jueves, 1 de octubre de 2015

Profesionistas pobres



Profesionistas pobres
Carlos Murillo González

Periódicamente diarios y revistas comunican sobre cuáles carreras universitarias tienen mayor índice de desempleo o cuáles mejores posibilidades de progreso, las que están de moda, las que tienden a desaparecer y así. En los últimos años las crisis económicas y las condiciones de inseguridad en países como México han creado ejércitos de profesionistas des o sub empleados y la “fuga de cerebros”.

Irónicamente en un país necesitado de especialistas de todas clases, tanto para el desarrollo de la nación, como para elevar la calidad de vida de la gente, parece no importarle al Estado y opta por absurdos como disminuirles presupuesto a las universidades; permitir universidades privadas “patito” que ofrecen profesiones populares, pero saturando aún más el mercado laboral; o bien, dejando ir talentos a otros países por la falta de oportunidades aquí o por los bajos sueldos.

Como quiera que sea, la realidad de esta situación nos deja un camino de frustraciones y sueños truncados, empobreciendo a la sociedad haciendo más marcadas las clases sociales. Esto además sin contar la buena o mala preparación escolar (un problema en sí mismo iniciado desde la primaria) lo costoso que resulta tanto para el Estado, y no se diga las familias, cada estudiante universitario, para terminar en el ejército industrial de reserva con un destino más bien gris para quienes no tienen el poder económico o las posibilidades de hacer un posgrado, lo cual además no es garantía de éxito profesional.

El resultado de lo anterior deriva en el desperdicio de talento con un alto grado de insatisfacción para quienes sacrificando tiempo, dinero y esfuerzo, terminan muchas veces peor que como empezaron: sin ejercer la profesión elegida y sin futuro. Así es como es frecuente encontrar infinidad de profesionistas empleándose de vendedores de cualquier cosa, haciendo trabajos extra para cubrir sus gastos o simplemente pasando meses e incluso años sin ejercer o para encontrar un puesto digno de su especialidad.

Esta realidad incluye tanto a profesiones bien establecidas y muy requeridas (medicina, administración de empresas, derecho, ingenierías, docencia…) como las súper especializadas o poco conocidas (oceanografía, bibliotecología, gestión cultural…) y qué decir de las ciencias sociales y humanidades (lingüística, psicología, periodismo…) en todas ellas y de todas ellas salen infinidad de personas con un destino incierto dadas las circunstancias.

En el estado de Chihuahua, cuya reputación hasta hace unos diez años, de ser gran proveedora de empleos profesionistas por su pujante industria maquiladora, aun en sus mejores tiempos solamente aseguraba trabajo para una tercera o cuarta parte de sus egresados universitarios ¡Y era la mejor opción de México! Siendo una entidad atractiva para profesionales de todo el país. Ahora simplemente se ha convertido en otro estado más exportador de cerebros.    

Es común ver en las grandes ciudades del estado, principalmente Juárez y Chihuahua, una amplia gama de profesionistas dedicándose a variadas cosas  (algunas de ellas incluso denigrantes): parkeros, segunderos, taqueros, pepenadores, etcétera. Mientras muchos de las y los “suertudos” se esclavizan subempleándose en empresas para las que no estudiaron (cocina, ventas y trabajos temporales de todo tipo, jardinería…) o los peores escenarios: poniéndose al servicio del crimen organizado, trabajando para el Estado como mediocres burócratas o largándose del país para nunca más volver.

Estudiar una carrera nunca ha sido el camino para quienes buscan hacerse millonarios, aunque pueda ayudar para ese objetivo. Desafortunadamente tampoco contamos con una cultura favorable al fortalecimiento o mejora de los estratos sociales haciéndolos más preparados, unidos o cultos; incluso a veces es un estorbo contar con un título universitario. En Ciudad Juárez, por ejemplo, es tal el detrimento de los estratos universitarios, que para encontrar trabajo es preferible ocultar la profesión.

Anteriormente se pensaba en hacer una “carrera profesional” como una buena inversión, sinónimo de prestigio y garantía de éxito económico. Hoy es fácil escuchar a médicos quejarse por la falta de pacientes, ver abogados “coyoteando” clientes afuera de los juzgados o ingenieros trabajando de técnicos en la maquila. Si le atravesamos la cuestión de género resulta todavía peor: las profesionistas tienen menos oportunidades de desarrollarse, ganan menos que sus colegas hombres y sufren el acoso sexual de los mismos.

