No robes, el gobierno no tolera la competencia
Anónimo
El abstencionismo activista es una especie de revancha cívica. Aquí no se está en contra de un partido o candidato(a) sino de todo el sistema político. Quienes hacen de la anulación de su voto un arma política están expresando no sólo su inconformidad, ¡también su inteligencia! pues empujan hacia la sensatez, no hacia el conformismo.
La preocupación de los políticos es entonces sí el abstencionismo en general llegue a ser tan abrumador que su peso obligue a cambiar la forma de hacer política en México y por lo tanto, el fin de su era, de su modus operandi; después de todo hay demasiados motivos para no votar o anular el voto y el cambio revolucionario no vendrá de la clase política. Votar en la actualidad significa ser cómplice de la mafia de los partidos. No votar, irónicamente, resulta en estos momentos más democrático, pues va forzar a una nueva concepción y dinámica de la política comenzando con las relaciones de poder partidos-sociedad.
Por eso la aparición de nuevos movimientos sociopolíticos surgidos desde la sociedad, particularmente en internet y a favor de la anulación del voto o el voto en blanco (abstencionismo activista) son satanizados por la clase política, pues implican la desestabilización del sistema no en cuanto a “debilitar” la democracia (¿cuál?) sino sus privilegios elitistas. Aun la crítica desde la izquierda de que el voto nulo fortalece a la derecha en contra de opciones más progresistas es una ilusión, pues para empezar la “izquierda” electoral no defiende sus triunfos, como sucedió en las elecciones presidenciales de 1988 y 2006 o bien trueca sus ideales como el PRD.
No es de extrañar que la política se haga cada vez más pensada para ganar elecciones que para gobernar; las elecciones significan mucho más que un mero acto cívico-ciudadano-democrático: son el instrumento-meta de quienes viven de ella. Las elecciones son pues un instrumento de exclusividad de los partidos y por ello se afanan en “fortalecerlas” a su favor con la selección de consejeros electorales o últimamente, con iniciativas como la reelección o el voto obligatorio. No importa que no se ofrezcan verdaderas ofertas interesantes o se ciudadanice equitativamente el poder; importa seguir mamando de los impuestos de todos y todas.
Siguiendo esta lógica los partidos se han convertido en verdaderos nidos de ratas donde se incorporan muchos individuos sin ética a puestos gubernamentales o de elección popular que luego vemos en los noticieros cometiendo un sinfín de ilícitos y, si tenemos suerte por ser mucho menos frecuente, enfrentando la ley. La influencia de las malas mañas del Partido “Revolucionario” Institucional (PRI) en el resto de los partidos, nuevos o viejos, no hace sino crear escuela y generar una competencia partidista, sí, pero en el sentido de ver cuál es que el que corrompe más para llegar al poder o ya instalados, a ver quién roba más.
La imagen que los políticos mexicanos(as) proyectan hacia la sociedad es el de personas soberbias (nunca se equivocan) poderosas (imposible verles llorar) mesiánicas (o es él/ella o es la catástrofe) faltos de palabra (no cumplen lo que prometen) y traicioneros (capaces de vender el país o causar genocidios). En pocas palabras, no inspiran confianza. Conforme pasan los años este perfil alimenta el imaginario colectivo alejando a la gente de las urnas y lo que es peor, de la vida política del país; pocos o casi nadie quieren hacer política, sino ser políticos; es decir, gozar de los privilegios de vivir de ella, lo equivalente a considerar la política como una carrera personal y no como una vocación o servicio a la sociedad.
El engaño radica en mantener una “paz social” a través del mecanismo de las elecciones periódicas para simular vivir en una democracia. Luego el analfabetismo político y la despolitización social se implementan desde el Estado para facilitar una cultura de la corrupción manteniendo un permanente estado de embriaguez cívica y ciudadana que hace posible la llegada al poder de personas y grupos temibles por su mediocridad y/o peligrosidad. En México el poder político se sigue entendiendo como un asunto de los pocos y por lo tanto, arriesgado para el/la ciudadano común.
La historia de las elecciones en México está repleta de todo tipo de fraudes: desde la represión y el asesinato, hasta la falta de respeto al voto y las promesas de campaña incumplidas. No habiendo todavía mecanismos para hacer rendir cuentas a las y los políticos, éstos son capaces de firmar ante notario público sus promesas o llegar incluso hasta el crimen sabiendo de antemano que nada les pasará. Entre más grande es el poder del político(a) más fuerte es su impunidad.
A inicios del siglo XX en México existía la necesidad de derrocar al régimen porfirista, celebrar elecciones libres y mejorar las condiciones de vida de la población. Cien años más tarde la periodicidad de las elecciones se sostiene, mas no así la mejora de las condiciones de vida de las y los mexicanos; México se deshizo de un dictador quedando en su lugar una nociva clase política adicta al poder y fortalecida en cada elección. ¿Más razones para no votar?
(Publicado en gurupolitico.com, imagen tomada de tuyverdad.blogspot)
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