Gómez Mont, sobre la violencia en Ciudad Juárez



Esta vez un político ha dicho una gran verdad: es cierto, la sociedad tenemos la culpa de lo que nos pasa. La sociedad mexicana hemos abierto las puertas de par en par, como acostumbra nuestra hospitalidad, y le hemos dado cabida a la delincuencia de Estado. La buena voluntad, la esperanza y la confianza de la sociedad simplemente han sido violentadas una y otra vez por la incapacidad, corrupción e impunidad de las y los políticos en el poder.

Aun sin descontextualizar la frase, en referencia a la situación de Estado de excepción actual, en que vive el estado de Chihuahua y particularmente Ciudad Juárez (más de dos mil asesinatos en esta localidad tan sólo este año) se nota la política de criminalización de la actual administración federal hacia la sociedad, al achacarle la responsabilidad de una lucha contra el narco que nadie solicitó y que no debe dar lugar a dudas es generada desde el Estado; que no nos venga con tergiversaciones para desviarnos de la situación de anomia que impera en el país gracias a ellos.

Gracias a la ingenuidad ciudadana de pensar que los profesionales de la política nos van a resolver siempre nuestros problemas, es que nos enredamos en situaciones suicidas lamentables. Sí, droga siempre ha habido, pero, ¿quién dice que la mejor forma de solucionarlo es violentar las garantías individuales, la Constitución, militarizar las calles asegurando que toda la sociedad es sospechosa? Esto nos lleva a escenarios estúpidos como la fracasada época de la prohibición del alcohol en Estados Unidos, cuyos resultados se resumen en el aumento del consumo, de la delincuencia organizada, de la corrupción y del número de muertes violentas, ¿coincidencias?

El trasfondo. La guerra contra las drogas fue una carta que salió de la manga de Calderón para desviar la atención del fraude electoral de donde surge. Pero no sólo eso; ante el fracaso de la actual administración en los principales rubros de gobernanza (seguridad, economía, educación y sobre todo, credibilidad) la ceguera, el orgullo o la desesperación, aferran a los encargados de (ja, ja) “dirigir” al país a sostenerse sobre un modelo político-económico caduco e inviable (el neoliberalismo) a pesar de la tendencia mundial hacia otros modelos, sobre todo después de la reciente crisis económica mundial del 2007-2008.

Todavía hay más. No sólo no se resuelven problemas sociológicos crónicos (pobreza, delincuencia, desigualdad, etcétera) sino se dan pasos hacia la explotación y repartición de las riquezas del país (transnacionales, PEMEX,TLC) hacia la represión y criminalización de la protesta social (Oaxaca) hacia la pérdida de la soberanía (Plan Mérida) el fascismo (cédula de identificación) el miedo (influenza H1N1) la impunidad (Ulises Ruiz, Chapo Loera) contra la democracia (SME) y/o lo que diga Estados Unidos, además de gozar del respaldo de los medios masivos de comunicación (TV Azteca, Televisa) y otros valiosísimos aliados (Elba Esther, Deschamps, jerarquía católica).

Instituciones de prestigio y expertos describen al México contemporáneo de manera sombría: Transparencia Internacional nos ubica en los últimos lugares en transparencia o primeros en corrupción; el nobel Joseph Stiglitz señala un rumbo económico equivocado; la Corte Interamericana de Derechos Humanos está por hacer público su veredicto en contra del Estado por negligencia en los feminicidios de Juárez; José Narro, rector de la UNAM advierte sobre un estallido social. Si alguna vez aspirábamos a ser algo más que un país en vías de desarrollo o tercermundista, esa distancia se ha incrementado, no disminuido.

En Ciudad Juárez la desesperación hace que las cámaras empresariales se pronuncien por la presencia de los cascos azules de la ONU, ante la creciente ola de muerte, atracos, extorsiones y secuestros que hace dos años eran mínimos, donde los tres niveles de gobierno son incapaces de brindar soluciones, a pesar de ser en gran medida responsables de la actual situación(de hecho son parte del problema) una medida innecesaria en un mundo que tiende a la despenalización y legalización de las drogas para disminuir su impacto nocivo. El Estado mexicano no entiende la lección y, al igual que en el contexto económico, se encierra en sí mismo, dejando a la sociedad a su suerte (¿hace cuánto que no vivíamos un gobierno tan sanguinario e irresponsable?) haciendo una amplia y bien marcada distancia entre Estado y sociedad, ¿dónde quedó la democracia?

No creo que haya mexicanos(as) buenos(as) y malos(as) pero sí creo que las circunstancias nos hacen: la tendencia suicida de la sociedad mexicana está directamente relacionada con el prefijo des: desinformación, despolitización, desinterés, desapego, desesperanza, descrédito y así; nadie “pide” nacer en un lugar o cultura determinada, pero sin duda y por de fault, aprendemos lo que nuestro entorno nos brinda. Lo que se nos olvida con bastante frecuencia, tal vez más de la necesaria, es que también podemos y tenemos el derecho inalienable de cambiar las circunstancias que nos perjudican. La invitación tácita que hace Gómez Mont inconscientemente a la sociedad al decir lo que dijo, ¡está más viva y presente que nunca! Abramos los ojos, los oídos, ¡los sentidos! Y cerremos las puertas a esas personas que, como Gómez Mont y el grupo de interés que representa, nos hacen tanto daño a la mayoría.

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