Los tiempos de crisis económicas en sistemas obsoletos e inhumanos como el capitalismo neoliberal, el trato a las y los profesionistas no difiere mucho de quienes no han tenido o querido tener la oportunidad de pasar por la universidad. Hasta las profesiones científicas, tan importantes para la humanidad, están estancadas y al servicio de los intereses avaros de empresarios inescrupulosos a quienes sólo les interesa la ganancia por encima incluso, del bienestar social y el cuidado ambiental o bien están desamparadas de gobiernos y gobernantes apátridas que no invierten ni apoyan la ciencia por considerarla ajena a sus intereses políticos.


El panorama no es benévolo para las y los profesionistas chihuahuenses (y mexicanos en general) pues el neoliberalismo se la pasa de crisis en crisis y, combinado con la corrupción estatal, son nocivos para toda la gente, dejándonos más vulnerables frente al mercado laboral-empresarial. Quienes nos hemos empobrecido aferrándonos fielmente a nuestra profesión, nuestro único consuelo es el amor a la misma.      

viernes, 11 de septiembre de 2015

De caballos, nacos y narcos

De caballos, nacos y narcos
Carlos Murillo González


Ciudad Cárcel, Chihuahua, apunto de amanecer el otoño del 2015.

En Ciudad Juárez, por supuesto, también la realidad se vuelve surreal, contradictoria, caprichosa. La percepción y acción de esa “realidad” en lo individual y en lo colectivo, a veces le llamamos cultura; otras enajenación y así. Obviamente lo material, lo objetivo, lo tangible; lo económico; pesa e influye, es la parte de la “realidad”, “del mundo real de verdad” al cual nos referimos.

La “normalidad” juarense es la violencia.

Estamos tan, pero tan acostumbrados a la violencia, que ya no nos damos cuenta de ella. Pasamos del hablar “duro” y “golpeado” típico del acento norteño, origen y tradición del cowboy chihuahuense, a las peleas “a pedradones” de los barrios de cholos y ahora, al show pornográfico y gore, de la “guerra” contra el narco (limpieza social) y de las “muertas de Juárez”, gracias al Estado policiaco militarizado.

Somos una sociedad enferma que no quiere aceptarlo (el gobierno no va a aceptarlo): diabéticos, neuróticos, alcohólicos, depresivos…todo un hospital. Una sociedad vulnerable expuesta a las alergias, el cáncer, las adicciones y con suicidios en aumento, pero ni todo junto alcanza para situar la emergencia de salud pública para esta ciudad de 1.3 millones de habitantes. Los multimillonarios recursos del ya olvidado “Todos somos Juárez” nunca se vieron por ningún lado.

Despolitización: enfermedad de nacos.

Cuando Carlos Monsiváis definió por primera vez el concepto de “naco” en los años setenta del siglo pasado, lo hizo para distinguir aquella persona socialmente apática, apolítica, ignorante de su ignorancia (ojo: no necesariamente pobres) metidas en un ritmo de vida que hoy definimos como posmoderno y así, poder hacer la diferencia con los movimientos sociales de esa época: los “hippies”, el movimiento estudiantil y universitario; la música rock, tan satanizada desde entonces, entre otros. Se trata de una época muy dura de agitación social y represión por parte del Estado; una historia invisibilizada además, por los medios de comunicación.

El “naco” fue y es un vocablo de las clases dominantes y el gobierno para desprestigiar la lucha de clases. Luis de Alba, el conocido cómico, hacía mofa del naco en su personaje “El Pirrurris”, un chavo de clase alta, arrogante y mediocre a quién le asustaban los nacos; en este caso, pobres, gente del pueblo, gente sencilla. En el afán de despolitizar a la sociedad, al igual como en las dictaduras de Argentina o Chile, donde la televisión jugó un papel muy importante: la censura en México oculta(ba) la guerra sucia, las desapariciones sórdidas, el metapoder subterráneo de redes y muchas cosas más. 

Lo naco, la naquez, es entonces síntesis de snobismo (sigue la moda) enajenación (carece de empatía) ignorancia política (no conoce sus derechos) egoísmo (sólo se interesa por el/ella o su familia) y no sinónimo de pobreza. Igual aplica para el término “chairo”, descalificativo para prejuiciar el movimiento intelectual de izquierda y en particular, a las y los jóvenes de todas las corrientes. Naco no es quien se manifiesta públicamente, por ejemplo, ya sea cantando, repitiendo la palabra de dios o lanzando consignas políticas; sino quien aún viendo su realidad, la niega o no hace nada al respecto.

