Imagen tomada de Neomexicanismos en Twitter
Los signos del fin del mundo/Los
sismos de otoño
Carlos Murillo González
“…Todo poder emana del pueblo…el pueblo tiene en
todo momento, el inalienable derecho de alterar o modificar su forma de
gobierno.”
Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos
Los signos del fin del mundo
Tantas cosas pasando en tan corto tiempo: huracanes, terremotos, tsunamis,
el retorno de la Guerra Fría, crisis económicas, escasez de agua, todo
pareciera indicar la próxima destrucción del mundo como lo conocemos. ¿Estos
fenómenos son cíclicos o naturales?, ¿los ha provocado la misma especie humana?,
¿estamos viviendo el fin de los tiempos, la extinción del homo sapiens y otras
especies?
Teoría
apocalíptica
De acuerdo con el cristianismo, llegará un momento en que ocurra “El juicio
final” el Apocalipsis, una gran catástrofe
donde la mayoría de los humanos(as) quienes por portarse mal, sufrirán como
castigo divino la destrucción del mundo. No sólo las religiones apocalípticas
(Testigos de Jehová, Siervos de Dios, Adventistas del Séptimo Día…) están en
constante advertencia de estos signos y en búsqueda de su salvación, sino también
otras muchas religiones escapistas no cristianas constantemente señalan
tiempos, ¡y hasta fechas! Del fin del mundo. Bajo estos dogmas, no hay solución
alguna, solamente resignación ante lo inevitable, los designios de dios.
Teoría del cambio
climático
En la actualidad suceden al mismo tiempo numerosos movimientos sociales de
todo tipo (ecologistas, académicos, juveniles…) y tamaño (Greenpeace,
movimiento ecologista, anarquismo verde…) así como científicos y especialistas,
denunciando el calentamiento mundial. El consumismo y la industria, fenómenos
del capitalismo, han provocado un desequilibrio en nuestro hábitat, causando o
acelerando fenómenos como el calentamiento global, la contaminación del agua y
los mares, la muerte y desaparición de especies animales y vegetales, entre
otros. Bajo este paradigma, la responsabilidad corre de la mano del ser humano
y, si no damos marcha atrás, tenemos los días contados en un futuro no muy
lejano; algunos pronósticos auguran la catástrofe en menos de un siglo.
Teorías
conspirativas
Existe la sospecha de una conspiración de las élites mundiales (Club
Bilderberg, Illuminatis y otros anónimos…) hacia un Nuevo Orden Mundial, para disponer de los medios naturales a su
antojo y prescindir de la vida de millones de personas, particularmente pobres.
Se consideran muchas de las acciones bélicas actuales (como la guerra en Siria,
Yemen o Libia, pero en general cualquier guerra) la aparición de enfermedades
como el SIDA y el uso de semillas y productos transgénicos de dudosa calidad
alimenticia, como parte de su posible estrategia para eliminar grandes grupos
de personas. En el mundo existen un millón de millonarios y la Tierra no puede sostener
el ritmo de vida de este tipo de gente. La solución en el criterio de las
élites, no es su conversión a la frugalidad ni la renuncia a sus privilegios, sino
el exterminio masivo humano para seguir manteniendo intocable su status quo.
Guerras de nueva
generación
Guerras de tercera y cuarta generación, guerras asimétricas, armas geológicas,
guerras preventivas, contrainsurgencia urbana, guerra teledirigida…la evolución
del arte bélico va a la vanguardia con la tecnología. Es el perfeccionamiento
de las armas y técnicas de (auto)destrucción masiva, casi instantánea, donde el
enemigo no necesariamente es un ejército, sino una población, sociedad, región
o país: es una guerra contra civiles. La “guerra” contra el narco en México, el
exterminio de Palestina por Israel, la
genocidio del pueblo Rohingya en Myanmar (Birmania) son ejemplos de entre muchos
otros casos de guerras disfrazadas. Sismos, tsunamis y huracanes bien podrían
están relacionados con armas geológicas surgidas de programas tipo HAARP (High
Frequency Active Auroral Research Program: Programa de Investigación de Aura
Activa en Alta Frecuencia) que actúan en la ionósfera y producen cambios
climáticos capaces de provocar tormentas eléctricas y movimientos telúricos. El
aumento de la intensidad, frecuencia y capacidad de destrucción de los fenómenos
naturales, bien puede ser resultado de un HAARP.
Tanto la religión como la ciencia y la guerra son construcciones humanos. Las
catástrofes “naturales” podrían no serlo tanto sino fenómenos provocados o
manipulados intencionalmente por mezquinos intereses humanos específicos. El futuro
puede ser incierto si no tomamos en serio lo que sucede. Un cambio de
conciencia implica también acciones para salvarnos a nosotros y al planeta de la autodestrucción. Las
acciones individuales no servirán de mucho, se requiere de una movilización
social extraordinaria.
Los sismos de otoño
La tragedia del terremoto del 19 de septiembre, justo treinta y dos años después
del sismo de 1985, también devastador, es un ejemplo muy claro de la
descomposición del Estado y la clase política mexicana, pero también es un
momento para la radicalización de la sociedad en cuanto a despojarse de los
gobiernos y élites que tanto daño nos
han hecho.