¿Por qué caballos?

La gran polémica de las esculturas de caballos instaladas en primer cuadro de la ciudad, profanadas por nacos trogloditas que bien merecen ser quemados vivos en frente de catedral a la vista de todos y todas (es sarcasmo) y es también un referente de la hipocresía de la imagen bonita de Juaritos, su gente tan buena y mansa; sus artistas tan calladitos y ordenados y así. Ha habido más cobertura mediática y enfado por esta situación, que información y enfado sobre Ayotzinapa, las firmas para enjuiciar a Peña Nieto o el altísimo endeudamiento de Chihuahua y las tranzas del gobernador César Duarte, a quienes los medios protegen con su silencio.

Los caballos no nos van a salvar de los cánceres y la escasez de agua patrocinado por la mina en Samalayuca. El espectáculo de los caballos es bonito, estético, pero nada más. Responde al gusto de sus patrocinadores y se usa para desviar la atención de cosas más importantes como la impunidad. Similar sucede con la fuente de otros caballos, “Los Indomables” que poco o nada se relaciona con la identidad juarense; o bien espectáculos como el “Grito” de “Independencia”, se vuelven festejos huecos mostrando las miserias de la enajenación mexicana, más que su historia.

Naco el que vaya al Grito; naco el que no vaya. 

De naco a narco hay sólo una erre. El gusto narco también se volvió parte de la estética sin sentido de Ciudad Juárez: monstruosos antros, troconononones, botas vaqueras de pieles exóticas, casas exuberantes en colonias marginadas. Lo posmoderno a todo lo que da. Hoy los narcocorridos son “la neta” aun a pesar de la censura. En esta lógica la cultura juarense, mexicana y fronteriza, se vuelve un escape de la violencia hacia la violencia (dialéctica negativa): La impunidad se hace habitual, se simula libertad, se esconden fracasos, se hace burla del gobierno y políticos, pero no se les confronta. Todo eso. Hace falta arte para combatir la naquez, pero antes, para exigir respeto al arte y al artista, hacen falta condiciones sociológicas de igualdad y equidad: educación, alimentación, salud.


Si se ofende más por la ignorancia de las personas a la exposición al aire libre de caballos de resina de polietileno hechos en serie, pero decorados artísticamente, ya sea por montarse en ellos o grafitearlos, que cuando han borrado un mural de una de las chicas desaparecidas o el mismo hecho de que el feminicidio exista, entonces, el naco(a) es usted.

domingo, 30 de agosto de 2015

No a la mina en Samalayuca



No a la mina en Samalayuca
Carlos Murillo González

El viernes 28 de agosto se llevó a cabo una pseudo consulta “pública” en Ciudad Juárez con motivo de hacer o no modificaciones legales para la instalación de un proyecto minero en terrenos del poblado de Samalayuca, en el sur del municipio de Juárez, realizada por la Semarnat (Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales) la Conanp (Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas) y la UACJ (Universidad “Autónoma” de Ciudad Juárez).

Para una ciudad de 1.3 millones de habitantes, realizar al mismo tiempo, el mismo día, en una reducida y elitista reunión informativa, una consulta por invitación, permitiendo además la entrada a pobladores de Samalayuca (ellos tendrían su consulta el sábado 29 de agosto y sumaban casi la mitad de las y los ahí reunidos) con casi nula difusión, en un día hábil y con una duración de 7 horas, es por demás decirlo, una burla que oculta oscuros intereses detrás.

Samalayuca se encuentra a 50 kilómetros de Ciudad Juárez, en el extremo sur del municipio, con una población de unos 1,500 habitantes, dedicados sobre todo a actividades del campo. Es conocido por sus famosos y saqueados médanos (donde se han filmado películas como Dune) zona desértica con flora y fauna única protegida desde el 2009. Ciertamente es una localidad olvidada del progreso con muchas carencias, necesidades y un bajo nivel educativo, lo cual la hace precisamente vulnerable a la manipulación y el engaño.

Por otro lado la historia de las mineras, especialmente las canadienses, está llena de abusos, violencia, asesinatos, destrucción del medio ambiente y sobornos a gobiernos corruptos (como el mexicano) para lograr sus propósitos, evitar sanciones y saquear la riqueza favorablemente a cambio de una bicoca. En el caso de Samalayuca la empresa de capital canadiense WC Exploration Corporation lleva unos cinco años cabildeando en el pueblo a través del ex presidente seccional del poblado, Javier Meléndez, para cambiar el uso del suelo como “área protegida” y poder llevar a cabo sus actividades, según ellos, para explotar únicamente yacimientos de cobre.

También se encuentra involucrada la empresa mexicana Firex S.A de C.V. de quienes se desconoce o protegen los nombres de sus inversionistas, pero se rumora entre ellos se encuentra el actual gobernador del estado de Chihuahua, César Duarte, lo cual explicaría las presiones para realizar los cambios a favor de la apertura minera, la cual requiere de 1,500 hectáreas para trabajar y contaminar a cielo abierto en el área.

Esto explicaría el discurso, posicionamiento y mentiras del director de la Conanp, Jesús Alonso Duarte, primo, ¿adivinen de quién? Efectivamente, del gobernador, quien estuvo presente en la reunión del viernes en Juárez y en la “consulta” realizada en la ciudad de Chihuahua el día anterior con el mismo método de trabajo, contando también con “acarreados” de Samalayuca. Es obvio por dónde se mueven los intereses de la mina.

Tanto Samalayuca como Ciudad Juárez se abastecen del mismo manto acuífero (el Bolsón del Hueco) y las mineras utilizan el vital líquido de manera abundante para sus actividades, lo cual hace salir el tema de la exclusividad e interés de las y los samalayuquenses para ubicarse en su verdadera dimensión: si se aprueba la apertura minera, no sólo el poblado se verá afectado, sino en gran medida también Juárez y su vecina, la ciudad de El Paso, Texas.

Sería un crimen de lesa humanidad que el Estado haga caso omiso de las genuinas preocupaciones de quienes están conscientes de las consecuencias por la apertura minera en esta zona semidesértica, donde el agua es escasa y la contaminación del aire se empeoraría trayendo daños irreversibles a la salud pública, además del daño a todas las especies vivas. Esta lógica aplica desde luego también para otra industria que busca instalarse en la región gracias a la traicionera reforma energética del gobierno priista actual: la petrolera, en particular si se trata de la extracción del gas de lutitas (o gas shale).

Los peligros están expuestos ya. El problema no es nada más para Samalayuca, donde una parte de su población está siendo engañada (¿o comprada?) por promesas de trabajo y derrama económica para instalar la minería en su sección y, aunque están en su legítimo derecho por buscar atraer empresas para su beneficio y desarrollo, en este caso no están considerando el impacto más allá de su espacio de influencia y tiempo. Las concesiones mineras se otorgan por décadas de veinte años o más y cuando se van después de haber extraído los metales deseados, dejan una estela de muerte: tierras infértiles, residuos tóxicos, enfermedades, desolación.

En México tenemos muchos ejemplos ecocidas de empresas mineras, siendo el más reciente el del Grupo México, propiedad de Germán Larrea, quienes este año han vertido desechos contaminantes en ríos de Sonora, enfermando indistintamente a humanos, flora y fauna, sin que la justicia haya actuado de manera contundente. Ese debe ser al menos, nuestra referencia para pensar en las consecuencias de la posible apertura de la actividad minera, por lo tanto ¡No a la mina en Samalayuca!    



 




  

lunes, 3 de agosto de 2015

100 millones da pobres en México

100 millones de pobres en México
Carlos Murillo González



No es una nota relevante comparada con los grandes escándalos tipo el último chisme de Peña Nieto y Angélica Rivera, pero si usted no es parte de los 100 millones de pobres, tampoco tiene nada que festejar, pues, ¿quién cree que ayuda a los pobres de este país?, ¿el Estado?, ¿los ricos? No. La clase media: quienes pagan impuestos.

Hace unos días aparece el último reporte de la Coneval (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social) donde expone, entre otros aspectos, el incremento de la pobreza alcanzando la cifra de 100 millones de mexicanos y mexicanas. La evaluación operada con aportes metodológicos del prestigiado economista antropólogo Julio Bolvitnik, hace pedazos el espejismo propagandístico del gobierno actual, impotente al esconder tanta pobreza. Cierto es, no sólo es responsabilidad del actual, nocivo y ladrón gobierno priista de todos y todas conocido, sino de 33 años de aplicación del modelo neoliberal en México.