Septiembre es el mes patrio de México por que nos recuerda, incluso más
allá de los peligros, las traiciones y los desencantos, la oportunidad y
derecho de elegir el propio destino. En el otoño se fraguan los momentos coyunturales
de las y los mexicanos donde han coincidido los más graves acontecimientos de nuestra
historia, así como sus transformaciones como consecuencia de estos. La
independencia de 1810, la revolución de 1910, el movimiento estudiantil de 1968
o el terremoto de 1985 dejaron su marca y generaron cambios en la cotidianidad
nuestra; conmemorarlos conlleva también profundizar en lo que hicieron las
anteriores generaciones para superarlos y el otoño es la época favorita de las
y los mexicanos para emprender radicalizaciones y revoluciones.
Gobierno, ¿lo
necesitamos?
El Estado es de las y los mexicanos, el Estado nos pertenece, surge de la
sociedad y por lo tanto, nosotros tenemos el poder de decidir su cambio o fin. De
entre los cientos o miles de noticias, mensajes y videos ciudadanos en los aciagos
días posteriores al terremoto, cuyo desenlace está todavía lejos de terminar,
se destacan las denuncias contra los distintos gobiernos y políticos, así como
de las burocracias, particularmente la policía y el ejército, por obstruir
labores de rescate, desviar e inhibir la ayuda solidaria a víctimas y peor aún,
ocultar o robar los víveres donados, posiblemente para posteriores usos
político electorales, provocando la ira y descontento de la sociedad mexicana,
verdadera protagonista de la ayuda voluntaria en este desastre. En el terremoto
del 85 surgieron las Asambleas de barrio en la Ciudad de México como una
legítima respuesta de la sociedad ante la ineptitud estatal.
Héroes entre
nosotros
Las y los jóvenes, las mujeres y la gente del pueblo nos han dado una hermosa
lección de entrega y solidaridad sólo posibles cuando acontece la desgracia
masiva, recordándonos a los olvidados Niños Héroes, esos cadetes voluntarios que
entregaron su vida defendiendo la patria durante la invasión estadounidense en
1847, tal vez por ello ya no se les dedican espacios importantes para
conmemorarlos. Pero la respuesta automática, el deseo de ayudar, el deseo de
servir, no ha sido todavía arrancado de la sociedad por más esfuerzos que haga
y hace el Estado por evitar la unión de las personas, pues desnudaría las
carencias e ineficiencia del aparato gubernamental que, reacio, se opone
totalmente a ser reconocido, tal como ha sido demostrado, como prescindible.
Miedo y
manipulación mediática
La desconfianza supera al Estado, la burocracia y los partidos políticos
para extenderse hacia los grandes medios televisivos (particularmente Televisa)
y las grandes empresas tipo Walmart. Abundan los casos de negligencia, de corrupción,
de desinformación. La gente, enojada, ha confrontado a la clase política, desde
Peña Nieto y Osorio Chong, pasando por los gobernadores de Chiapas, Puebla, Oaxaca
y Morelos, así como con las y los presidentes municipales y jefes(as)
delegacionales, y por supuesto, los grandes empresarios que, a diferencia de
los pequeños y micro empresarios de negocios de barrio que han donado sus mercancías
mientras los otros simplemente brillan por su avaricia y tacañería. El miedo a
un pueblo sublevado es propio de quienes tienen deudas con la justicia social,
son aliados del gobierno o jefes de los gobernantes y, necesariamente enemigos
de la libertad, la igualdad y la equidad.
Tres años sin los
43 de Ayotzinapa
Si bien la magnitud de la catástrofe sísmica opaca otras tragedias como el
repunte de los homicidios y feminicidios en Chihuahua, los asesinatos de
periodistas y derecho humanistas o la “guerra” contra el narcotráfico, el
agravio de la injusticia y la impunidad que aquejan al pueblo de México lo está
empujando a tomar decisiones lógicas con respecto a sus gobiernos, comenzando
con el federal. El martes 26 de septiembre se cumplen tres años de la desaparición
de los estudiantes normalistas de la Isidro Burgos, coincidiendo la fecha con
la de la primer semana del terremoto. La encrucijada del Estado es cómo
disminuir, cómo quitarle valor a este y otros acontecimientos de tal manera que
la sociedad mexicana se inmovilice, no proteste ni se organice, pues es la
única forma en que el Estado puede seguir “gobernando”.
Del pueblo, para
el pueblo, por el pueblo
Cuando las personas de este país se den cuenta de su poder, será la ruina
de sus gobernantes. Por eso esta generación de políticos, una de las peores, si
no es que la peor de la historia, se refugian detrás de las fuerzas armadas
para sentirse seguros dentro de una realidad artificial totalmente ajena a las
preocupaciones de la gente. Por eso es importante reconocernos en el espejo de
las y los que sufren, por que no hay manera de zafarse del infortunio: de una u
otra manera estamos siempre en el ojo del huracán, a veces víctimas de las
circunstancias, a veces como salvadores circunstanciales, siempre como testigos
de un destino del que no alcanzamos a ser totalmente dueños.
Si los sismos de otoño están haciendo cimbrar al país, es tiempo entonces de
sacudirse también todo aquello que perjudica e inhibe la realización y
prosperidad del pueblo de México, incluyendo a sus clases parásitas y
explotadoras. La historia de México es inequívoca: en otoño suceden los grandes
cambios de este país.
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