Una generación de mexicanos(as) desconoce la democracia, particularmente la electoral, por falsa; pero desconoce también, por ignorancia, sus derechos y todas las prerrogativas que por ende le han sido negadas: alimentación, salud, educación, trabajo, vivienda; menos aún comprende todavía conceptos más abstractos como justicia, seguridad o laicismo. Esta sociedad despolitizada en búsqueda de una felicidad burbujeante y simplona, no construye nada hacia su libertad o emancipación; no se da cuenta incluso, de su pobreza, aunque la huela. 
 
Peor aún, la capacidad de una sociedad más justa va en detrimento a favor  de una sociedad teledirigida (es decir, donde un pequeño grupo o élite ejerce el poder sobre el resto) los gustos se democratizan en base al poder económico, atomizando a la sociedad hacia un individualismo egoísta extremo, donde precisamente el Leviatán se hace misántropo. La cultura o superestructura en acción sirve igual para liberar o, como en este caso, para enajenar.

Minicracia

El Estado neoliberal es minicrático: hace el trabajo suficiente para “facilitar” el libre mercado (ablanda leyes,  privatiza paraestatales, rescata bancos…) y deja la “mano invisible” smithiana al poder económico, llegando incluso a la violencia para proteger intereses de grandes empresas nacionales y transnacionales.  No hay una política ni visión sociológica o interés por ello, y cuando la hay, se traduce en apoyos altruistas raquíticos, apoyo a empresas “filantrópicas” como Televisa (Teletón) y programas de combate a la pobreza mal armados, maquillados y utilizados vilmente como favores políticos a cambio de votos.

Mercancía-consumidor-consumido

El estado capitalista neoliberal se ha encargado de minar las esperanzas y expectativas de vida de las sociedades donde se establece. En este sentido, no hay diferencia entre una granja de gallinas y las sociedades humanas de economía y cultura neoliberal: en ambos casos se convierten en mercancía, más el valor agregado del perfil consumista humano,  que hace una dialéctica en su contra: ahora vive más tiempo, pero también más enfermo y atado a medicamentos, por ejemplo, entonces el/la humano no deja de ser explotado hasta el último momento de su existencia.

El imán capitalista

La gran ilusión capitalista, la gran meta, es ser rico. Absortos por el gran estímulo psicológico al esfuerzo individual, el héroe neoliberal es emprendedor, masculino, irresistible, exitoso. Para el idealista capitalista, tan común en estas épocas, no hay nada que se le oponga o atraviese, ningún obstáculo capaz de privarlo de su(s) objetivo(s). Claro es, pocos, muy pocos, alcanzan sus objetivos, ¡y qué bueno!

El problema con este tipo de filosofía, esta forma de ver la vida, es que se adueña del mundo literalmente y se concentra en sus objetivos ignorando todo lo demás. Lo mismo le da al burgués capitalista, romántico o pragmático, resolver el problema de la escasez de agua, que rociar cultivos alimenticios con glifosato. Aunque más común el segundo ejemplo, cabe señalar la mentalidad del culto a sí mismo como algo propio de los patriarcados, de reyes y militares, pero democratizado y adaptado para el posmoderno siglo XXI: todos podemos ser reyes, ricos, famosos. Ahí el problema de este pensamiento: es retrógrada.

“El cambio está en uno mismo”

¿Así que estás convencido(a) del cambio de actitud para vencer adversidades; de la pobreza como sinónimo de malos hábitos, etcétera? El espejo de la realidad dice del desprecio hacia la pobreza no por que se tenga que pagar por ella o ello (tanto la caridad como el crimen van y vienen de la mano de la pobreza material y de espíritu) si no por que el propio sistema enseña a odiarlo (y a odiarse) a pesar de ser el encargado de reservar parte de los impuestos (dinero de todos y todas) para evitar el desequilibrio económico y la desigualdad social.

La pobreza no es sólo un asunto personal-individual, es también un asunto de la colectividad. Haber nacido pobre o ser víctima de una crisis económica mundial es un asunto sociológico. Perder el patrimonio por desastres naturales o caer enfermo a tal grado de no poder trabajar, es una situación circunstancial ajena también a la persona, pero atrae lo colectivo. Tomar decisiones equivocadas o ser estafado, son asuntos personales, pero aún así, existen tribunales o formas de resolverlo.

Como quiera que sea, la pobreza es un asunto que nos afecta a todos, pero tiene solución.